Simón de Cirene ante el dolor inesperado

Cuando llevaban a Jesús para crucificarle encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, al cual exigieron que llevase la cruz, porque Jesús no podía ya con ella. El cirineo vió como un día laborable cualquiera se transformaba en el gran acontecimiento de su vida. Simón sigue al Hijo de Dios no con su propia cruz personal, sino con el mismo madero de la crucifixión, arrimando físicamente el hombro par aliviar su peso a Jesús[768].

Simón pasaba por Jerusalén y se encontró con Jesús cargando con la Cruz salvadora, pero abrumado por el peso de ella. Simón pasaba por aquel lugar situado fuera ya de las murallas de la ciudad y próximo al montículo del Calvario. El hecho de llamarle cirineo indica que debía proceder de esta región del Norte de Africa, aunque fuese judío. Cabe que estuviese en Jerusalén de paso, o en peregrinación por la Pascua, o viviese establemente allí después de vivir un tiempo fuera. Los nombres de sus hijos, Alejandro y Rufo (cfr. Mc 15,21), revelan procedencia griega y latina respectivamente.

Todo parece casual en aquel encuentro con Cristo y su Cruz. Casual es su presencia en la ciudad, casual es su paso por aquel lugar, casual es que le fuercen a llevar la Cruz del Señor. Pero aquellas casualidades son ocasión de una transformación profunda en aquel hombre, más llamativa, si cabe, por inesperada.

No parece que estuviese ni con los que insultan o gritan contra Jesús, ni con los discípulos. Tampoco parece un espectador curioso simplemente pasaba y venía del campo dice Marcos. Mateo añade que cuando salieron encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, a quien obligaron a llevar su cruz (la de Jesús)[769]. Lucas añade un detalle que puede ayudarnos a entender mejor la transformación de Simón: le cargaron con la cruz para que la llevase detrás de Jesús[770].

No parece difícil imaginar la conmoción de Simón. Va tranquilamente por el camino, como se va por los caminos de la vida, oye un tumulto, le llama la atención, se acerca… y de repente los soldados le rodean y a gritos, sin ningún permiso, le fuerzan a llevar la cruz de uno a quien llevaban a crucificar. Quizá le dió tiempo para enterarse quién era aquel a quien ayudaba, quizá no pudo preguntar pero leyó la inscripción de la cartela que indicaba el delito: Jesús Nazareno Rey de los judíos, texto que estaba escrito en tres lenguas hebreo, griego y latín. Lo natural es pensar en un rebelde político de altos vuelos, lo extraño es que no supiese nada de aquella rebelión política. Después miraría a Jesús y lo vería extenuado, eran patentes las huellas de la flagelación y de los muchos golpes que debió sufrir, curiosamente conservaba en la cabeza una corona de espinas que se le clavaba.

Al tomar la Cruz le miraría y no habría en él parecer ni hermosura, era como un desecho de los hombres, pero algo le debió extrañar: no se resistía. Se levantó Jesús, quizá le dirigió una mirada de agradecimiento y se dirigió lentamente al monte Calvario. La ascensión era pequeña, varias decenas de metros de desnivel, pero muy empinadas, le vería casi arrastrarse, si no es que fue llevado en parte por los mismos soldados. Al mismo tiempo oiría los insultos feroces de una multitud que eran judíos, y además muchos de ellos eran fariseos y escribas, incluso estaban allí ancianos del Sanedrín y Sacerdotes. La sorpresa de Simón debió crecer. Si era un rebelde contra los romanos y condenado por éstos debían estar tristes y apesadumbrados, pues era de los suyos. Pero los más indignados son los judíos importantes, que le gritan cosas tremendas y blasfemas, parecían endemoniados.

Cuando llegaron al lugar de la crucifixión la sorpresa debió ser mayor. Simón, cansado, deja la cruz en el suelo y, muy probablemente, permanece allí. Entonces contempla la escena tremenda de la crucifixión, tanto la de Jesús como la de los ladrones. Debieron ser muy distintas. La costumbre era darles una bebida que calmase un poco el dolor, Jesús se negó a tomar aunque la agradeció probando; los ladrones debieron beber con ansia. Luego se colocaban varios hombres sobre los que debían ser clavados al madero. Los gritos y blasfemias de los ladrones debían ser terribles, también sus inútiles esfuerzos por evitar ese tormento. Hasta que uno de los verdugos consigue colocar el clavo sobre la muñeca y, ambos sobre el madero, golpea con el martillo y queda la mano clavada a la cruz; el cuerpo entero se retuerce de dolor, los gritos eran terribles. Luego clavan la otra mano y los pies, y levantan el cuerpo que queda suspendido sólo de los tres clavos.

