Se reunió el Papa Francisco con el Consejo de Cardenales, el llamado “G-8 vaticano”. Aunque anunciaron que la reforma de la Curia romana llevará mucho tiempo, el Santo Padre sorprendió al mundo con la formación de una comisión contra la pederastia. ¿Será suficiente para frenar la crisis de credibilidad de la Iglesia?
El Papa Francisco aprobó la creación de una Comisión vaticana para la protección de la infancia. Busca así reforzar el empeño de la Santa Sede en la protección de los niños y la atención pastoral a las víctimas de los abusos.
Esta iniciativa fue propuesta al iniciar la segunda reunión del Consejo de Cardenales, y casi de inmediato fue aprobada por el Santo Padre. Dos horas después el vocero de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, y el cardenal Sean Patrick O’Malley la dieron a conocer a la opinión pública. [video]
Este mismo Cardenal explicó que esta Comisión tiene como misión informar sobre el estado actual de los programas para la protección de la infancia y hacer propuestas de nuevas iniciativas por parte de la Curia en colaboración con los obispos, las conferencias episcopales y las conferencias de superiores religiosos.
Para implementar las propuestas, esta Comisión puede proponer personas con experiencia en la seguridad de la infancia, en el trato con las víctimas, así como en la aplicación de las leyes. Y resulta una gran novedad y un gran avance que esos expertos puedan ser no sólo sacerdotes sino también laicos o religiosos o religiosas.
Mons. O’Malley afirmó que: “continuando con decisión la línea emprendida por el Papa Benedicto XVI y acogiendo una propuesta presentada por el Consejo de Cardenales el Santo Padre ha decidido constituir una comisión específica para la protección de los menores, con el fin de aconsejar al Papa Francisco sobre el compromiso de la Santa Sede en la protección de los menores y en la atención pastoral a las víctimas de los abusos.”
Después, el Cardenal, mencionó algunas líneas de acción de la futura comisión. Entre otras: establecer directrices, desarrollar normas para la protección de los menores y del maltrato infantil, y programas de formación para los niños, los padres, y todos los que trabajan con los menores de edad, así como de los catequistas y los sacerdotes.
También se prevén protocolos para la seguridad del entorno, códigos de conducta, certificación de idoneidad para el ministerio sacerdotal, detección y verificación de antecedentes penales; estado de las solicitudes de evaluación psiquiátrica; cooperación con las autoridades civiles, denuncia de los delitos, respeto de las leyes civiles; y un largo etcétera. [Noticia]
Pero la pregunta sigue en pie: ¿podrá esta medida disciplinar frenar la crisis de credibilidad de la Iglesia en los países occidentales? Seguramente sí, aunque no a corto plazo. El daño hecho a las víctimas no desaparece por un decreto, pero posiblemente les ayudará saber que su sufrimiento sí está siendo tomado en cuenta, y que se están poniendo los medios para que nadie vuelva a pasar por el mismo tormento que ellos.
Además, se puede recuperar la confianza en una institución que ha reconocido esta conducta indignísima de algunos de sus ministros, que ha establecido leyes muy severas para los agresores y que ahora da un paso más, buscando la ayuda a las víctimas y vigilando más a los candidatos al sacerdocio. Pero no olvidemos que esta confianza en la Iglesia no es un fin, sino un medio para que el Evangelio sea difundido y llene de amor de Dios y de solidaridad a todos los hombres.
lfvaldes@gmail.com
Padre Luis-Fernando Valdés: Licenciado en Filosofía (U. Panamericana, México) y Doctor en Teología (U. Navarra, España), en este blog comenta las noticias más importantes de la semana, con un enfoque filosófico, desde la razón creyente.
Profesor de Teología de la Revelación y Teología Moral Fundamental, ha seguido semana a semana el Pontificado de Benedicto XVI y ahora los primeros pasos del Papa Francisco.
He pensado si esta situación endémica en la vida de la Iglesia y del mundo, requiere una respuesta pastoral para atender a todos los agraviados: niños, padres, hermanos, etcétera.