La psicóloga clínica trata a mujeres que sufren psicológicamente a causa de la actual percepción social y cultural del hecho de ser madre
Raquel Quelart
Es una de las experiencias más gratificantes pero, a la vez, comporta sufrimiento. Ser madre requiere un gran esfuerzo en la sociedad de hoy en día, donde los referentes clásicos de la maternidad se entremezclan con estereotipos tan dañinos como el de «mujer 10» – activa, bella y trabajadora incansable. Sin embargo, lejos de alcanzar la felicidad, muchas de las que se empeñan en conseguir estas metas irrealizables acaban desarrollando cuadros de ansiedad, estrés, malestar crónico y demás enfermedades. Así lo ha podido comprobar la psicóloga clínica Gemma Cánovas, autora del libro El oficio de ser madre. La construcción de la maternidad, a lo largo de su amplia carrera profesional asesorando a centros psicopedagógicos, escuelas, guarderías y centros de atención para la mujer. En este escenario se ha encontrado «abuelas ejerciendo de madres más que de abuelas, madres desgastadas por horarios pensados para hombres de perfil clásico y jornadas extenuantes». Cánovas asegura que «a veces se olvida que toda madre es una mujer, un ser humano con una trayectoria vital determinada, con sus propios deseos y necesidades».
– ¿Por qué es un oficio ser madre?
– La palabra «oficio» tiene una connotación artesanal. El ejercicio de la maternidad es una labor a largo plazo, una construcción, que no se puede hacer en serie como una pieza de fábrica.
– Se tiene que aprender.
– Exacto. El título de madre no lo dan en la sala de partos ni con el certificado de idoneidad para adoptar a un hijo.
– ¿En qué se fundamenta?
– En la experiencia vital, aunque ninguna mujer parte de cero: todas hemos tenido una madre y hemos ido asimilando los mensajes que nos llegan a través de la sociedad y la cultura.
– ¿Los estereotipos sociales y culturales sobre la maternidad han perjudicado a la mujer?
– Sí, ya que le atribuyen una capacidad innata para criar a los hijos sin esperar nada a cambio. Como colectivo, nos han adjudicado el rol de grandes cuidadoras no cuidadas.
– Vaya, qué injusticia.
– Ser madre no significa dejar de tener tus propios deseos, expectativas, limitaciones, ni dejar de escucharte a ti misma. Pero, en cambio, social y culturalmente, cuando una mujer tiene un hijo pasa a existir sólo en función de su rol como madre.
– Pondré un ejemplo: una mujer que decide pedir una excedencia o una reducción de jornada para criar a su hijo no lo está haciendo mejor o peor que otra que decide trabajar. Son maneras diferentes de enfocarlo y todas tienen que ser respetadas. La cuestión básica es que sean libres para escoger, pero ahora no lo son.
– ¿Ah, no?
– Antes se las presionaba para que se quedaran en casa cuidando de los hijos, ahora es a la inversa: no pueden dejar de trabajar. Si deciden hacerlo, habrá, incluso, otras mujeres que las miren mal.
– Y esto también repercute en los niños.
– La maternidad será mejor cuando las madres aprendan a escucharse a sí mismas, porque si están mal, los hijos también lo estarán. Y esto que parece tan simple, no es tan fácil a la práctica. Los arquetipos clásicos de la maternidad la idealizan potenciando el perfil de la madre sacrificio, lo cual no es sano. Tampoco significa que tengan que ser narcisistas, pendientes todo el día de sí mismas.
– Según esta lógica, ¿qué es la maternidad?
– Es importante que las mujeres no lo vivan como un mandamiento, que quieran ser madres porque toca comprarse el piso, casarse y tener hijos. No se puede plantear así una cuestión tan trascendental en la vida.
– ¿Y qué debemos hacer antes de tener un hijo?
– Reflexionar, contactar primero con el deseo, porque si una mujer busca la identidad femenina en la maternidad, no la encontrará. Además, un niño nota cuando realmente la madre está insatisfecha y buscando respuestas en él que no puede encontrar.
– ¿Qué tipo de respuestas?
– ¿Qué es una mujer? Es la pregunta que siempre tenemos en el inconsciente. La respuesta no está únicamente en la maternidad, sino también en el trabajo, la amistad, la familia, ámbitos a través de los cuales también se puede sentir realizada.
– ¿Y qué ocurre cuando centra su vida en la maternidad?
– Puede surgir el síndrome del nido vacío, que padecen muchas mujeres cuando sus hijos se hacen adultos y se emancipan. Sienten un gran vacío existencial y se preguntan: Y ahora, ¿cuál es mi misión en el mundo? Lo pasan muy mal.
– ¿Surgen otros problemas?
– Existe otro peligro: la inhibición del niño, que no rinde en el colegio y/o actúa como si fuera mucho más pequeño para la edad que tiene. Aparece como consecuencia de una demanda inconsciente de la madre para que no crezca. ¡Traté el caso de un niño a quien la madre le daba de comer en la boca con ocho años de edad!
