Harry Griffin: «Así clonaré al hombre»
Expertos católicos: se trata de un experimento «intrínsecamente ilícito»
Harry Griffin, el científico británico que quiere clonar embriones humanos ha ofrecido una entrevista al diario italiano «La Repubblica» en la que ofrece elementos interesantes sobre su proyecto.
La primera pregunta del entrevistador refleja lo que muchas personas piensan sobre el tema. «Clonar un embrión humano, ¿no es jugar a imitar a Dios?». El científico inglés, que sólo espera la luz verde del gobierno británico para iniciar sus experimentos en humanos, responde así: «No lo es. Antes que nada porque nosotros los científicos no jugamos, tratamos de responder a una exigencia de nuestra sociedad, curar sus males, miserias y sufrimientos. Segundo: porque imitar a Dios es lo que la humanidad está haciendo desde hace cuatro o cinco mil años. Cuando Chris Barnard cogió el corazón de un hombre y lo colocó en el pecho de otro, ¿no estaba quizá imitando a Dios? Y cuando, hace veinte años, un doctor inglés hizo nacer a la primera niña probeta, ¿qué otra cosa estaba haciendo? Todas las curas de todas las enfermedades son el fruto de la ambición humana de imitar a Dios».
El científico asegura que, en cuanto tenga el permiso, comenzará su proyecto. ¿Cómo? «Le puedo decir cómo se podría hacer, pues ni siquiera lo hemos intentado. Se coge el óvulo de una mujer…».
Un momento, ¿Dónde lo coge, en el supermercado? «Bien –responde el científico– hay óvulos sobrantes que se producen cuando las mujeres se someten a tratamientos de fecundación artificial. No son muchísimos, algunos miles en Gran Bretaña, pero, para la experimentación son suficientes». Griffin sigue explicando el procedimiento: «Se coge el óvulo, se le vacía del DNA materno, se quita del núcleo el patrimonio genético de la madre biológica. En su lugar, se mete una célula adulta de un ser humano. Se cultiva "in vitro" como se hace con la fecundación asistida. Si todo va bien, se desarrolla un embrión.
Se espera a que maduren las células estaminales, que se pueden desarrollar como cualquier tejido u órgano. Las extirpamos y probamos a cultivarlas para que se conviertan en una especie de reprogramador automático del organismo, un reparador de enfermedades degenerativas o incluso, en base para transplantes de tejidos como piel artificial, cartílagos o una vejiga. Y además compatible con el sistema inmunitario del enfermo».
Al final, el científico explica que, una vez usadas estas células, se mata al embrión, como se hace ahora con los de animales. ¿Y no es esto matar una vida? «No – responde– matamos a un embrión.
El embrión tiene su propio estatuto jurídico especial en la ley inglesa, pero no el de un ser humano. Sé que muchos no piensan igual. Pero esta es una materia sobre la que decide la ley, no los obispos o los científicos. Y la ley de nuestro país es clara». Según informaba ayer el diario inglés «Daily Telegraph», la comisión de expertos creada por el gobierno para analizar este argumento se ha declarado a favor de la clonación de embriones para crear tejidos y órganos para trasplantes. El periódico explica que en virtud del informe de la comisión, la aprobación de los ministros está prácticamente asegurada.
De todos modos, un portavoz del Ministerio de la Salud ha explicado que los expertos todavía no han acabado el informe y que, por consiguiente, todavía no ha sido presentado al gobierno.
Un experimento ilícito y peligroso
El Centro de Bioética de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, dirigido por el arzobispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, ha explicado en un comunicado que «la clonación hace del individuo un simple medio». Sin embargo, «el individuo humano tiene que ser respetado como persona desde la fecundación».
La clonación, propuesta con finalidades terapéuticas, «con el objetivo de evitar la transmisión de enfermedades» genéticas «representaría una generación asexual con objetivos eugenésicos».
Los expertos católicos reconocen que sería mucho más grave el que el proyecto acabara generando personas humanas clonadas, «privadas de su unicidad biológica». En este sentido, aclaran que estos individuos nunca serían idénticos, «desde un punto de vista ontológico y psicológico, pues la cultura y el ambiente forjan personalidades diferentes», como sucede con los gemelos monocigóticos.
Ahora bien, la «unicidad biológica es fundamento de la dignidad y de los derechos de la persona, entre los que está el de heredar una constitución genética que no esté alterada».
En definitiva, según la moral cristiana, «la propuesta de la clonación humana es intrínsecamente ilícita, prescindiendo de sus finalidades».
Clonación animal
En el caso de los animales el caso es diferente y la clonación podría admitirse. Según explica el Centro de Bioética de la Universidad católica de Roma, «la clonación animal y vegetal debe estar orientada al bienestar del hombre y del ambiente en el que vive; las experimentaciones no tienen que provocar a los animales sufrimientos injustificados o desproporcionados al bien que se pretende realizar; los procedimientos deben ser sometidos al juicio y eventual aprobación de los comités de ética específicos, para garantizar el respeto de las normas de seguridad sanitaria y de protección animal».
Por último, antes de realizar estas experiencias, es necesario estar seguros de que no se creará «un desequilibrio del ecosistema, anulando la biodiversidad y abatiendo las barreras entre las especies, con el riesgo de transmisión de enfermedades del animal al hombre».