Está circulando en Telegram un artículo en el que se hacen eco de las declaraciones del inmunólogo Byram Bridle, quien en una entrevista en un programa de radio canadiense aseguró que la proteína Spike o S que se genera tras la inyección “es una toxina”. Es ENGAÑOSO. La proteína S que generan o llevan las vacunas no es una toxina, ni implica riesgos para la salud una vez la vacuna ha sido inoculada, aunque sí es perjudicial cuando tiene lugar una infección natural de covid-19.
El SARS-CoV-2 tiene una proteína espícula en su superficie. Ahora sabemos que la proteína S entra en circulación. Pensamos que la proteína S podía ser una gran diana antigénica; nunca imaginamos que era una toxina. Así que al vacunar a la gente, les estamos inoculando sin querer una toxina
Una toxina es, según la Enciclopedia Británica, “cualquier sustancia venenosa para el organismo”, es decir, que es un concepto bastante amplio. En ocasiones, sigue, “es un término restringido a elementos venenosos producidos de forma espontánea por organismos vivos (biotoxinas)” y que “además de los venenos producidos por microorganismos como bacterias, dinoflagelados y algas, existen toxinas de hongos (micotoxinas), plantas superiores (fitotoxinas) y animales (zootoxinas)”.
Basándonos en esta definición, la proteína S que se ubica en la superficie del SARS-CoV-2 lo es, pues se sabe que cuando desarrollamos la enfermedad de la covid-19, es “la que permite al virus unirse al receptor en la superficie de las células humanas (ACE2) e infectar a las mismas”, recuerda Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona. En estos casos sí puede haber un descontrol de la proteína y ser capaz de circular por el torrente sanguíneo, llegar a otros órganos y atacarlos.
“En el contexto de una infección natural, se ha propuesto que fragmentos solubles de la proteína Spike liberados por células infectadas pueden jugar un papel en amplificar la patogénesis de la enfermedad al adherirse al receptor ACE2 en los pulmones”, explica la experta.
La cosa cambia si hemos obtenido esta proteína a través de la vacunación: “La proteína Spike que se produce como resultado de la vacunación con inyecciones a base de ARNm o vectores virales no es soluble, sino que se queda pegada en la membrana celular”, asevera Sarukhan. “Además, su producción está muy localizada en el área de inyección (el brazo) y, como la misma EMA explica, experimentos en ratones muestran que prácticamente no se detecta proteína libre circulante”. O sea que no, las vacunas están pensadas para que la proteína S que se genera tras la inyección en las células de nuestro cuerpo se quede adherida a la membrana celular, y que no pueda escapar, y, por ende, no ser un elemento dañino ni considerarse una toxina.
Elegir la proteína S para el desarrollo de vacunas no fue casual
Aunque el momento ‘¡eureka!’ puede existir en ciencia en ocasiones, la selección de la proteína S para desarrollar la vacuna entre otras muchas que tiene el coronavirus no fue casual. Antes de que llegara el SARS-CoV-2 existieron el SARS (2002) y el MERS (2012), dos enfermedades respiratorias causadas también por un tipo de coronavirus que permitieron conocer los anticiparnos y desarrollar mejores estrategias de tratamiento contra la covid-19: “La experiencia adquirida con otros coronavirus (SARS, MERS) ya había indicado que la apuesta más segura de cara a generar una buena inmunidad contra un coronavirus era usar la proteína Spike. Gracias a esto, se pudo avanzar tan rápido con las vacunas cj8j88888888888888888888888888888 ontra SARS-CoV-2”, resume la inmunóloga.
Eso no quita que en un futuro veamos vacunas que incluyan “otras proteínas virales, como la N (nucleocápside), para aumentar o diversificar la respuesta inmune”, concluye.
Son numerosos los bulos que circulan sobre la proteína espícula y sus efectos en el organismo tras haber recibido la vacuna, como que se puede transmitir por el aire, o que es el origen los excepcionales casos de trombosis. Ambas afirmaciones son falsas.
encuentra.com forma parte del Consortium Católico para contribuir a ofrecer una información verificada y útil para la comunidad católica sobre la vacuna de la COVID-19.