Las autoridades de Israel se oponían a Cristo por señalar los abusos cometidos, la dureza de corazón y el excesivo énfasis en las prácticas exteriores que marcaba la ley
Las autoridades de Israel fueron infieles a su misión
Con todo lo explicado anteriormente, es fácil comprender que las autoridades de Israel se opusieran a Nuestro Señor Jesucristo. La razón es que se habían ido alejando de Dios, le servían sólo exteriormente. Por eso no aceptan la doctrina de Jesús, por eso interpretan mal sus palabras y su conducta. Durante las últimas controversias: «Tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad. Cuando habla la mentira, habla lo suyo, porque él es mentiroso y padre de la mentira» (Jn. 8, 44)
Las autoridades de Israel tuvieron una especial responsabilidad en el rechazo de Jesús por parte del pueblo elegido.
El nuevo Pueblo de Dios se constituirá a partir de los hombres y mujeres concretos que se irán convirtiendo a Jesús, teniendo fe en El. Jesús elegirá doce Apóstoles que serán los sucesores de los doce hijos de Jacob, cabezas de las doce tribus sobre las cuales se construyó Israel. El nuevo Israel será la Iglesia que incluirá a todos los hombres sin distinción de raza, lengua, sexo o nación, y que sirve y adora a Dios en espíritu y en verdad.
La oposición a Jesús proviene del pecado
Sería una conclusión errónea pensar que la oposición a Jesús fue sólo de los poderosos, deduciendo que poderoso equivale a malo y viceversa. Hay poderosos buenos y malos, como hay pobres y necesitados buenos y también los hay malos. La raíz de que sean buenos o malos está en que cumplan o se esfuercen por cumplir la ley de Dios, es decir, en que rechacen los pecados o no.
En efecto, no todas las autoridades o personas cualificadas en Israel eran malas. Tenemos el ejemplo de Nicodemo, José de Arimatea, Zacarías, el doctor de la Ley de quien se habla en Mc. 12, 32-34, Jairo, etc. Lo mismo puede decirse de los no israelitas, como el centurión.
Tampoco desautoriza por completo Jesús a los escribas y fariseos, pues dice: «Observad todo lo que os enseñaron» (Mt. 23, 3)
Del mismo modo, es una tergiversación de la realidad decir que Jesucristo sólo atiende o trata a los pobres. Entre sus mismos discípulos los hay de muy diferente procedencia. El joven rico aparece como un hombre justo, aunque no tenga la generosidad de dejarlo todo por Dios.
Es falso también que todos los pobres y sencillos, por el hecho de serio sean buenos. Los paisanos de Jesús quieren despeñarse y rehúsan creer en El. Hay leprosos desagradecidos. Judas resulta traidor y fue el pueblo el que gritaba -¡Crucifícale!- cuando se lo presentó Pilato coronado de espinas y flagelado.
Ciertamente la mayoría de los poderosos se opusieron al Señor; algunos lo hacían por no perder su instalación en el poder, como Pilato.