San Pablo

Pablo de Tarso (originalmente Saulo), canonizado como San Pablo Apóstol († 67), no conoció en vida -como los apóstoles- a Jesús, pero fue el primero que tuvo sólo como experiencia la del Cristo Resucitado.

Miguel de Cervantes escribe: “Don Quijote de la Mancha viendo un retrato en lienzo de san Pablo exclama fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios nuestro Señor en su tiempo, el mayor defensor suyo que tendrá jamás, caballero andante por vida y santo a pié quedó por la muerte, trabajador incansable de la viña del Señor, doctor de las gentes a quien sirvieron de escuela los cielos, y de catedrático y maestro el mismo Jesucristo”.

EL APÓSTOL DE LAS GENTES

Nació en Tarso y en su juventud fue mandado a Jerusalén, donde fue rigurosamente formado, en la enseñanza de la Ley, por Gamaliel el Viejo.

Después de algunos años regresó a Tarso, él no se encontraba en Jerusalén cuando Jesús predicaba. Su regreso tuvo lugar poco años después de la pasión de Cristo.

En esta fase de su vida, Saulo fue un fariseo muy activo: fue testigo de la lapidación de Esteban, pues custodiaba la ropa de los asesinos, como nos lo describen los Hechos de los Apóstoles (8, 1-3). Recibió poco después el encargo de ir a Damasco para apresar a los cristianos de aquélla ciudad (Hech. 9,2), en dicha tarea fue particularmente celoso en el cumplirla y decidido en ir contra la religión cristiana, que comenzaba a difundirse y afirmarse.

Su conversión sucedió en el camino a Damasco, cuando inesperadamente una luz del cielo lo envolvió y cayendo al suelo, escuchó una voz que le decía: “Saulo, ¿porqué me persigues?”.

Saulo se quedó ciego y todo hacía a tientas, por tres días esperó a alguno, ayuno y trastornado por cuanto le había sucedido; se puede decir que, desde aquel momento, nació Pablo, el Apóstol de las Gentes. Él decidió retirarse al desierto, para poner en orden sus pensamientos y meditar más profundamente el don recibido, ahí permaneció tres años en absoluto recogimiento.

Después de su retiro, confortado por la luz de Cristo, y se comenzó a predicar con entusiasmo, suscitando la ira de los paganos, que lo consideraban un renegado, así que intentaron asesinarlo, obligándolo así a huir.

Se refugió en Jerusalén, donde en al menos unos quince días se encontró en varias ocasiones con Pedro, que encabezaba a los apóstoles, y con Santiago, a quienes expuso su nueva vida. Los apóstoles lo entendieron y estuvieron con él horas y horas cada día, hablándole de Jesús; pero la comunidad cristiana de Jerusalén desconfiaba de Saulo, pues se recordaba de la feroz persecución que había tramado. Bernabé garantizó su confianza en él, sólo así se disiparon las dudas y Saulo fue aceptado por la comunidad.

Durante su estadía quincenal en Jerusalén, Pablo buscó realizar alguna conversión, pero esta iniciativa misionera irritó a los judíos y preocupó a los cristianos, por lo que, no encontrándose en su lugar, el Apóstol se dirigió a Cesarea y después regresó a su ciudad de Tarso en Cilicia, donde retomó su oficio de tejedor.

Del año 39 al 43 no tenemos noticias sobre sus actividades, hasta que Bernabé, enviado por los apóstoles a organizar la naciente comunidad cristiana de Antioquía, pasó a verlo para invitarlo a seguirlo, aquí Pablo dejó para siempre el nombre de Saulo, porque se convenció que su misión no era tanto entre los judíos, sino entre los otros pueblos que los judíos llamaban “gentiles”; en Antioquía fue donde los discípulos de Cristo fueron denominados por primera vez “cristianos”.

Con Pablo, en pocos años y de modo impetuoso, “la Palabra sale de Jerusalén, y la Ley de Sion”, como fue anunciado por el profeta.

LOS VIAJES MISIONEROS

PRIMER VIAJE

Pablo y Bernabé predicaron con ardor misionero en las sinagogas, desde Chipre hasta Anatolia, la Buena Nueva de la resurrección y de la salvación en Jesús, fundando comunidades y curando enfermos.

