La importancia del Padre en la educación de sus hijas

Su afecto es el factor de mayor influencia sobre la autoestima de las chicas.

Hay pocos factores más importantes para el desarrollo mental, físico y social de una chica que la relación con el padre.

¿Sabías que… los bebés de hasta apenas seis meses cuyos padres están presentes de manera activa en el hogar obtienen mejores resultados que el resto en las pruebas de desarrollo mental?

¿Sabías que… las adolescentes apegadas al padre tienen menos probabilidades de iniciarse en la sexualidad?

¿Sabías que… las adolescentes tienen el doble de probabilidades de seguir yendo a la escuela si el padre toma parte de su vida?

¿Sabías que… el padre es importante? ¿Muy importante?

En su libro, Strong Fathers, Strong Daughters, (Padres fuertes, hijas fuertes), (Ballantine Books), la Dra. Meg Meeker, pediatra, utiliza estos argumentos para señalar que hay pocos factores más importantes para el desarrollo mental, físico y social de una chica que la relación con el padre. A partir de sus más de 20 años de experiencia aconsejando a chicas adolescentes, la doctora indica lo que debe hacer el padre para fortalecer o curar la relación con su hija y ayudarla a convertirse en una mujer sana y madura. Our Sunday Visitor hizo la siguiente entrevista a la Dra. Meg Meeker:

Más allá de que a los padres les guste o no, ¿qué esperan de ellos sus hijas?

Naturalmente, las hijas quieren ver en su padre a un líder. Lo ven como protector, como proveedor. Quieren admirarlo. Los padres tienen un poder tremendo sobre las hijas. Esto no es sólo el ideal; es la realidad. El padre, de hecho, es el primer amor de su hija. Es el hombre más importante de su vida. Sus interacciones con ella la preparan para relacionarse con todos los demás hombres y con Dios. Es una carga pesada, pero una verdad maravillosa. Si ella aprende a querer al padre y puede confiar en él, le será mucho más fácil confiar en su esposo y en Dios.

¿Cuál cree que es el error más común, aunque quizás sin intención, de los padres?

Los padres subestiman demasiado la importancia que tienen en la vida de sus hijas. Se alejan demasiado rápido, dudan de su importancia e influencia, y no comprenden para nada cuánto los necesitan las hijas y cuánto quieren llevarse bien con ellos.

¿Qué consecuencias puede tener ese alejamiento?

Cuando el padre se aleja de la vida de la hija, ella se debilita. Se debilita su autoestima. Se debilita su capacidad para tener relaciones sanas con otros hombres. Se debilita su percepción de lo que es capaz de lograr. En particular las chicas de entre 10 y 17 años necesitan mucho la atención, el respeto, el afecto y el contacto masculino. Si el padre se aleja, la chica busca lo que necesita en las amistades masculinas o en relaciones sexuales románticas. El factor de mayor influencia sobre la autoestima de las chicas es el afecto del padre. Para mejorar la imagen que tiene de sí misma una chica, el padre tiene que expresarle afecto de manera física.

Para ser buen padre es muy importante ser buen esposo, ¿no?

Sin duda. Las hijas vigilan al padre como halcones. No sólo miran cómo las trata a ellas, sino también cómo trata a la madre. Si ven que el padre le abre la puerta a la madre, la ayuda a limpiar la cocina y tiene paciencia, llevarán todo eso a su propio matrimonio y, les guste o no, de manera conciente o inconciente, lo reproducirán. Las hijas aprenden cómo deben ser tratadas al mirar cómo el padre trata a la madre.

¿Por qué los padres no deben subestimar la importancia de imponer normas y expectativas para las hijas?

Muchos padres piensan que, si imponen límites, establecen horarios de regreso a casa y hasta obligan a las hijas a hacer tareas del hogar, las van a alejar. ¡Pero en realidad sucede justo lo contrario! Las chicas que terminan en problemas no son las que tienen padres que imponen límites. Son las chicas cuyos padres no lo hacen. La clave, desde luego, es que en la relación padre-hija las normas estén en equilibrio con la diversión y el placer.

Esto es de especial importancia en los años de la adolescencia. Si cada vez que el padre le habla a la hija es para imponer la ley, la hija no va a querer hablar más con él. Cada conversación acerca de una norma o del comportamiento de la hija debe estar equilibrada con cinco veces más de placer y diversión: ir al cine, andar en canoa, hablar de cosas que no sean normas.

Pero muchos padres se sienten perdidos cuando tienen que hablar con las hijas. ¿Cómo pueden lograr que las hijas se abran para contarles qué pasa en sus vidas?

Deben comenzar por decirles a las hijas que quieren escuchar de verdad lo que tienen que decir. Una de las mejores maneras es escuchar sus respuestas sin interrumpirlas. Preguntar y después quedarse escuchando la respuesta. Más allá de que estén de acuerdo o no, no deben responder la primera vez. Hay que retomar la conversación más tarde, de ser necesario.

También es importante recordar que no hace falta que cada conversación se convierta en una enseñanza. Ése es un gran error que cometen muchos padres. Siempre hay que encarar estas conversaciones pensando en el largo plazo. No se puede esperar que la hija se abra en un instante, pero si el padre logra comunicarle que valora lo que dice y piensa, después de un par de meses la convencerá.

En su libro, usted destaca la importancia de que los padres les hablen a las hijas sobre sexo y sobre Dios: dos de los temas más difíciles para hablar con una hija. ¿Tiene algún consejo para esas conversaciones?

No hay que complicarse con cuestiones profundas ni complejas. Lo mejor es que la charla sea sencilla.

Cuando el padre habla de religión o sexo, no es necesario que vaya a fondo. La hija quiere saber qué piensa el padre acerca de Dios y qué cree que debería hacer ella.

Esos mensajes se pueden comunicar de manera sencilla compartiendo lo que se piensa que es bueno diciendo cosas como “es muy importante que no tengas sexo antes de casarte” o “qué hermoso cuando la mujer espera el momento apropiado.”

Eso es lo que las hijas quieren oír. Hay que usar un lenguaje sencillo y hacer preguntas muy abiertas que no busquen un sí o un no.

Si el padre no se siente cómodo preguntándole a la hija qué piensa del sexo o la religión o cualquier otra cosa, debería preguntarle qué piensan o qué hacen los amigos. Eso le dará una idea de lo que tiene pensado la hija.

Fuente: FathersForGood
es.aleteia.org

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