Yo respeto

 6.7.14 

     El domingo no hay futbol, lo que lo convierte en un día del Señor completamente atípico dentro de un campeonato del mundo y por ello, decidimos dar una vuelta por el verdadero Río de Janeiro, ese del calor, el colorido, las garotas y las caipirinhas.

Por hoy, me voy a olvidar de la lesión de Neymar, que tiene al país de cabeza y a las redes sociales saturadas de mentadas y amenazas de muerte para el colombiano Juan Zuñiga, autor de la lesión. Me va a importar un rábano el hecho de que la selección argentina se haya metido a semifinales luego de 24 años sin hacerlo, de la mano de un Lionel Messi que, según los expertos, sigue sin aparecer y a quién los rivales parece que lo quieren lisiar a puras patadas.

Dejaré de un lado el rencor nacionalista hacia Arjen Robben, a quién se culpa de la eliminación del tricolor, olvidando que el equipo se echó para atrás y que el señor Miguel Herrera inventó el ingreso de Javier Aquino, en un cambio que resultó inexplicable. Ante Costa Rica, este pelón que parece viejito desde que era chaval, demostró por qué vale lo que vale y juega donde juega.

Tampoco me romperé la cabeza pensando si Alemania puede romper la maldición de que un europeo no se pueda coronar en tierras americanas. Si los teutones lograran vencer a Brasil, estarían disputando por octava vez la final de la copa del mundo, pero ya quedamos que eso, por el momento, me vale gorro.

Estando instalado en la pintoresca playa de Leblon, barrio donde viven los ricos de abolengo, viendo el mar y la arena, agradezco a Dios la posibilidad de estar inmerso en el deporte más bello que se juega sobre la faz de la tierra y poder ser parte de un evento como el mundial, pero no me voy a poner sentimental porque ya son muchos días fuera de casa y capaz que me pongo a chillar como un marranito.

Luego, en el restaurante donde pasamos a comer, nos topamos con un personaje sin par, ciudadano del mundo pero con fuerte identidad ligada al balompié azteca: Velibor Milutinovic, mejor conocido en el bajo mundo del hampa como Bora.

¡Vaya tipazo que es el serbio! Desinhibido, se pasea como reina del carnaval entre las mesas, saludando a todos como si los conociera de años y deteniéndose si alguna cara le es realmente familiar.

En nuestro caso, independientemente de la amistad que tuvo con mi padre, pues obviamente se detuvo a conversar con mis compañeros de Televisa deportes y a dictar una cátedra de cualquier tema que le tocasen.

Nunca sabe uno si está hablando en broma o en serio pero lo que sí es un hecho, es que ha vivido lo que quizá ningún otro entrenador en el orbe ha hecho.

Dirigir en 5 mundiales con equipos diferentes, es una maravilla. Yo lo nombraría embajador del futbol mexicano. Si usted no está de acuerdo…Yo respeto.

 

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