“Si desnudarse fuera lo normal, la vergüenza sería antinatural, pero la vergüenza es un instinto de preservación de la intimidad, no un prejuicio adquirido” (Rebeca Reynaud).
No se trata de ser anticuados o pasados de moda; se trata de cuidar la intimidad, proteger nuestro cuerpo como lo que es, templo del Espíritu Santo.
Dios, en el momento de la creación, tuvo un fin específico sobre nuestra sexualidad que nos lleva a guardarnos para la persona especial que Él eligió para que un día fuéramos un solo cuerpo y una sola alma con esa persona.
Hoy las redes sociales están siendo un instrumento peligroso no solo para jóvenes sino para adultos, pues incitan e invitan a exponer públicamente la intimidad de nuestros cuerpos y de la vida privada mostrando más de lo que se debemos para ganar likes y sentirnos aceptados, ensalzados, vanagloriados, sin darnos cuenta de que más bien estamos siendo expuestos a la crítica y a la burla.
Mujeres jóvenes y mayores publican fotos en redes sociales en vestidos de baño atrevidos que a duras penas las cubren, escotes pronunciados; muchas mujeres mayores visten como si aún tuvieran escasos 15 años.
Ya nadie se avergüenza de llevar parte del cuerpo al descubierto y la falta de pudor o modestia en la mujer escandaliza más (en relación con el varón) y puede llevar a pecar al sexo opuesto (miradas, deseos o pensamientos impuros), esto debido a su misma naturaleza puesto que el hombre se deja llevar más por la vista que en el caso de una mujer, y de nuestras acciones debemos dar cuentas a Dios.
“Si cierta clase de vestido constituye una ocasión grave y próxima de pecado y pone en peligro la salvación de su alma y de la de los demás, es su deber dejarlo y no usarlo”, decía el Papa Pío XII.
Además, algunos publican fotos y escenas donde se besan y abrazan como si estuvieran solos en momento íntimo de una habitación por el solo hecho de que se les hagan comentarios como “qué linda pareja”, “qué felices se ven”, etc. y se les olvida que debemos ejemplo a quienes nos siguen en las redes, especialmente a nuestros hijos, pues por el hecho de exponernos de esa manera nos pueden ir perdiendo respeto y nosotros la autoridad como padres para corregir.
La capacidad de custodiarse hace posible el don de sí mismo y la pérdida del pudor y la modestia lleva a ver a la persona como objeto. Hemos perdido la imagen y semejanza de Dios con la cual fuimos creados.
Recordemos qué hay vida eterna y un día compadeceremos ante ese Dios Padre a dar cuentas de nuestras acciones. Nuestra responsabilidad ante los demás es llevar vidas coherentes al evangelio, dar ejemplo y conducir muchas almas a Dios.
¡Señor, me arrepiento de corazón y quiero que mi vida sea un camino hacia la salvación, y que pueda dar ejemplo a otros especialmente a mis seres amados! No dejes que me incline hacia el mal y ayúdame a hacer siempre el bien; cuando veas que voy a desviarme tómame de Tu mano y ayúdame a vivir según tus mandamientos dándome siempre un vivo dolor por haberte ofendido.
¡Permíteme, Señor, descansar en ti porque cuando abro mi corazón siento de verdad que eres mi luz, mi redentor, mi sanador, mi guía, mi todo! ¡Te pido, Señor, que libres mi alma de todo lo que sea contrario a caminar en la santidad!
Luce Bustillo Schott