José de Arimatea

Audaz y piadoso entierra a Jesús

Los cuerpos de los crucificados eran arrojados a la fosa común. La infamia continuaba después de la muerte. No sucedió así con Jesús gracias a la audacia y al amor de Jesús de Arimatea.

Veamos como lo cuenta Marcos: Y llegada la tarde, puesto que era la Parasceve, que es el día anterior al sábado,vino Jesús de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios y, con audacia, llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si efectivamente había muerto. Cerciorado por el centurión entregó el cuerpo a José. Entonces éste, habiendo comprado una sábana, lo bajó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo arrimar una piedra a la entrada del sepulcro[800].

Los cuatro evangelistas narran el hecho con matices que ayudan a conocer mejor el carácter de José de Arimatea. Mateo dice que el sepulcro era suyo, que era nuevo y había mandado excavar en la roca[801]. Lucas dice que era un varón bueno y justo, miembro del Sanedrín, el cual no había consentido a su decisión y a sus acciones[802]. Juan, a su vez, da algunos detalles muy precisos como la compañía de Nicodemo, la unción a Jesús con aromas una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras; asimismo da el motivo por el que José era discípulo oculto de Jesús era por temor a los judíos[803].

Los hechos sucedieron con rapidez. El complot de algunos sanedritas guiados por Anás y Caifás fue planeado con detenimiento. El método era sorprender a Jesús lejos del pueblo, para ello necesitaban un traidor, que fue Judas Iscariote, para que denunciase el momento más adecuado para detenerle sin tumulto.

Jesús fue detenido en el huerto de los Olivos durante la madrugada del Jueves Santo y fue juzgado inmediatamente. En cualquier proceso normal se espera, al menos, al día siguiente. Pero los confabulados esperaban con ansia y con odio a Cristo para hacer una parodia de juicio. ¿Estaban allí José de Arimatea y Nicodemo y algún otro miembro de peso del Sanedrín opuesto a la confabulación como Gamaliel? Parece poco probable. De hecho la farsa duró poco y quedó claro que la causa de la condena a Jesús era la falta de fe de los que le condenan, y un odio difícil de explicar sin recurrir a la acción del diablo y a los pecados tantas veces declarados por Nuestro Señor.

Muy de mañana acuden al Procurador romano con variadas intenciones: la primera era acabar con la vida de Jesús, pero también no quedar mal ante el pueblo y comprometer al dominador extranjero en la muerte de un judío tenido por muchos como profeta, condenándolo como un impostor político. El primer fin lo consiguen, los demás menos, ya que Pilato queda gravemente comprometido, pero también queda clara la inocencia de Jesús y las verdaderas intenciones de los judíos.

¿Cuando se enteró José y sus amigos de estos hechos? No lo podemos decir con los datos que nos brindan los evangelios. Posiblemente se enteró por la mañana del Viernes Santo y empezaría a moverse para librar a Jesús, pero ya era demasiado tarde. Es entonces cuando se da un cambio no pequeño en la fe y el comportamiento de José de Arimatea. Hasta entonces era discípulo de Jesús, pero con precauciones. Quizá tuviese miedo muy matizado de razones. En el Sanedrín se había amenazado con expulsar de la sinagoga a todo el que aceptase a Jesús como Mesías. La medida era muy fuerte para un creyente judío. Por otra parte, quizá pensaba que podía ayudar mejor a Jesús desde dentro del Sanedrín que dejando todas las cosas para seguirle públicamente, como los Apóstoles u otros discípulos como Lázaro o Simón el leproso. Es muy posible que su fe aún no fuese suficiente para dar un paso de fe pública en el mesianismo de Jesús. También pensaría que el paso del tiempo aclararía la situación. Y ciertamente las aclaró, pero para decidirse a favor o en contra de Jesús sin medias tintas.

Es muy posible que conociese muchas de las artimañas para prender y acabar con Jesús; pero no debía conocerlo todo al no declararse abiertamente contrario a Jesús y defenderlo con términos de la ley. Si no lo conocían como discípulo oculto de Jesús, al menos desconfiarían de él como simpatizante o dudoso, y eso en hombres dispuestos a matar y mentir es motivo suficiente para que le apartasen de sus conjuras.

Cuando la condena de Jesús ya es firme y le conducen al Calvario para crucificarle, debió pensar en algo que para la mayoría de los fieles pasó inadvertido: ¿qué sucederá con su cuerpo? Y piensa en su sepulcro cavado en la roca viva, en la sábana para envolver el cuerpo de Jesús, así como en los ungüentos para preparar el cadáver lo mejor posible. Cuando le llega la noticia de la muerte de Jesús acude con su autoridad a pedir a Pilato el cuerpo. Pilato confuso por los acontecimientos tiene el acierto de certificar la muerte de aquel inocente crucificado por su debilidad y su ambición unidas a la envidia de los que se lo entregaron, y llama al centurión, éste le asegura que está muerto, y Pilato da el permiso.