SEGUNDO VIAJE

En el año 50 Pablo decidió partir para un nuevo viaje en Asia menor.

El viaje apostólico, que duró hasta el 53, tocó Grecia y Macedonia, donde Pablo evangelizó a Felipe: aquí mismo los dos fueron flagelados y encarcelados, pero después de un terremoto nocturno y la conversión del celador, fueron liberados la mañana siguiente.

Después fueron a Tesalónica, a Berea y a Atenas, regresando pasaron a Antioquía, donde por primera vez los creyentes fueron llamados “cristianos”.

TERCER VIAJE

En el 53 ó 54 inició el tercer gran viaje de Pablo; primero se dirigió a Éfeso, donde se quedó tres años: aquí su predicación hizo que disminuyera el culto a la diosa Artemisa y cuyo comercio sacro se vio afectado, esto provocó una sublevación popular, de la cual Pablo salió ileso.

Pablo visitó con conmoción las comunidades cristianas que había fundado en Asia menor, presintiendo de alguna forma que no las volvería a ver nunca más.

Cesarea fue la última etapa, ahí el Profeta Agabo le predijo el arresto y la prisión, de ahí llegó a Jerusalén hacia los últimos días de mayo del 58, allí llevó los donativos recogidos durante su último viaje.

LA CONVERSIÓN A CRISTO

1. Saulo, el hebreo, estudia en Jerusalén.

Pablo nació poco antes del año 10 de nuestra era, en una familia judía de Tarso, en Cilicia (la actual Turquía oriental). Recibió el nombre bíblico de Saúl (o Saulo) y el nombre romano de Pablo, probablemente porque su padre, habiendo adquirido la ciudadanía romana quiso manifestar una desconocida gratitud a la gens Paula.

“Instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios”. Según los Hechos, es “Fariseo, hijo de Fariseos” (Hch 23,6) y “circundado al octavo día” (Flp 3,5-6).

2. El perseguidor

En el martirio de Esteban, “los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo… Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia”.

Saúl, que defendía con celo “las tradiciones de los padres” (Gál 1, 14) pertenecía probablemente al grupo de los Zelotas (Hechos 22,3), y lo que explicaría la expedición a Damasco, con la finalidad de apresar  a los helenistas que criticaban el Templo, como Esteban, para doblegarlos, incluso con la tortura. Esto aclararía dos episodios extraños: Pablo no se integro del todo en la comunidad de Jerusalén y debió huir después de ser amenazado de muerte (Hch 9, 26-30); más tarde, cuarenta hebreos hicieron voto de asesinar a Pablo, entonces prisionero de los Romanos (Hc 23, 12 – 22), además que es conocido que el partido de los zelotas castigaban a aquellos que traicionaban su juramento.

3. La conversión / vocación

Los Hechos de los apóstoles refieren la famosa frase que Pablo escuchó en el camino de Damasco:

“Saúl, Saúl, ¿porqué me persigues?”

Pablo en la narración que él mismo hace de la aparición del Resucitado deja ver una gran confusión interior. Las vocaciones- conversiones proféticas del Antiguo Testamento, eran portadoras de una misión: “cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto…”(Gál 1,15-17).

La “conversión” radical de Saúl no representa para él un cambio de religión, pues él se siente más judío que nunca ya que es el “Dios de los padres” que lo ha mandado a predicar el evangelio. El evangelizador de los paganos continuará a predicar a los judíos mientras le sea posible, hasta que sea llamado definitivamente a Roma. La conversión y el bautismo de Pablo significan para él el descubrimiento de su verdadero y justo lugar en la vida de Israel.

Se ignora la edad de este capital acontecimiento, se puede deducir de la carta a los Gálatas que fuera entre los 33 y 35 años, poco después del nacimiento de la primera Iglesia, la de Jerusalén, que fue creada entorno a “Pedro y los once” (Hch 2, 14).

INICIOS DEL MINISTERIO

4. JERUSALÉN: EL ENCUENTRO CON PEDRO

“Tres años después”, Saúl va a Jerusalén para dar a conocer a Cefas (que significa en griego “Piedra”), nombre con el que llamará siempre a Pedro, y permaneció con él “quince días”. Indudablemente que Pedro enseñó a Pablo la tradición oral que en relación con Jesús, el Apóstol desconocía (Cf. 1 Cor 11, 23-25), así como le explicaría la interpretación cristológica de los profetas, según la enseñanza del Maestro a sus discípulos.

