El eros y el enamoramiento

Elerosyelenamoramiento.encuentra.com.intEl gesto sexual es manifestación propia de un tipo de «amor especial», «dentro» del cual está, como su expresión íntima.

Hemos dicho que el gesto sexual es manifestación propia de un tipo de «amor especial», «dentro» del cual está, como su expresión íntima. Se trata de mostrar ahora qué amor es ése. Le llamaremos eros”. En palabras de C.S. Lewis: «entiendo por eros ese estado que llamamos estar enamorado; o, si se prefiere, la clase de amor en el que los enamorados están». Enamorarse es una experiencia amorosa completamente peculiar, y quizá la más radical de todas ellas. Dicho de una manera muy pálida, consiste en en contra de repente una persona que es para nosotros bella y amable como ninguna, y a la vez, y precisamente por ello, alguien sin quien es imposible nuestra felicidad.

Antes de analizar de modo sumario las notas propias del enamoramiento hay que aclarar que la sexualidad «puede actuar sin eros o como parte del eros». Esto quiere decir que enamorarse y sentir excitación sexual en absoluto son lo mismo: «El eros hace que un hombre desee realmente no una mujer, sino una mujer en particular. De forma misteriosa, pero indiscutible, el enamorado quiere a la amada en sí misma, no el placer que pueda proporcionarle…».

Esto nos ayuda a percibir que «habrá quienes en un comienzo han sentido un mero apetito sexual por una mujer y más tarde han llegado a enamorarse de ella; pero dudo que esto sea muy común. Con mayor frecuencia lo que viene primero es simplemente una deliciosa preocupación por la amada: una genérica e inespecífica preocupación por ella en su totalidad. Un hombre en esa situación no tiene realmente tiempo de pensar en el sexo; está demasiado ocupado pensando en una persona. El hecho de que sea una mujer es mucho menos importante que el hecho de que sea ella misma. Está lleno de deseo, pero el deseo puede no tener una connotación sexual. Si alguien le pregunta qué quiere, la verdadera respuesta será: «Seguir pensando en ella». Es un contemplativo del amor. Y cuando en una etapa posterior despierte explícitamente el elemento sexual, no sentirá -a menos de estar influido por teorías científicas- que eso haya sido permanentemente la raíz de todo el asunto».

La relación de eros y sexualidad se aclarará al ver las notas que definen aquél. Lo decisivo del eros es que es la forma de relación interpersonal en la cual la sexualidad adquiere su sentido. Dicho de otro modo: la sexualidad humana es algo tan importante que exige ser asumida por un tipo especial de amor que va más allá de ella. Si ese amor no se da, la sexualidad no alcanza su plenitud, y se degrada.

La peculiaridad del eros le viene de ser un amor-dádiva que, sin dejar de serlo, se transforma en amor-necesidad. Estar enamorado es, por decirlo así, un amor-dádiva-necesario, algo paradójico, pero fuente del encanto que tiene un estado en el que todos quisiéramos vivir: «El eros transforma maravillosamente lo que par excellence es un placer-necesidad en el mejor de todos los placeres de apreciación… En el eros una necesidad en su máxima intensidad ve su objeto del modo más intenso como una cosa admirable en sí misma, algo que es importante mucho más allá de su mera relación con la necesidad del enamorado». El enamorado o la enamorada necesitan al amado y tienden a él, pero al mismo tiempo lo afirman del modo más enérgicamente benevolente como algo más bello que ningún otro ser.

Enamorarse es «to fall in love», recibir las flechas de Cupido, algo que a uno «le ocurre» sin previo aviso, o sin que uno se hubiese dado cuenta de que estaba pasando: es algo gratuito, es decir, no elegido, no merecido y «gratis», regalado (la persona amada es vista como regalo). La «chispa» que surge en el enamoramiento es algo así como «somos un regalo el uno para el otro». El enamorado ve al otro como un don. Enamorarse es gratuidad inmerecida: se me da el otro, pero yo me doy a él porque lo amo con este amor «especial».

Enamorarse produce tres sentimientos: conmoción, alegría y amor. El primero es muy fuerte, por eso Ortega definía el enamorarse como «una alteración psicológica de la atención», en la cual no hay ojos más que para el ser amado, pues no nos interesa otra cosa: no nos podemos quitar a esa persona de la cabeza.

La alegría, por su parte, nos hace sentimos felices. Enamorarse es una forma muy alta de ser feliz, quizá la más plena. La felicidad proviene de descubrir que el sentido de nuestra existencia es la afirmación del otro y nuestra unión con él: «no puedo vivir sin ti», «estamos hechos el uno para el otro». Esto nos hace ver la vida y el mundo de otra manera: todo tiene un sentido nuevo, es como si lo estrenáramos, como si todo participase del don que hemos recibido. Cuando se está enamorado la persona amada es la fuente de sentido de todo lo que hacemos o dejamos de hacer: por eso se puede idolatrar en exceso a esa persona, y al amor mismo. Además, la alegría del enamoramiento multiplica la ilusión y las ganas de vivir y realizar las tareas que la vida lleva consigo. Por último, estos dos sentimientos son ya anuncio del tercero: el amor mismo que ha surgido en el encuentro amoroso, y que debe convertirse en una tarea.

Fuente: Ricardo Yepes Stork, «Fundamentos de Antropología», Eunsa, Pamplona

 

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7 comentarios

  1. Gracias por este articulo, considero vital partir del yo y reconocerme enteramente, entendiendo que para amar a otro debo inicialmente amarme a mi mismo y entender que amar al otro es sembrar en el otro amor y servirle, sin esperar nada a cambio.

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