José de Arimatea acude con prisa al Calvario junto Nicodemo y ayudados por Juan desclavan el cuerpo de Jesús, lo entregan a su Madre, lo lavan, le ponen apresuradamente algo de los muchos ungüentos que llevaban y lo conducen al sepulcro. Allí consuman el acto de piedad del enterramiento. Y al hacerse de noche se retiran para cumplir la legislación del sábado, llevandose a la Madre que estaría con el corazón atravesado de dolor .

Hasta aquí los hechos. Meditemos sobre la actuación de José para aprender a ser discípulos prudentes de Jesús desde los puestos importantes de la sociedad. Lo más destacable es la valentía de José de Arimatea y de Nicodemo visitan a Jesús ocultamente a la hora del triunfo. Pero son valientes declarando ante la autoridad su amor a Cristo -"audacter"- con audacia, a la hora de la cobardía.[804]. Se olvidan de todos los peligros -odio de sus colegas del Sanedrín, represalias de los fanáticos-, el amor no repara en obstáculos. Realizan con exquisita veneración cuanto se requería para sepultar piadosamente el cuerpo de Cristo, y por amor a El arriesgan honra, posición y dinero. La delicadeza de estos dos discípulos está llena de fortaleza, de fe y de prudencia. Bien se daban cuenta que el odio que consiguió llevar a Jesús a la Cruz, podía llevarles a ellos a la muerte o a perder su posición privilegiada en la sociedad. Pero la prudencia les lleva a actuar de esta manera. Ellos no eran conocidos públicamente como discípulos del Maestro; no se habían hallado en los grandes milagros, ni le compañaron en su entrada triunfal en Jerusalén. Ahora, en el momento malo, cuando los demás han huido, no temen dar la cara por su Señor [805].

Puede extrañar el destacar la virtud de la prudencia en la actuación de estos hombres en el enterramiento de Jesús; pero no debe ser así, ya que la decisión última de cualquier acción es cuestión de prudencia. No es separable de la caridad -indudablemente se mueven por amor a Jesús-, ni de la fe -creen en Jesús como Mesías-. Pero las virtudes estan unidas y, en definitiva, es el hombre el que actúa. Destacar esta virtud nos puede ayudar a superar una idea falsa, y muy difundida, de lo que significa ser prudente.

Es frecuente que se considere prudente a la persona hábil para conseguir sus objetivos. Pero esto no siempre es así. Si el objetivo es malo se le debe llamar "astuto", es decir hombre que usa su inteligencia y su personalidad para fines delictivos, o que justifica con el fin cualquier medio aunque sea inmoral. La Escritura reprende repetidamente a los astutos contraponiéndolos a los sabios.

Tampoco es prudente el que no se arriesga nunca y evita todo exceso, eso más bien es cobardía, o ,mejor, es la llamada "prudencia de la carne", que sólo busca su propio beneficio, escondiéndolo en falsas razones llamadas prudentes. La prudencia es la virtud que juzga la realidad según la verdad, y que actúa en consecuencia. Si lo los hechos piden audacia, pues se debe actuar con valentía. Si la realidad requiere paciencia y silencio, pues se aguanta y se calla. Elegir lo más oportuno es saber adaptar los grandes principios de "hacer el bien y evitar el mal" a la realidad concreta, la cual varía mucho para cada hombre y para cada situación humana.

El prudente piensa, delibera, podera los pros y los contras según su experiencia y, si es posible, la contrasta con la experiencia de otros quizá más sabios. A veces puede requerir mucho tiempo tomar una decisión. Pero otras veces la decisión puede ser muy rápida. Depende de la arraigada que esté la virtud de la prudencia en la persona. Y ,como toda virtud, se adquiere con el ejercicio y con la estrecha conexión con las demás virtudes. Santo Tomás, por ejemplo, comenta que uno de los caminos más directos para ser imprudente es la lujuria. Los clásicos llaman solertia a la prudencia bien adquirida, esta solertia lleva a la rápida adaptación a lo inesperado, es muy flexible ya que la realidad también cambia. Pero sobre todo es fiel a la verdad que requiere formas distintas de actuar en diversas situaciones.

La prudencia lleva consigo una cierta incerteza. Santo Tomás dice que la certeza que acompaña a la prudencia no puede ser tanta que exima de todo cuidado [806]. LLama la atención el santo, con su habitual profundidad, que si alguien quiere actuar con una certeza casi plena es muy posible que no actúe, y con ello llegue a ser más imprudente que el que tiene algunas dudas o perplejidades; pero lo que tiene como cierto le basta para actuar bien y con rectitud. Buscar excesiva certeza puede ser una forma de no querer actuar con generosidad poniendo la prudencia falsa como una excusa del egoísmo.

