Jesús continua enseñando mediante la bellísima alegoría de la vid y lo sarmientos.
Cambian de lugar, recogen las cosas, pero Jesús sigue la enseñanza en la bellísima alegoría de la vid y lo sarmientos. "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos"(Jn).
Vida divina que llega a través de Jesús. Poda, cuidados, unión, y llegan los frutos abundantes. La gloria del Padre es hacer llegar esa vida a los hombres y elevarlos a su vivir divino con una unión que se realiza por la fe en Jesús y la acción de la gracia santificante. Todos los esfuerzos para alcanzar la perfección sin Él están destinados al fracaso. El que se separa caerá en el fuego. Sin Cristo no se puede nada, y todo es nada, fracaso y decepción. Pero con Él se puede llegar a la cumbre de lo humano, traspasar ese límite y vivir en la luz y el amor, y para siempre. Más no se puede pedir.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
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