La generación Tsunami

Toda una generación marcada por el desastre. ¿Puede un católico permanecer indiferente?

Un hecho duro, implacable, cruel y devastador ha sido el Tsunami en Asia, todos hemos visto las noticias, hay alrededor de 5 millones de damnificados, 170,000 muertos, miles de huérfanos… por desgracia no son las últimas cifras, sino que siguen en aumento, no podemos permanecer inamovibles ante tanto dolor.

Es así como iniciamos el año 2005, con el corazón roto, ojos secos de tantas lágrimas que han brotado, la mente perdida y el espíritu quebrantado por la tremenda realidad que ha azotado a miles de seres humanos.

La intensidad de este terremoto que ocasionó el maremoto fue de 9 grados en la escala Richter, lo convierte en el más poderoso de los últimos 40 años. Jan Egeland, coordinador de emergencias de la ONU, declaró que esta podría ser la peor calamidad natural de la historia.

¿Qué es Tsunami?

"Tsunami" es un término acuñado en Japón (tsu significa puerto o bahía y nami, ola), un país en donde ocurren con relativa frecuencia. También se utiliza la palabra "maremoto" para denominar a una agitación violenta de las olas marinas que a veces se propaga hasta las costas dando lugar a inundaciones y que es generada por terremotos o volcanes submarinos, e incluso por el impacto de meteoritos, es capaz de viajar a una velocidad de hasta 800 kilómetros por hora.

¿Se pudo haber evitado?

“El problema en el Océano Índico es que, aparentemente, nadie tomó el riesgo en serio. El tema fue tocado en el sureste asiático el año pasado pero no se hizo nada”, dijo P. Reynolds, de la oficina de Asuntos Internacionales de la BBC.

Francisco Vidal, investigador del Instituto Andaluz de Geofísica afirmó que “Es una zona compleja donde confluyen la placa índica, la australiana, la birmana, la euroasiática al norte y la de Filipinas al este. Es una zona de gran deformación por la gran velocidad de desplazamiento de la placa índica -que se mueve entre 6 y 10 centímetros al año- con respecto a las otras y por tanto, es una zona capaz de generar grandes terremotos y tsunamis”.

Aunque la fuerza de un fenómeno así es perceptible en toda su intensidad en el momento de llegar a la costa, hay sistemas que evalúan en tiempo real el fenómeno, por ejemplo el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, donde hay un sistema de información sísmica para todos los países de la zona del Pacífico. Ellos evalúan la magnitud del terremoto y si es capaz de generar tsunamis.

Se calcula el tiempo desde el epicentro hacia todos los países costeros y se le da una advertencia de que va a llegar la ola en una hora determinada. Según este centro internacional, se dio aviso a los países limítrofes del Índico de que se produciría un tsunami y que llegaría a las costas hasta con dos horas de anticipación.

Pero parece que los protocolos de gestión de emergencia en esos países

no tenían previsto este tipo de alarmas y no han llegado a tiempo para evacuar a la población que está en la zona costera, por falta de recursos y de entrenamiento.

El tsunami no se puede evitar pues es un fenómeno natural, sin embargo, al poseer un sistema de alerta como el que se menciona en párrafos anteriores, quizá se pudo haber evacuado a mucha gente de modo que no hubiera sido tan alto el número de personas que fallecieron a causa de este desastre; por lo que debemos reflexionar y aprender que más vale prevenir que lamentar; no cegarnos y no restarle importancia, tengamos en cuenta que si algo puede suceder aunque sea remotamente hay que estar preparados. Es preciso ver qué se pude hacer para evitar que los fenómenos naturales tengan tales consecuencias.

Esta vez, los países más afectados fueron Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia, Islas Maldivas, Birmania (llamada Myanmar en la actualidad) y Malasia, pero la lección la debemos aprender todos.

Sufren y mueren, no los dejemos solos

Lo cierto es que el tsunami que ocurrió en Asia arrasó con todo lo que tenía a su paso y las personas en la zona devastada necesitan ayuda, mucha ayuda.

El testimonio de los sobrevivientes es significativo: “Cuando pude salir a flote tomé una rama antes de ser aplastado contra un árbol. Escombros y cuerpos comenzaron a amontonarse sobre mí. Al final no quedaba nada, muchos caminaban como yo, confundidos, perdidos y en busca de nuestros seres queridos". Kevin Aldrich, Phang Nga, Tailandia.

¿Qué haremos con los corazones rotos que buscan enjugar sus lágrimas, con tantas mentes que quisieran enloquecer para no recordar jamás, ni cobrar la conciencia de lo que ahora son.

