Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II

Una bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II

Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO

2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL

3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO

4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ

5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA

6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD

7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»


TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»

Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano.

Testigo de esperanza

Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza».

Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos –explica Van Thuân–, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús».

Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos.

Jesús no tiene memoria

«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo –reconoce monseñor Van Thuân– le hubiera respondido: «no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio». Sin embargo, Jesús, le respondió: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo».

Jesús no sabe matemática ni filosofía

«Jesús no sabe matemáticas –continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús–. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».

«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido». ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador».

Jesús es un aventurero sin idea de economía

«Jesús es un aventurero –afirma Van Thuân–. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús».

«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía –añade el arzobispo vietnamita–. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene «defectos» porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas».

Amar a los enemigos

–Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa.

–Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: «Usted, ¿nos ama?». Le respondí: «Sí, os amo». «¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo…». Entonces le recordé: «Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad». El guardia me preguntó: «Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?». «No –le respondí– aunque queráis matarme, yo os amo». «¿Por qué?», insistió. «Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos –aclaré–. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: «amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen». «Es muy bello, pero difícil de entender», comentó al final el guardia.

–Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven…

–Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, «allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia»».

–Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân?

–Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy.


LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO

Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios».

El amor, la única certeza

«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor –dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana– pues «su misericordia es eterna». «Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo»». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. «Te he amado con un amor eterno, dice el Señor». Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor».

Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús

Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos… En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido «mujer de Urías», se trata de Betsabé».

El pecado exalta la misericordia de Dios

«Y sin embargo –añadió el arzobispo vietnamita– el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido.

Esperar hoy

La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza… Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza».

«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande –concluyó el predicador vietnamita– Charles Péguy decía: «La fe que más me gusta es la esperanza». Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón».


DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL

Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos

CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios.

En una celda sin ventanas

«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas –confesó el prelado–, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser».

Sólo Dios

«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: «¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos…, todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras»».

«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar –continuó explicando el arzobispo vietnamita– y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo».

De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón…».

La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión «por la fe» y una vez la expresión «con la fe»». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino».

Respuesta al mundo de hoy

«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy –concluyó monseñor Van Thuân–, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar».


EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO

Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente

CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores.

Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 –confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: «Un día de prisión vale por mil otoños de libertad». Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: «Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria»».

«En las largas noches de presión –continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón– me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: «Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…».

Mensajes escritos en un calendario

«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, –continuó explicando Van Thuân–, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: «¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?». Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las «regiones de nueva economía» en las aldeas. La separación era un «shock» que destruía mi corazón».

«Yo no voy a esperar –me dije–. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: «François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades». Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro «El camino de la esperanza», que ahora ha sido publicado en once idiomas».

Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista.

El camino hacia la santidad

«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras –recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa–: «Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una». Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo».


«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ

Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?».

El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado –dice Van Thuân–, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza».

«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono –continuó diciendo el predicador del Papa–. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros… Son pequeñas o grandes «noches del alma» que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».

«Los santos también han experimentado noches de desesperación –añade–, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: «Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto». Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte».

San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir «la condición de siervo», la «semejanza a los hombres». Es la imagen de un Dios que se «aniquila», se «pierde» para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el «inocente», el «justo» llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación».

Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres –recuerda Van Thuân–, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba «Papá» («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor».

El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada».


LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA

Meditación de monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país.

«Cuando me encarcelaron en 1975 –recordó el prelado vietnamita–, me vino una pregunta angustiosa: «¿Podré celebrar la Eucaristía?»».

El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina».

«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida».

Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos –cuenta–. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa».

Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual».

Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada».

«Concluyo con un sueño –dijo monseñor Van Thuân–: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo».


LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD

Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica.

Minoría, una realidad

Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy».

Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: «¿Qué es la Santa Sede?», preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: «¿Dónde está la Santa Sede?», me preguntan. Les respondo: «En Italia, en Roma». Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales».

«Vivir como minoría –continuó diciendo el prelado vietnamita– exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza».

Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil –comentó el predicador–. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza».

La fuerza de Dios

«David es la figura de la Iglesia de hoy –subrayó monseñor Van Thuân–. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires».

Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio».

El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, «¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó».


EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»

El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración

CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado.

La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos.

Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: «La paz esté con vosotros». Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una «metanoia», un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor».

«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa.

«El episodio de Emaús –añadió– nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano».

«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo». Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: «Confiad: yo he vencido al mundo»».

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8 comentarios

  1. Por favor amigas y amigos , me dejan llevarme a casa las oraciones indicadas por mi… Dios quiera que me dejen. Tengo una cuñada que me dijo que estaba suscrita a esta pagina, ella se llama Ana Maria Letelier de Schovelin y me recomendo la pagina. Yo he tratado en otras oportunidades de tener dinero para una suscripcion y cuando crei que estabamos bien , vendimos la casa para pagar algunas de muchas deudas. Disculpen las molestias. Dios las bendiga a todas y todos. Rita Schovelin Kaulen antoniacabrera.cabreracorrea@gmail.com

  2. CON LA PERDIDA DE VALORES SE HA PERDIDO EL VERDADERO TESORO QUE ES LA SALVACION DEL ALMA NUESTRA VIDA TRASCENDENTE A LA QUE NOS LLAMA DIOS..DEBEMOS DE LUCHAR TODOS LOS CRISTIANOS PARA QUE TRIUNFE LA CIVILIZACION DEL AMOR.EN NUESTRAS FAMILIAS,Y EN TODOS LOS AMBIENTES SOCIALES PARA QUE REYNE CRISTO EN TODOS LOS CORAZONES Y ASI LOGREMOS EL ECUMENISMO.

  3. Me conmovió hasta lo más íntimo del alma. Este Monseñor, si aún vive, es un verdadero santo por su vida ejemplar por su total entrega al Señor y a los que con él compartieron ese atroz cautiverio.

  4. Me encanta!! Recomendemos esta lectura y edifiquemos de nuevo la imagen de nuestros amigos sacerdotes fieles enamorados de su vocacion. Por otro lado, recomiendo codificar o programar estos articulos en "version para imprimir" pues al imprimir directamente salen cortadas las lineas. Saludos!

  5. Excelente, me ha servido para continuar este nuevo camino que he encontrado junto a Jesus, esta paz y esta tranquilidad.Gracias por etste tipo de lecturas

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