La samaritana, pecadora y apóstol

Tras la segunda estancia en Judea en la que se da la conversación con Nicodemo Jesús se pone de nuevo en camino cuando supo que los fariseos habían oído que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan (aunque Jesús mismo no bautizaba sino sus discípulos) abandonó Judea y se marchó de nuevo a Galilea. Tenía que pasar por Samaria. Llegó, pues a una ciudad de Samaria, llamada Sicar, junto al campo que dio Jacob a su hijo José. Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta"(Jn)

Jesús estaba cansado. LLevaban bastantes horas caminando, desde el alba hasta el mediodia pasado. Sin embargo, el cansancio de Jesús contrasta con la animación que tendrá cuando vuelvan los discípulos de buscar alimentos en el pueblo, tanta era su animación que incluso ni quiere comer. El contraste con el final de la conversación con la samaritana es notable pues Jesús está entusiamado y alegre, se le ha pasado el cansancio. Su cansancio era debido a la larga caminata, pero había algo más, ese algo más se intuye al considerar que comenzaba a verse la hostilidad de los fariseos. Jesús leía en los corazones y podía ver el rechazo de muchos.

Fue entonces cuando llegó la mujer samaritana a buscar agua, y se encuentra en el pozo con Jesús. Parece casual ese encuentro, pero está ´revisto en la providencia divina

Debió sorprenderse la samaritana al encontrarse un forastero junto al pozo. Le pareció hombre pacífico y se atrevió a acercarse para buscar agua. No se sabe si se intercambiaron algún saludo, pero es Jesús el que comienza la conversación de una manera muy normal y adecuada a las circunstancias: le dijo: "Dame de beber". El pozo tenía unos treinta metros de profundidad y es necesario tener cuerdas, que quizá estaban allí, pero también algún recipiente. Jesús no tenía ni lo uno ni lo otro. Jeús se salta los convecionalismos de hablar con una mujer, que además es samaritana y hablará con ella de religión, tercera cosa mal vista.

La samaritana al mirar a Jesús se dio cuenta de que era judío y le responde en actitud antipática y discutidora "¿Cómo tú siendo judío, me pides a mí, que soy una mujer samaritana?" La mujer comienza de una manera poco educada la conversación. Quizá pensase en su interior que todos los hombres son iguales, y, además, éste era judío.

Jesús no respondió en el mismo tono ni con la misma actitud, no discute. Le habló con mansedumbre. No nos es posible conocer ni el tono de su voz, ni las inflexiones de la misma, ni la mirada; pero algo notó la samaritana que la invita a reconsiderar su actitud agresiva y a la defensiva. Para Jesús aquél tono era connatural, Jesús es manso y humilde y eso desarma la irritación de la samaritana, al menos en parte. Parte del muro que la separa de Jesús cae ante los buenos modos del Señor.

Una vez superada la primera dificultad Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva".

Primero Jesús disculpa su contestación mala e ineducada diciendo que en realidad no sabe quién es El. Después le señala que desconoce un don de Dios, que llamará agua viva. Pero al mismo tiempo mueve la curiosidad de la samaritana, busca algo que le interese, una puerta, para de ahí tomar un punto de apoyo que permita proseguir el diálogo y hacerle entender las realidades sobrenaturales. Sin un mínimo interés es imposible un diálogo. De hecho Jesús con su mansedumbre, con su disculpa y con la curiosidad de la samaritana por aquella agua extraña, ¿existe acaso un agua viva?, consigue que siga la conversación, aunque el tono sea aún algo desafiante.

La mujer dijo "¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados?" Sigue tratándole en un plano de igualdad, puesto que no le conoce, pensaría que era un hombre como los demás. Pero ya no se da la actitud belicosa que se solía dar entre samaritanos y judíos. Por otra parte habla de algo que era común a los dos, la ascendencia de Jacob.

El Señor aprovecha aquella mínima buena voluntad y continúa la conversación. "Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo, pero el que beba de agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna".

