Pier Giorgio Frassati: Universidad, Política y Montañismo

FrassatiI.encuenra.com.intBeato Pier Giorgio Frassati Carismático, buen muchacho y comprometido social, el hombre que enseñó con su ejemplo a crear una nueva sociedad

Pier Giorgio Frassati ( 1901-1925)

Todo se precipitó con rapidez. Fue cosa de semanas. Estaba ya por hacer su examen profesional para obtener el doctorado en Ingeniería, cuando contrajo una poliomielitis fulminante. Luego de seis días de sufrimientos terribles, falleció el 4 de julio de 1925. Su ciudad natal —Turín— presenció el funeral y miles de paisanos se arrodillaron en las calles ante su cadáver. En menos de un año ya se habían editado cinco ediciones —una de ellas en inglés— de la vida de Pier Giorgio, italiano de 24 años, de cabellos negros y mirada profunda. Sus restos mortales se veneran en la catedral de esa ciudad y ante su tumba oran muchos peregrinos, sobre todo estudiantes jóvenes.

Las historias de santos mal contadas

Escribir vidas de santos es difícil.  Pero lo es más si los personajes fueron niños o jóvenes, porque vidas tan cortas dan para relatar pocas cosas o, quizá, no hay más remedio que inventarlas. Eso explica que en siglos pasados se contaran historias poco creíbles o cursis, que hoy nos caerían muy espesas y algo chocantes. Posiblemente aquellos autores, con toda su buena intención, pero con poca información y mucha imaginación, tomaron como verídicas ciertas historias o leyendas, que corrían de boca en boca, y el tiempo les dio credibilidad. Por ejemplo, de un gran santo se llegó a decir que, por guardar la castidad, no se atrevía a mirar a su madre. Y de otro, un monje enclaustrado, decían que no vio nunca el techo de su celda, por mortificación. Sin duda, se quiso exaltar tanto esa santidad, que nos hicieron retratos de hombres excelsos, y pesamos que ésos sí nacieron para ser santos, y los demás —o sea, yo y todo el resto— somos cristianos de segunda o tercera división. Han hecho un flaco servicio a la catequesis esos biógrafos de santos que querían a toda costa, encontrar cosas extraordinarias en los siervos de Dios. Y cuentan, de algunos de ellos, que en su infancia, no lloraban, por mortificación no mamaban los viernes… Tú y yo nacimos llorando como Dios manda; y nos asíamos al pecho de nuestra madre sin preocuparnos de Cuaresmas y de Témporas.

Te puedo asegurar que Pier Giorgio nunca ayunó en su periodo lactante ni rezó Rosarios o novenas en la cuna.  Lo imagino con la misma resistencia a obedecer que tienen los niños y jóvenes, con la flojera que tuvimos todos tantas veces para hacer la tarea por la tarde;  con berrinches y diabluras; rompiendo de vez en cuando el cristal de una ventana y peleando con hermanos y vecinos. Y en la escuela —creo que todos hemos sido débiles al menos alguna vez…— copiando en un examen, en un caso de extrema urgencia y apuro.

Basta ver la fotografía de Pier Giorgio para pensar que, por su buen aspecto, fue una persona absolutamente normal. Si hoy viviera, bien podría anunciar en revistas de moda una marca de ropa casual o una loción after shave.

Ilusión profesional, amor por la cultura y el deporte

El padre de Pier Giorgio era un hombre sin fe, agnóstico, fundador y director del diario liberal «La Stampa», conocido y considerado influyente entre los políticos italianos. Por algunas temporadas fue senador y embajador italiano en Alemania. Su madre, Adelaida, era pintora. Pier Giorgio fue prestigiado alumno del Liceo y del Instituto Social. A los diecisiete años se inscribió en el Politécnico Real de Turín y escogió la especialidad de Ingeniería de Minas dedicando mucho tiempo al estudio. Quería casarse pronto y tener una familia numerosa. Había en él auténtica ilusión profesional. Quería destacar, hacer rendir al máximo las propias capacidades personales, influir en la sociedad.

Era deportista apasionado. Bueno para el fútbol y las excursiones. Le escribía a un amigo, poco antes de morir: Me siento cada día más apasionado por la montaña. Me atrae su fascinación. Deseo siempre más vivamente escalar las cumbres, llegar a las más elevadas cimas… Se conservan fotos suyas, muy sonriente, fornido, con pantalones bombachos botas, piolet y una pipa en la boca. Organizaba planes de montaña con sus amigos. Eran ocasiones de grato descanso, de conversación interesante y sobre todo de apostolado y de oración. Se estaba muy bien a su lado porque era jovial y movía fácilmente a los demás para contagiarles sus propios ideales. Era bromista. Muchos amigos giraban alrededor de su vida. Escribía a uno de ellos: después del afecto de los padres y hermanos, uno de los afectos más hermosos es el de la amistad; y cada día debería dar gracias a Dios porque me ha dado tan buenos amigos y amigas....

