El penitente dice el saludo acostumbrado, y se santigua. El sacerdote puede decir: El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados. El sacerdote o el penitente puede leer o decir de memoria algunas palabras de la Sagrada Escritura sobre la misericordia de Dios y el arrepentimiento, por ejemplo: Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo. El penitente se acusa de sus pecados. El sacerdote le da los consejos oportunos y le impone la penitencia. El sacerdote invita al penitente a manifestar la contrición. El penitente puede decir, por ejemplo: Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí, que soy un pecador. El sacerdote, extendiendo ambas manos o, al menos, la derecha sobre la cabeza del penitente, dice: Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. El penitente responde : Amén. El sacerdote despide al penitente: La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna. Vete en paz. El penitente debe cumplir la penitencia impuesta.