CEREMONIA DE DESPEDIDA
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Aeropuerto internacional Nsimalen de Yaundé
Viernes 20 de marzo de 2009
Señor Presidente,
Distinguidos Representantes de las Autoridades Civiles,
Señor Cardenal Tumi,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Queridos hermanos y hermanas
En el momento en que me dispongo a dejar Camerún, habiendo completado la primera parte de mi Visita Apostólica en África, deseo agradeceros a todos por la generosa acogida que me habéis dispensado en estos días. El calor del sol africano se ha reflejado en vuestra calurosa hospitalidad. Agradezco al Presidente y a los miembros del Gobierno todas sus corteses deferencias. Agradezco a mis Hermanos en el Episcopado y a todos los fieles católicos, que durante las liturgias que hemos celebrado juntos, han dado un ejemplo tan sugestivo de un culto gozoso y exuberante. Asimismo, me alegro de que miembros de otras Comunidades eclesiales hayan estado presentes en algunas de nuestras asambleas, y renuevo mi saludo respetuoso a ellos y a sus responsables. Me gustaría expresar mi profundo reconocimiento por todo el trabajo que han hecho las autoridades civiles para asegurar un desarrollo sereno de mi visita. Pero, sobretodo, quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que han orado intensamente para que esta visita pastoral produzca frutos para la vida de la Iglesia en África. Os pido que continuéis rezando para que la II Asamblea Especial del Sínodo de Obispos para África sea un momento de gracia para la Iglesia de este Continente, un tiempo de renovación y de nuevo ardor en la misión de llevar el mensaje de salvación del Evangelio a un mundo lacerado.
Muchos de los momentos que he vivido durante estos días quedarán profundamente grabados en mi memoria. En el Centro Cardenal Léger, fue conmovedor observar el cuidado dispensado a los enfermos y discapacitados, a algunos de los más vulnerables de nuestra sociedad. Esta compasión al modo de Cristo es un signo palpable de esperanza para el futuro de la Iglesia y para el futuro de África.
Mi encuentro con los miembros de la comunidad musulmana aquí, en Camerún, ha sido otro momento culminante que no olvidaré. Mientras continuamos hacia una mayor comprensión mutua, pido para que crezcamos en el respeto y estima recíprocos, y afiancemos nuestra decisión de colaborar para proclamar la dignidad que Dios ha dado a la persona humana, un mensaje que nuestro mundo fuertemente secularizado tiene necesidad de oír.
El motivo principal de mi viaje a Camerún ha sido visitar a esta comunidad católica. Con gran gozo he tenido tiempo de compartir algunos momentos fraternos con los Obispos, y de celebrar la liturgia de la Iglesia con tantos fieles. He venido precisamente para compartir con vosotros el momento histórico de la promulgación del Instrumentum laboris para la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Ciertamente estamos ante un momento de gran esperanza para África y para el mundo entero. Cameruneses, os animo a percibir la importancia del momento que el Señor os ha ofrecido. Responded a su llamada que os compromete a ser portadores de reconciliación, sanación y paz a vuestras comunidades y a vuestra sociedad. Trabajad por eliminar la injusticia, la pobreza y el hambre allá donde las encontréis. Dios bendiga a este hermoso país, «África en miniatura», un País de promesas, una tierra de gloria. Dios os bendiga.