A pesar de presentarse como judíos, podemos considerar que los adeptos del Kabbalah Centre pertenecen a la órbita New Age. Un grupo nada recomendable
En días recientes ha sido noticia que la Universidad de Barcelona acogería en su paraninfo una actividad que, bajo el título «Astrotalks. El principal evento astrológico del año», estaba organizada por el Centro de Kabbalah, un controvertido grupo espiritual que se hizo famoso hace tiempo porque la cantante Madonna estuvo militando en sus filas.
El hecho sorprendente de que un acto de estas características fuera a celebrarse en una universidad fue la causa de que se hiciera eco el blog de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), y más tarde el diario digital El Español. Seguramente esto motivó que la institución académica, avergonzada por la situación, negara el acceso a sus instalaciones a un grupo que es considerado una secta, y que terminó convocando a los interesados a un hotel barcelonés.
Origen e historia
El Centro de Kabbalah (Kabbalah Centre, en adelante CK) fue fundado en 1965 en Nueva York por Philip Berg (1929-2013), un antiguo vendedor de seguros que acabó convirtiéndose en un vendedor de humo místico que, bajo la forma del esoterismo judío, encubre un gran negocio. Como afirma el experto Boaz Huss en un trabajo académico, el CK «se ha convertido en el mayor, el más conocido y el más controvertido movimiento cabalístico contemporáneo».
Philip Berg –o Rav Berg, como lo nombran sus seguidores, con esa abreviatura del título de «rabino»– se llamaba realmente Philip Gruberger. Era un judío ortodoxo neoyorquino que viajó a Israel para estudiar la Cábala con un discípulo directo de Yehuda Ashlag (1884-1954), un importante rabino cabalístico contemporáneo. La Cábala es «una forma de gnosis de origen judío», como explica José Luis Vázquez Borau.
Sobre la base de su aprendizaje, Berg regresó a Nueva York y creó allí el Instituto Nacional de Investigación de la Kabbalah, llamado después Centro para la Investigación de la Kabbalah y, finalmente, Centro de Kabbalah. Organizó grupos de estudio en EE.UU. e Israel y empezó a publicar libros en los años 80, divulgando a su manera las enseñanzas de Ashlag.
Aunque al principio se dirigió a los judíos, después amplió su proyección a nivel general, y en los años 90 ya abrió sus primeros centros en otros continentes. Dirigió el grupo hasta su muerte en el año 2013, y desde entonces lo hacen su viuda (y segunda esposa) Karen, y sus hijos Yehuda y Michael, que viajan por todo el mundo difundiendo su doctrina.
Más Nueva Era que judaísmo
Efectivamente: Berg construyó su CK sobre los fundamentos de las enseñanzas del rabino Ashlag, pero los combinó con gran habilidad con otros elementos procedentes de diversas corrientes espirituales y esotéricas. De forma que Huss afirma que «las doctrinas y prácticas del CK también se asemejan a (y pueden considerarse parte de) la cultura de la Nueva Era».
En eso radica el éxito y la popularidad que ha alcanzado el movimiento: en que no sólo ha sabido insertarse hábilmente en el universo New Age, sino que «adopta terminología explícita de la Nueva Era, como ‘Era de Acuario’ y el propio término ‘Nueva Era’, hace hincapié en doctrinas cabalísticas compatibles con la espiritualidad de la Nueva Era (como la astrología y la reencarnación) y transmite temas principales característicos de la Nueva Era», en palabras de Boaz Huss.
¿Cuáles son, en concreto, esos temas propios de la nueva espiritualidad esotérica? Según Huss, que es profesor de Cábala en la Universidad Ben-Gurión (Israel), son «la expectativa de una nueva era de transformación espiritual, una espiritualidad psicológica y egocéntrica, el énfasis en la curación y en el bienestar espiritual y físico, y la creencia en la compatibilidad de la ciencia moderna y la espiritualidad».
Un negocio en torno a lo esotérico
El CK encaja perfectamente en las nuevas espiritualidades de la postmodernidad, tal como señala Boaz Huss. Están caracterizadas por el eclecticismo, la difuminación entre lo religioso y la cultura popular, ponen el énfasis en la práctica más que en las creencias y suponen una mercantilización explícita de lo místico.
