El propósito preciso de la correspondencia de San Pablo con los corintios (que forma parte de los “Hechos”) fue el oponerse a los gnósticos Simón y Cleobio. Pero no hay razón para admitir la existencia de unos “Hechos” heréticos que hubieran sido perdidos después sin esperanza, puesto que todos los detalles dados por los autores antiguos se encuentran verificados en los “Hechos” que han llegado hasta nosotros o por lo menos coinciden bastante bien con ellos. He aquí una posible explicación del malentendido: Los maniqueos y los priscilianos hicieron circular una colección de cinco “Hechos” apócrifos de los que cuatro se encontraban viciados de herejía mientras que el quinto correspondía precisamente con los “Hechos de San Pablo”. Los "Acta Pauli" debieron su mala fama de heterodoxia a su asociación con los otros cuatro como atestiguan autores más recientes tales como Filastro (De haeres., 88) y Focio (Cod., 114).
De San Pablo mismo sabemos que nació en Tarso, en Cilicia (Hechos, xxi, 39), de un padre que era ciudadano romano (Hechos, xxii, 26-28; cf. xvi, 37), en el seno de una familia en la que la piedad era hereditaria (II Tim., i, 3) y muy ligada a las tradiciones y observancias fariseas (Fil., iii, 5-6). San Jerónimo nos dice, no se sabe con qué razones, que sus padres eran nativos de Gischala, una pequeña ciudad de Galilea y que lo llevaron a Tarso cuando Gischala fue tomada por los romanos ("De vir. ill.", v; "In epist. ad Fil.", 23). Tomado de la Enciclopedia Católica
I. CUESTIONES PRELIMINARES
A. Los Hechos Apócrifos de San Pablo
El profesor Schmidt publicó una fotocopia, una transcripción, una traducción alemana, y un comentario de un papiro copto compuesto por 2000 fragmentos que él clasificó, yuxtapuso y descifró a costa de una ardua labor. ("Acta Pauli aus der Heidelberger koptischen Papyrushandschrift Nr. 1", Leipzig, 1904, y "Zusatze" etc., Leipzig, 1905). La mayor parte de los críticos tanto católicos (Duchesne, Bardenhewer, Ehrhard etc.) como protestantes (Zahn, Harnack, Corssen etc.), creen que los fragmentos constituyen los verdaderos “Hechos de San Pablo” si bien el texto publicado por Schmidt, con numerosas lagunas, no representa sino una pequeña parte del trabajo original.
Este descubrimiento modificó las ideas, generalmente aceptadas, sobre los orígenes, el contenido y el valor de estos Hechos apócrifos, y legitima además la conclusión de que las tres antiguas redacciones que han llegado hasta nosotros formaban parte integrante de la "Acta Pauli" o, más exactamente, "Acta Pauli et Theclae", de la que la mejor edición es la de Lipsius, ("Acta Apostolorum apocrypha", Leipzig, 1891, 235-72), un "Martyrium Pauli" conservado en griego con un fragmento que también existe en latín (op.. cit., 104-17), y una carta de los Corintios a Pablo con su correspondiente respuesta, cuya versión armenia ha sido conservada (cf. Zahn, "Gesch. des neutest. Kanons", II, 592-611), y el texto latino descubierto por Berger en 1891 (d. Harnack, "Die apokryphen Briefe des Paulus an die Laodicener und Korinther", Bonn, 1905). Con gran sagacidad, Zahn previó este resultado con respecto a estos dos últimos documentos y, la manera con la que San Jerónimo habla de los periodoi Pauli et Theclae (De viris ill., vii) podría permitir la misma conjetura con respecto al primero.
Otra consecuencia del descubrimiento de Schmidt\\’s es no menos interesante. Lipsius sostuvo y, hasta ahora fue la opinión más extendida, que junto a los Hechos canónicos hubieran existido previamente otros “Hechos de San Pablo” gnósticos, bien que ahora todo tiende a probar que esto últimos nunca existieron. De hecho, Orígenes cita como autoridad los “Hechos de San Pablo” dos veces ("In Joann.", XX, 12; "De princip.", II, i, 3); Eusebio (Hist. Eccl., III, iii, 5; XXV, 4) los coloca entre los libros dudosos, al igual que el "Pastor” de Hermas, el “Apocalipsis de Pedro”, la Epístola de Bernabé y la Didaché. La esticometría del "Codex Claromontanus" (fotografiada en Vigouroux, "Dict. de la Bible", II, 147) lo coloca después de los libros canónicos. Tertuliano y San Jerónimo, bien que poniendo de relieve el carácter legendario de estos escritos, no ponen en duda su ortodoxia.
