Cristo mismo elevó la institución natural del matrimonio a la dignidad de un sacramento durante su ministerio público.
Hizo su primer milagro en una boda (Juan 3, 1-11) y enseñó que el matrimonio en el Nuevo Pacto es permanente y santo (Mateo 19,3-9).
Sin embargo hoy los matrimonios se han convertido en un show mediático, un evento público para cautivar audiencias y establecer tendencias. Desde la elección del vestido hasta la decoración y los detalles más íntimos, cada aspecto se convierte en contenido para ser compartido buscando likes.
Los vestidos de novias han dejado de ser recatados como muestra de mujer pudorosa, modesta y pura, dejando al descubierto partes íntimas siendo que Dios, en el momento de la creación, tuvo un fin específico sobre nuestra sexualidad que nos lleva a guardarnos para la persona especial que Él eligió para nosotros. La novia deberá llevar un vestido con decoro, modestia y decencia, apropiado por Respeto, Honor y Reverencia por la Presencia Real de Nuestro Señor.
“El matrimonio no es solo un evento «social», sino un verdadero sacramento, que implica una preparación adecuada y una celebración consciente”, requiere una elección comprometida por parte de la pareja comprometida, que se centra en la voluntad de construir juntos algo que nunca debe ser traicionado o abandonado”.( Papa Francisco )
Hoy en un mundo que ha perdido el sentido de los valores morales, que se ha dejado de creer en el matrimonio como una alianza de Fidelidad ante Dios, debemos ser más fuertes y hacer énfasis que el matrimonio es una vocación, que formando una familia tiene un valor salvífico como un camino de santidad.
Por ser el matrimonio un sacramento, una vocación, un llamado de Dios debemos concientizar a los jóvenes de lo que implica ante todo el compromiso que es dar ese si de ese acto libre y la responsabilidad de la decisión de una promesa que harán para toda la vida, de crear una familia que viene a ser fruto de un discernimiento juntos. “El mismo Dios es el autor del matrimonio (GS 48, 1)”.
“El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.” (Mt.19, 5-6).
Por lo tanto al hacerse una sola carne pasan a pertenecer cada uno al otro tanto como a sí mismos, esa unidad íntima de los dos es lo que hace que esa unión sea indisoluble por lo cual los jóvenes deberán tener claro que la celebración importante no es la fiesta y las arandelas, esa es un momento que pasa en un abrir y cerrar de ojos, sino que lo verdadero e importante es ese momento que profesan con fe el “ hasta que la muerte nos separe “.!
Por Luce Bustillo – Schott