La mujer estaría sorprendida del giro sorprendente que estaba dando aquella conversación que, en el mejor de los casos, estaba destinada a acabarse en las primeras palabras. Su curiosidad debió crecer, pero antes trata a Jesús con respeto, pues se da cuenta que no está hablando con un hombre cualquiera pues el tono de sus palabras revelan sabiduría y amabilidad.

Quizá la samaritana no hizo demasiados razonamientos, pero sí sabía que tenía que ir muchas veces a buscar aquella agua que se acababa siempre. El agua viva que le ofrecía quitaría la sed para siempre, le decía aquel forastero. ¿Será un mago o tendrá una receta desconocida?

Es entonces cuando la samaritana se da cuenta de que está ante alguien importante, no sólo es un hombre educado y respetuoso, sino alguién que le habla de cosas sorprendentes e interesantes, y en vez de darle agua a Jesús es ella la que pide le calme su sed diciendo: "Señor, dame de beber". Hubiera sido hermoso que su petición hubiese acabado aquí, pues hubiese indicado que entendía lo que Jesús estaba diciendo, pero no fue así, y añade para que no tenga sed ni tenga que venir aquí a sacarla. Cierto que le llama Señor, lo que indica respeto, e incluso lo considera como alguien muy importante, pero no entiende el sentido de las palabras de Cristo, sólo piensa en el agua que siempre ha bebido. No escucha todo lo que Jesús le está diciendo,ni se da cuenta de que le está hablando de la eternidad. Podía pensar que el agua sería un símbolo que reflejaba una realidad sobrenatural, pues Jesús la llama agua viva y fuente de vida eterna. Pero no es así. Existían otras barreras a superar, además de los malos modos, para que entendiese lo que Jesús le estaba diciendo. La barrera estaba ahora en una visión demasiado materialista de la vida. Piensa tanto en el agua material, que no entiende el símbolo del agua que salta hasta la vida eterna.

Ante esa falta de entendimiento espiritual Jesús da un golpe de timón a la conversación con un giro inesperado y le dice: "anda, llama a tu marido y vuelve aquí". La mujer debió sentir como un sobresalto en su interior. Su seca respuesta lo revela, su pensamiento se deja entrever “¿a qué viene que hables de mi marido?’, “mi vida es privada, no tienes derecho a meterte en mis cosas”. Una cierta mirada de recelo aparece en su rostro, da la impresión de querer concluir la conversación. Y contesta cortante: "No tengo marido", que es como decir: “déjame en paz, dame agua si quieres o no me la des, pero no te metas en mis cosas”. La visión materialista le impedía entender un agua viva que surge de una fuente eterna, y Jesús quiere destruir esa barrera moral con la sinceridad plena.

Jesús le contestó de nuevo con mansedumbre, pero con una mirada que le indicaba bien que conocía su vida: Bien has dicho no tengo marido, pues cinco has tenido y el que ahora tienes no es tu marido; en esto has dicho verdad. La mujer debió quedar estupefacta, quizá enrojeció. La barrera que le impedía entender queda al descubierto: era la impureza. Quizá alguno de los hombres anteriores fue realmente su marido en sentido matrimonial, pero otros no, y el actual desde luego no es su marido ni ante Dios ni ante los hombres. Ya había recordado el Señor que los limpios de corazón verán a Dios, o dicho a la inversa, los impuros tendrán dificultades para entender las cosas espirituales. Era necesario vencer la impureza con la sinceridad. Puesto que ella no habla es Jesús el que tiene que abrir la puerta de aquella conciencia. A partir de este momento la conversación ya adquiere un tinte distinto. La puerta ya está abierta, Jesús puede entrar, puede limpiar y, sobre todo, puede iluminar Por así decir, comienza la conversión de aquella mujer de mal carácter y poco sentido espiritual una vez que se ha desvelado su pecado de castidad.