La muerte se producía lentamente por asfixia, dolor, pérdida de sangre, fiebres, hasta el paro del corazón. Pero Jesús no se resiste, es despojado de sus vestiduras y se coloca sobre el madero extendiendo sus brazos. Sufre como los demás; más aún, pues no tomó ningún calmante, pero no se queja, y si algún grito de dolor se escapa de sus labios es a pesar suyo, como movimiento natural del cuerpo. Simón no podía saber que aquel era un gesto de Sacerdote eterno, por eso su sorpresa sería mayor. ¿Por qué no se rebela? ¿Es que tiene interés en morir de ese modo tan abominable? Pero la sorpresa debió crecer cuando oyó unas palabras de Jesús: Perdónales, porque no saben lo que hacen[771]. ¿Con quién habla? se diría. ¿Será posible que perdone con lo que sufre?. Y la extrañeza iría haciendo la luz en su interior.

No sabemos si permaneció allí mucho más, pero aquello bastaba para hacerle reflexionar y buscar enterarse a fondo sobre quien era aquel Rey de los judíos a quien él habían ayudado a llevar su Cruz. Al enterarse vendría su conversión, de ahí el citarle los tres evangelistas y la referencia a sus hijos como bien conocidos entre los primeros cristianos. Si presenciar cualquier muerte conmueve, mucho más una muerte lenta como la crucifixión, y más aún la de uno que perdona a los que le están matando. Aquello no podía tener una explicación natural, y realmente no la tenía. Simón acaba de tener un encuentro con la Cruz de Cristo, una Cruz que era la Salvación del mundo; él no lo sabía, pero aquel encuentro, fastidioso al principio, fue el comienzo de su salvación.

Así comenta el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer el encuentro de Simón de Cirene con la Cruz de Jesús: Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz. Me presenté a los que no preguntaban por mí, me hallaron los que no me buscaban (Is LXV,1)a veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnacia… no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la cruz! [772].

La vida está llena de encuentros inopinados con la cruz, de encuentros con el dolor inesperado. Todos sabemos que existe el dolor, los accidentes, las soledades, las traiciones, los fracasos, las incomprensiones, las guerras y mil dolores más; pero cuando no se padecen en carne propia parecen menores. Las penas sorprenden más cuando llegan, entonces despiertan o producen rebeldías; desde luego no dejan indiferentes. Esos dolores los llamamos cruces, pero pueden ser la Cruz de Cristo y entonces salvan, o pueden ser cruces sin Cristo, y entonces son estériles.

Meditemos el encuentro que todo hombre tendrá ante el dolor, mirando a Simón de Cirene, pues supo aprovechar aquella Cruz para convertirla en llave que abre el Cielo, y ésto no es fácil, pues el dolor puede llevar a la rebeldía, o la pérdida de la esperanza, si se desconoce el sentido que tiene.

La respuesta sobrenatural al misterio del dolor reside en su causa, que es el pecado. El sentido último se encuentra en Cristo que lo vence con el amor más grande en la Cruz. Ya consideraremos más detenidamente esta solución, que es la más honda. Pero antes consideremos la actitud humana ante el dolor desde un punto de vista humano nada más.

Viktor Frankl es un pensador creyente judío que estuvo encerrado en los campos de concentración de la segunda guerra mundial. Allí junto a padecer en su propia carne situaciónes extremas desde todos los puntos de vista, vió como las sufrían muchos hombres hasta el límite, y reflexionó sobre ello desde su condición de psiquiatra. Los que que estaban en estas condiciones tan duras -reclusión sin motivo alguno, hambre, desnutrición, golpes, ataques a la dignidad humana, angustia, muerte y desesperanza, junto a otras bestiales vejaciones de la dignidad humana- reaccionaban de diversos modos, algunos no podían resistir y se suicidaban, otros se refugiaban en la apatía que les degradaba a los niveles más ínfimos de afectividad, como una coraza protectora para sufrir menos, se daba en ellos una irritabilidad grande, agresiva. Otros se superaban de una manera impensable en condiciones normales.Su reacción era no desanimarse, ser fuerte, animar a los demás a no perder la dignidad, rezar con más fuerza, e incluso pensar más en los demás que en ellos mismos. Es lo que vivieron muchos, algunos de ellos han sido canonizados como Maximiliano Kolbe, Edith Stein, Tito Bradma. Los más capaces para superar esas condiciones desesperantes no eran los más fuertes físicamente, sino los que tenían un sentido en su vida, el cual les empujaba a no darse por vencidos y seguir soportando tanto dolor injusto. Algunos otros hicieron estudios sobre estos casos y encontraron que los que tenían una fe sólida solían ser más capaces de vencer aquellas adversidades.

