Amar al enemigo, actitud nueva

Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. (…) Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? (Lc 6, 27-32)

El cristianismo presenta una novedad en tanto al amor al enemigo. El mismo Cristo hace esta distinción cuando explica su doctrina y quiere dejar en claro que ser un verdadero hijo del Padre implica una actitud digna del Padre, toda llena de caridad, pero no de una caridad ingenua.

Cristo enseña que el verdadero hijo de Dios debe tener la intención de parecerse lo más posible al Padre, y esto se alcanza con la práctica de las virtudes que nos permitan llegar a ser parecidos a Dios. Por ejemplo, si nos queremos parecer a alguna amigo, imitaremos sus acciones y sus hechos. De modo semejante, si queremos parecernos a Dios, imitaremos sus acciones dentro de los límites de nuestra humanidad.

Los Evangelios dejan en claro que el amor al enemigo como prójimo es una novedad. El mismo Jesús lo deja en claro: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. (Mt 5, 43-48)

Cristo nos presenta al Dios de la misericordia pero que no olvida su justicia. Si bien El Dios de Cristo es justo y misericordioso el planteamiento principal de estos pasajes no trata de la vida de Dios, sino de las actitudes que debe tomar el hombre para acercarse a Él. En este marco surge el amor al enemigo como un reflejo de la perfección del Padre del cual esperamos ser hijos en el Hijo.

Los primeros textos de las comunidades cristianas hacen patente esta actitud. Por ejemplo, La Didaché (didajé que en griego significa enseñanza), que es un texto del Siglo I o II después de Cristo, deja en claro que el cristiano que desea parecerse a Cristo está invitado a amar a su enemigo. No olvidemos que, en el fondo, el amor es el deseo del bien. Si los cristianos son los hijos del Bien, entonces, porque son buenos o cercanos al Bien, tienen la voluntad de acercar al Bien a los otros.

Los cristianos, como hijos del Bien, procuran ser buenos y perfectos. Y de este modo desean que sus enemigos conozcan el bien. Los cristianos están llamados a amar a los enemigos no sólo por perfección propia, sino por el verdadero deseo del bien del enemigo. Esa es la verdadera perfección a que está invitado. En ella está la plenitud (Didaché 1)

Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigos.

Por Gabriel Gonzáles Nares

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5 comentarios

  1. «Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial»…

    Esto es algo que nos ayuda a superar el antiguo testamento – ojo por ojo y dinte por diente- y a vivir la paz que da el sentirte cerca de Jesús.
    Lo difícil es observar esta forma de proceder, cuando eres el punto de mira contínuo de alguna persona que se ha marcado como meta el aparecer en tu vida hagas lo que hagas, y estés donde estés, intentando siempre desplazarte, hacer que te sientas inferior… que sufras.
    En estas vivencias si la otra persona no descubre su actitud, hace que aún perdonando tu vida se convierta en un calvario.
    De todas formas, la oración y el ser capaz de pedir por su cambio de actitud… hace que te sientas mejor como persona y como cristiano.

  2. No podría yo perdonar, al que me ha ofendido, si en oración yo no pido a Jesucristo, me ayude, a perdonar.
    Y me ayude, a pedir perdón por las ofensas que yo he cometido. Y esto no es debilidad, sino la gracia que viene del mismo Dios, que actúa en mi.
    Padre bueno, aumenta nuestra fe.

  3. Perdonar al que te hiere, rezar por él, no darle importancia e incluso olvidar la ofensa, da una gran paz, la paz de Cristo, que sobrepasa, toda felicidad.
    Tenemos que parecernos a Él para ser felices.
    El Señor nos ayude. AMÉN.

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