“Morquendi estaba corriendo por todo el lugar, buscando por amigos, enterrando cuerpos, cargando cadáveres. No puedo imaginar el estado psicológico en que estaba mientras nos enviaba sus reportes y trataba de ayudar a las víctimas” Gupta, R. escritor indio.

Apenas ayer, vi en las noticias a una mujer, con el rostro desfigurado del dolor, ella, vio como el mar se llevaba a su esposo y a su único hijo, ha enloquecido, no habla, no come, tiene la mirada fija… como otra mujer que también perdió a su esposo y a uno de sus hijos y va todos los días a la escuela donde iba su chiquito para imaginarlo jugando como antes…

Ahora también se necesitan especialistas para reconocer a las personas que están afectadas naturalmente por el terrible suceso y a las personas que han enloquecido y que requieren ayuda especial en algún hospital psiquiátrico.

Qué difícil, ahí, en ese lugar donde había un sol que calentaba su cuerpo y un mar que tranquilizaba su vista y era motivo de alegría, todo se ha transformado en dolor, el sol carcome, el mar aterra y es que miles de personas se han quedado sin nadie y sin nada; la cantidad de pérdidas humanas es casi impensable, hay infinidad de desaparecidos, miles de huérfanos, casi podría afirmar que los que menos han sufrido son los que murieron en la catástrofe, ellos se han ahorrado el terror de vivir en carne propia el dolor de estar solos, recordando las terribles escenas, llorando por sus seres amados, con hambre de amor, de consuelo, de paz, de tranquilidad.

También las pérdidas materiales son devastadoras, lo único que se puede ver en imágenes son pedazos de madera, basura, escombros, casas destrozadas, hoteles de los que no queda ni rastro, naturaleza devastada, automóviles desechos… nada quedó después de la tragedia, no hay agua potable, no hay comida, no hay techo para proteger a estas almas que también necesitan el sustento para el cuerpo.

El daño material, el daño psicológico y el espiritual que sufren las personas que han presenciado ese tremendo escenario, no es su problema, es nuestro problema y tenemos que afrontarlo.

¿Qué vamos a hacer con todas estas personas, nuestras personas? porque al ser seres humanos son nuestra responsabilidad, nos queden a un metro de distancia o a miles. Imaginar ese desastre podemos, pero siempre nos quedaremos cortos, pensemos en los padres, en los abuelos, en los esposos, en los niños, que se han quedado solos, en la calle, que vieron morir ahogados, aplastados, arrastrados a sus seres más queridos… no podemos quedarnos así, como si nada, como si fuera una noticia más, un acontecimiento y ya.

“La escala de esta calamidad única requiere de una respuesta única”, P. Reynolds, Asuntos internacionales, BBC

Es preciso que “hagamos a los otros lo que quisiéramos se hiciera con nosotros mismos” (Mt.7, 12).

Doctrina de la Caridad

“Amarás al prójimo como a ti mismo, no es un consejo evangélico, sino un precepto”

M. Quoist

Al acostarte y taparte en la noche, ¿no recuerdas a todos aquellos que no tienen un techo, un cobertor? Al ver a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos… ¿no imaginas los rostros de quienes ya no tienen a nadie?

“El precepto es para todos. La perfección del amor estriba en convertirse en uno de ellos, uno de entre los que más sufren, para descubrir con ellos, desde el fondo de su miseria, los medios y el poder de la salvación”. M. Quoist.

Los muertos a 12 días de la tragedia han llegado a los 165,000 con aún cientos de heridos y desaparecidos. Más de 94,000 muertes son tan sólo en Indonesia, el país más afectado por el tsunami, debido a las zonas rurales, y las ciudades con poca infraestructura… y las cifras, en aumento no solo por el fenómeno marítimo sino por las enfermedades que brotan a causa de los cadáveres en descomposición, la falta de agua potable, de alimento.

Cientos de comunidades a lo largo de las costas han desaparecido y en más de una, la población se ha reducido hasta en un 50%.

El trabajo comienza ahora, ya que además de seguir con la búsqueda de personas aún desaparecidas, tienen que ver por la salud de los cientos de heridos y del posible surgimiento de enfermedades, como hemos mencionado anteriormente, lo cual podría complicar aún más todos los esfuerzos.

Después del terrible desastre natural en Asia es necesario contribuir para mandar ayuda a los que ahora están muy necesitados.

Hasta el momento, varias organizaciones nacionales e internacionales se han sumado a la ayuda recaudando fondos para todos los afectados, sin embargo han sido insuficientes debido a la magnitud del desastre, considerado el más devastador de la historia.

