El ser humano no pierde su dignidad con la enfermedad o la vejez
Palabras del Papa Juan Pablo II el 13 de noviembre de 2004
«La medicina se pone siempre al servicio de la vida», afirma
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 12 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II constató este viernes que la enfermedad o la vejez no afecta en lo más mínimo la dignidad de la persona humana, a cuyo servicio debe estar siempre la medicina.
«La medicina se pone siempre al servicio de la vida –afirmó–. Incluso cuando sabe que no puede vencer una grave patología, se esfuerza por aliviar los sufrimientos».
Escuchaban al Santo Padre los seiscientos participantes en la conferencia internacional que organiza en el Vaticano del 11 al 13 de noviembre el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre «Los cuidados paliativos».
«Trabajar con pasión para ayudar al paciente en todas las situaciones significa tomar conciencia de la dignidad inalienable de cada ser humano, incluso en las condiciones extremas del estadio terminal», constató el Santo Padre en el discurso que entregó en italiano dirigido a personal sanitario, agentes de pastoral, expertos en bioética, teólogos, etc.
«El sufrimiento, la vejez, el estado de inconsciencia, la inminencia de la muerte no disminuyen la intrínseca dignidad de la persona, creada a imagen de Dios», indicó el pontífice.
«Entre los dramas causados por una ética que pretende establecer quién puede vivir y quién puede morir, está el de la eutanasia», reconoció.
«Aunque esté motivada por sentimientos de una malentendida compasión o de una malentendida dignidad que hay que preservar, la eutanasia en vez de rescatar a la persona del sufrimiento, la suprime», aclaró.
«Por el contrario, la verdadera compasión promueve todos los esfuerzos razonables a favor de la curación del paciente. Al mismo tiempo, ayuda a detenerse cuando toda intervención deja de ser útil para alcanzar ese fin».
De hecho, aclaró, «el rechazo del ensañamiento terapéutico no es un rechazo del paciente y de su vida».
«La decisión eventual de no emprender o de interrumpir una terapia se considera éticamente correcta cuando ésta resulte ineficaz o claramente desproporcionada respecto a los fines de sostener la vida o la recuperación de la salud», indicó el Santo Padre.
«El rechazo del ensañamiento terapéutico, por lo tanto, es expresión del respeto que en todo momento se debe al paciente», subrayó.
El Papa alentó la adecuada utilización de cuidados paliativos, como los analgésicos, así como la formación a todos los niveles de personal en este sentido.
Los atentados contra la vida constituyen una de las preocupaciones que más inquietan al Papa, como también lo demuestra el mensaje que ha enviado a la Asociación de Médicos Católicos Italianos, que están celebrando su Congreso Nacional en Bari, publicado este viernes por la Sala de Prensa del Vaticano.
Recordando los principios éticos que fundamentan el Juramento de Hipócrates, la misiva pontificia señala «no existen vidas indignas de ser vividas; no hay sufrimientos, por muy penosos que sean, que puedan justificar la supresión de una vida; no existen razones, por mayores que sean, que favorezcan la "creación" de seres humanos destinados a ser utilizados y destruidos».