La ministra española de Sanidad, Carolina Darias, declaró durante una entrevista en un programa de Onda Cero (minuto 19:59) el pasado viernes 23 de julio que “todo parece apuntar” a que la vacuna contra la covid-19 tendrá que repetirse cada año y que por este motivo las autoridades europeas están firmando contratos con las compañías farmacéuticas para asegurarse los viales necesarios de cara a los años 2022 y 2023. Las agencias reguladoras de medicamentos europea y estadounidense, por su lado, han emitido comunicados para advertir de que actualmente no hay evidencia científica que avale una decisión así.
“Sí, sin ninguna duda. Todo parece apuntar que sí. Lo que habrá que determinar es cuándo.”
La ministra Darias respondía a las preguntas del periodista: “¿tendremos que vacunarnos cada año?” y “¿tendremos que ponernos una tercera dosis?”, pero a pesar de la contundencia de sus palabras, aún no hay estudios independientes que aseguren que una dosis de refuerzo sea en la actualidad necesaria en la población vacunada. Por ahora, lo que se sabe tras la vacunación masiva en la mayoría de países occidentales es que la inmunidad perdura después de cinco meses tras haber recibido la inyección y, según un paper publicado en Nature, puede incluso durar más de un año en aquellos que han recibido una vacuna de ARNm y que han sido infectados previamente con el virus.
El miedo a las nuevas variantes
La justificación de una tercera (y eventualmente, sucesivas) dosis reside en la posible aparición de nuevas variantes que puedan reducir la efectividad de las vacunas. Actualmente, la que más preocupa es la delta, detectada en la India, que se está convirtiendo en dominante en países como Reino Unido, donde tiene una prevalencia del 99%. En España, de momento, es del 43%. Se ha observado que ante esta variante, la eficacia de la vacuna con la pauta completa cae ligeramente en Pfizer y AstraZeneca.
Estos datos los están utilizando farmacéuticas como Pfizer como argumentos a favor de la tercera dosis, pero lo cierto es que el informe de Nature, también indica que dos dosis sí bloquean la infección, aunque la protección sea algo menor.
En concreto, según los últimos datos de Reino Unido, la vacuna de Pfizer protege contra las infecciones sintomáticas en un 88% de los casos, mientras que la de AstraZeneca lo hace en un 67%. El informe, publicado en The New England Journal of Medicine, añade que ambas tienen más del 90% de efectividad en proteger contra una enfermedad grave.
“Es demasiado pronto”
De momento, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, en inglés) insiste en que es “demasiado pronto para confirmar si se necesitará una dosis de refuerzo para las vacunas COVID-19 y cuándo, porque aún no hay suficientes datos de las campañas de vacunación y los estudios en curso para comprender cuánto tiempo durará la protección de las vacunas, considerando también la propagación de variantes”.
Sin embargo, en caso de que se necesiten dosis de refuerzo, añaden, “la EMA y el ECDC [el centro europeo de prevención y control de enfermedades] ya están colaborando entre sí y con los grupos asesores técnicos de inmunización nacionales (NITAG), que son expertos nacionales que asesoran sobre los programas de vacunación coordinados por el ECDC”.
Por su parte, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, en inglés) ha emitido un comunicado en el que establece que “los estadounidenses que han sido completamente vacunados no necesitan una vacuna de refuerzo en este momento”, aunque reconoce estar trabajando conjuntamente con los Centros para el Control y Prevención (CDC, en inglés) y los Institutos Nacionales de Salud (NIH, en inglés) “para considerar si un refuerzo podría ser necesario o cuándo”.
En cualquier caso, dicen seguir revisando “cualquier dato nuevo a medida que esté disponible y mantendremos informado al público”, y estar “preparados para dosis de refuerzo siempre y cuando la ciencia demuestre que son necesarias”.
¿Y en pacientes inmunodeprimidos?
Mención aparte merecen aquellos pacientes que sufren alguna enfermedad, dolencia o tratamiento que los convierte en pacientes inmunodeprimidos, es decir, con el sistema inmune débil. Dentro de este grupo se encuentran los pacientes que han recibido trasplantes, los que están en proceso de quimioterapia contra el cáncer, aquellos que sufren enfermedades autoinmunes, con VIH y también los que están con tratamientos inmunosupresores.
Ya hay evidencia científica de que una tercera dosis es recomendable en estos grupos de riesgo. Algunos informes están advirtiendo sobre la necesidad de una tercera dosis porque se ha observado en pacientes trasplantados que no producen anticuerpos que combatan el coronavirus incluso después de dos dosis de las vacunas de ARN mensajero (ARNm). Por otro lado, se ha observado que con una tercera dosis esta situación se revierte, tal y como explica este estudio sobre la eficacia de la fórmula de Pfizer publicado en la The New England Journal of Medicine.
De hecho, es la estrategia de vacunación adoptada en países como Israel y Francia. Estados Unidos y Reino Unido a partir de septiembre también se lo están planteando.
Solidaridad internacional
Otros expertos, como Tedros Adhanom, presidente la Organización Mundial de la Salud (OMS), han denunciado que el solo planteamiento de una tercera dosis, especialmente cuando aún hay países como Haití o la República Democrática del Congo en los cuales apenas ha comenzado la campaña de vacunación, es un comportamiento insolidario: tal y como recordaba la OMS hace unas semanas, “aunque mundialmente se han administrado más de 700 millones de vacunas, los países más ricos han recibido más del 87% de estas, y las de bajos ingresos solo el 0.2%”, lo cual es, en palabras de Adhanom, un “impactante desequilibrio en la distribución mundial de vacunas”.
También se ha criticado que se hable de tercera dosis cuando ni siquiera en España se ha vacunado al 70% de la población, una cifra que el gobierno español se ha marcado como objetivo para alcanzar inmunidad de grupo, un porcentaje al partir del cual teóricamente empezaría a reducirse el número de infectados (aunque ese porcentaje sigue a debate en la comunidad científica, llegándose a decir incluso que alcanzarla es imposible).