¡Anímate! Aunque a muchos les da terror, la experiencia demuestra que funciona muy bien.
La confesión, una herramienta de conversión
Los Sacramentos son instrumentos que nos dejó Jesucristo para ayudarnos a llegar al Cielo más fácilmente.
La Confesión o Reconciliación es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados cometidos después del Bautismo y recuperamos la vida de gracia, es decir, la amistad con Dios.
Es la gran oportunidad que tenemos para acercarnos de nuevo a Dios que es nuestra verdadera felicidad.
La confesión no es un sacramento de tristeza, sino de alegría, es el sacramento del hijo arrepentido que vuelve a los brazos de su Padre.
No es el Sacramento del final de nuestra vida, sino el que nos da la oportunidad de empezar una nueva vida cerca de Dios.
¿Cuándo me debo confesar?
Debemos confesarnos cada vez que caigamos en pecado grave o por lo menos una vez al año durante el tiempo de Pascua. Pero es aconsejable confesarse cuando menos una vez al mes, ya que así fortalecemos nuestra alma para resistir la tentación y nos acercamos más a Dios.
¿Qué es un pecado grave?
Se comete un pecado grave cuando se cumple con tres características:
1. Materia grave (lo que se va a hacer es algo importante)
2. Pleno conocimiento (se sabe que es malo lo que se va a hacer)
3. Pleno consentimiento (se elige libremente hacerlo)
¿Habló Cristo de la confesión?
Existen quienes piensan que el sacramento de la Reconciliación no fue instituido por Cristo, sino que es un invento de la Iglesia. Cristo lo instituyó cuando le dijo a los apóstoles: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les serán perdonados, pero a quienes se los retengáis les serán retenidos”. (Jn. 20, 23; Mt. 18, 18; 16, 18-19). La Iglesia es la que posee el poder de perdonar los pecados y buscar la santificación de sus miembros, a través de la penitencia y de una renovación interior.
Cuando nos reconciliamos con alguien: esposa, esposo, hijos, amigos, después de haber tenido un período de separación a causa de una pelea, de un mal entendido o una ofensa, nos sentimos en paz, nos da una gran alegría. Con más razón cuando nos reconciliamos con Dios a quien hemos ofendido con nuestros pecados. ¿Cómo podemos darle la espalda a Aquél que nos ha dado todo?
El sacramento de la Reconciliación es algo maravilloso. En él encontraremos la paz que tanto buscamos. Perdamos el miedo a este sacramento y acerquémonos a él frecuentemente.