La visita es discreta: Pablo vio únicamente a “Santiago, el hermano del Señor”, el otro dirigente de la Iglesia. Pablo se enriqueció espiritualmente junto a la Madre Iglesia, sin embargo no logró a integrarse del todo, probablemente a causa de su paso de zelote. Incluso huyó a un atentado que contra su vida los hebreos de lengua griega habían planeado (Hch 9, 29-30)

Tuvo que irse a Tarso, donde retomó el oficio de constructor de tiendas y continuó a proclamar su fe en la sinagoga (Hch 18, 3). Fueron años de madurez personal.

 5. ANTIOQUÍA: INICIO DE LA AVENTURA MISIONERA

La Iglesia de Jerusalén, a inicios del año 40 d. C., envió a Bernabé a Antioquía de Siria para retomar la comunidad eclesiástica que había sido fundada por los misioneros helenistas expulsados de Jerusalén. Bernabé se dirigió a Tarso para pedirle ayuda a Pablo, el cual, evangelizando con mucho éxito, se convirtió en uno de los dirigentes de la comunidad. Fue el primer desapego del ambiente de la sinagoga, porque Pablo predicó también a los griegos. La “invención” del apelativo de cristianos, usado por la primera vez en Antioquía, es uno de los frutos más bellos de la predicación de Pablo en esta ciudad.

La Iglesia Antioquena sería desde aquel momento el centro de difusión del evangelio e viviría independiente del Templo y de la vida en Judea. Esta comunidad de Antioquía disponía de una formación y una organización sólidas. Es así como, en el curso de una asamblea litúrgica, la inspiración de la comunidad confirmaría la vocación personal. El Espíritu Santo haría sentir su voz: “Escójanme a Bernabé y a Saulo, para la obra para la cual los he llamado”; entonces, la asamblea oró, ayunó, impuso las manos sobre los dos hombres. Y los envió en misión.

Bernabé y Pablo zarparon hacia Chipre. El Espíritu Santo es quien todavía los mandaría hacia esta dirección: anunciaron el evangelio en las sinagogas al este de la isla, en Salamina, después al oeste, en Pafos. Desde este momento, Lucas llamó Saúl con su nombre romano de Pablo, subrayando así que él tenía pleno derecho y los requisitos para cumplir su misión de ir hacia “las naciones”.

6. FUNDACIÓN DE IGLESIAS EN ASIA MENOR…

Estamos aquí en la etapa de plena inmersión en tierra pagana, más allá del Tauro, en cuatro ciudades estratégicas para Roma, en el camino de Sebastopol. Lucas coloca el primer discurso misionero de Pablo a la sinagoga de Antioquía de Pisidia, una nueva colonia romana, ante la mala acogida que le dio la mayoría de los judíos, Pablo se dirige a los paganos. Entonces Pablo y Bernabé fueron a Iconio, Listra y Derbe. Los dos apóstoles consolidaron las jóvenes comunidades.

Por una parte, animaron la vida común entre los creyentes provenientes del judaísmo y a los nuevos convertidos provenientes del paganismo, provocándose con ello la enemistad de los jefes de las sinagogas donde predicaban. Por otra, nombraron “ancianos”, según el modelo de la iglesia de Jerusalén. Cumplida esta misión, regresaron a la gran ciudad de Antioquía de Siria.

7. EL CONCILIO DE JERUSALÉN

Hacia el año 48 en Antioquía se planteó el problema que concerniente a la oportunidad de la circuncisión para los no judíos, esto cuando los judeo-cristianos reclamaban la “libertad adquirida en Cristo Jesús”, y que también Pablo y Bernabé evocaron para no imponer este rito a los cristianos provenientes del paganismo.

La comunidad decidió entonces de interpelar a los Apóstoles y a los Ancianos de Jerusalén, y para ello mandaron a Pablo y a Bernabé con una delegación de la comunidad en la cual iba también el griego Tito.

