No se puede reducir la corporalidad humana a la categoría de un organismo vivo con órganos y estructuras corporales al modo como lo es un vegetal o un animal
Porque la persona es su cuerpo y no solamente lo tiene, la identidad personal, ser un “quien”, es producto de la vida que cada quien a vivido desde la dotación natural recibida, hasta el momento de deshacerse de su cuerpo y trascender. Las características y expresiones corporales son características y expresiones de la persona, muestran al hombre. Las ciencias positivas no pueden dar cuenta de este hecho, porque mucho de la realidad y de los procesos personales se escapa y rebasa a sus descripciones. Por eso la biología humana no es zoología.
El cuerpo humano tiene una bondad y dignidad que no tiene nada que ver con los reduccionismos actuales. El cuerpo humano ha sido creado por Dios y por lo tanto, es bueno y tras la encarnación de Jesucristo ha sido elevada su dignidad, como imagen de Dios y templo del Espíritu Santo. El cuerpo humano es el medio por el cual se expresa y revela la persona humana y por lo tanto, no puede ser reducido a un conjunto de órganos y funciones, ni valorado en forma similar al cuerpo de los animales. Algunas de estas funciones están sometidas a su propio significado natural, pero no se agotan en el.
La libertad se expresa a través de la voluntad pero, los hombres utilizamos también a la inteligencia. Tratamos de conocer la realidad a través de la inteligencia que esta íntimamente relacionada con la corporeidad. El espíritu es la fuerza configuradora del cuerpo, a la vez que es expresión del espíritu, Por tanto, todo conocimiento humano incluye en sí una estructura sensible.
Los sentidos corporales son las puertas de nuestro conocimiento
Se distinguen los sentidos inferiores y los superiores. Entre lo inferiores se encuentran –según Lersch – los órganos sensitivos de la piel, el sentido cinestésico, el sentido del olfato y del gusto, son sentidos de orientación en el mundo. Los sentidos superiores, nos permiten conocer con más objetividad, son la vista y el oído. Dan acceso al espacio de una situación vital concreta y sirven de vehículo al mundo espiritual y sobretodo transmiten la palabra, es decir, que facilitan la comunicación entre las personas. El oído, es más rico en connotaciones y esta más unido al espíritu que a la vista. Por eso, la sordera afecta más a la persona que la ceguera, porque separa a las personas. Aunque ambas pueden superarse de algún modo y permitir relaciones personales.
La actividad cerebral. La mente
Permite a la persona el ejercicio de virtudes, la adhesión a la verdad y al bien, porque mediante el recto uso de la libertad se refleja la imagen de Dios y la persona responde al llamado personal que Dios le hace para establecer una comunicación de amor y entrega mutua, cumpliendo así plenamente su fin y razón de ser.
La memoria retiene algunos acontecimientos, abriendo sensación de pasado. La estimativa me abre la dimensión de lo que puede llegar a pasar en el futuro y la imaginación me permite que olvide mi alrededor, sumergiéndome en otro mundo.
A través de los sentidos recibimos información desde fuera y la elaboramos en un proceso muy complejo hasta llegar a un conocimiento espiritual. La voluntad, está bajo la influencia de la inteligencia, ésta le presenta algo que puede querer o rechazar, es decir, que el entendimiento proporciona los datos y según estos se puede decidir; por eso, es importante que los datos sean verdaderos y excluir la ignorancia y el error; para llegar a la verdad cada vez más plena, la voluntad estimula el entendimiento. A su vez, la inteligencia, esta también influida por la voluntad, por ejemplo, puedo sentir miedo y por eso decido tener más conocimientos antes de actuar, o puedo actuar enseguida si lo que se me presenta aparece como muy apetecible y por lo tanto, no deseo más información y decido no emplear más el entendimiento. Tanto la inteligencia como la voluntad, tienen objetos universales que se incluyen mutuamente: Lo verdadero, es un aspecto del bien universal y lo bueno es una razón de verdad. Por lo tanto, como dice Sto. Tomás, la libertad es la obra conjunta de la inteligencia y de la voluntad. Es la propiedad de tener en sí mismo el principio de cada actuación procedente de forma consiente.
Sin embargo, la vida humana no siempre es consciente, es decir que en ocasiones somos incoscintes; la inconsciencia es el conjunto de procesos psíquicos que escapan a la introspección; se trata de acontecimientos de la vida pasada olvidados, que presionan en la conciencia del presente, a la que condicionan en diversos grados, quedando así eliminada toda actuación de la inteligencia y de la voluntad, y por lo tanto, la persona no es responsable de sus actos. Mientras no aparece la conciencia no puede haber responsabilidad moral.
El mundo de la afectividad
Comprende experiencias de diversos niveles, desde las sensaciones corporales, los sentimientos psíquicos, hasta los sentimientos espirituales. En sus sentimientos está presente tanto, un componente sensible, como la afectividad superior.
Los sentimientos pueden obscurecer la verdad, normalmente es por ellos que la voluntad frena la actuación del entendimiento; por eso, las experiencias afectivas deben ser controladas por la voluntad y aquellos sentimientos que no corresponden a mi proyecto vital, deben ser desaprobados hasta el punto que no influyan en mi actuación. Esto es posible porque, la persona no puede evitar sentir pero, puede elegir si quiere hacer o no lo que los sentimientos le dictan. Cuando un sentimiento se prolonga en la actuación se hace propio, y cuanto más profunda, intensa y persistente sea la vivencia afectiva más difícilmente se deja orientar por la voluntad.
El comportamiento delata los sentimientos de modo más directo, visible y auténtico que las palabras. El objetivo es tener los sentimientos adecuados para cada situación, aunque ésta pueda exigir un sufrimiento profundo. Los sentimientos son directivos del futuro, por eso, es conveniente conocerse y tener en cuenta que el estado de ánimo influye sobre nuestra visión del mundo.
Los seres humanos necesitamos de los demás física, afectiva y espiritualmente; así también necesitamos del amor de Dios y cuanto más cerca estemos de Él, más fácil nos resultara vivir el amor dadiva con respecto a los demás ya que, es un reflejo del amor divino que es generoso e incansable; una persona capaz de éste tipo de amor es tan libre que es capaz de amar a los que otros rehuyen. También, nos será más fácil vivir ese tipo de amor dádiva hacia Dios, el hombre le regresa su corazón, dado por Él. Es decir, que la libertad que Dios le ha dotado, llega a su máxima realización cuando se la devuelve a su creador, potenciando así su libertad para amar. Entonces, mi autodeterminación consiste en hacer lo que Él me diga, todos mis movimientos deben estar ordenados a éste fin. La persona humana ha sido creada por amor, en el amor y para el amor. Cuanto más se parece a Cristo en su amor apasionado por el Padre y por sus hermanos los seres humanos logran una intensidad de vida personal que les distingue de los demás seres de la creación que existen para sostenerse a sí mismos, para la reproducción de la especie y para morir, a diferencia de la persona humana que se realiza en el amor total, desinteresado, integro y pleno hacia Dios y los demás.
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