El propósito preciso de la correspondencia de San Pablo con los corintios (que forma parte de los “Hechos”) fue el oponerse a los gnósticos Simón y Cleobio. Pero no hay razón para admitir la existencia de unos “Hechos” heréticos que hubieran sido perdidos después sin esperanza, puesto que todos los detalles dados por los autores antiguos se encuentran verificados en los “Hechos” que han llegado hasta nosotros o por lo menos coinciden bastante bien con ellos. He aquí una posible explicación del malentendido: Los maniqueos y los priscilianos hicieron circular una colección de cinco “Hechos” apócrifos de los que cuatro se encontraban viciados de herejía mientras que el quinto correspondía precisamente con los “Hechos de San Pablo”. Los "Acta Pauli" debieron su mala fama de heterodoxia a su asociación con los otros cuatro como atestiguan autores más recientes tales como Filastro (De haeres., 88) y Focio (Cod., 114).
Tertuliano (De baptismo, 17) y San Jerónimo (De vir. ill., vii) denuncia el carácter fabuloso de los “Hechos” apócrifos de San Pablo; este juicio severo se confirma ampliamente examinando los fragmentos publicados por Schmidt. Se trata de un trabajo en el que lo improbable rivaliza con lo absurdo. El autor, que conocía bien los Hechos canónicos de los Apóstoles, coloca la acción en los sitios que realmente visitó San Pablo (Antioquía, Iconio, Mira, Perge, Sidón, Tiro, Efeso, Corinto, Filipo, Roma), pero, por otro lado, da rienda libre a su fantasía. Su cronología es totalmente imposible. De las sesenta y seis personas mencionadas pocas son conocidas y, las que se conocen, se comportan de una manera totalmente irreconciliable con las afirmaciones de la Hechos canónicos. En dos palabras, si los Hechos canónicos son verdaderos, los apócrifos son falsos. Ello no implica que todos los detalles de los mismos lo sean, pero para afirmar que tengan fundamento histórico se necesita una autoridad independiente del texto.
B. Cronología
Si, de acuerdo con una opinión casi unánime, admitimos que los Hechos XV y Gal., 11, 1-10, se refieren al mismo hecho, se verá que transcurre un intervalo de diecisiete años incompletos (o al menos de dieciséis) entre la conversión de San Pablo y el Concilio Apostólico, pues que Pablo visitó Jerusalén tres años después de su conversión. (Gal., 1, 18) y volvió después de catorce años para la reunión tenida según las observancias legales (Gal., 11, 1: "Epeita dia dekatessaron eton"). Es verdad que algunos autores incluyen los tres años previos a la visita en el total de catorce, pero esta explicación parece forzada.
Por otro lado, doce o trece años pasaron entre el Concilio Apostólico Por otra parte, pasaron doce o trece años después de Concilio Apostólico hasta el fin de la cautividad, dado que la cautividad duró casi cinco años (más dos en Cesárea, Hechos, xxiv, 27, seis meses de viaje incluyendo la parada de Malta, dos años en Roma, Hechos, xxviii, 30); la tercera misión duró no menos de cuatro años y medio (de los que tres pasaron en Efeso, Hechos, xx, 31, y uno entre la salida de Efeso y la llegada a Jerusalén, I Cor., xvi, 8; Hechos, xx, 16, y seis meses como mínimo para el viaje a la tierra de los Gálatas, Hechos, xviii, 23); Mientras que la tercera misión duró algo más de tres años (dieciocho meses en Corinto, Hechos, xviii, 11, y el resto para la evangelización de Galacia, Macedonia y Atenas, Hechos, xv, 36-xvii, 34).