Frankl decía años después que "el hombre madura en el dolor y crece en él. La plenitud de dolor no significa ni mucho menos el vacío de la vida". Nosotros podemos añadir la experiencia conocida por todos de muchas personas con la vida fácil que se encuentran vacíos y sin sentido a su fácil vivir, y de otros que maduran en el dolor.

Parece como si el dolor purificase como el fuego la existencia humana, como si al sufrir fuesen desapareciendo los problemas menos importantes para ir apareciendo los verdaderamente claves. Muchas cosas que parecían imprescindibles pierden todo brillo y necesidad, se manifesta con claridad la importancia del alimento para el cuerpo y poco más, se valora un consuelo de amigo, una esperanza de salir de aquella situación tan dura; los alicientes comunes de la vida como diversiones, pasatiempos, triunfo profesional, realización de grandes o pequeños proyectos dejan de tener luz al lado del hecho de vivir. La esperanza es el fundamento de la vida de los que sufren. ¿En qué esperar? en un primer momento salir de aquel infierno humano de dolor, pero poco a poco emerge una esperanza más honda; si falta la actitud esperanzada se da un desmoronamiento de todo el ser humano, incluso en lo físico. Puede ser la esperanza de comer, de volver a la propia casa donde fue feliz tantas veces con cosas sencillas, o la esperanza de no perder la dignidad, de recuperar la compañía de los seres queridos, o pensar que me esperan y que no cedo; pero entre todas las esperanzas destaca la esperanza que surge de saber que ese sufrimiento es útil si se lleva con amor.

Otro hombre que paso por situaciones extremas (Armando Valladares) comentaba que se había propuesto dos cosas en los tormentos: no perder la dignidad y no odiar a los que le estaban torturando. Asombra y alegra encontrar personas de esta valía.

Esto no es fácil, y algunos sucumben; otros se encierran en un egoísmo desesperado. Dios es el único que puede juzgar la resistencia de la persona y juzgar lo sucedido en su conciencia. Pero se puede decir que "el dolor y la alegría llevan a no caer en la apatía" (Frankl). La actitud de miedo, parálisis o evasión lleva a no aprender nada de aquella dureza que lleva escondido un secreto en su interior: saber dar lo mejor de uno mismo en los momentos más difíciles. El dolor puede ser una tensión fecunda y fuctífera si se transciende y se supera. No es fácil porque el dolor aflige en lo más hondo. Pero la rebelión además de ser estéril impide desarrollar lo mejor de la persona que es vivir con un amor y una esperanza purificadas.

Juan Pablo II en una Encíclica sobre el sufrimiento humano comenta que el dolor parece ser particularmente esencial a la naturaleza del hombre. Esto es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El sufrimiento parece pertenecer a la transcendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido “destinado” a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo [773].

En lo humano los que saben sufrir parece que alcanzan lo mejor del ser humano. El dolor se les presenta como una puerta difícil de abrir, pero que permite acceder a unas estancias interiores desconocidas para la vida fácil. La última puerta es la muerte que da acceso a la felicidad sin sombra de la vida eterna en Dios. Han madurado más deprisa y mejor: son más hombres, más humanos, más verdaderos.

Esto contrasta con un mundo en que se exalta el éxito y el placer como la meta del hombre, y que revela una y otra vez sus mentiras y engaños triturando a muchos hombres en las garras algodonosas, pero terribles, de la facilidad aparente, trampa para incautos.

Simón de Cirene se encontró con el dolor de Cristo y se convirtió.

Bienaventurado el hombre de Cirene llamado Simón

porque él no buscaba a Dios y se lo encontró

en qué monte en qué valle en qué epifanía

en la desgracia en la desgracia del mismo Dios

iba pasando y le echaron la cruz encima

bienaventurado ese desgraciado bajo la cruz

porque él quiso escapar pero ya no quiso

porque él no buscaba a nadie y se encontró a Dios

en la desgracia en la desgracia del mismo Dios.[774]

Simón de Cirene no buscaba a nadie, pero encontró a Dios. Al cargar con la Cruz debió experimentar rebeldía y disgusto. Pero ante él caminaba Jesús con la Cruz a cuestas, ayudándole descubre a un hombre que sufre un dolor mucho mayor que el suyo sin queja y perdonando. Lo que a él le parecía duro e injusto -ya que no era buscado sino inesperado- le debió parecer una nadería. Y su rebeldía un burla ante la paciencia del Señor. Su sorpresa debió convertirse en luz.

