Los señores ateos quieren empapelar los autobuses con anuncios incitadores al disfrute de la vida. En esto los señores ateos se parecen a esos promotores del deporte que, mientras leemos las Geórgicas de Virgilio a la sombra de una encina, nos exhortan a hacer gimnasia, asegurándonos que así podremos gozar de la vida; pero cuando acudimos al gimnasio, sólo vemos a pobre gente sudando la gota gorda y pasando las de Caín. Ocurre que estos señores ateos, como los promotores del deporte, sufren como cerdos en la matanza; y, puesto que no hallan consuelo en su sufrimiento, quieren consolarse captando neófitos para sus padecimientos. Pues ya se sabe que nada consuela tanto el enfermo como conseguir que su enfermedad se contagie a otros; pero se trata de un consuelo cetrino y miserable.
Dios, según el estrafalario sentido de la realidad de estos señores ateos, es un ser tiránico que abruma y aflige a los hombres. Pero, si leemos las Escrituras, descubrimos que Dios no hace otra cosa sino invitarnos a un banquete eterno; y, cuando por fin se decide a acompañar a los hombres en su andadura terrenal, ¿qué es lo primero y lo último que hace? Pues lo primero que hace, nada más iniciar su vida pública, es transformar el agua en vino, para que los convidados de una boda puedan cantar y bailar alegremente; y lo último que hace es proponer a sus amigos que, cada vez que quieran rememorarlo, prueben el fruto de la vid. ¡Extraño modo de abrumar y afligir a los hombres!
A simple vista, la vida del creyente parece una muralla erizada de arduas privaciones; pero, salvada esa muralla, encontramos las danzas de los niños y el vino de los hombres. La vida del señor ateo, por el contrario, parece a simple vista encantadora y risueña; pero adentro se retuercen las serpientes de la desesperación. ¿Y qué es la desesperación? «Desesperación -decía Leonardo Castellani- es el sentimiento profundo de que todo esto no vale nada y el vivir no paga el gasto y es un definitivo engaño; y este sentimiento es fatalmente consecuente con la convicción de que no hay otra vida». La desesperación suele disfrazarse de alegría vocinglera; pero esta poseída de una sorda sed de destrucción y nihilismo. Estos señores ateos afirman, sin embargo, que la suya es la religión del disfrute y la alegría; a la vez que tratan de convencernos de que el cristianismo es la religión del dolor. Lo cierto es que todo ser humano alberga dentro de sí una proporción de dolor y otra de algería; lo que distingue al ateo del creyente es la distribución de esos dos componentes. El ateo hace depender esa alegría de los pequeños goces superficiales de la vida -el «comamos y bebamos, que mañana moriremos» de Menandro-, pero niega la alegría última de las cosas, porque está enfermo de una desesperación incurable. Al creyente, en cambio, no le están negados los goces superficiales de la vida; pero es capaz de sacrificarlos, o de tomárselos a broma, porque su gozo secreto está puesto en una alegría más fundamental. ¿Quién es más hombre? ¿Quien reserva su alegría para lo fundamental y sus penas para lo superficial o quien hace lo contrario? La alegría del ateo está constreñida al disfrute de unos pocos placeres mundanos y su dolor se expande por la inconcebible eternidad; puede agitar sus miembros en un éxtasis de abracadabra, y hasta entregarse al baile de San Vito, mas no por ello su cabeza dejará de estar hundida en un abismo desalentador, sin esperanzas ni anhelos. El dolor del creyente está, por el contrario, constreñido a unas pocas cosas fútiles, pero su alegría es ancha y venturosa, como una tarde pasada a la sombra de una encina leyendo las Geórgicas de Virgilio.
Decía Chesterton que la alegría, que es la pequeña publicidad del pagano, es el gigantesco secreto del cristiano. Por eso los señores ateos quieren pregonar su alegría pequeñita en los autobuses; porque saben que sus disfrutes no duran más que lo que tarda un autobús en cubrir su itinerario. Lo que viene después -también lo saben- es la desesperación; y como la desesperación engendra desconsuelo, quieren consolarse contagiándosela a los demás. Vanos pataleos de chiquilines emberrinchados.
abc.es
Con todo respeto para los que no tienen fe y tienen la valentía de publicarlo, me basta con mirar al firmamento en una noche clara para comprobar lo que ya sé: ésto no es obra de ningún ser humano. Me basta con enterarme de que una de mis hijas o una mujer cualquiera está embarazada o acaba de tener un hijo para maravillarme del gran milagro que se acaba de realizar, cuyo autor tampoco es ningún ser humano. Creo en un Dios personal, padre amoroso y misericordioso con quien me encontaré una vez pasada esta vida.. de que me voy a morir estoy seguro… No puedo escapar al sufrimiento ni al deterioro de mi cuerpo, pero eso es lo que menos me preocupa, pues estoy cierto de que entenderé el sentido de este misterio, con el favor de Dios.