Solía ir al teatro, a la ópera y a los museos. Amaba la música y a veces citaba con soltura trozos de Dante. No iba a la universidad para pasar el rato o sólo para estar con los amigos. Se gastaba los codos estudiando y no a última hora, para salir del paso en los exámenes. Tenía bien ocupada la jornada. Exprimía bien las horas de estudio, que no eran muchas.

En contra de las ideas políticas de su familia, Pier Giorgio llegó a ser miembro activo del Partido Popular, que promovió en esa época las entonces modernas y originales ideas sociales del Papa León XIII.  Era aguerrido, con facilidad de palabra, hablaba con calor y convencimiento. Se las ingeniaba para visitar los barrios más pobres y frecuentaba los círculos de obreros y estudiantes. Era muy laborioso y diligente. Alguna vez, por defender sus ideas, en un país donde el fascismo iba tomando cuerpo, tuvo que sufrir la violencia de la policía anti-motines, enarbolando una bandera.

En 1921, en el primer Congreso de la Paz Romana, celebrado en Rávena, lanzó la idea de unir la Federación de los Universitarios Católicos con la de los obreros. Cuando se trataba de defender la dignidad humana, Pier Giorgio se encontraba siempre en primera fila. Reconoció desde el principio el verdadero rostro de las ideas políticas dominantes y se opuso a ellas, como lo hizo también ante la violencia y vejaciones de los comunistas.

Hoy quizá no veríamos en él nada fuera de lo normal. Pero para su época, Pier Giorgio fue profundamente moderno: abierto a los problemas de la cultura, del deporte, las cuestiones sociales y los auténticos valores de la vida. Y además, en medio de esas convicciones, profundamente creyente. No era católico sectario o fanático, por reacción contra las ideas liberales o anticlericales de su familia.  Su fe se alimentaba de otra fuente: la sustancia misma del cristianismo: oración constante y frecuencia de Sacramentos. Un comportamiento natural y espontáneo, sin estridencias o las rarezas de un catolicismo oficial exaltado.

Heroica caridad y profundo sentido social

Una de sus virtudes más destacadas era el modo como, en sus circunstancias de estudiante, vivía la caridad.  Pero no la del que sólo da unas moneditas a un pobre de la calle, o regala un poco del tiempo que le sobra.  Pier Giorgio dedicaba mucho tiempo a la semana a sostener material y espiritualmente a los más necesitados y enfermos: cuidaba a los huérfanos, enfermos y soldados que volvían de los frentes, durante la Primera Guerra Mundial. Recibía a diario la Sagrada Comunión y entendía la necesidad de agradecer ese don invaluable también con sus propias obras: —Jesús me visita cada mañana al comulgar; yo le devuelvo la visita, visitando a los pobres.

Pier Giorgio llegó a decir: no basta la caridad, necesitamos una reforma social. Y se empeñaba en ambas. Ayudaba a los necesitados con el dinero que tenía para su propio transporte y entonces se iba caminando a casa. No se limitaba a dar cosas. Se entregaba él mismo, viviendo esa opción como un privilegio. Algunas veces, por ejemplo, sacrificó sus vacaciones en la confortable casa de verano que tenía su familia en Pollone para continuar algunas labores sociales que había emprendido en la ciudad y así explicaba el cambio de planes: — Si todos se van de Turín, ¿quién se encargará de los pobres? Un día antes de morir, con la mano paralizada, escribió un recado para un amigo recordándole que se había comprometido a conseguir unas inyecciones para un enfermo sin recursos, que él mismo atendía. Cuando Pier Giorgio murió, muchos de esos pobres que atendió por siete años, se sorprendieron al saber que perteneciera a una familia tan rica.

El peor peligro es la aburrida pasividad

¿Cuál es la principal cualidad de este joven?   Es difícil señalar sólo una, porque los santos las tienen todas.  Pero pienso que la de Pier Giorgio es esta: era auténticamente joven con todo lo que eso implica. Ser joven no es cuestión de edades, sino de actitudes. Es alimentar un deseo creciente, de mejorar, de dar, de ser creativo, de querer cada vez más a otros con una  espontaneidad que brota desde dentro, por sí misma, como algo connatural.  Es joven quien tiene la capacidad de construir y edificar a su alrededor algo que perdure. Por eso se dice que hay jóvenes que son auténticos ancianos;  y, en cambio, hay  hombres muy entrados en años  que son jóvenes porque estrenan cada día sus vidas con deseos de realizar más cosas, tienen proyectos e ilusiones.

Ser joven es vivir de ideales, es tener “motor propio”, no ser veleta que se mueve a todos los vientos  y, sobre todo,  amar apasionadamente algo y a alguien que no sea uno mismo.