Los Apóstoles y los Ancianos de Jerusalén aceptaron a Tito, que era un “no circunciso”, reconociendo con ello la validez del anuncio paulino sobre la libertad de la gracia. La Asamblea confirmó también a los principales responsables de la Iglesia y reconoció la vocación misionera de Pedro para los circuncisos y la de Pablo para los incircuncisos. De hecho, el campo misionero fue repartido de la siguiente manera: Santiago, Cefas y Juan se dirigirían a los judíos, mientras que Pablo y Bernabé a los paganos.

 8. EL INCIDENTE EN ANTIOQUÍA

La controversia suscitada durante la visita de Pedro a Antioquía confirma la rectitud de Pablo, para el cual la verdad del Evangelio no admite adaptaciones. ¿Qué sucedió? En aquel entonces, un judeo-cristiano circunciso no podía sentarse a la mesa de un cristiano pagano sin con ello incurrir en la impureza. Ahora bien, en el contexto antioqueno, Pedro es el testigo de la supremacía de la fe en Cristo, que recoge en sí a todos los hombres. Es claro entonces que este principio contrasta con la situación arriba mencionada. Pedro ante la llegada de los cristianos enviados por Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén, ocultó su postura. Ante esto, Pablo se rebeló: “me confronté con él, porque era digno de represión”.

El compromiso resuelto en Jerusalén protegía la existencia de las comunidades mixtas que Pablo había predicado en las jóvenes iglesias del Asia menor. Sin embargo, la plena comunión entre circuncisos e incircuncisos resultaba problemática., entonces ¿Debería ser considerada secundaria la salvación de Jesucristo? Pablo reivindica la nueva vida en la fe, el don del Espíritu y la supremacía de la divina promesa sobre la Ley. El contraste surgió entre Santiago y la Iglesia de Jerusalén, con Pedro y Bernabé (quienes dudosos, se aliaron con Santiago), y con la misma Iglesia de Antioquía que confirma el compromiso tomado (Hch 15, 40). Silas será el único que lo siguió. Después de este largo “noviciado”, que duró 15 años, se abre un nuevo período para Pablo.

HACIA GRECIA

9. LIDIA Y LA IGLESIA DE FILIPOS

Pablo, en Tróade tuvo una visión que le suplicaba: “Pasa a Macedonia, y ayúdanos”. Inmediatamente, se embarcó hacia Grecia y se quedó en Filipos, ciudad comercial y colonia romana poblada por veteranos de guerra y campesinos latinos, donde el judaísmo había sido influenciado por el helenismo.

La casa de Lidia, mercante de púrpura, que fue bautizada con toda su familia y que dio hospitalidad a los misioneros durante su estadía en la ciudad, se transformó en el centro de una comunidad que se formó rápidamente y que se convertiría en una de las más fieles a Pablo, ofreciéndole afecto y ayuda material (2 Cor 11, 8). Pablo quiso años después, celebrar la Pascua con esta comunidad, antes de partir definitivamente de la región del mar Egeo.

Las autoridades locales acusaron a Pablo de proselitismo. En aquel tiempo, no se distinguía muy bien el cristianismo del judaísmo, si bien éste gozara de un estatuto privilegiado. Por vez primera Pablo fue encarcelado, junto con Sila. A medianoche, mientras estaban orando y cantando, un terremoto liberó a los prisioneros; viendo las puertas abiertas, el carcelero quiso suicidarse. “Estamos todos aquí” le gritó Pablo. El carcelero fue bautizado con su familia. Pablo, entes de regresar a la casa de Lidia, reivindicó su ciudadanía romana para poder ser liberado no en secreto, sino triunfalmente.

10. TESALÓNICA: LUGAR DE CULTO FAMILIAR

Otra oposición de los judíos. Esta vez, cuando Pablo fue a la sinagoga, como de costumbre, y explicó, basándose en las escrituras, que “en el curso de tres shabbat, Cristo debía morir y resucitar”. La acusación de fomentar una agitación contra la ley imperial impulsó a los hermanos a enviarlo a Berea. Los judíos de Tesalónica lo perseguían, debió huir otra vez por el mar hasta Atenas, donde lo alcanzarían Silas y Timoteo. Poco después, la comunidad de Tesalónica recibiría las dos primeras cartas de Pablo, en la que se refleja el fervor y las inquietudes de una joven iglesia.