No ha descubierto que es el Mesías, ni mucho menos que es la Verdad hecha Hombre, pero reconocerlo como profeta le permite elevar la conversación a un nivel espiritual; así un poco por interés verdadero y otro poco para desviar la conversación del enojoso tema de los maridos dice: "Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén". La cuestión era un punto vital de litigio entre judíos y samaritanos, pero en el fondo escondía otra cuestión más importante como es la interpretación demasiado humana de la Escritura, y revela lo poco que conocen a Dios unos y otros, aunque hablen mucho de El e incluso organicen toda su vida en torno a lo religioso.

Jesús no quiere que la conversión de aquella mujer se eche a perder por una discusión teórica que, como cortina de humo, esconda los verdaderos problemas de sinceridad ante Dios, y eleva de nuevo el punto de mira de la samaritana, que está realmente cautivada por la palabra del Señor. Le respondió Jesús: "créeme mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre" .Jesús llama Padre a Dios y revela que la antigua Alianza está superada, aunque precisa que es más ortodoxa la doctrina de los judíos que la de los samaritanos; "vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos". Es decir, no es más cierta la postura judía porque sean más buenos o más inteligentes, sino porque ha sido profetizado que la salvación vendrá a través de la descendencia de Judá y de David; por eso Dios ha protegido la verdad en ese pueblo de una manera privilegiada.

Añade luego que han comenzado los tiempos nuevos. "Pero llega la hora, y es esta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar es espíritu y en verdad".

Mientras Jesús iba haciendo estas revelaciones bulle el interior de aquella mujer. Es cierto que vivía moralmente mal, pero también es cierto que era consciente de ello y tenía una cultura religiosa, quizá le vinieron a la mente las profecías sobre el Mesías que también reconocían los samaritanos. Una tenue luz debió hacerse en su interior: “¿será este hombre el Mesías esperado?, pero ¿cómo es posible que se manifieste a mí, y más sabiendo que soy una pecadora?, pero lo cierto es que no me rechaza, sino que tiene aire de perdón”; y sentiría que le ardía el corazón mientras escuchaba las palabras del Señor, como ocurrió a los discípulos de Emaús. Por eso, metida ya de lleno en la órbita espiritual de Jesús,pregunta: "Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir. Cuando El venga nos anunciará todas las cosas".

Ya no hay en la samaritana la actitud hostil del comienzo, más bien hay como una insinuación llena de respeto de la persona que empieza a ver, como si no se atreviese a preguntar directamente, Él anunciará todas las cosas como lo haces tú, lo que equivale a decir: ¿Eres tú el Mesías?. Su palabra revela humildad, convicción de que no es digna de que precisamente se revele el Mesías a ella y le hable con tanta naturalidad. Como si la aparición del Mesías tuviese que llegar llena de un esplendor extraordinario o sólo a los importantes de la tierra. No sabía aquella mujer que cada uno de los humanos es importante para Dios, y que Jesús va a dar su sangre por cada uno.

Le respondió Jesús: "Yo soy, el que contigo habla". Ahora, cuando la mujer está bien dispuesta, Jesús se le revela con más claridad que al mismo Nicodemo o a los miembros del Sanedrín. Le dice: Yo soy, expresión que evoca a Yavé cuando revela el nombre de Dios a Moisés. Jesús le está revelando a la samaritana claramente su mesianidad y veladamente su divinidad. Este es el momento álgido de la conversación. La conversión de una mujer pecadora a la verdadera fe y la revelación de la intimidad de Jesús. Dios habla y la mujer acepta con fe la palabra de Jesús.

Recorramos el camino de la conversión de la samaritana. Por parte de la mujer el inicio es hostilidad, agresividad y prejuicios. Despúes, la mansedumbre de Jesús y el hecho de no cerrarse al diálogo permite que Jesús atraiga su curiosidad y su atención. En un tercer momento, una vez conseguido el necesario respeto, Jesús derriba el muro de lo que realmente le preocupaba: su conducta impura. Entonces, una vez superada la barrera de la mala voluntad, Jesús se explaya en iluminar aquella mente y aquel corazón que ya está bien dispuesto para creer. Y la mujer cree , sin ningún milagro, sólo con la palabra de Jesús y de tal modo que cuando los del pueblo acuden al pozo avisados por la mujer también creen también en Jesús y le dicen: "Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo".

