En el año 70, con la destrucción de Jerusalén por orden del emperador Romano Tito (sucesor de Nerón), se marca el fin del judaísmo político. La Iglesia se dispersa, sobre todo por el Asia Menor, en donde se forman pequeñas comunidades seguidoras de las enseñanzas de Jesús.
La separación con el judaísmo se va haciendo cada vez más radical y evidente, por ejemplo, los cristianos ya no observan el sábado, sino el «Día del Señor» (Dominus Dei o Domingo).
Por otra parte, en las regiones dominadas bajo el imperio romano, en un principio y de manera providencial, el cristianismo pudo extenderse sin mayores dificultades debido a la tolerancia y la libertad religiosa de la cultura romana.
Por los años 70 los apóstoles habían desaparecido ya casi todos, dejando a las comunidades fundadas por ellos, la responsabilidad de mantener íntegra la fe recibida y vivir auténticamente el compromiso que deriva de ella.
Las comunidades abrazaban la fe con gran fervor y entusiasmo religioso, pero no faltaban los problemas internos causados por los errores y discordias internas. Para responder a los peligros se hace necesario exhortar al orden a los cristianos y sobre todo dar una organización más rígida a las comunidades.
Quiénes son los Padres Apostólicos
Durante este período, es decir, desde el año 70 al año 140, surgen los Padres Apostólicos, a quienes grandes evidencias los señalan como discípulos y sucesores directos de los Apóstoles. Hasta hoy se conservan algunos de los escritos de quienes, además de haber fortificado la fe de las primeras comunidades cristianas, fueran los primeros depositarios de la Tradición Apostólica.