Así es que desde su conversión hasta el final de la primera cautividad tenemos un total de veintinueve años. Así pues, su pudiéramos encontrar un punto de sincronismo entre un hecho de la vida de San Pablo y un acontecimiento cualquiera de la historia profana fechada, nos sería sencillísimo reconstruir completamente la cronología paulina.. Desgraciadamente, este deseo no ha sido nunca realizado con seguridad, a pesar de los muchos intentos hechos por los expertos, especialmente en los tiempos recientes. No están desprovistos de interés algunos intentos fallidos, porque el descubrimiento de una inscripción o de una moneda podría un día transformar una fecha aproximada en un punto absolutamente cierto.
Podría tratarse de los contactos de Pablo con Sergius Paulus, procónsul de Chipre, al rededor del año 46 (Hechos, xiii, 7), el encuentro en Corinto con Aquila y Priscila, que había sido expulsada de Roma hacia el 51 (Hechos, xviii, 2), el encuentro con Galio, procónsul de Acaya, hacia el 53 (Hechos, xviii, 12), el discurso de Pablo ante el gobernador Félix y su mujer Drusila hacia el 58 (Hechos, xxiv, 24). Todos estos acontecimientos coinciden con la cronología general del apóstol en cuanto se trata de fechas aproximadas, pero no dan resultados de precisión. Sin embargo, tres sincronismos parecen fundamentar una base firme:
(1) La ocupación de Damasco por el enarca del rey Aretas y la huida del apóstol tres años después de su conversión. (II Cor., xi, 32-33; Hechos, ix, 23-26).— Existen monedas damascenas con la efigie de Tiberio del año 34 que prueban que en aquel tiempo la ciudad pertenecía a los romanos. Es imposible pensar que Aretas la hubiera recibido como un regalo de Tiberio, dado que este último, especialmente en sus últimos días, fue hostil al rey de los nabatenses al que Vitellius, gobernador de Siria, se le ordenó atacar (Joseph., "Ant.", XVIII, v, 13); tampoco Aretas podría haberla conquistado él mismo por la fuerza dado que, aparte lo inverosímil de una agresión directa contra los romanos, la expedición de Vitellius no fue dirigida en primer lugar contra Damasco sino contra Petra.
No fue pues descabellado imaginar por un momento que Calígula la hubiera cedido en el momento de su accesión, dado como era a tales caprichos. (10 de marzo del 37). De hecho, no se sabe nada sobre las monedas imperiales de Damasco con fechas entre Calígula y Claudio. De acuerdo con esta hipótesis, la conversión de San Pablo no habría sido anterior al año 34, ni tampoco su fuga de Damasco, ni su primera visita a Jerusalén habrían sido anteriores al año 37.
(2) La muerte de Agripa, la hambruna en Judea, la misión de Pablo y Bernabé en Jerusalén para llevar allá las limosnas de la iglesia de Antioquía (Hechos, xi, 27—xii, 25).— Agripa murió poco después de pascua (Hechos, xii, 3, 19), cuando estaba celebrando en Cesárea las solemnes festividades en honor de Claudio por su reciente retorno de Bretaña en el tercer año de su reino, que había empezado en el 41 (Josefo, "Ant.", XIX, vii, 2). Estos hechos combinados nos llevan al año 44, año en el que precisamente Orosio (Hist., vii, 6) sitúa la hambruna que desoló Judea. Josefo la sitúa algo después, bajo el procurador Tiberio Alejandro (alrededor del 46), pero es bien conocido que el entero reinado de Claudio estuvo caracterizado por las malas cosechas. (Suet., "Claudius", 18) y que una hambruna general era precedida normalmente por un periodo de escasez.
También es posible que el alivio de la escasez predicha por Agabus (Hechos, xi, 28, 29) precediera a la aparición del azote o coincidiera con sus primeros síntomas. Por otro lado, la simultaneidad de la muerte de Herodes y la misión de Pablo no puede ser sino aproximado, dado que los dos hechos están estrechamente relacionados en los Hechos, la narración de la muerte de Agripa podría ser un mero episodio para proyectar alguna luz sobre la situación de la Iglesia en Jerusalén en el momento de la llegada de los delegados de Antioquía. En cualquier caso, el año 45 parece el más satisfactorio.