La casa era el lugar del culto y de la religión en Tesalónica con Jasón; como lo fue en Filipos con Lidia. Todo se vivía en un ambiente muy familiar, con las relaciones sociales y el trabajo.

11. ATENAS, LOS ÍDOLOS.

En Atenas, capital del helenismo, donde de todo el Imperio romano se iba a estudiar, Pablo encontró la cultura griega, “asombrado por ver la ciudad llena de ídolos”. Él predicó tanto en la Sinagoga como en la plaza pública, suscitando con ello la curiosidad de intelectuales, “epicúreos y estoicos”, pero poca adhesión a la fe cristiana. “He encontrado también una inscripción: Al Dios desconocido, pues al que ustedes adoran sin conocerlo, es al que les anuncio”. (Pablo no citó este episodio. Este género de discurso evoca más bien la predicación de los primeros misioneros de las iglesias helénicas de finales del siglo primero, ante los paganos influidos por el estoicismo. El hecho de que no se haga mención a la cruz y la salvación, ponen en duda la posibilidad de que Pablo lo haya pronunciado alguna vez).

LAS PRIMERAS ESTRUCTURAS

12. CORINTO

Corinto era una ciudad cosmoplita, donde el culto a Afrodita estaba floreciendo. Pablo encontró a Priscila y Áquila, una matrimonio de judíos, que habían sido expulsados de Roma en el año 49, con el edicto de expulsión del Emperador Claudio, “porque los hebreos se sublevaban continuamente, instigados por un tal Cristo” (Suetonio, Claudio, 25,11). En el año 54, después de la muerte de Claudio, los volveremos a encontrar en Roma, donde acogieron al Apóstol que era prisionero. Mientras tanto, lo acompañarían a Éfeso, ocupándose de la vida de la Iglesia y de la evangelización.

Pablo tenía la intención de trabajar al modo rabínico, de tal manera que pudiera asegurarse la gratuidad de su ministerio apostólico. Se asoció al mencionado matrimonio y con ellos confeccionaba tiendas. En la sinagoga, durante los shabbat, él buscó con ahínco demostrar a los doctores de la Ley el mesianismo de Jesús. Crespo, el jefe de la sinagoga, fue bautizado con toda y su familia. La Iglesia de Corinto, que acojería también a los paganos, fue creciendo rápidamente. Ella se convirtió en la comunidad de base que Roma le había negado por el decreto de expulsión emitido por el Emperador Claudio. Pablo se quedó en esta ciudad 18 meses.

Las autoridades de las sinagogas fueron siempre un problema. Los jerarcas judíos no querían que los cristianos fueran confundidos con una secta hebrea disidiente, aunque en realidad ellos ya no dependían más de los judíos. Acabaron por acusar a Pablo de propaganda religiosa ilícita, lo hicieron en la presencia del procónsul Galión (hermano del filósofo Séneca). Después de haber escuchado las acusaciones, Galión se declaró incompetente porque Pablo era judío e, según él consideraba, esta disputa era un asunto interno de la sinagoga. (Hch 18, 12 – 16). Pablo se embarcó y partió para Antioquía de Éfeso con Priscila y Áquila, los cuales serían después el nudo de la futura comunidad. (Los historiadores señalan el año 52, al final de este segundo viaje, el “Concilio de Jerusalén” y el percance de Antioquía.

13. ÉFESO: PRISCILA Y ÁQUILA DIRIGEN LA IGLESIA

Éfeso es el tercer lugar de difusión de la Palabra de Dios. Pablo vivió por más de dos años en este gran centro de intercambios culturales, religiosos y comerciales, entre el Oriente y el Occidente. Aquí fundó la comunidad eclesial de Éfeso. La confrontación con el judaismo cedió el paso al encuentro con otras corrientes religiosas: Artemisa era la diosa de Éfeso. Priscila y Áquila dirigían la comunidad y enseñaban con mucho entusiasmo. En este modo ellos exponían “más exactamente el camino” a Apolo, que tendría gran éxito como catequista en Éfeso y en Corinto.

