San Zacarías y Santa Isabel (Siglo I)
Fueron los padres de san Juan Bautista. San Lucas cuenta su historia en el primer capítulo de su Evangelio, y hace a estos esposos un formidable elogio: “Los dos llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los mandamientos y preceptos del Señor”.
Tuvo Isabel la dicha de recibir la visita de su prima, la Virgen María, quien se quedó con ella tres meses, ayudándola en los últimos tiempos de su embarazo, pues Isabel era ya una mujer mayor. Ella reconoció, por gracia de Dios, inmediatamente a la Madre del Salvador y pronunció las palabras que se repiten millones de veces como parte del Ave María en todo el mundo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. La Virgen Santísima contestó a Isabel, con unas palabras que ahora llamamos el himno Magnificat. Por su parte, Zacarías, después de ser perdonado por su falta de fe, entonó un himno de alabanza, llamado el Benedictus.
San Celestino (1215-1296)
Este santo se hizo famoso porque ha sido el único Papa que ha renunciado a su cargo.
Nació Celestino el último de 12 hijos. Su madre le pedía a Dios que le concediera un hijo sacerdote, y fue éste último hijo el que le pudo dar ese gran gusto.
Celestino se hizo primero monje ermitaño y después sacerdote. Era tan santo que muchos se le unieron y pronto llegó a tener 14 conventos bajo su dirección. Después de la muerte del Papa Nicolás IV, los cardenales electores se habían dividido en dos partidos y no había manera de elegir por mayoría al nuevo Papa. Entonces decidieron elegir a un santo monje y escogieron a Celestino. Estaba éste aterrorizado, pero casi lo forzaron a aceptar. Pronto se dio cuenta de que no estaba preparado para este cargo, pues no conocía bien el latín, ni conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano.. Tampoco tenía suficiente pericia y como concedía cuanto le pedían, llego a nombrar hasta tres personas distintas para el mismo cargo.
Sólo tenía cinco meses de Pontífice máximo cuando decidió renunciar. Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales, les leyó su renuncia, y se despojó de sus vestiduras pontificias.
Cuando su sucesor el Papa Bonifacio VIII sintió que se formaba en Roma un partido en su contra y a favor de Celestino, lo mandó llamar para apaciguar los ánimos. Como no quería volver Celestino, lo mandaron apresar y murió dos años después, muy feliz, en una celda, pues decía: “Lo que yo siempre deseaba era tener una celda para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?
Santa Bertila (+710)
Nació en Soissons, Francia y era monja en Jouarre, hacía una docena de años, cuando la reina Batilde la puso a la cabeza del monasterio que ella misma había fundado en Chelles. Poco tiempo después, Batilde, destronada, fue conducida y encerrada para toda la vida en ese monasterio. Bertila la sobrevivió una treintena de años y fue abadesa hasta su muerte.
Beato Guido Ma. Conforti (1865-1931)
Nació en Parma, Italia. Fue ordenado sacerdote en 1888 y consagrado arzobispo de la ciudad de Rávena en 1902; después de renunciar por enfermedad, es nombrado obispo de Parma, sede que regentará hasta su muerte.
Paralela a su actividad de obispo, Guido desarrolla toda una labor misionera que culmina con la fundación de los “Misioneros Javerianos”, cuya finalidad única y exclusiva es la de la actividad misionera ad gentes. Actualmente este instituto cuenta con casi 900 miembros efectivos presentes en 19 países.
Lo que sorprende de este Beato es la extrema sencilla y “normalidad” de su espiritualidad. Y es aquí donde reside su santidad: lo extraordinario en lo ordinario, el equilibrio armónico de todas las virtudes, humanas y cristianas. En él se une perfectamente la dulzura con la fortaleza, el respeto a la persona con la palabra sincera, la elegancia con la pobreza, la impaciencia apostólica con el cumplimiento constante del deber de cada día, la vida interior con la actividad. Toda su espiritualidad esta centrada en Jesucristo, principio dinámico e inspirador de todo pensamiento y acción.
Beata Ángela de la Cruz (1846-1932)
Fundadora de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, esta humilde monja sevillana fue conocida y querida en su ciudad y en todos los pueblos vecinos por su caridad, su sencillez y su alegría, virtudes que heredó a todas sus hermanas. Vivían ellas en la más absoluta pobreza, para estar al par de los que socorrían. Con una mano pedían limosna y con la otra la repartían al que más la necesitara. Con las Hermanas de la Cruz, llegaban a cada tugurio recursos y limpieza.
Cuando murió la madre Ángela, en su dura tarima de madera, toda Sevilla, republicanos y radicales incluidos, asistieron a su sepelio y después el Ayuntamiento cambió el nombre de la calle Alcázares por el de Sor Ángela de la Cruz.
Beata María Rafols (1781-1835)
En el acto de beatificación de la madre María Rafols, Juan Pablo II, expresó: En la Beata María Rafols contemplamos la acción de Dios que hace heroína de la caridad a la humilde joven que dejó su casa en Vilafranca del Penedés (España) y, en compañía de un sacerdote y otras muchachas, comienza un camino de servicio a los enfermos siguiendo a Cristo, y dando como él, “su vida en rescate por muchos”.
La congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana, fundada por María Rafols, hoy está extendida en los cinco continentes y en 30 países, sirviendo a Dios en los miembros doloridos de su cuerpo místico.