(3) La substitución de Félix por Festo dos años después de la detención de Pablo (Hechos, xxiv, 27).— Hasta hace poco, los cronologistas fijaban de común acuerdo esta fecha tan importante en el año 60-61. Harnack, 0. Holtzmann, y McGiffert sugirieron avanzar esta fecha tres o cuatro años por las siguientes razones: (1) En su "Chronicon", Eusebio sitúa la llegada de Festo en el segundo año de Nerón (octubre del 55-octubre del 56, o si, como se ha dicho, Eusebio hizo empezar los reinados de los emperadores en Septiembre después de su accesión, septiembre del 56-septiembre del 57). Mas no debemos olvidar que las crónicas estaban siempre obligadas a dar fechas exactas por lo que estaban forzadas a conjeturarlas y quizá Eusebio, por falta de información precisa, dividió en dos partes iguales la duración de los dos mandatos de Félix y Festo. (2) Josefo afirma (Ant., XX, viii, 9) que, como Félix había sido llamado a Roma y había sido acusado por los judíos ante Nerón, tuvo que asegurar su salvación solamente a causa de su hermano Pallas que entonces gozaba de su favor.
Pero, de acuerdo con Tácito (Annal., XIII, xiv-xv), Pallas fue destituido un poco antes del cuarenta aniversario de Británico, es decir en enero del 55. Estas dos afirmaciones son contradictorias, dado que Pallas fue destituido tres meses después de la accesión al trono de Nerón (13 de octubre del 54) El no podría haber asistido a la cumbre de su poder cuando su hermano Félix, reclamado en Palestina al mando de Nerón hacia Pentecostés, llegó a Roma. Pallas conservó su poder y su influencia después de su destitución dado que su gestión no fue objeto de pesquisas y, así, fue capaz de asistir a su hermano hasta el año 62, cuando Nerón lo envenenó para apoderarse de sus posesiones.
Los partidarios de una fecha posterior aducen las razones siguientes: (1) Dos años antes de que Félix fuera llamado a Roma, Pablo le recordó que había sido durante muchos años juez de la nación judía (Hechos, xxiv, 10-27). Esta expresión no puede querer decir menos de seis o siete años y como, de acuerdo con Josefo y Tácito, Félix fue nombrado procurador de Judea en el 52, el principio de la cautividad debería caer en el 58 o en el 59. Es verdad que el argumento pierde su fuerza si se admite con algunos críticos que Félix antes de ser procurador había tenido un puesto de subordinado en Palestina. (2) Josefo (Ant., XX, viii, 5-8) sitúa bajo Nerón todo lo que pertenece al gobierno de Félix y, aunque la larga serie de acontecimientos no implica muchos años, es evidente que Josefo consideró el gobierno de Félix como algo coincidente con la mayor parte de los años de Nerón, que empezó el 13 de Octubre del 54.
Al fijar así las fechas clave de en la vida de Pablo, todas la fichas conocidas con certeza o con probabilidad coinciden: Conversión, en el 35; primera visita a Jerusalén en el 37; estancia en Tarso en el 37-43; apostolado en Antioquía en el 43-44; segunda visita a Jerusalén en el 44 o en el 45; primera misión en el 45-49; Tercera visita a Jerusalén en el 49 o en el 50; segunda misión en el 50-53; cartas I y II a los tesalonicenses en el 52; cuarta visita a Jerusalén en el 53; tercera misión en el 53-57; cartas I y II a los corintios y a los gálatas en el 56; a los romanos en el 57; quinta visita a Jerusalén, arresto en el 57; llegada de Festo, salida para Roma en el 59; cautivo en Roma en el 60-62; cartas a Filemón, a los colosenses, a los efesios, a los filipenses en el 61; segundo periodo de actividad en el 62-66; carta I a Timoteo; a Tito, segundo arresto en el 66; carta II a Timoteo, martirio en el 67. (Verse Turner, "Chronology of the N. T." in Hastings, "Dict. of the Bible" Hönicke, "D Chronologie des Lebens des Ap. Paulus", Leipzig, 1903.