A partir del encuentro con la Cruz de Cristo el dolor cobra para Simón un sentido nuevo. Comprenderá que se trata de un auténtico sacrificio, es decir, una acción sagrada agradable a Dios cuando se lleva con amor. No fue fácil la lección, pero la aprendió.

Los hombres no nos encontraremos con la cruz de Cristo en el sentido real de Simón de Cirene, pero todos experimentaremos el dolor de una manera o de otra, que sea la Cruz de Cristo o sean otras cruces es cosa nuestra. Así meditaba sobre ello el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer: No se nos oculta tampoco que, aunque consigamos una razonable organización de la sociedad, no desaparecerá el dolor de la enfermedad, el de la incomprensión o el de la soledad, el de la muerte de las personas que amamos, el de la experiencia de la propia limitación. La enumeración de todos los sufrimientos humanos puede llegar a ser enorme. Ante esas pesadumbres, el cristiano sólo tiene una respuesta auténtica, una respuesta que es definitiva: Cristo en la Cruz, Dios que sufre y muere, Dios que nos entrega su Corazón, que una lanza abrió por amor a todos[775]. Más adelante concluye aludiendo de pasada a su conocimiento vivido en su propia vida del dolor y en su experiencia sacerdotal y humana, por eso añade: la enseñanza cristiana sobre el dolor no es un programa de consuelos fáciles (…) el remedio es mirar a Cristo[776]. ¡Cuanto reconforta en un hospital, o en el lecho del dolor, mirar un Crucifijo!

Todos los consuelos que los hombres buscan para el dolor: distraerse, esperar que pronto pasará, no pensar…, llega un momento en que se muestran inútiles, Más que consuelos son engaños, o son como una burla que deja mayor pena que el mismo dolor al desaparecer. Entonces al dolor se le añade la desesperación. En cambio saber que Dios ha sufrido más de todo lo que yo pueda sufrir, saber que Dios muere, verle clavado en la Cruz y luego Resucitado da una luz que proporciona el único consuelo válido: unirse a Dios mismo para hace las cosas como Él las hizo. El sufrimiento no deja de doler, pero adquiere un sentido.

El sufrimiento es también una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual [777]. Así lo entendió San Pablo cuando dice Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia[778]. Juan Pablo II explica así estas sorprendentes y animantes palabras del Apóstol: Cristo ha obrado la redención completa y hasta el final; pero, al mismo tiempo no la ha cerrado (…) cada sufrimiento humano, en virtud de la unión en el amor con Cristo, completa el sufrimiento de Cristo [779].

Si se vive de fe conviene descubrir la Cruz de Cristo en los dolores que se pasen,y el único consuelo verdadero será saber que encontrar la Cruz es encontrar a Cristo[780]. Convertir el dolor en amor, sufrir con esperanza, padecer con sentido de sacrificio: recuérdalo a la hora del dolor o de la expiación: la Cruz es el signo de Cristo Redentor. Dejó de ser el símbolo del mal para ser la señal de la victoria[781]. Incluso se podrá llegar a decir cosas que a los que no conocen a Cristo pueden parecer extrañas: Bendito sea el dolor.-Amado sea el dolor. Santificado sea el dolor… ¡Glorificado sea el dolor! [782]. Sólo entendiendo a Cristo en la Cruz se puede decir sinceramente estas frases, porque se ha entendido el amor divino que llega hasta lo más hondo del dolor para redimir al hombre.

Es muy posible que la Virgen Santísima viese a Simón de Cirene ayudando a su Hijo; pequeña era la ayuda en el contexto de la Pasión, pero se lo agradecería como Madre y como Corredentora sabedora de lo que es sufrir hasta la última gota del dolor humano.

Las palabras del Señor: si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame[783], se cumplen incluso si se comienza forzadamente. Simón siguió el camino inverso primero tomó la cruz, después siguió a Jesús y acabó como discípulo suyo. Cuantas veces la divina Providencia, a través de un desagradable incidente, nos sitúa de cara al dolor y se efectúa en nosotros una conversión más radical. Conviene personalizar, así podemos hacer nuestra esta bella oración: Dame, Jesús, Cruz sin cirineos. Digo mal: tu gracia, tu ayuda me hará falta, como para todo; sé Tú mi Cirineo. Contigo, mi Dios, no hay prueba que me espante…

"-Pero, ¿y si la Cruz fuera el tedio, la tristeza?-Yo te digo, Señor, que contigo estaría alegremente triste[784]


[768] Cfr Carlos Pujol. Gente de la Biblia. Simón Cirineo.