Pero, claro; hoy no es nada fácil tener esta juventud interior, cuando el ambiente que nos rodea presiona justamente en sentido opuesto.  Nos hablan demasiado e insistentemente de «tener más» —más cosas materiales que poseer, que disfrutar, que ambicionar—, y menos o muy poco de lo verdaderamente importante: «ser más», ser mejor, más culto, más virtuoso, más ilusionado por los estudios, o la propia profesión que se ha elegido.

Dicho de otra forma el “espíritu joven” es lo más contrario a estos conceptos: pazguato, aplatanado, corto, aburrido, aniñado, atolondrado…, sin ideales definidos, arrastrado por el ambiente. No es joven, por tanto:

— aquél a quien se le acaba todo tema de conversación a los tres minutos;

— quien no es capaz de ligar más ideas en un diálogo de cierta altura;

— quien tiene como primeros y casi únicos intereses los del fin de semana: las niñas (o los niños) que ha conocido; el plan del antro, lo que comió, bebió y bailó;

— quien vive perdido navegando o chateando horas diarias en internet o buscando continuamente refugios y dis¬tracciones a su egoísmo para no enfrentarse a la realidad.

— quien vive en un mundo irreal, de espaldas a los acontecimientos y problemas de la vida social.

Estas personas no son jóvenes. Son ancianos prematuros. Han envejecido porque creen que en esta vida todo lo que no sea su pequeñísimo mundo… “es un rolllo”…, es aburrido… No los juzgo.  Comprendo que en el fondo,  sinceramente,  quisieran ser muy felices, pero no saben cómo salir de ese complicado laberinto.  Ojalá supieran y experimentaran la verdadera alegría, que nadie les podrá quitar,  y que tiene, paradójicamente, esta receta:  no buscar una vida cada vez más cómoda  —sólo recibir, recibir y recibir—, sino dar y estar verdadera y  apasionadamente enamorado de lo que vale la pena.

Pier Giorgio es profundamente joven de edad y de espíritu: da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor .  Así lo describió Juan Pablo II.

Tener los ojos abiertos

Cuando cualquier nación enfrenta retos y problemáticas de extrema gravedad económica, social, o cultural, los que pueden y deben ser protagonistas del cambio, no son únicamente los adultos, sino sobre todo los jóvenes que tengan espíritu joven. Si abrís bien los ojos y miráis a vuestro alrededor  —decía Juan Pablo II a los jóvenes mexicanos— veréis mucha tiniebla, mucho dolor y sufrimiento en vuestros hermanos(…): el hambre y la desnutrición, el analfabetismo, el desempleo, la desintegración familiar, la injusticia social, la corrupción política y económica, salarios insuficientes, concentración de la riqueza en manos de unos pocos, inflación y crisis económica, el poder del narcotráfico (…). ¿ante este panorama de dolor, ¿podéis vosotros permanecer indiferentes…? ¡Jóvenes, ayudad a vuestros amigos a salir de la cárcel de la indiferencia y la desesperanza! ¡Cristo os llama a resucitar en otros jóvenes la ilusión por la vida!

Hay que cambiar de mentalidad. Para ganar hay que perder. Para ser feliz hay que dar y darse. Para pasarla muy bien, hay que estar dispuesto a pasarlo mal y, a veces, muy mal. Para estar contento, lo primero que hay que hacer es no estar preocupado por ese tema.  Puede sonar contradictorio, pero para estar muy a gusto, hay que saber llevar y sufrir con elegancia los disgustos.

 

Pier Giorgio Frassati mostró con hechos que no sólo se debe, sino que se puede ofrecer una contribución concreta al mundo en el que se vive, a modo de fermento, interviniendo en el mundo de la vida universitaria y gastando tiempo y energías en la solución de los problemas sociales más acuciantes y haciendo intervenir a otros; y todo ello en un ambiente difícil y tantas ve¬ces hostil a la fe católica. El Papa Juan Pablo II decía de él que estaba totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio del prójimo: así podemos resumir su vida terrena. (…) Pier Giorgio es también el hombre de nuestro siglo, el hombre moderno, el hombre que ha amado mucho. (…) En él el Evangelio se convierte en solidaridad y acogida, se hace búsqueda de la verdad y exigente compromiso en favor de la justicia. El se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en nuestro siglo .

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4 comentarios

  1. Pier Giorgio, es el ejemplo del cristiano comprometido, la escuela de laConferencia Vicentina le marcò el camino EL SERVICIO, es un discipulo de Jesùs y de su gran amigo Federico Ozanam, otro joven que actuò en un momento convulsionado de Francia del Siglo XIX, fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de la cual Giorgio es un ejemplo.

  2. Fersi, es un gran santo que vivió en nuestra época, es para que lo leas tu y José Ignacio porque fue un muchacho bello como él.

  3. Fersi, es un gran santo que vivió en nuestra época, es para que lo leas tu y José Ignacio porque fue un muchacho bello como él.

  4. Fersi, es un gran santo que vivió en nuestra época, es para que lo leas tu y José Ignacio porque fue un muchacho bello como él.

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