«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.»
SS. Francisco
Los cristianos están en el mundo con una actitud de optimismo por la alegría del Evangelio que predican con su vida. Así piensa el Papa Francisco en uno de sus primeros trabajos que refleja su pensamiento en torno a la situación actual de la Iglesia. En la encíclica Lumen fidei tuvimos oportunidad de encontrar el cruce de los pensamientos del Papa emérito, Benedicto XVI y el Papa recién electo, Francisco. Por su parte, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium encontramos las reflexiones propias de su pensamiento. En esta encíclica encontramos a un Papa que muestra sus preocupaciones pastorales, sociales y evangelizadoras desde la experiencia directa con los fieles.
Es posible que esta exhortación no haya tenido mucho difusión por el estilo urgente y profético con el que está escrito. Y por profético no nos referirnos a que revela un suceso del futuro, sino a que denuncia las desigualdades sociales y problemas económicos originados en el egoísmo de algunos pocos y tienen consecuencias de pobreza en muchos. Con su exhortación Francisco pretende mover a la acción a los cristianos, o más bien, tornar la contemplación del Evangelio en acción benefactora para los hombres.
Con el fin de mover a los cristianos a vivir su fe en el carisma de la alegría de Cristo ha redactado el Papa este documento. El tema central de la exhortación es la alegría del Evangelio, Evangelii gaudium. Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias de vivir la alegría del Evangelio? El Papa explica cómo se vive la alegría del Evangelio en los cinco capítulos de su Exhortación.
1. La transformación misionera de la Iglesia
El Papa comienza su exhortación dejando en claro que la misión de la Iglesia ha sido un llamado de Dios. Es Dios quien primeramente nos ha hecho partícipes de su vida desde la resurrección de Jesús y nos ha mandado ir por todos los lugares de la tierra para predicar el Evangelio. Es así que la Iglesia va siempre de salida y está siempre invitando a los hombres a participar del Evangelio.
La Iglesia es la comunidad de los creyentes, y su estado óptimo está en el movimiento hacia los hombres, al mismo modo en que Dios se movió para salir al encuentro de los hombres. Es por eso que el cristiano debe perfeccionar su cristianismo yendo hacia las periferias y favoreciendo a las personas que más necesiten de la caridad humana y de la divina. «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y a atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (Evangelii Gaudium No. 20)
De este modo los cristianos que componen la comunidad eclesial están llamados a plenificarse siendo ejemplo vivo del Evangelio, siendo sal de la tierra y luz del mundo. Por eso el cristiano vive la alegría del Evangelio cuando «primerea», o sea, que toma la iniciativa, cuando se involucra, acompaña, fructifica y festeja. La Iglesia que se cierra en su comodidad no cumple con el mandamiento de Cristo de hacer nuevos discípulos y deja de imitarlo, por lo que se aleja de Él. Por tanto la Iglesia, si se conserva en la imitación de su fundador, se mantiene fresca y abierta, lista para ser testimonio vivo de Cristo. Esto significa estar en una renovación constante a fin de permanecer al servicio de los hombres y no de sí misma.
Francisco también habla de la importancia de la parroquia como centro de evangelización y corazón de la comunidad creyente. «La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos». (EG, No. 28)
2. En la Crisis del compromiso comunitario
En este capítulo el Papa Francisco desarrolla con elocuencia el tema de la exclusión de los pobres en la sociedad y el drama del dinero visto como un fin más que como un medio. Por su formación jesuita, afincada en la humildad y la ayuda presencial a los pobres, y por su experiencia como pastor de los barrios más desamparados de Buenos Aires, Francisco denuncia abiertamente las perversiones del capitalismo y la cómoda pasividad de los cristianos ante las situaciones de sufrimiento de los desprotegidos. Francisco alza su voz con cuatro puntos específicos:
-No a la economía de la exclusión.
«Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad (…) Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos,»sobrantes»». (EG, No. 53)
-No a la nueva idolatría del dinero.
«Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. (…) La crisis mundial, que afecta a las finanzas ya la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades de consumo. (…) ¡El dinero es para servir, y no para gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano» (EG, No. 55)
-No a un dinero que gobierna en lugar de servir.