[769] Mt 27,32

[770] Lc 23,36

[771] Lc 23,34

[772] Beato Josemaría Escrivá. Vía Crucis. estación V

[773] Juan Pablo II. Salvifici doloris n. 2

[774] Ibañez Langlois. Libro de la Pasión VI,5

[775] Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa n. 168

[776] ibid.

[777] Juan Pablo II. Salvifici Doloris. n.2

[778] Col 1,24

[779] Juan Pablo II. Salvifici doloris. n.24

[780] Forja n. 779

[781] Forja n. 782

[782] Camino n. 208

[783] Mt 16,24

[784] Forja n. 252

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18 comentarios

  1. No cabe la menor duda , que se confirma, que, muchos son los caminos que nos conducen a Dios, pareciera casualidad, y mas bién digo, que estaba trazado el destino de Simón, como un ejemplo para la posterirad, que durante nuestra vida, Dios permite que carguemos una cruz cuando el considera necesario para nuestro camino a la salvación o el fortalecimiento de nuestra fé

  2. El solo imaginarse la sorpresa inesperada, la impotencia ante el hecho, y luego la dicha inesperada con que el Mesias Redentor va a compensar a Simon el Cirineo, es para estremecerse y sabernos diminutos e infimos ante los designios de la bondad divina.
    Mil gracias al autor de esta delicada y profunda reflexion.

  3. QUISIERA ENCONTRAR MAS DATOS SOBRE EL Y SI FUESE POSIBLE ORACIONES
    PARA PEDIR SU INTERCESION.GRACIAS

  4. Simón de Cirene no fue una casualidad en el Viacrucis de Jesús. Nuestro Señor lo quiso así seguramente para convertirlo y atraerlo a Él. Creo que es tenido como santo entre los griegos y los rusos de la llamada iglesia ortodoxa. Lo que no sé es si es reconocido como tal entre nosotros los católicos. Agradecería me informara. Mika Waltari tiene un capítulo de su libro Marco el Romano donde este mantiene una entrevista con Simón y lo describe muy bien como un liberto judío un tanto resentido con la vida pero rico y con cierta prosperidad. Dice que se convirtió totalmente al cristianismo y frecuentaba lo ágapes primitivos en Jerusalén. No sabemos si existen reliquias de él. Si se le puede venerar y pedir su intercesión,etc. Sería maravilloso encontrar más datos sobre él. ¿Se le podrá pedir que nos ayude en eso a Simón de Cirene?

  5. que privilegio el de este hombre; haber podido extender una mano a Jesus.y ese mismo amor, debe reflejarse en nuestro projimo, los desamparado los que tienen hambre, etc. que Jesus ponga en cada uno de nosotros esa Cruz, la de ayudar al otro.-

  6. Yo lo que entiendo con lo de simón de sirene es que Dios no hace acepción de persona para salvar a la humanidad.

  7. Muy buena descripcion de aquella escena tan dolorosa que tuve que padecer Jesus. Muy buen analisis de la persona de Simon. Que gran oportunidad y honor tuvo Simon de ayudar al salvador y llevar la cruz de nuestros pecados. Que triste fue conocer a su Salvdor en esas circunstancias y placer de servirle al Rey de Reyes. Que Bendicion!

    El objetivo de nuestra vida es que el Evengelio sea una realidad en Nuestras Vidas.

    Gracias Simon por ayudar a Jesus. Que Dios nos inspire a ayudar a nuestros hermanos a llevar su cruz en esta vida como Simon ayudo a Jesus.

  8. Que hermoso artículo…!! esto me ha ayudado a comprender y tener otra visión de mi dolor, del dolor que causa esta cruz, este sufrimiento que me aqueja.
    Gracias Dios! por traerme ha este sitio… bendiciones a todos!!

    1. Recomiendo leer relato de Simón de Cirene del libro el judío errante de Jean D’ormesson, es una belleza.

  9. Muy bonito artículo, pero deberían ampliar más información sobre la vida propiamente de Simón el Cirineo. Gracias

  10. Quisiera una enseñanza más enfocada en un don o ministerio basada en la experiencia de Simón de Cirene, Bendiciones!!!…

  11. Me gustaria una enseñanza más dirijida de Simón de Cirene con relación a un Ministerio o Don personal. Espero entiendas la idea!!!… Bendiciones

  12. El Señor llama de muchas maneras, he comprendido aqui, para Simon de Cirene fue un llamado a llevar la Cruz de Cristo en el dolor…la de otros la evangelización, el servicio…etc. Dame señor la gracia de saber escuchar y ver con los ojos y oidos del Alma y el Corazón el llamado dulce de tu voz y hazme instrumento de tu amor para los demás.

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