14. MILETO: LAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA

Pablo, “encadenado por el Espíritu”, cuando regresaba a Jerusalén convocóa los Ancianos de la Iglesia de Éfeso. Les predijo su cercano fatal final y les precisó su obra: “Vete, porque yo te voy a enviar a una de las más remotas regiones”. Los exhortó a ser diligentes, trabajadores, solidarios en la ayuda a los pobres y a los débiles: “Hay más alegría en dar que en recibir”. Finalmente, les dejo como testamento la “construcción del edificio”, o más bien la puso bajo el poder de la Palabra, que tiene el poder de construir”: la actividad de la Palabra es prmaria, pues es ella quien construye la Iglesia.

El conmovedor momento terminó con emoción: la asamblea se puso de rodillas y oró, abrazaron a Pablo. Todos se encomendaron a Dios y a su Palabra. Este episodio es muy importante para la historia institucional de la Iglesia: estos Ancianos o presbyteroi convocados por Pablo, fueron cualificados por él como pastores y obispos, encargados de nutrir y guiar espiritualmente a la comunidad. Vigilando (este es el sentido de la palabra obispo) sobre el pueblo de Dios, no reciben el poder de parte de la Asamblea, sino del Espíritu.

Durante su ministerio “independiente” y delante a las situaciones inéditas, Pablo debió innovar sobre el plano doctrinal para poder así justificar los reclamos que hacía a los creyentes de reagruparse en comunidades unidas. De hecho, Pablo lo logró, porque donde quiera que pasaba, creaba Iglesias muy unidas, con la finalidad de subsistir y desarrollarse libremente fuera de las estructuras ligadas a las sinagogas.

EN JERUSALÉN

15. JERUSALÉN: JEFE DE LAS IGLESIAS

Pablo regresó por tercera vez a Jerusalén para informar a los Ancianos acerca de su misión entre los paganos. Él guiaba una delegación de gente que representaba las Iglesias que él había fundado, y que eran, en su mayoría, pagano-cristianos, pero también habían discípulos judíos, como Timoteo. Se convirtió en el jefe reconocido (1 Cor 12-14) de un grupo de comunidades locales, para contestar a las sinagogas que conducían al interno de las comunidades paganas, una existencia autónoma. Él les otorgó el nombre de Iglesias, según la tradición deuteronómica, reivindicando para cada una la dignidad de asamblea del pueblo elegido por Dios, y reservada primariamente a la Iglesia de Jerusalén. Pablo ejercitó la autoridad de una apóstol de Jesucristo (1 Cor 1 – 21: 2 Cor 1, 1), título al cual él estaba muy ligado.

Ahora en la capital del judaísmo y delante a la Iglesia de Jerusalén, que presidía Santiago, donde “miles de judíos llegaron a la fe”, a Pablo se le pidió de probar su unión a los Padres. Él había escrito a los Corintios “Me he dado todo a todos” – (1 Cor 9, 12). Se dirigirá al Templo, se purificará con un grupo de Nazarenos, “ y todos verán que así que observaba bien la Ley”. Y allí fue arrestado.

16. ARRESTO EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

Todo estaba listo para el ataque: el temor que se desató por las predicaciones de Pablo en las sinagogas y el desarrollo de este cristianismo que amenazaba las estructuras y las leyes. Cuando Pabló llegó al Templo, la tensión estalló, el séptimo y último día de la purificación. ¿Lo acompañaba quizás un griego no judío, y con ello estaba profanando el santuario?. Algunos judíos del Asia menor lo reconocieron y provocaron a la muchedumbre. Pablo fue expulsado del Templo.

Pablo se salvó de la muerte, gracias a la llegada de un tribuno y de una multitud de soldados y todavía quiso hablar: “De pie sobre la escalera… en medio de un gran silencio, él hablaba en hebreo a la muchedumbre”; explicó su fidelidad como judío, formado en la escuela de Gamaliel, y el asombroso encuentro sobre el camino de Damasco que desde ese momento dominó e inspiró su vida. Después, delante de estos judíos de Jerusalén, añadió: “estando en oración en el Templo caí en éxtasis; y le vi al que me decía: “Date prisa y marcha inmediatamente de Jerusalén pues no recibirán tu testimonio acerca de mí….”» (Hch 22,17), y más adelante: “Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles” (Hch 22,21). Estas últimas palabras hacen que la muchedumbre se desencadene de nuevo: pues significa que la Alianza de Dios con los hijos de Israel está abierta a todos.

