El 26 de septiembre, el Arzobispo Gomez ordenó a cuatro nuevos obispos auxiliares para la Arquidiócesis de Los Ángeles. Lo que viene a continuación es una adaptación de su homilía.
Toda ordenación episcopal nos permite penetrar en lo profundo del misterio de la Iglesia, en el misterio del plan de Dios para el mundo y para nuestras vidas.
Jesucristo edificó su Iglesia católica sobre el fundamento de sus apóstoles para que fuera un signo de su amor y un instrumento para hacer de todo el género humano su familia y su reino en la tierra.
Nuestras vidas forman parte de esta historia del amor divino.
El Papa Francisco dijo recientemente en Mongolia: “Este es el contenido de la fe cristiana:
Dios, que es amor, en su Hijo Jesús se ha hecho cercano a ti, a mí, a todos nosotros. Él desea compartir tu vida, tus trabajos, tus sueños, tu sed de felicidad”.
El amor es el verdadero sentido de nuestra religión. Y la misión de la Iglesia es difundir ese amor hasta los confines de la tierra. En este día, mis queridos obispos electos, el Señor los consagra para que se hagan cargo de esa misión.
El Obispo San Ignacio de Antioquía fue discípulo de los apóstoles y martirizado como ellos. Él dijo en una ocasión: “Uno debe considerar al obispo como al Señor mismo”.
Hermanos, a ustedes se les llama hoy a que se conviertan en el rostro de Cristo, a que lo hagan presente a Él en medio del pueblo al que ustedes sirven. ¡Qué gran privilegio! ¡Qué responsabilidad!
Pero ningún obispo está solo. Jesús dice en el Evangelio de hoy que, así como el Padre lo ha amado a Él, así Él también los ama a ustedes. Ustedes irán progresando en la amistad con él, como pastores de almas y administradores de los misterios de Dios.
San Pablo nos recuerda hoy: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor”. Nosotros predicamos su Palabra, no la nuestra.
Y su Palabra es la buena nueva que se dirige a los pobres y a todos los que están angustiados y atribulados, tal como lo dice el profeta Isaías en la primera lectura.
Cuando Jesús predicaba, la gente se quedaba maravillada y dejaba todo para seguirlo.
¿Por qué sucedía esto? Porque era la primera vez que alguien les hablaba de la dignidad que tenían, era el primero en decirles que había algo más en la vida, que ellos habían nacido para cosas más importantes.
Jesús nos ama por lo que somos y nos encuentra en donde estamos. Pero Él nunca nos deja en ese lugar. Él nos llama a seguirlo, a despojarnos de nuestra antigua vida y a llegar a ser hijos de Dios, a ser santos como él es santo.
Su Palabra inflamaba el corazón de la gente. Cambió vidas y transformó el mundo. Y puede volver a hacerlo.
En Pentecostés, los once apóstoles se reunieron en un aposento alto con la madre de Jesús y con otros cien hombres y mujeres. Eran esos pocos discípulos que quedaban de aquel Hombre que había muerto en la cruz y que ahora eran odiados y perseguidos.
Sin embargo, desde aquel aposento alto su mensaje se extendió por toda la tierra.
Y ese pequeño resto convirtió a un imperio y edificó una nueva civilización, no por medio de la política o de la violencia, sino a través del amor.
Los primeros cristianos amaron, como ellos habían sido amados, y vivieron una vida santa en medio del mundo, como santos de la vida cotidiana. La Eucaristía fue su fuente de vida y ellos, a su vez, entregaron la propia vida como una ofrenda de amor, tal como Jesús se los enseñó.
Ellos transformaron el mundo al prestarle fe al Evangelio y al desafiar a los demás a vivirlo. Alentaron también a los matrimonios y fortalecieron a las familias; les enseñaron a los niños a amar a Jesús y a recorrer su camino.
Queridos hermanos, ustedes son los sucesores de aquellos apóstoles que predicaron el Evangelio a toda la humanidad, creando discípulos en todas las naciones. Fue el amor de Cristo el que los impulsaba y ellos hicieron todo lo que Jesús les pidió que hicieran.
¡Esta es la misión que tienen ustedes ahora! Es la misión que todos compartimos en la Iglesia, y ustedes deben guiarnos.
La tarea que tenemos ante nosotros es urgente. Jesús no quiere que se pierda ni una sola alma.
Muchas personas se encuentran hoy como como ovejas sin pastor, confundidas acerca de la vida, buscando un significado, buscando la felicidad y el amor. ¿Y cómo podrán encontrar a Jesús, si nosotros no se los anunciamos?
Todos estamos llamados a desempeñar nuestro papel en esta historia de amor que Dios está escribiendo en la historia.
Proclamemos, pues, su Palabra con audacia, con valentía y con claridad, y muy especialmente, con caridad.
¡Hermanos y hermanas, oremos por nuestros nuevos obispos! Pidamos que ellos nos guíen por los caminos de Jesús.
Que María Santísima, la Reina de los Apóstoles, esté con ellos y con todos nosotros. “¡Todos con Pedro, hacia Jesús, por María!”
Los escritos, homilías y discursos del arzobispo se pueden encontrar en ArchbishopGomez.com
El obispo José H. Gomez es actualmente Arzobispo de Los Ángeles, California, la comunidad católica más grande en USA. Es también Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y forma parte de la Comisión Pontificia para América Latina.
En su ministerio, el Arzobispo José Gómez anima a la gente a seguir a Jesucristo con alegría y sencillez de vida, buscando servir a Dios y a sus vecinos en sus actividades diarias ordinarias.
Ha desempeñado un papel decisivo en la promoción del liderazgo de los hispanos y las mujeres en la Iglesia y en la sociedad estadounidense. Es miembro fundador de la Asociación Católica de Líderes Latinos y de ENDOW (Educación sobre la Naturaleza y la Dignidad de las Mujeres).
Durante más de una década, el Arzobispo Gómez ha sido una voz clara sobre cuestiones morales y espirituales en la vida pública y la cultura estadounidense. Ha desempeñado un papel principal en los esfuerzos de la Iglesia Católica para promover la reforma migratoria y es autor, entre otros libros, del titulado: Inmigración y la próxima América: renovando el alma de nuestra nación.
