Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
Saber descubrir el sentido de la inmortalidad, como nos lo hace saber el Papa, es la manera de construir desde el amor, que vence el propio yo -como ha de morir la semilla- y el fruto serán las almas que descubren el rostro de Cristo en ese ejemplo de vida que es fruto de la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.