La mujer samaritana ha pasado de ser una pecadora, llena de amargura y mal carácter, a ser apóstol. Su palabra tiene tal fuerza que arrastra a que otros conozcan a Jesús como el Salvador. Su conversión es realmente una transformación. Vale la pena que todo el que quiera ser apóstol examine el modo de hacer de Jesús para poder convertir a los que le rodean a creer en el Salvador del mundo.

Decíamos que la samaritana no vió ningún milagro, pero vió el entusiasmo y la fuerza de Jesús. Esta fuerza se transparenta en su respuesta a los apóstoles cuando le dicen:Rabbí, come. Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no conocéis. Decían los discípulos entre sí: ¿Acaso alguien le trajo de comer? Jesús les dijo mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. Jesús comenzó pidiendo agua para beber y no llegó a beber llevado por el proceso de conversión de aquella mujer. Jesús estaba cansado y se le pasa el cansancio volcándose en los que acuden a él. Jesús tiene hambre y no come. La alegría interior le lleva a despreocuparse de las necesidades del cuerpo. El hambre, la sed, el cansancio se superan con la conversión de aquella mujer. Jesús tiene sed y hambre de almas, por ello descansa cuando las almas responden; más que la fatiga del cuerpo, le consume la sed de almas. Por esto, al llegar la samaritana, aquella mujer pecadora, el corazón sacerdotal de Cristo se vuelca, diligente, para recuperar la oveja perdida: olvidando cansancio, el hambre, la sed .

Pero fijémonos en otro detalle. Jesús abandona momentáneamente una de sus cautelas habituales como es la de no hablar a solas con una mujer. Jesús vivía esta cautela para evitar las posibles murmuraciones, pero también para dar ejemplo a los que quieren vivir la castidad con delicadeza. El celo por las almas hace que ponga por delante la conversión de la samaritana a un posible escándalo farisaico. En este caso la caridad va por delante de otras consideraciones. No en vano la prudencia lleva a decidir en cada caso concreto lo que es mas oportuno en esa situación irrepetible.

Volvamos de nuevo a la samaritana. Acudió triste al pozo de Sicar y volvió sin el agua que no quita la sed del alma, pero con la alegría que sacia el deseo del corazón. Ya posee ese agua viva que al principio tanto movió su curiosidad. Su interior es ya una fuente que salta hasta la vida eterna. Los demás pueden beber en ella como del mismo Jesús, ¡es otra mujer!.

La samaritana es una mujer no judía, en ela se aclara alos ojos de los discípulos la extensión a todos los hombres del nuevo reino de Dios que no excluye por razón de raza, pero tampoco por ser pecador si están dispuestos a convertirse

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es

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6 comentarios

  1. Buenas tardes. Estoy iniciando la investigación de mi Tesis. Titulada. Las Mujeres en el Evangelio de Juan. Visión Narrativa y Retorico Social. Voy a tomar los siguientes Personajes.
    a) María la Madre de Jesús.
    b) La Mujeres de samaria ante Jesús
    c) María de Magdala
    d) María y Marta.
    e) Le agradezco si tiene algún material que me pueda iluminar se lo agradecería
    Con respeto y afecto.
    Jacob Lugo

  2. Es hermosa esta explicación de la trascendental conversacion de la mujer samaritana con mi Salvador Jesús.

  3. Este articulo me parece muy bueno por la forma en que esta explicado, creo que es una de las formas mas bellas de explicar la conversion de un pecador. Muchas gracias.y que Dios los bendiga por escribirlo y por publicarlo.

  4. Este articulo me parece muy bueno por la forma en que esta explicado, creo que es una de las formas mas bellas de explicar la conversion de un pecador. Muchas gracias.y que Dios los bendiga por escribirlo y por publicarlo.

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