La Tradición del Día de los Fieles Difuntos en México

El Día de muertos en México es una fiesta alegre y respetuosa: se honra y recuerda a los difuntos poniendo altares en su memoria. Hay flores, dulces y comida. Las familias oran por los difuntos y recuerdan su propia mortalidad.

México es el hijo de dos mundos. Su madre es la cultura mesoamericana, su padre la cultura hispánica. En cierto modo, México ha nacido como el fruto de un violento encuentro que, con el tiempo, se convirtió en el nacimiento de una cultura mestiza, ni puramente indígena ni puramente española.

Una de las ocasiones en que la cultura mestiza está más presente es durante las fiestas en que se honra a Todos los Santos y a los Fieles Difuntos. En el ambiente se percibe un respeto por los  familiares difuntos, el incienso inunda las casas, las flores adornan las tumbas y las ofrendas, las familias se reúnen en torno a los altares domésticos para orar por los difuntos.

Origen de la tradición

Las culturas mesoamericanas: mayas, zapotecas, mexicas, entre otras, tenían un culto a los ancestros que involucraba el uso de ofrendas a los difuntos. Las fiestas que recordaban a los difuntos tenían lugar al final del ciclo agrícola del maíz, pues se hacía presente la idea de que el hombre, como la naturaleza y las cosechas, participa del ciclo de la muerte y de la vida.

Los aztecas, después llamados mexicas a su llegada a lo que hoy es la Ciudad de México, celebraban también esta fiesta. Según su mitología, el destino de las almas no dependía de la forma de vida, sino de la de muerte. Así, había diferentes destinos según los tipos de muerte: los ahogados iban al paraíso del dios del agua, los guerreros que morían en batalla y  las mujeres que morían en el parto acompañaban al sol en su travesía celestial diaria, los que morían de causas naturales iban al lugar más común, simplemente llamado lugar  de los muertos.

Los vivos, por su parte, recordaban a los difuntos y los honraban con ofrendas. La creencia decía que las almas regresaban del destino final para acompañar por unos momentos a los vivos. Esta fiesta era tan esperada que los preparativos eran cuidadosos: se cocinaban los guisos predilectos de los difuntos, se encendía incienso en su honor y se esperaba el regreso de su alma.

Los primeros misioneros mendicantes encontraron en estas celebraciones un fundamento muy fértil para la enseñanza de la doctrina cristiana. Ya que los indígenas honraban a sus difuntos, los frailes aprovecharon para introducir la fiesta de los Fieles Difuntos en fechas similares a las de las celebraciones indígenas. De este modo enseñaron que los difuntos tienen cierto destino determinado por su modo de vida y no por el de su muerte.

Ambas tradiciones se mezclaron en un sincretismo. Naturalmente algunas ideas prehispánicas sobrevivieron a la evangelización cristiana, por lo que la gente conservó en la tradición popular el ofrecimiento de  alimentos, flores y bebidas en los altares de muertos. Es interesante mencionar que en algunos lugares aún persiste la creencia del regreso de las almas de los difuntos a las casas de los familiares vivos.

La tradición del Día de muertos hoy

Actualmente, la tradición del Día de muertos y de los altares sigue siendo importante para muchos mexicanos. La gente se prepara con días de anticipación. Va a los mercados para obtener los elementos que serán ofrecidos a los difuntos. Se consiguen diversas flores: cempasúchil, la más importante, naranja, olorosa, flor de cuatrocientos pétalos; también están presentes las grandes flores rojas así como las pequeñas blancas. Cada flor tiene significados diferentes como la representación de la vida, la pureza, el luto, el respeto, etc.

Las panaderías comienzan a llenarse con el aroma  del famoso pan de muerto: una preparación especial que recuerda a los vivos la inminente muerte mientras disfrutan de su dulce sabor. Y ya que mencionamos los dulces no olvidemos a las jocosas calaveritas de azúcar o de chocolate, dulces con forma de cráneo que se ponen en la ofrenda. Los amigos acostumbran regalarse estos dulces con los nombres de las amistades escritos en el frente de la calaverita.

Las frutas y los guisos engalanan las mesas: se sirven tamales, mole, dulce de calabaza y otros muchos platillos. También acompañan a estos manjares las bebidas alcohólicas como el tequila o el mezcal que ponen un acento alegre a la celebración. Por fin, se ofrece a los difuntos la luz de las velas, que una vez encendidas, mezclan su resplandor con las nubes del aromático incienso que se ofrece como purificación.

Una vez que está listo el altar, la familia se reúne en torno a él. Se reza el rosario, se convive y se recuerda las anécdotas de vida de los que se han adelantado en el camino hacia la trascendencia. El ambiente es relajado y festivo, muchos sienten más de cerca la presencia de sus difuntos familiares. No hay miedo ni terror ni monstruosidad. En cambio, hay respeto, tranquilidad y alegría, pues al recordar a los familiares difuntos, recordamos nuestra propia y segura muerte, que no es el fin de nuestra existencia, sino el paso a la vida plena y la esperanza de la vida eterna en el Triunfo de Cristo sobre la muerte.

 

 

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2 comentarios

  1. Hola Gabriel.
    Gracias por esta valiosa información. Me gusta especialmente el último párrafo.
    Saludos y que Dios te bendiga.

  2. Buenas tardes, me gusta la explicación de este Tema antes mencionado de la parte de arriba, ojala se pudiera ampliar un poquito mas y mostrar algunas actividades creativas para niños como coloración, rompecabezas, pictogramas etc.

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