Y éste es precisamente el aspecto que más llama la atención en el CK. El reportaje de El Español se ha hecho eco de algunos productos vendidos por el grupo: desde su famoso hilo rojo para confeccionar pulseras –al precio de casi 30 euros– hasta el juego de botellas de agua sanadora (con «energía curativa»), que cuesta bastante más que el agua normal.
Las duras críticas desde el judaísmo
Por eso no es extraño que voces autorizadas de la religión judía –en sus diversas corrientes y escuelas– hayan levantado su voz para advertir tanto a sus fieles como a la sociedad entera de lo que supone este movimiento. En los años 80 empezaron a sucederse los primeros pronunciamientos, sobre todo por parte de judíos ortodoxos, pero también los grupos reformistas y hasta neocabalistas se sumaron a esta campaña de prevención.
Y fue en la década siguiente cuando, vista la difusión creciente del CK, entidades de cierto peso y líderes religiosos emitieron sucesivas declaraciones públicas: el Consejo Rabínico Ortodoxo de Toronto en 1990, el de Queens (Nueva York) el año siguiente, el Gran Rabino de Francia en 1992, el Gran Rabino de Sudáfrica en 1993… Todo esto nos da una idea de la preocupación a nivel mundial por la expansión de la secta.
El goteo continuó, y así en 1998 fue el turno del Gran Rabinato de Israel, y en 2004 hizo lo propio el Gran Rabino de Gran Bretaña. Es muy significativo que el Tribunal Rabínico Asquenazí de Jerusalén decretara que Philip Berg «debe ser rechazado, y sus libros deben ser excluidos del territorio de Israel». En el fondo no está sólo el problema de la mercantilización de la espiritualidad, sino sobre todo su desviación de las normas del judaísmo y de la observancia de la Torá (la Ley divina).
En efecto, los dirigentes del CK no sólo proponen una práctica de las técnicas cabalísticas aislada de cualquier religiosidad judía seria, sino que las presentan con una mentalidad mágica que es rechazada por el monoteísmo judío como algo supersticioso. El hilo rojo y el agua de la Cábala ya citados se unen a cosas como la convicción de que pasar la mirada por las páginas del Zohar –su libro principal– tiene poder sobre la persona, aunque no entienda el hebreo.
Y también… una secta
El historiador del misticismo judío Moshé Idel ha llegado a afirmar que iniciativas como el CK suponen «una burda simplificación, tal vez incluso un engaño, una explotación del interés de un público que se encuentra en un estado de crisis espiritual». Entramos ya en el mundo de las sectas.
Y es que otro sector muy crítico con el CK ha sido el de las asociaciones y profesionales dedicados a investigar el fenómeno sectario y a ayudar a sus víctimas. Como constata el académico israelí Boaz Huss, «la estructura jerárquica y el celo proselitista del CK, así como el alto grado de compromiso de sus seguidores con el grupo y con su líder, se asemejan a otras organizaciones ideológicas que fueron tachadas de ‘sectas’ por sus oponentes».
Autores norteamericanos como Rick Ross y Steven Hassan aseguran haber ayudado a personas que pertenecían a la secta de Berg con sus programas de asesoramiento para la salida (exit counseling). Diversas investigaciones periodísticas han mostrado cuestiones como el culto a la personalidad del líder, el abuso psicológico sobre los adeptos, la ruptura de los vínculos familiares tras la conversión, etc.
No es difícil adivinar que tras un discurso esotérico como el que se ha mencionado, con el uso de objetos con propiedades mágicas y referencias a la sanación… plantea un serio peligro de explotación de la vulnerabilidad de personas enfermas. Ha habido casos de pacientes y familias que han sido víctimas de este discurso, con la promesa de milagros que no han sucedido.
Y, como pasa con muchas sectas, en ocasiones el CK ha reaccionado contra sus oponentes y críticos con demandas y juicios, presentándose como objeto de difamación y calumnias, y acosando con abogados.
Jose Luis Vázquez Borau
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