«La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. (…) La ética-una etica no ideologizada permite crear un equilibrio y un orden más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad (San Juan Crisóstomo): «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos.» (EG, No. 57)
-No a la inequidad que genera violencia.
«Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre distintos pueblos sería imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres, pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. (…) Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en unos seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ver crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países- en sus gobiernos, empresarios e instituciones-cualquiera que sea la ideología política de sus gobernantes.» (EG, No. 60)
3. El anuncio del evangelio
El anuncio del Evangelio ha sido encomendado a todo el pueblo. Con los apóstoles se inicia la Iglesia que es comunidad evangelizadora que siempre está saliendo al encuentro de los hombres para presentarle a Cristo con su ejemplo de vida.
El ser Iglesia es principalmente pueblo de Dios. En ella, todos están llamados a sentirse cerca del Padre a través de Jesús y en la unidad que da el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que mueve a los hombres a ser una Iglesia tomando en cuenta las diferentes culturas de los pueblos. De modo que la cultura no es un obstáculo para la evangelización. Sobre esto dice el Papa Francisco que la gracia supone la cultura pues es en ella donde la fe crece y es gracias a los símbolos de la cultura que la fe se hace familiar y cercana a los hombres. De este modo, el Papa Francisco aclara que la multiculturalidad no es un riesgo para al Evangelio, sino que es la base natural de la sociedad en la que la fe se origina.
El Evangelio, la Buena Noticia, ha sido propagado a través de la palabra. Es Cristo, la Palabra del Padre quien nos salva. Por eso la reflexión sobre la palabra, viva en Cristo, y escrita en los Textos Sagrados es el centro de la vida de la Iglesia. De hecho, por la convicción que generan los predicadores del Evangelio los cristianos han encontrado un apoyo para el surgimiento de la fe. El Papa hace un énfasis en la centralidad de la predicación del Evangelio. La predicación, dice el Papa, es el momento del diálogo entre Dios y su pueblo donde el predicador es el mediador. La predicación nace del amor a Dios, a la Escritura y al pueblo de Dios. Es por eso que el predicador debe preparar su homilía para que sea una renovación del Mensaje que Dios da a su pueblo y un encuentro personal con Cristo para cada creyente.
4. La dimensión social del Evangelio
«Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero, «ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilalrla.» Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de la dimensión social de la evaneglización precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.» (EG, No. 176)
En esta parte de la exhortación el Papa Francisco desarrolla la temática del abandono de los pobres, los débiles, los ancianos, y los más vulnerables. Indica que el kerygma, o sea, el anuncio o la predicación del Evangelio, tiene un contendio social cuyo centro es la caridad.
Esta caridad de la que habla el Papa no es la ayuda temporal o sobrante que podamos dar, sino el verdadero compromiso en el mejoramiento de la situación de los hombres que brota del reconocer que cada uno de ellos «ha sido elevado al corazón mismo de Dios» (EG No. 177) Una de las consecuencias de este reconocimiento es la inclusión social de los pobres según una intención que desee emplearlos y ver en ellos fines y no medios de consumo o de mercado. Podemos decir que el Papa Francisco llama a construir una economía que tenga como base el reconocimiento del hombre como fin y no como medio, donde la plenitud de las personas traiga el bien común y la paz social que estén fundamentados en la justa repartición de la riqueza y la valoración de la dignidad de las personas.
5. Evangelizar con el Espíritu
Evangelizadores cn Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. (…) Invoquémolso hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras, sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios. (EG, No. 259)
Gracias por compartir.
Que nos ilumine el Espíritu Santo.
En esta Encíclica el Santo Padre nos abre los ojos para ver que. Estamos
Viviendo un cristianismo inconsciente de la realidad . Un cristianismo burgués egoísta e inconsciente de las necesidades de nuestros a hermanos marginados. Desde el año 2000 empecé a construir una casa hogar para niños,ancianos, y jóvenes que son marginados por la sociedad y en algunos casos por la misma familia. Y aun.no he podido terminarlo porque como no es lucrativo, lo estoy haciendo de caridad. Las de la Iglesia se han cerrado y con mayor razón las del gobierno. Soy religiosa mi trabajo es la evangelización y por lo tanto no es lucrativo.
Mi opinión es. De felicitar a su santidad por esta llamada que nos hace a ser mas solidarios con nuestros hermanos pobres y marginados