El 9-11, fecha del atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, se ha convertido en un icono de que nadie se escapa del terrorismo. Y 17 años después, este triste suceso es ya también un símbolo de las millares de víctimas del fanatismo en todo el mundo. ¿El odio tiene la última palabra en el panorama internacional?
- En la raíz del terrorismo. La historia reciente de Medio Oriente es muy compleja, pues se trata de culturas diversas que los occidentales agrupamos de un modo simplista al etiquetarlas como los “países árabes”. Y también podemos errar al reducir su problemática a un “asunto de petróleo”.
Sin embargo, es un hecho que algunas facciones violentas de esos países han utilizado una combinación muy explosiva para justificar el terrorismo: el sentimiento nacionalista y el sentido religioso del pueblo. El resultado ha sido una espiral de odio, pues la violencia ha generado más violencia.
- Religión y terrorismo. Varios grupos terroristas procedentes de Medio Oriente han instrumentalizado a la religión islámica, utilizándola como motivación para los sicarios, a los que convencen de que están realizando un acto de martirio.
Pero las religiones no deben ser utilizadas como motivo para pelear, ni para reivindicar causas sociales o políticas. Poco después del ataque bélico de Estados Unidos a Afganistan, como represalia del atentado en NY, Juan Pablo II ya muy anciano, hizo un llamamiento a todos los creyentes de cualquier religión.
Les pidió que todos “cooperemos para edificar un mundo libre de violencia, un mundo que ame la vida y se desarrolle en la justicia y en la solidaridad”. Y les recordó que “la religión no debe ser jamás utilizada como motivo de conflicto”.
- El terrorismo sólo produce dolor. En septiembre de 2015, el Papa Francisco realizó una Visita apostólica a los Estados Unidos, durante la que visitó el Memorial del 11 de septiembre. En la llamada Zona Cero, el Pontífice tuvo un encuentro interreligioso.
En su discurso, el Papa rememoró el dolor por las miles de vidas “que fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción”, e imaginó el “grito silencioso” de quienes sufrieron en su carne “la lógica de la violencia, del odio, de la revancha. Una lógica que lo único que puede causar es dolor, sufrimiento, destrucción, lágrimas”
- La paz, misión conjunta de las religiones. Desde las Jornadas de oración por la paz, instituidas por Juan Pablo II en 1986 y continuadas por sus sucesores, cada años los líderes de las religiones del mundo se unen en Asís (Italia) para rezar juntos por la paz de todo el mundo.
Y lo mismo hizo Francisco, en ese mismo encuentro en la Zona Cero, delante de varios líderes religiosos. El Papa expresó su deseo de que la presencia de todos ellos, “sea un signo potente de nuestras ganas de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación, fuerzas de paz y justicia en esta comunidad y a lo largo y ancho de nuestro mundo”.
El Pontífice señaló que la dimensión sobrenatural es la clave para “desterrar de nosotros los sentimientos de odio, de venganza, de rencor”, ya que eso sólo es posible “como un don del cielo”. Por eso invitó a que cada religión, a su manera, “pero juntos”, hicieran un momento de oración para pedir ese don divino.
Epílogo. Para que el odio no sea el protagonista de las relaciones entre las naciones, hace falta que todas las personas que han sufrido la violencia pueden perdonar de corazón y que las personas que hacen el mal cambien y pidan perdón.
Ambas situaciones parecen humanamente casi imposibles. En ambos casos se requiere de “algo más” que buena voluntad. Por eso, invocar a Dios es una gran llave para que la paz vuelva a la sociedad, para que el odio no decida el destino del mundo.
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Padre Luis-Fernando Valdés: Licenciado en Filosofía (U. Panamericana, México) y Doctor en Teología (U. Navarra, España), en este blog comenta las noticias más importantes de la semana, con un enfoque filosófico, desde la razón creyente.
Profesor de Teología de la Revelación y Teología Moral Fundamental, ha seguido semana a semana el Pontificado de Benedicto XVI y ahora los primeros pasos del Papa Francisco.