«Inmaculada y Juan esperaban su tercera hija cuando recibieron una trágica noticia: la pequeña María tenía anencefalia, una malformación congénita incompatible con la vida. Los médicos aconsejaron reiteradamente el aborto, pero ellos sabían que el aborto no era solución, al revés, que el mayor sufrimiento comenzaría con el aborto. Inmaculada y Juan decidieron cuidar y amar a su hija hasta el momento en que el Señor se la quisiera llevar. Ahora recuerdan el nacimiento de María como uno de los momentos más llenos de amor de su vida y tienen la certeza de haber cumplido con ella su misión como padres.
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