San Jerónimo

San Jerónimo de Estridón tradujo la Biblia al latín y  vivió como ermitaño. Junto a San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio Magno es uno de los cuatro padres fundamentales de la Iglesia latina.

Nació en el año 343, y estudió las letras humanas en Roma. Recorrió las Galias (Francia) y Palestina, en donde trató con los doctores más eruditos de los hebreos. Pasó algunos años como eremita en el desierto de Siria. Durante algún tiempo se fijó en Antioquía, en donde el obispo Paulino le ordenó de sacerdote. De allí fue llamado a Roma por el Papa San Dámaso, y de orden suya preparó la edición latina de la Biblia, que se llamo «la Vulgata», y que hasta hoy sirve de texto en la Iglesia.

A la muerte del Papa, Jerónimo volvió a Palestina, donde continuó y concluyó la versión latina de las Sagradas Escrituras en su monasterio de Belén. Con sus vastos conocimientos en las lenguas griegas, caldea y hebrea pudo como ninguno en su tiempo, penetrar el sentido de los textos sagrados. Además de la Vulgata, San Jerónimo dejó muchas y preciosas obras dogmáticas e históricas y un gran número de cartas importantísimas. Murió en el año 420.

Quien ignora la Escritura, ignora a Cristo

Durante su juventud, Jerónimo disfrutó del estudio de los clásicos latinos y griegos. Esto lo llevó a desviarse un poco de la cercanía de las Escrituras Sagradas. Esta lejanía terminó con la siguiente anécdota: Sintió de una manera más aguda el peso de su pasado juvenil (cf. Ep 22, 7), y experimentó profundamente el contraste entre la mentalidad pagana y la vida cristiana:  un contraste que se hizo famoso a causa de la dramática e intensa «visión» que nos narró. En ella le pareció que era flagelado en presencia de Dios, por ser «ciceroniano y no cristiano» (cf. Ep 22, 30).

A partir de esta vivencia, Jerónimo comenzó a poner sus esfuerzos y estudios en el servicio de la Iglesia y de los hombres. Por tanto afinó sus conocimientos de griego y comenzó el estudio del hebreo para conocer las Sagradas Escrituras en sus textos originales.

Jerónimo fundamentó su vida ascética y estudiosa en las Sagradas Escrituras. Sus enseñanzas teológicas fueron, principalmente, comentarios a los libros Sagrados, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento. Citemos las palabras de Benedicto XVI sobre el carisma bíblico de San Jerónimo: «No debemos olvidar nunca que la Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La Palabra de Dios, por el contrario, es palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Por tanto, al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos la vida eterna.» (1)

Es por la efimeridad del mundo y de las palabras del mundo que buscamos la Palabra de Dios. Jerónimo la encontró en los textos bíblicos. Sin embargo, el encuentro con los textos no termina en ellos mismos, sino que se plenifica en el encuentro de la Palabra viva: Jesús, el Hijo del Padre, en quien las Escrituras se plenifican.

De este modo, Jerónimo ama la Palabra en los textos y en Cristo. Dice Benedicto XVI retomando a San Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» Por eso es tan importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe siempre tener dos dimensiones: por una parte, debe ser in diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno.» (2)

(1) BENEDICTO XVI  «San Jerónimo 1» en Los Padres de la Iglesia, Buena Prensa, México, 2009

(2) Ibidem.

 

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2 comentarios

  1. Indudablemente, el testimonio de amor y predilección por la Palabra de Dios de estos Padres de la Iglesia es un motivo para conocer y luego amar a Jesús, Nuestro Señor, por medio de las Escrituras. En ella, nos dice el Santo Padre, tenemos la ocasión de un diálogo amoroso con El y una oportunidad para «escucharlo» y así poder guiar nuestras vidas por el camino que Él quiere conducirnos.

  2. Gracias por contarnos sobre estos Padres de la Iglesia, es impresionante como ellos hacían vida la palabra de Cristo y lo buscaban para amarlo y luego transmitir su vivencia a los demás. Buen ejemplo el que nos dan.

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