Ayudar hoy y mañana

“Cuando desastres naturales azotan en estos tiempos, la respuesta internacional tiende a ser la misma: interés inmediato, ayuda rápida pero, a largo plazo, descuido”

P. Reynolds

Que razón tiene, tenemos mala memoria y sobre todo en un mundo globalizado en el que todos estamos siempre “ocupados”. La gente sufre y muere y no solo se requiere la asistencia inmediata que como menciona Reynolds, tiene que ser del tipo correcto y llegar a los lugares indicados, también se requiere la ayuda a largo plazo, aquella de la que hay muy poca, cuando la catástrofe ha dejado de ser noticia o bien, ha dejado de impactar a los demás pues el tiempo pasa y el mundo pareciera no tener memoria… pero las personas siguen sufriendo y las heridas profundas tardan mucho en cicatrizar.

La gente se muere, todos debemos ayudar y nadie puede “darse el lujo” de rechazar ayuda “En los diarios israelíes aparece la noticia de que a pesar de haber hecho un llamado a doctores de todo el mundo, el gobierno de Sri Lanka no aceptó un hospital militar de campo israelí, aunque sí los suministros que le ofreció”. ¡¿Cómo es posible?! En una situación así no es creíble que prevalezca el falso orgullo; la persona es persona y merece respeto, cuidado y atención, sobretodo si se encuentra débil e indefensa, ¿cuántos morirán? ¿cuántos seres humanos podrían salvarse?

Es ahora cuando todos debemos movilizarnos, amas de casa, empresarios, gobernantes, todos. Caridad es la palabra a poner en práctica hoy, caridad individual y organizada, ayudar ahora.

Hace falta todo

En el orden de la alimentación: Leche en polvo, latas de atún, sardinas, bolsas de arróz, frijol, lentejas, azúcar, café, agua potable, entre otras cosas.

En el orden de la salud: Medicamentos, suero, material de curación, pañales, jabón, desinfectantes.

En el orden del vestido: Ropa para bebé, ropa interior, calcetines, zapatos, pantalones, blusas, suéteres, chamarras, niño, niña, jóvenes, mujeres, hombres, sarapes.

En el orden de la construcción: Casas de campaña como hogares provisionales, material de construcción.

En el orden psicológico: Personas que puedan otorgar sus servicios para ayudar a estas personas para que afronten la crisis.

En el orden espiritual: Sacerdotes y sobre todo oración que todos podemos hacer desde cualquier rincón del mundo en el que nos encontremos, pues la oración es la herramienta más poderosa que moverá los corazones para que todas las necesidades tanto materiales, físicas, mentales y espirituales sean socorridas por Dios a través de los hombres de buena voluntad. Recemos también por las organizaciones que tienen a su cargo velar por las personas más vulnerables, en este caso los niños, para que Dios les ilumine y puedan protegerlos de las personas que los ultrajan, pues se ha sabido ya de casos de secuestro para tráfico y pornografía de menores.

Carol Bellamy, Directora General de UNICEF alertó diciendo que muchos de los niños no sólo necesitan cuidados médicos o alimentos sino también urgente asistencia psicológica además de que corren un grave riesgo de ser raptados y vendidos por grupos criminales, según las denuncias recibidas desde agencias no gubernamentales que socorren a los damnificados por el desastre.

Algunos organismos que pueden canalizar la ayuda en especie son Caritas, La Cruz Roja, ONU, UNICEF.

También las aportaciones económicas a estos organismos con el concepto Asia, permitirán que se compre lo necesario desde los países afectados agilizando la asistencia pues es difícil en medio del desastre que llegue oportunamente el transporte con la ayuda en especie.

Seremos examinados sobre el amor

La medida del amor es el amor sin medida. El Papa Juan Pablo II, ora siempre por la humanidad, ahora lo hace especialmente por las personas que han sido azotadas por esta desgracia, sigamos su ejemplo.

La Iglesia está presente trabajando física y espiritualmente por todas y cada una de las almas; no crucemos los brazos, nosotros que formamos la Iglesia debemos ser el testimonio vivo del amor y la caridad, de la misericordia y la bondad.

En el Juicio final, ante “todas las Naciones reunidas” ¿Qué te dirá el Señor? “Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; no tenía cobijo y me acogiste; andaba desnudo y me vestiste; enfermo y me visitaste; encarcelado y viniste a mí…” O acaso tendrá que decirte: “no me diste de comer, no me diste de beber”

"En esto estriba el éxito de tu vida y de la vida de las Naciones privilegiadas, si lo ignoras, el resto es pura ilusión” Quoist, M.

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