Soy atea, excatolica desde hace mas de 17 años, soy una madre responsable, disciplinada y amorosa, he educado a mis hijos con valores de vida fundamentales, mi vida esta basada en el respeto hacia los demas, quiero dejarle al mundo hijos educados, responsables de sus acciones; cuando ayudo a alguien lo hago por el placer de hacerlo, jamas esperando una recompensa en otro mundo o en otra vida, mis placeres «superficiales» son: ver a mis hijos crecer como gente de bien, poner mi granito de arena para dejar este planeta mejor de como lo encontrè, ayudar a mis semejantes, ser una buena madre, hija, hermana, esposa, amiga, compañera de trabajo y vecina. No bebo alcohol, no fumo, no me drogo, no soy promiscua, no daño el medio ambiente, no daño a mis semejantes, si eso es tener alegrias pequeñas y superficiales, pues si, las tengo. DESESPERACION Y DESCONSUELO??? jaja, eso se les queda a los creyentes con sus eternos castigos y promesas de una vida despues de la muerte
MIS CINCO PREGUNTAS A DIOS
Primera: Consciente de la eternidad, pasaste una miríada de millones de años sin tu creación. Un día, hace pocos años tomando en cuenta la eternidad, asumiste la creación. ¿Qué hacías antes de la creación? ¿Por qué no tuviste esa inspiración desde el principio o desde esos cientos de miles de millones de años anteriores? Un dios, que todo lo sabe, tendría que haber sabido antes que iba a crear eso; pero si no lo hizo es porque no lo sabía. En tu caso, tuviste una ocurrencia muchos años después de no haberla tenido. Y una ocurrencia demerita a cualquier dios.
Segunda: ¿Cuál es el objetivo de esa supuesta creación con el hombre incluido como tu ser preferencial? O, en otras palabras, ¿para qué estamos en este mundo? ¿Para adorarte? Ningún dios necesita tener adoradores. ¿Para tu entretenimiento? Ningún dios se aburre de su situación. Y aquí me gustaría la respuesta contundente: ¿para qué estamos en este mundo?
Tercera: Sos todopoderoso, todo lo sabés. Imagino tu milagro: hubo un accidente de un bus y todos murieron pero un bebé de dos años quedó ileso colgando de la ventana con un precipicio abajo. Interviniste y cambiaste el destino del bebé, le diste otra oportunidad porque lo tenés destinado para fines muy grandes. Si cambiaste el efecto de ese accidente, matando a todos pero salvando solo a uno, es muy cruel; pero digamos que lo hiciste porque mucha gente oró. Dios, hace tres mil, dos mil o dos años, vos no sabías que eso iba a ocurrir. De haberlo sabido, habrías cambiado desde entonces el efecto del accidente evitando que el bebé muriera sin esperar que la gente orara y se requiriera tu intervención. Espero que me entendás, que lo pongo en duda: si sabías que eso iba a ocurrir, es muy cruel esperar al momento en que ocurre para cambiar el destino. Igual con los ateos blasfemos como yo: si sabías que yo iba serlo, simplemente no me dejás nacer o me hacés cambiar de parecer para no incomodar a tus seguidores; pero no podés hacerlo.
Cuarta: Tus designios son inescrutables, es decir: nadie sabe lo que pensás y hacés. Y lo tenés todo dispuesto. Si así es ¿por qué la gente te reza u ora esperanzados en que les cambiés su suerte o destino o los curés de una enfermedad? Nadie sabe lo que vos ya tenés dispuesto. Y, se rece o no, nadie puede cambiar tu voluntad. Pedírtelo (rezar, orar) significa que conocemos tu voluntad y que la podemos cambiar. ¿Por qué permitís esas manifestaciones a tus seguidores?
Quinta: Hace varios años, cuando yo era un jovencito soltero y pobre (a veces en mi casa no había qué comer), grité en un parque al frente de varios amigos: «dios… -suprimo la blasfemia-, si realmente existís, matame ahora mismo o haceme la vida difícil y problemática». Pues desde entonces he tenido una vida llena de felicidad y amor, viajes, reconocimientos, éxito, salud, un humor que ni vos tenés, amo a mi familia y ellos me aman a mí, nací en el país donde está la gente más feliz del mundo (y yo lo soy más que ellos)… y han pasado muchos años desde que dije aquello. ¿No es una contradicción y un pésimo ejemplo para tus fieles? Podría morirme hoy mismo… pero jamás eso contrarrestaría las decenas de años que llevo en pleno disfrute de la vida, que eso es, precisamente, la respuesta a para qué estamos en este mundo.
No se trata de una guerra entre el bien y el mal, donde, obviamente, el mal siempre es el villano. No es necesario ser un santo para tener principios morales y conocer los límites de nuestros actos.
soy ateo desde hace años y el hecho de serlo no quiere decir que no tengo sueños y no dejo de luchar ellos no soy un borracho,drogadicto,promiscuo o cualquier otra cosa que puedan imaginarse soy normal no creo en dios por que creer o no es lo mismo creí y me decepcione y me parece injusto que por no creer en dios nos tachen de todo lo malo que puede haber
soy ateo desde hace años y el hecho de serlo no quiere decir que no tengo sueños y no dejo de luchar ellos no soy un borracho,drogadicto,promiscuo o cualquier otra cosa que puedan imaginarse soy normal no creo en dios por que creer o no es lo mismo creí y me decepcione y me parece injusto que por no creer en dios nos tachen de todo lo malo que puede haber
soy ateo desde hace años y el hecho de serlo no quiere decir que no tengo sueños y no dejo de luchar ellos no soy un borracho,drogadicto,promiscuo o cualquier otra cosa que puedan imaginarse soy normal no creo en dios por que creer o no es lo mismo creí y me decepcione y me parece injusto que por no creer en dios nos tachen de todo lo malo que puede haber