– Increíble.
– La otra cara de la moneda son los padres que hacen crecer a sus hijos antes de tiempo, una tendencia que aumenta año tras año, según explican psicólogos, educadores y maestros. Y es que cada vez hay más niños que hacen cosas que no les pertenecen para su edad.¡Hay que con siete años ya no juegan con juguetes y niñas que con diez años van pintadas a clase!
– ¿Y cómo reaccionan los padres?
– Se sienten impotentes delante de esta tendencia social. Si en la familia no hay conciencia de ello y no se cultiva suficientemente el diálogo con los hijos o los temas que se tratan son superficiales, estos mensajes encuentran un terreno abonado. Los padres tendrían que ir contracorriente y plantar cara a las presiones económicas y mediáticas.
– Pero muchas veces no tienen suficiente tiempo para dedicar a los hijos.
– También es cierto. Muchas madres tienen que hacer largas jornadas laborales y cuando llegan a casa, cansadas, aún les esperan las tareas domésticas.
– ¿Ser madre es más difícil hoy que hace 30 años?
– En este aspecto sí. Las mujeres reciben un doble mensaje: por un lado, tienen que continuar ejerciendo a la perfección la maternidad, como hicieron sus abuelas o sus madres, y por el otro, hacer frente a un estilo de vida completamente diferente, con presiones para ser siempre activas y económicamente solventes.
– Vaya, el estereotipo de «la mujer 10».
– Y como es difícil compatibilizarlo todo, se sienten culpables. Esto causa altos niveles de ansiedad, ciertos grados de depresión y sobre todo malestar psicosomático que se traduce en enfermedades físicas.
– ¿Cómo cuáles?
– Cansancio crónico, dolor en las articulaciones, problemas para conciliar el sueño, irritabilidad, dificultades al tratar con la pareja o al mantener relaciones sexuales. Un síntoma es que cada vez hay más mujeres de 40 años con reuma, una enfermedad que antes padecían más las mujeres de 60 años.
– Pero siempre se ha dicho que las mujeres son más fuertes que los hombres.
– La mujer ha sido durante años la sostenedora tradicional de la familia y se ha acostumbrado a sufrir, pero eso pasa factura. Las mujeres jóvenes de hoy podrían llegar a la vejez en peores condiciones que sus madres o abuelas.
– Pero cada vez son más las que deciden retrasar la decisión de tener un hijo.
– Es cierto, aunque es muy importante que no vean en la maternidad sólo la dimensión de sacrificio. Lo que tiene que cambiar es la mirada social respecto a este tema: una mujer que se quede embarazada no debería ser penalizada en el trabajo. En cambio, actualmente, la mujer vive la maternidad como si fuera una delincuente, cuando es algo que se tendría que cuidar y proteger. Una sociedad que descuide a sus mujeres y niños es una sociedad que no se quiere a sí misma porque los niños son el futuro.
– ¿Los roles del padre y de la madre son diferentes?
– Las funciones son cada vez más intercambiables -no todas, obviamente-, pero hay que diferenciar las vivencias. Está comprobado que cuando una madre llega cansada o irritada a casa, ese estado anímico lo transmite al niño. La criatura recibe con más intensidad los sentimientos de la madre que los del padre hasta los cinco años de edad.
– Pero a veces las madres tienen sentimientos negativos respecto a sus hijos.
– La maternidad se ha mitificado y se habla poco del sentimiento de hartazgo respecto a los hijos que pueden sentir algunas madres en determinados momentos de su vida. En este sentido, hay madres que me han llegado a decir que sintieron ganas de soltar el cochecito del bebé en plena calle porque tenían un mal día. Pero no es lo mismo pensar que actuar. Lo primero es admitirlo y hacerse preguntas. A lo mejor descubren que no se están dando suficiente espacio para ellas mismas.
– ¿Los futuros padres sin demasiado tiempo deberían tener hijos?
– Sí, en esas condiciones tienen que tratar de priorizar la calidad del tiempo que estén con sus hijos y no tanto la cantidad. Cuando estén con ellos, que disfruten al máximo de la relación, que favorezcan el diálogo y sepan captar sus necesidades.
– ¿Algún consejo más?
– Si se tiene que distanciar a menudo de su hijo, intente trazar un hilo invisible con su subconsciente.
– ¿Cómo hacerlo?
– Una amiga que por razones de trabajo tenía que viajar bastante me explicó que, cuando estaba fuera de casa, le decía a su hijo pequeño que cada noche mirara una estrella, que ella al mismo tiempo también la estaría mirando y así se conectarían. También hay madres que les dibujan un corazón y les dicen: «Mira, mientras yo esté trabajando, tú estarás en la guardería o con los abuelos, pero, ves, acuérdate de que siempre te llevo dentro de mi corazón».
Barcelona
La Vanguardia