El prudente se diferencia del astuto porque le repugna la simulación, los escondrijos, el ardid y la deslealtad. El prudente no es mezquino como el astuto, sino magnánimo. La falsa prudencia del astuto suele originarse en la avaricia, que es el amor desmesurado a los bienes materiales.

La verdadera prudencia reúne tanto el pensar con rigor como el actuar con valor; une el filtro de la deliberación que evita la superficialidad con el arrojo audaz. No es táctica, sino sabiduría. La prudencia lleva a la perfeción práctica. Porque se debe obrar de un modo o de otro, pero no se puede dejar de actuar; el mismo no hacer, ya es hacer algo.

José de Arimatea fue prudente al actuar con audacia. Quizá también lo fue cuando era discípulo oculto de Jesús, pero con menos perfección. Es muy posible que su fe en Jesús fuese débil al principio y se uniese el deseo de ayudar desde dentro del Sanedrín con un cierto temor a las consecuencias de declararse de un modo manifiesto seguidor de aquel que se llamaba el Cristo, eso es lo que insinúa Juan en el Evangelio. Lo cierto es que la Cruz le quita cualquier tipo de temor o de perplejidad. La meditación de la palabra de Jesús, así como de sus milagros y signos, unida a la meditación de las profecías sobre el Mesías se desvelarían al ver su cumplimiento.Ve como una victoria lo que parece un fracaso, sabe descubrir en la Cruz el Sacrificio de la Nueva Alianza. Una vez iluminada la fe ¿de que sirven las tácticas y cálculos? Lo más prudente es entregarse del todo, como los estaba haciendo Jesús en la Cruz.

La prudencia de los que ejercen el poder tiene consecuencias que la convierten en más importante que la de los ciudadanos normales. Sus decisiones afectan a muchos, quizá a un pueblo entero. Ser gobernados por imprudentes puede ser uno de los mayores castigos para un pueblo. Es frecuente que se diga que el poder corrompe,esta afirmación es falsa. Mejor es decir que el poder puede corromper con más facilidad que otras situaciones de menor responsabilidad. Para formar gobernantes lo mejor es formar hombres prudentes. La técnica no basta. Y menos aún desacreditar a los gobernantes, como si por serlo ya estuviesen corrompidos, o en proceso de corrupción. La prudencia de los gobernantes requiere la inteligencia de pensar mucho las cosas. Necesitan la docilidad de acudir a los sabios y a los experimentados evitando la soberbia de no saber rectificar. Las decisiones pueden ser difíciles, pero los gobernantes son hombres que deben tomarlas, a pesar de las oscuridades que se den en la realidad.

José de Arimatea y Nicodemo estaban en los centros de poder de Israel y debían ser prudentes. Pienso que su prudencia les llevó a decisiones distintas cuando la situación cambió. Ante Cristo muerto en la Cruz desaparecen todos los cálculos humanos.

El modo como se exponen al peligro con audacia paraa seguir el camino del Maestro demuestra una finura de espíritu más que notable. Estos hombres piensan en cuidar con piedad exquisita el cuerpo destrozado del Maestro. Unen la generosidad a la piedad, pues llevaron una cantidad enorme para perfumar el cuerpo del Señor. No pudieron embalsamarlo por la premura de tiempo, ésto es lo que las mujeres querían realizar el primer día de la semana. Pero ellos se deciden a vivir la fe de un modo totalmente comprometido viviendo la caridad con delicadeza. Sabían bien los peligros a que se exponen, con una falsa prudencia podían hacerse los desentendidos de una cuestión que parece secundaria, pero el amor es sabio y no deja pasar las oportunidades.

El sepulcro vacío se convierte en el primer sagrario material. María Santísima fue el primer sagrario vivo, virginal y lleno de amor. El sepulcro no usado por nadie es una prolongación de ese amor de María cuando lleva al Hijo de Dios en su interior. Todos los sagrarios son también una extensión de aquel sagrario generoso en el que Cristo descansa y nos espera. Jesús no lo pidió, pero tampoco rechaza las muestras magnánimas de amor verdadero.

Nuestra oración puede concluir con palabras del Beato Josemaría que contemplando esta escena dice: Nicodemo y José de Arimatea -discípulos ocultos de Cristo- interceden por El desde los altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio…, entonces dan la cara audacter (Mc XV,43)…; ¡valentía heroica!

Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor…, lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones…, lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!

Cuando todo el mundo os abandone y desprecie…, serviam!, os serviré, Señor[807].


[800] Mc 15,42-46

[801] Mt 27,57-60

[802] Lc 23,50-54

[803] Jn 19,38-42

[804] Camino n. 841

[805] Beato Josemaría Escrivá. Vía Crucis XIII

[806] Santo Tomás de Aquino. Suma teológica II,II 47. 9 ad 2

[807] Beato Josemaría Escrivá. Vía Crucis XIV,1

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3 comentarios

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