Esta red social alienta el narcisimo pero también promueve la belleza.
El Director del Centro de Psicología Familia y Salud, Joan Maria Bovet, analiza en esta entrevista el impacto de Instagram en una concepción egocéntrica de la sociedad, en la que prima el “yo”. A pesar de este riesgo, Bovet cree que la intencionalidad de los usuarios en Instagram es determinante, y que las personas están llamadas a un progreso constante para mejorar su vida espiritual.
Instagram: ¿es el festival del egocentrismo, o es un escaparate de cosas bonitas?
Que Instagram sea el festival del egocentrismo o un simple escaparate de cosas bonitas, depende de la intencionalidad de cada usuario. Una persona evolucionada espiritualmente, íntegra, honesta, seguramente hará un uso de las redes sociales, no movida por las emociones negativas del ego, como el orgullo, la vanidad, la necesidad de buscar reconocimiento, no movida por el glamur de la superficialidad, ni por el deseo de imponer sus opiniones. Todo esto no son más que manifestaciones arbitrarias y vanidosas del ego humano.
Ciertamente, debido a que el 78 % de la humanidad vive en los niveles de consciencia del ego, el festival de egocentrismo en Instagram y en todas las redes sociales, está prácticamente asegurado.
Más allá de la intención íntegra o no del usuario de Instagram, cada mensaje que se cuelga allí lleva su propio nivel de conciencia, de forma que los mensajes que “son del César, del César son”, mientras que los mensajes que surgen de la Verdad, propician los frutos del espíritu: la compasión, la bondad, el perdón, la paz, la alegría, el bien superior.
Lo bonito y l0 bello subido a Instagram, de por sí, sirve al bien. La bondad, el bien, la belleza, el amor, tienen poder por sí mismos, puesto que no dependen del ego.
La autoestima es necesaria pero un exceso es narcisismo. ¿Cómo se equilibra en época de redes sociales?
La autoestima es absolutamente necesaria para funcionar en esta vida y para evolucionar espiritualmente.
La cuestión es que en nuestra evolución psicoafectiva hemos adquirido algunas creencias que distorsionan nuestra percepción con respecto a la autoestima.
Por ejemplo: una determinada educación religiosa puede habernos transmitido el concepto de que un “exceso de autoestima” es egoísmo y propicia el narcisismo. A partir de esta creencia, ¿cómo sé si mi autoestima es excesiva?, ¿cuándo sé que mi autoestima es ecuánime, sana, libre de egoísmo?, ¿cómo sé que no es narcisista?
Generalmente, del mandato de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, se ha enfatizado mucho el temor al egocentrismo, y en consecuencia se ha insistido en la renuncia en términos peyorativos de “amor propio”. Se ha identificado el “amor propio” como algo negativo, al que se debe renunciar.
Ciertamente siempre será narcisista el amor que se pretende vivir hacia uno mismo y hacia los demás, si lo gestiona el ego, por consiguiente, si surge de las necesidades, expectativas, creencias, posicionamientos del ego.
La cuestión, a mi entender, no es tanto si mi autoestima es excesiva o no, sino más bien, si evoluciono espiritualmente. Nuestra sociedad tiene del amor un concepto muy mediatizado, limitado y condicionado.
Fácilmente se definen como amor, actitudes cargadas de egocentrismo y completamente narcisistas. Incluso en personas religiosas, que se consideran espirituales, cuando se cuela el sutil ego en su vida espiritual, se convierte en el destructivo “ego espiritual”.
En nuestra sociedad se habla de amor, se canta el amor, a cualquier sentimiento se le llama amor, pero en realidad, sólo un 22 % de la humanidad, ha evolucionado hacia el amor de cuya esencia la define claramente San Pablo en la Carga Magna de la Caridad.
¿Cómo se equilibra la autoestima en época de redes sociales?
Únicamente planteándonos evolucionar espiritualmente, lo cual implica la voluntad espiritual de reconocer la fuerza que los posicionamientos del ego tienen en mí, y tomar la decisión de entregarlos y someterlos a Dios. No hay otro camino.
Lo que ocurre es que tenemos muy buenas ideas y conceptos sublimes sobre el amor, pero poca experiencia de amor incondicional. Es un reto que pocos están dispuestos a afrontar, y un proceso que pocos están dispuestos a recorrer.
¿Cree que estamos ante una sociedad marcadamente centrada en el yo?
Absolutamente centrada en el yo. Nuestra sociedad es sumamente narcisista. Promueve el narcisismo, la vanidad, y el egoísmo.
Las muestras de solidaridad ante catástrofes hacen surgir lo mejor, pero también lo peor de la condición humana. ¿Cree que son muestras auténticas?
Sería un juicio opinar sobre si son muestras auténticas o no. Cualquier opinión es, por su propia naturaleza, una vanidad del ego, que se otorga el derecho de opinar y de enjuiciar en base a su mecanismo de percepción. Toda opinión es arbitraria, dado que es fruto de una percepción. El ego percibe. Éste es su mecanismo de relacionarse con la realidad.
Desde el momento que toda percepción es el mecanismo del ego, se estructura en base al paradigma de la dualidad, puesto que el ego vive en la permanente dualidad. Esto significa que establece sus opiniones en función de lo que él considera “bueno” o “malo”, “correcto o “incorrecto”, “mío” o “tuyo”, y como consecuencia considera “bueno” lo que le favorece, y “malo” lo que le desagrada; “amigo” a quien entra en su juego, y “enemigo” a quien no le sigue la corriente.
Justamente, tanto lo mejor como lo peor de la condición humana surge del nivel de consciencia evolucionado de cada persona. Así, del interior de la persona más evolucionada en amor, no puede surgir más que amor, mientras que del interior de quien se halla lidiando en los niveles inferiores de consciencia del ego, lo más probable es que surja orgullo, miedo, culpa, ira, vanidad, codicia, engaño, falsedad, odio, sufrimiento, separación, soledad y depresión.
Por Miriam Díez Bosch
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