EL TIEMPO DE LA PRISIÓN Y DE LOS PROCESOS: JERUSALÉN, CESAREA, ROMA.

Pablo fue conducido a la fortaleza de Jerusalén, más por ser ciudadano romano no sufrió la flagelación. Su primer proceso fue delante al sinedrio.

Fue transferido a Cesarea, apenas se supo del complot que los zelotas judíos -con la intención de matarlo- habían tramado: su segundo proceso fue llevado a cabo con el Procurador Félix (años 57-59);

El tercer proceso con el procurador Festo, dos años después;

El cuarto proceso delante de Agripa II. “Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o las cadenas. Habría podido ser liberado, sino hubiera apelado al César”.

EL VIAJE DE LA CAUTIVIDAD

En Jerusalén, además de la alegría de una parte de la comunidad, encontró una atmósfera tensa para con él: eran muchas las sospechas que los judíos tenían de él.

El Apóstol fue entregado al centurión Julio para ser transferido a Roma, acompañado por Lucas y Aristarco; el viaje, en aquel tiempo aventurero, fue interrumpido por un naufragio en Malta; aquí Pablo se reveló más libre de los 276 miembros a bordo: él estaba acostumbrado al mar y a la experiencia de tres naufragios (2Co 11, 25) y, sobretodo, contaba con la seguridad que le venía de Dios: “Ninguno de ustedes morirá, sólo se perderá la nave”, les afirmó a sus compañeros. Cuando todo parecía perdido, “Un ángel de Dios, del cual soy y que sirvo, se me apareció para decirme: no tengas miedo, Pablo… pues Dios te ha concedido la vida de todos los que viajan contigo”.

La etapa en esta isla, simple e idílica simboliza la acogida que el mundo pagano dará al evangelio.

Aquí Pablo cumplió algunos milagros: una víbora le mordió la mano, mientras el santo atizaba el fuego, y él la echó al brasero sin algún dolor; posteriormente alivió a un hombre imponiéndole las manos.

En el año 61 Pablo llegó a Roma para ser juzgado; en los dos años de residencia vigilada en el corazón de la ciudad, cerca del río Tíber (en la actual colonia judía), él evangelizó y escribió mientras esperaba el proceso, que se desvaneció por la falta de acusadores. Sin embargo, después del incendio del año 64, el Emperador Nerón acusó a los cristiano de ser autores de la quema de la ciudad; es así como San Pablo fue arrestado, encadenado en la cárcel Mamertina y condenado a la decapitación, que tuvo lugar fuera de los Muros aurelianos, sobre la via Ostiense.

EL MARTIRIO EN ROMA

La apertura de la Alianza con todos.

Las últimas palabras de Pablo en la capital del Imperio, escritas en los Hechos de los Apóstoles, son un apelo a los judíos. Al final de su misión, Pablo el Apóstol de las Naciones, según las voluntad de Dios, no quiso olvidar ni siquiera al “más pequeño de sus hermanos” (Mt 25, 40). “A causa de esta esperanza llevo estas cadenas”: Pablo, de frente a cuanto ha vivido, lanzó una última y vibrante apelación a la conversión por parte de su pueblo: en Cristo la Alianza de Dios está abierta, de ahora en adelante, a todos.

La muerte de Pablo no fue el final: al contrario se trató del desarrollo del Cristianismo y de la Buena Nueva, llevados por todas partes por testigo del Resucitado, que se transformó a su imagen en “Luz de las naciones” (Is 49, 6; Hch 13, 47)

Un personaje indiscutiblemente fundamental en la historia de la Iglesia primitiva es San Pablo Apóstol. El 25 de enero la Iglesia conmemora su conversión.

Recogemos a continuación una selección de textos pronunciados por Benedicto XVI en sus recientes intervenciones sobre la figura de san Pablo durante las Audiencias Generales. El Papa quiso profundizar a lo largo de cuatro discursos, desde octubre de 2006, en la vida del apóstol Pablo.

VOCACIÓN

La Conversión de San Pablo.

