Martes Santo: Sobre el Amor de Amistad

MeditacionMartesint1ª Lectura: Isaías- capítulo 49, versículos del 1 al 6
2ª Lectura: Evangelio de San Juan- capítulo 13, del 21 al 23 y del 36 al 38

Ayer, lunes santo, vimos y contemplamos como una ráfaga de amistad en Betania, con Marta, María y Lázaro, y Jesús con ellos, gozando, en paz y con alegría, y apostando por los hombres: «Vosotros seréis mis amigos. si hacéis cuanto os he mandado». Esa experiencia de la amistad en Betania, le sirvió y le ayudó a sufrir, padecer y callar en su gran cena pascual y en su oración agónica en el huerto de los olivos.

Profundamente conmovido, en medio de esa cena íntima de la Pascua judía, la que él iba hacer ahora suya, su Pascua, mirándolos a todos, con el brillo de sus ojos, reflejando la luz de las velas, dijo con voz pausada y amiga: » En medio de vosotros hay uno que me va a entregar»

Mirad fijamente, hermanos, contemplad su rostro para mejor sentir y comprender su drama. El silencio era plomo.

En medio del amor conyugal surge la infidelidad. En medio del amor familiar, un hijo, una hija da un portazo y se va… Son síntomas de locura, de inmadurez del corazón.. Pero en medio de la amistad, lo que surge no es la infidelidad o la locura, lo que surge es la traición, que es algo… satánico; sí satánico. No se puede explicar en su profundidad, ni se puede comprender. Es el misterio de la perdición: «más le valiera no haber nacido», dirá Jesús, de Judas, cuando salió para venderlo, para traicionarlo.

Jesús hizo el último intento para que la amistad con Judas no se quebrara. Durante la cena le dio a Judas, hijo de Simón, el Iscariote, para que nadie pudiera confundirlo, un trozo de pan, untado en la salsa, signo de distinción, de reconocimiento, de aprecio, de amistad. Resonaban en el corazón de Judas, aquellas palabras: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Ahora os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre, os lo he dado a conocer» Judas, prefirió ser «siervo». Se hizo sordo a la invitación, a la amistad.. Tomó el pan con displicencia, y detrás del pan, entró en él… Satanás. Jesús le dijo, entonces: «lo que has de hacer, hazlo pronto». y entre labios y silencios, más que palabras, musitó: «más le valiera no haber nacido». «Mas le valiera no haber nacido»

Judas salió y llenó de oscuridad la noche. La muerte y la nueva Pascua han sido decididas desde que el traidor salió fuera: » Ahora ha sido glorificado ya el Hijo del Hombre y Dios ha sido glorificado en Él».

La amistad se rompe por la traición, que es, en primer lugar, arrastrar por el suelo los sentimientos más íntimos y más nobles. En segundo lugar es ser un homicida, al prostituir lo que más se ama y se quiere, es decir: matar los amores. Y en tercer lugar, profanar las ideas y pensamientos más luminosos.

Amor y traición: los dos contrarios, como tesis y antítesis hegelianas, que definen a Dios y es la encrucijada de la realización del hombre.

La vida y la nada. Amor y traición. Este es el dilema de esta cena de amigos: todo o nada. Y nos resuena Juan de la Cruz con sus «nadas» para llegar al Todo: «para venir a gustarlo todo, no quieras gustar algo en nada; para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada; para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada; para venir a tenerlo todo, no quieras tener algo en nada; y cuando vengas todo a tener, has de tenerlo sin nada querer, porque si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro…».

La vida es un misterio. No la encontramos en esos libracos gordos de biología o de botánica o de psicología. La vida, vida, se nos escapa de nuestros esquemas mentales. La traición también se nos escapa, es una huida hacia la nada, que es misterio trágico para la mente humana. Dios es, pues, amor, vida. Dios no es traición. Está dicho todo: Dios no es traición. No te atormentes, mi buen hermano, pensando cuantas veces robaste, mentiste, fuiste infiel. El pecado, pecado, está en la traición, que es muerte de la amistad. «Ya no os llamaré siervos… ahora os digo: amigos…» Puedes ser amigo. Eres amigo.

Solo quisiera acabar con el perfil del otro personaje del texto, donde todos nos encontramos y reconocemos con más o menos parecido: Pedro.

Pedro, en medio de un aire denso, pesado y triste, manifestó su impotencia con un rasgo de falsa valentía, gritando: «¡Daré mi vida por ti!». ¿Darás tu vida por mí?, le pregunta Jesús. ¡Pobre Pedro, qué iluso!. Pero Pedro negará, sí, negará, quebrará la amistad, pero no la aniquilará. No hará traición al Maestro. Llorará, sí, llorará. Pero no se ahorcará. como Judas lo hizo.

Quédate ahora, mi buen hermano, en el patio de Caifás, contemplando a Pedro aturdido por el eco, que sonaba fuerte en sus oídos: «daré mi vida por ti, daré mi vida por ti». y hasta, en aquel momento e tensión trágica, cogió, bravucón, una espada para defenderlo.

Escucha tú también el eco de tanta promesa renovada: de tu bautismo, de tu matrimonio, de tu profesión y contempla a Pedro en medio del patio, en la oscuridad de esa noche fría, rota por las llamaradas y chisporroteos de la hoguera. Quizás sus lágrimas las veas brillar al resplandor de las llamas, a medida que el gallo canta.

A lo mejor, acabas tu también llorando con él, porque en el fondo eres bueno, y te encontrarás de seguro, como Pedro, con la mirada de Cristo, al cruzar el patio. Es mirada llena de comprensión y de perdón, es mirada de amistad. Esa mirada nos la ha dejado sacralizada en el Sacramento de la Reconciliación, que no es moralina, ni lejía para limpiar las manchas mortales, sino encuentro con el único Señor de la misericordia, que te comprende en tu intimidad más profunda, herida y dolida, y por eso te perdona todo: lo grave y lo leve, porque solo sabe de amores, no de traiciones. «No saben lo que se hacen, no saben lo que se hacen», dirá y repetirá, colgado de la cruz.

Perdonad que insista y acabe como había empezado: qué importante debe ser esto de Amor y Traición en el marco de una cena de amigos, para que la Iglesia nos lo repita dos días seguidos y en la semana grande de los cristianos: Amor y Traición. -Traición y Amor y en el medio la negación de Pedro, diciendo: «daré mi vida por ti, daré mi vida por ti». y un momento después: «no, no le conozco, no le conozco».

Que lo conozcas y reconozcas al partir el Pan, en la Eucaristía, porque Él es el único que de verdad nos quiere, que de verdad te quiere como seas y como estés. Él es tu amigo. Y tú no seas ya siervo de tus traiciones. Sé también AMIGO de sus amores.

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