Autonomía: Quiero mi libertad

Según crece, un niño pide y logra autonomía. Para saber cuando ir soltando la mano, es necesario probar sus grados de responsabilidad.

Si hasta hace poco nuestro hijo o hija se divertía inocentemente con el balde de arena en el jardín de la casa, a la vista de la mamá y los hermanos, es precisamente a esta edad, alrededor de los siete años, cuando él o ella comienzan a pedirnos continuamente “permisos” que los alejan de nuestro cuidado visual.

Quizá sea durante este verano, por ejemplo, que pida algunas nuevas libertades: irse con amigos de excursión, quedarse hasta más tarde en la playa con ellos, andar en bicicleta con los otros niños por el barrio…

¿Debemos dejarle? Todo depende de la madurez de nuestro hijo, por supuesto, pero un niño o una niña entre los siete y los diez años está en un período apropiado para ir adquiriendo más autonomía, a la vez que más responsabilidad y madurez. Dentro de poco será adolescente y sería muy bueno que para entonces hubiese aprendido a responder por sus actos.

¿LO DEJO O NO?

La teoría quizás sea muy fácil: el hijo o la hija han de tener la oportunidad de emprender más iniciativas por sí mismos. Pero, ¿cómo la llevamos a la práctica? Poco a poco. Es decir, un día pretenderá irse en bicicleta solo con los amigos por el campo. Le diremos que no se meta por el barro. Si cuando vuelve está relativamente limpio y la bicicleta también, nuestro hijo está preparado para dar otro paso más en la adquisición de libertades.

Casi podemos decir que se trata de un círculo vicioso (en este caso virtuoso). Hemos de conceder a nuestro hijo la debida autonomía, siempre y cuando sepamos que podemos confiar en él. Esto, a su vez, le hará ser más responsable y madurar, pues se dará cuenta de que nosotros confiamos en él y no querrá defraudarnos. Y, por eso, estará preparado para recibir un nuevo grado de autonomía.

CONFIAMOS EN ÉL

Es necesario insistir en la idea clave de la confianza. Sabemos que podemos confiar en nuestro hijo y por eso lo dejamos irse de paseo, o a la piscina con el hermano mayor de uno de sus amigos. Y el hijo, que se da cuenta de que sus padres confían en él, será más responsable y merecerá que le demos más libertades en ocasiones posteriores.

De este modo, cuando lo que nos pida sea una locura, o dudemos de si está maduro para ello, le negaremos el permiso. Pero siempre hay que hacerlo razonando los por qués. No es bueno para él que le demostremos desconfianza.

Hay que dejarle claro que nos negamos por razones objetivas, externas al niño o niña: "No puedes ir a nadar al río porque hay corriente".

APRENDER DE LOS ERRORES

A veces, habrá que hacerse el distraído, exponerse a ser engañado en cosas de poca importancia (con una ingenuidad sólo aparente), antes que mantener ante los hijos una actitud de desconfianza o de recriminación constante.

Hay que crear un ambiente de libertad en el que nuestro hijo se sienta a sus anchas, aunque también perciba que el control existe. Así, el buen ejemplo rendirá sus frutos. Habrá que desechar las sospechas injustas, y la confianza ayudará a que se duela sinceramente cuando defraude a sus padres.

Por eso, a veces no importa dejar que nuestro hijo se equivoque, porque de los errores también se aprende y quizá más. Si no existen peligros serios, es bueno que afronte por sí mismo las contrariedades.

PODEMOS ESTAR TRANQUILOS

Nuestro hijo en esta etapa no es tan chico, pero tampoco tan grande. Hay una serie de condiciones que deben cumplirse antes de que les demos libertades, especialmente en verano:

– Hemos de extrañarnos cuando nos pida algo que suponga no venir a almorzar, o llegar más tarde a comer. Hay que respetar los horarios familiares y si no se levanta temprano ni cumple con su encargo en la casa, quizás no se merezca que le demos esa autonomía.

– Confiamos en el niño, pero estaremos más tranquilos si cuenta con naturalidad en la casa lo que hace con los amigos en su tiempo libre, sin omitir ni mentir. En caso contrario, si esconde algo, probablemente no sea nada bueno.

– Que nuestro hijo vaya en grupo con sus amigos nos da más seguridad, sobre todo si los conocemos a todos y podemos confiar también en ellos. Además, es bueno estimular a nuestro hijo y a sus amigos para que se junten con sus hermanos o primos mayores.

CUIDADO CON LOS EXTRAÑOS

Un niño o niña de siete a diez años ya puede comprender que debe cuidarse de los extraños y que hay personas malas por el mundo. Debe saber que no tiene que hacerles caso ni permitir que se le acerquen a hablar. Así nos ahorraremos sustos y preocupaciones. Del mismo modo, también podemos explicarle las normas de seguridad vial, porque no estaremos con él en todo momento para cruzar la calle.

Una condición básica es conocer siempre donde está el hijo, aunque no lo veamos. Puede desaparecer después de tomar desayuno hasta la hora de almorzar, pero sólo si sabemos que está en casa de su amigo.

Del mismo modo, es mejor que se diviertan en espacios seguros o cerrados como un condominio, el camping donde estamos, una asociación juvenil o club deportivo. El entorno conocido y con acceso controlado da seguridad.

METAS POSIBLES

– Reflexionar si le estamos dando alguna responsabilidad al niño o niña en la casa (regar el jardín, cerrar las persianas, llevar la ropa sucia al lavadero). En caso contrario, puede ser ya hora de que ayude para que sepa lo que es responder por algo.

– Cuando pida permiso, demostrar siempre que confiamos en él, aunque haya que denegárselo porque se trata de algo peligroso.

– Si lo que nos pide es una locura, procurar justificar el “no” con razones objetivas.

– Para que aprenda a valerse por sí solo, podemos dejarle ir de paseo o de gira deportiva con personas de confianza y sin separarse del grupo.

– A veces, podemos recortar la libertad de nuestro hijo por miedo a que se equivoque. Pero de los errores también se aprende, y quizás más.

– Para darle a nuestro hijo la oportunidad de demostrar que confiamos en él, podemos hablar con las mamás de sus amigos para que vayan cada vez a una casa distinta a jugar. Así, sin sus padres cerca, tiene más libertad, pero sigue vigilado. La madre "anfitriona" tendrá que aceptar por esa tarde un trabajo extra.

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