Santa Soledad Torres Acosta (1826-1887)
Manolita, madrileña de nacimiento, era insignificante por su aspecto físico, su origen social y su poca salud, y nadie dudaba de que daría poco que hablar.
En 1851, Manolita, con el nombre de María Soledad, toma el hábito de las siervas de María, cuya misión era la de cuidar enfermos desamparados y de las que no tarde en ser superiora. Afrontó dificultades casi insalvables: deserciones de hermanas, obstáculos por parte del gobierno y, para colmo, ella misma fue depuesta y relegada a un pequeño hospital de Getafe. Manolita resuelve los problemas con dos métodos que aplica tenazmente: la oración y el trabajo. Nada la frena, y el Instituto se extiende por España y América. Soledad es recordada como una mujer de oración, profundamente entregada a las obras de caridad.
San Fermín (+552)
Amigo y discípulo de San Cesáreo de Arlés, fue uno de los primeros obispos de Uzès, en Francia. Ya era obispo en el 541, puesto que se encontraba entre los asistentes al concilio celebrado aquel año en Orleans. Su renombre como doctor y orador se extendió hasta Italia.
San Pedro Le Tuy (+1833)
Presbítero y mártir vietnamita. Fue canonizado en 1988
Beato Juan XXIII (1881-1963)
Angelo Giuseppe Roncalli nació en Sotto il Monte, Italia, de una familia humilde. Fue ordenado sacerdote en Roma y después de ser delegado apostólico en varios países fue nombrado patriarca de Venecia y luego cardenal. El 28 de octubre de 19568 fue elegido papa.
Este hombre, grueso, campechano y sencillo, tan diferente de su elegante antecesor Pío XII, pronto conquistó a todo mundo precisamente por su sencillez y bondad y se le empezó a llamar “El papa bueno”.
Pero también fue el hombre providencial que acercó a la Iglesia católica a todos los ámbitos de la sociedad internacional, que convocó el Concilio Vaticano II, y que escribió encíclicas de la categoría de la Mater et magistra y la Pacem in terris, que ponían al día con fuerza y acierto la doctrina social de la Iglesia.
Se cuentan numerosas anécdotas de este buen papa: la vez que subió el sueldo al doble a los portantes de la “silla gestatoria”, con esta explicación: Porque yo peso el doble que Pío XII.
Él mismo contaba que una de las primeras noches de su papado en que no lograba conciliar el sueño, ante varios graves problemas, se dijo a sí mismo: Vamos a ver, Juan, ¿quién dirige la Iglesia, el Espíritu Santo, o tú? El Espíritu Santo, ¿no? Pues entonces ¡duerme, Juan! Y se pudo dormir.
La muerte de Juan XXIII fue un duelo mundial. Se moría el abuelo querido de todo el mundo. Y se moría en una paz que ya quisiéramos tener todos en esa hora suprema.
Beata María de Jesús D´Oultremont (1818-1878)
Nacida en Wégimont, Bélgica, fue fiel esposa, madre de cuatro hijos, viuda y finalmente, fundadora de la Congregación de María Reparadora. Cuando murió María de Jesús, la congregación contaba con 400 religiosas repartidas en ocho países.