Perspectiva de género

Una sociedad en que la igualdad entre las mujeres y los hombres no sea sólo un principio formal y adquiera plena efectividad

En un momento como el actual, de continuas transformaciones sociales, es muy interesante tratar este tema, ya que el papel de la mujer como «motor de cambio», como «agente de transformación», es –quizá ahora más que nunca– un hecho de gran trascendencia.

En el texto de presentación del tema se condensan varias reflexiones, pero hay dos de ellas que me gustaría destacar.

Por una parte, el hecho de que las reivindicaciones son necesarias cuando la injusticia es tolerada.

Se trata de una reflexión que puede ser aplicada en muchos ámbitos de los que afectan a las mujeres: en la violencia doméstica, en las desigualdades del mundo del trabajo, en las dificultades para acceder a la toma de decisiones…

Por otra parte, la idea de que «la fuerza de relación de las personas […] puede promover, desde una actitud personal de la mujer, una dimensión de ternura y de servicio que son, sin duda, origen de bondad».

Durante mucho tiempo, se ha olvidado el papel relevante de las mujeres en la historia, su valentía, su capacidad de trabajo, de sacrifico y de esfuerzo.

Pero, de hecho, hoy nos encontramos en un momento de reconocimiento de unos valores que han hecho de la mujer no sólo portadora de vida, sino también elemento clave de transformación social e impulsora del cambio.

En un momento de reflexión y de análisis como el actual, no se trata de sustituir unos valores –los masculinos–, por otros –los femeninos– sino de sumarlos. Únicamente con el esfuerzo compartido será posible la construcción de un mundo justo e igualitario.

Y debemos tener en cuenta que, para la construcción del mundo que nosotros –las personas– queremos, es muy importante participar en la toma de decisiones.

En este sentido, y referente a uno de los interrogantes que se plantea en el texto de presentación –que dice, textualmente: «En el mundo de la política, ¿qué actitudes de gobierno se deben promover que respondan a un lenguaje digno en el que la mujer tenga verdadera voz?»–, me gustaría hacer algunas consideraciones.

La democracia es uno de los valores fundamentales de la Unión Europea, y su plena realización requiere la participación de toda la ciudadanía, mujeres y hombres por igual, para participar y estar representados de forma igualitaria en la economía, en la toma de decisiones y en la vida social, cultural y civil.

En los últimos 20 años de democracia en Cataluña, hemos podido ver cómo las mujeres hemos ido ganando representación en los distintos ámbitos de toma de decisiones, pero aún así, los datos continúan siendo muy bajos, con el 27,4 % de mujeres parlamentarias, en el Parlamento de Cataluña; el 31,4 % de mujeres parlamentarias, en el Congreso de Diputados; el 25,5 % de mujeres senadoras, en el Senado, y el 31,0 % de mujeres parlamentarias, en el Parlamento europeo.

Hemos avanzado, es cierto, pero no debemos conformarnos; hay que continuar trabajando para conseguir una participación equitativa de hombres y mujeres en los lugares de toma de decisiones, especialmente en el ámbito local, que es precisamente el ámbito donde se puede llevar a cabo una política más cercana a las personas y donde la participación femenina es aún muy baja.

En la Legislatura 1999-2003 habíamos llegado al porcentaje más elevado de representantes femeninas en las alcaldías de Cataluña, con un 6,9 % (como se puede comprobar, muy por debajo de los porcentajes que he mencionado hace un momento en otros ámbitos políticos).

Este pasado fin de semana se han constituido los ayuntamientos de Cataluña, y podemos decir que para la legislatura 2003-2007 podremos contar con una presencia femenina en las alcaldías de Cataluña del 10,3 %, con un incremento considerable respecto a las legislaturas anteriores:

Vamos avanzando más despacio de lo que querríamos, es cierto, pero este proceso de evolución positiva continúa adelante y no tiene marcha atrás.

A partir de este poder masculino, se ha llevado a cabo una conceptualización del mundo en términos masculinos en que los espacios físicos de nuestro país, de nuestras ciudades, tanto públicos como privados, han sido pensados para dar respuesta a una sociedad en la que el hombre era el que trabajaba fuera de casa, el que producía, y la mujer se encargaba de la tarea doméstica y del cuidado de familiares.

El diseño y la construcción de este espacio común se ha hecho sin la participación de la mujer y, por lo tanto, no da respuesta a las necesidades que hoy tienen los ciudadanos y las ciudadanas de nuestro país.

Se debe incorporar la perspectiva de género en todos lo ámbitos públicos. Y una buena manera de empezar a hacerlo es tener en cuenta las aportaciones que podemos hacer las mujeres desde los lugares de toma de decisión.

En este sentido, se debe estimular a las mujeres que participan activamente en el ámbito político, e incluso con las dificultades que encuentran, porque el esfuerzo realizado desde estos sitios de toma de decisión tiene que servir de estímulo de participación para muchas otras mujeres, de forma que se amplíen las redes de relación y se enriquezcan con más aportaciones.

El modelo social vigente hasta ahora está caduco, y hoy tenemos la necesidad de consolidar un nuevo modelo social que no sea excluyente, sino que cuente con la diferencia y la diversidad.

Este nuevo modelo social se ha regir por los principios que aún están emergiendo, como son, entre otros, la igualdad, la solidaridad, la no-discriminación, la aceptación de la diversidad, la cooperación y la conciliación del tiempo de vida (familiar, laboral y ocio).

Esta situación nos lleva a asumir que tenemos nuevos retos para alcanzar. Unos nuevos retos que, evidentemente, requieren un gran esfuerzo por parte de todo el mundo.

Es evidente que resulta más fácil cambiar las leyes que los roles sociales y, por lo tanto, podemos afirmar que el gran reto pendiente del siglo xxi es modificar el substrato cultural e incentivar una nueva cultura basada en el equilibrio entre hombres y mujeres.

Para conseguirlo, es necesario que las políticas de igualdad de oportunidades se entiendan como un eje vertebrador de la sociedad, donde los principios del Mainstreaming se encuentren presentes en todas las actuaciones públicas.

El cambio social es posible y las administraciones públicas tienen un papel fundamental para que este cambio se pueda materializar.

Las personas que formamos parte de la administración compartimos esta voluntad.

Y hoy nos encontramos en ese momento en que la voluntad se transforma en acciones concretas que, desde su diversidad, tienen que contribuir a la mejora de nuestra sociedad.

Una sociedad en que la igualdad entre las mujeres y los hombres no sea sólo un principio formal y adquiera plena efectividad.

Por Joana Ortega Alemany, Presidenta del Instituto Catalán de la Mujer

http://www.ambit.org.es

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Un comentario

  1. Me gusta mucho la postura de concilición para entender y mejorar las realciones entre los géneros en este mundo.Seguiré atenda, felicidades.

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