— En el camino hacia Damasco, a inicios de los años treinta, Saulo, según sus palabras, fue «alcanzado por Cristo Jesús» (Filipenses 3, 12). Mientras Lucas cuenta el hecho con abundancia de detalles -la manera en que la luz del Resucitado le alcanzó, cambiando fundamentalmente toda su vida- en sus cartas él va directamente a lo esencial y habla no sólo de una visión (Cf. 1 Corintios 9,1), sino de una iluminación (Cf. 2 Corintios 4, 6) y sobre todo de una revelación y una vocación en el encuentro con el Resucitado (Cf. Gálatas 1, 15-16). De hecho, se definirá explícitamente «apóstol por vocación» (Cf. Romanos 1, 1; 1 Corintios 1, 1) o «apóstol por voluntad de Dios» (2 Corintios 1, 1; Efesios 1,1; Colosenses 1, 1), como queriendo subrayar que su conversión no era el resultado de bonitos pensamientos, de reflexiones, sino el fruto de una intervención divina, de una gracia divina imprevisible. A partir de entonces, todo lo que antes constituía para él un valor se convirtió paradójicamente, según sus palabras, en pérdida y basura (Cf. Filipenses 3, 7-10). Y desde aquel momento puso todas sus energías al servicio exclusivo de Jesucristo y de su Evangelio. Su existencia se convertirá en la de un apóstol que quiere «hacerse todo a todos» (1 Corintios 9,22) sin reservas.

APOSTOLADO

— En el apostolado de Pablo no faltaron dificultades, que él afrontó con valentía por amor a Cristo. Él mismo recuerda que tuvo que soportar «trabajos…, cárceles…, azotes; peligros de muerte, muchas veces…Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué… Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias» (2 Corintios 11,23-28).

— Para el decimotercer apóstol, Cristo se convirtió en su razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico. En sus cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces).

— Pablo ya no vivía para sí mismo, sino que vivía de Cristo y con Cristo: dándose a sí mismo. Se puede ilustrar esto con algunas de las expresiones plásticas que san Pablo anota en sus cartas. «En cuanto a mí -escribe, por ejemplo, en Gálatas 6, 14-, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!».

Tenemos que exclamar con san Pablo: «Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?».

ESPÍRITU SANTO

— Saulo de Tarso no sólo muestra que el Espíritu Santo imprime el empuje para testimoniar el Evangelio por los caminos del mundo, como se muestra en los Hechos de los Apóstoles, sino que además ilustra su presencia en la vida del cristiano. Es decir, Pablo reflexiona sobre el Espíritu mostrando su influjo no solamente sobre el actuar del cristiano sino sobre su mismo ser.

Tal y como afirma el decimotercer apóstol, el Espíritu nos penetra hasta en nuestras profundidades personales más íntimas. «Gracias a Él –aclara el apóstol en la Carta a los Romanos (8, 2.15)-, el cristiano puede exclamar “¡Abbá, Padre!”».

IGLESIA

— El apóstol descubrió la Iglesia gracias una intervención directa de Cristo, quien, al revelarse en el camino de Damasco, se identificó con la Iglesia y le dio a entender que perseguir a la Iglesia era perseguirle a Él, el Señor: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Cf. Hechos 9, 4).

Entonces, Pablo se convirtió, al mismo tiempo, a Cristo y a la Iglesia.

— Pablo llega a presentar a la Iglesia como esposa de Cristo, retomando así una antigua metáfora profética, que hacía del pueblo de Israel la esposa del Dios de la alianza.

Publicaciones relacionadas

13 comentarios

  1. Mencionan en el segundo viaje que «duró hasta el 53, tocó Grecia y Macedonia, donde Pablo evangelizó a Felipe». será la ciudad de Filipos ?

  2. Me gustría tener información del proceso de canonización de San Pablo, ¿como fu? ¿cuando? o quien lo denominó Santo

  3. Hola,verán necesito la muerte de San Pablo detallada perfectamente…estoy haciendo un trebeajo y me hago un lío tremende.¿Alguién que me pueda ayudar?.

  4. Soy seguidora del Apostol san Pablo porque es el Santo Patron de mi pequeño pueblo.Gracias a el y su conversión se esparció el Evangelio por el mundo entero, a pesar de haber sufrido mucho hasta ahora seguimos leyendo sus epístolas…..

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba

Copyright © 2024 Encuentra by Juan Diego Network. Todos los derechos reservados.