Dirección: Bruno Dumont
Año: 2013
Público: Adultos (3)
Contenidos:
Valoración moral: Adecuada
Reseña:
Camille Claudel es un personaje dramático, idóneo para el celuloide. Mujer en el siglo XIX, hermana del poeta, dramaturgo y diplomático francés Paul Claudel, genial e incomprendida escultora, discípula primero, y luego musa y amante de Rodin, piedra de escándalo para su familia, orgullosa y desequilibrada.
Dumont (La Humanidad, Hadewijch, Hors Satan) es conocido por su estilo realista, descarnado, poco complaciente, por su gusto por filmar la fealdad de la violencia extrema, por su rara costumbre de prescindir de actores profesionales en sus películas. Y ésta sigue la tónica aunque con una excepción que se llama Juliette Binoche.
Y es que en el origen del proyecto hay una coincidencia maravillosa: el interés del director por el personaje tras leer un libro sobre el primer año de asilo de Camille Claudel, y un mensaje en el contestador, en el que la gran actriz le pedía trabajar con él en alguna película. Se unían así Camille y Juliette, dos artistas con la misma edad, dos espíritus inquietos. Dumont no tenía el personaje pero tenía alguien en el que éste vivía.
Habrá a quien le resulte exasperante la película. Carece de música, las referencias biográficas están concentradas en el prólogo y el epílogo, su enfoque y su fotografía son bressonianas, ascéticas, despojadas de color. Es lenta, reiterativa, angustiosa, irritante, incluso intolerable para algunos que consideran inhumano y exhibicionista la muestra del deterioro psíquico real de las compañeras obligadas de Camille. Hay que decir que el director insiste en que ha trabajado con un médico experto en terapias basadas en el arte, que las enfermeras se han prestado a hacer el papel de monjas, y ha contado con el beneplácito de enfermos y familiares. Solo cinéfilos.