Novena a Santa Teresa de Lisieux

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría. En fin, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une con Jesús”. (Manuscrito C, 25)

PRIMER DÍA

Jesús, tú has dicho: “No tienen necesidad de médico los que gozan de buena salud, sino los enfermos”. (Mc. 2,17)  Yo te suplico  me cures y perdones.

“¡Oh, Dios mío!, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a vos confiadamente, acordándome de que ‘no tienen necesidad de médico los que gozan de buena salud, sino los enfermos’. Os suplico que me curéis, que me perdonéis, y me acordaré, Señor, de que el alma a quien más habéis perdonado debe también amaros más que las otras… Os ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a vuestros méritos infinitos. 

Os suplico, ¡oh, divino Esposo mío!, que seáis vos mismo el reparador de mi alma, que obréis en mí sin hacer caso de mis resistencias; en una palabra, no quiero tener más voluntad que la vuestra, y mañana, con la ayuda de vuestra gracia, volveré a empezar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un acto de amor y de renunciamiento”. (Oración a Jesús en el Tabernáculo, 16 de julio de 1895)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Podría creerse que si tengo una confianza tan grande en Dios es porque no he pecado. Decid muy claramente, Madre mía, que aunque hubiera cometido todos los crímenes posibles, seguiría teniendo la misma confianza: sé que toda esa muchedumbre de ofensas sería como una gota de agua arrojada en un brasero encendido”. (Últimas conversaciones, Cuaderno amarillo, 11 de julio de 1897)

Padre nuestro…

SEGUNDO DÍA

Jesús, tú has dicho: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros”. (Juan 13,34) Yo te suplico me cures y perdones.

“¡Ah, Señor! Sé que no mandáis nunca nada imposible. Conocéis mejor que yo misma mi debilidad, mi imperfección. Sabéis que nunca podría amar a mis hermanas como vos las amáis, si vos mismo, ¡oh, Jesús mío!, no las amaseis también en mí. Porque queríais concederme esta gracia, por eso fue por lo que impusisteis un mandamiento nuevo.

-¡Oh, cuánto amo este mandamiento, pues me da la certeza de que es voluntad vuestra amar en mí a todos aquellos a los que me mandáis amar!…

Sí, lo siento: cuando soy caritativa, es  Jesús solo quien obra en mí. Cuanto más unida estoy a él, tanto más amo a todas mis hermanas.

Cuando quiero aumentar en mí este amor, cuando sobre todo, el demonio trata de poner ante los ojos de mi alma los defectos de tal o cual hermana que me es menos simpática, me apresuro a buscar sus virtudes, sus buenos deseos. Pienso que si la he visto caer una vez, ha podido conseguir un gran número de victorias que oculta por humildad; y que hasta lo que me parece una falta puede muy bien ser un acto de virtud a causa de la recta intención”. (Manuscrito C, 12 y 13)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

 “Vivir de amor guardar es, en sí misma,

en un vaso mortal, un inmenso tesoro.

Mi flaqueza es extrema, Amado mío,

disto mucho de ser un ángel de los cielos.

Mas si es verdad que caigo a cada paso,

lo es también que tú vienes junto a mí y me levantas,

me envuelves en tu abrazo y tu gracia me das,

¡vivo de amor!

Vivir de amor es disipar el miedo,

aventar el recuerdo de pasadas caídas.

De aquellos mis pecados no veo ya la huella,

junto al fuego divino se han borrado.

¡Oh dulcísima hoguera, sacratísima llama,

en tu centro yo fijo mi mansión.

Y allí, Jesús, yo canto confiada y alegre:

¡vivo de amor!”

 (Poesías 17, 7 y 6)

Padre nuestro…

TERCER DÍA

Jesús, tú, el Doctor de Doctores, enseñas sin ruido de palabras. Te pido me des luces a fin de tener un mejor discernimiento.

“Comprendo, y sé por experiencia, que “el reino de Dios está dentro de nosotros”. Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas; él, el Doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras… Nunca le he oído hablar, pero sé que está dentro de mí. Me guía y me inspira a cada instante lo que debo decir o hacer. Descubro, justamente en el momento en que las necesito, luces que hasta entonces no había visto. Y las más de las veces estas ilustraciones no son más abundantes precisamente en la oración, sino mas bien en medio de las ocupaciones del día… Después de tantas gracias, ¿no puedo yo cantar con el salmista: “El Señor es BUENO, es eterna su MISERICORDIA?”  Me parece que si todas las criaturas gozasen de las mismas gracias que yo, Dios no sería temido de nadie, sino amado hasta la locura; y me paree que por amor y no sólo por mero temor, ninguna alma consentiría en causarle pena…”. (Manuscrito A, 83)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Tu faz es mi sola patria,

ella es mi reino de amor,

es mi riente pradera

y mi sol de cada día.

Ella es el lirio del valle,

cuyo aroma misterioso

a mi alma desterrada

en su destierro consuela,

dándole a gustar la paz

de los cielos.

Es tu faz

mi única y sola riqueza,

ninguna otra cosa pido.

En ella, escondida siempre,

a ti me pareceré.

Deja en mí, Jesús la huella

de tus  dulcísimos rasgos,

y muy pronto seré santa,

y hacia ti los corazones

atraeré”. (Poesías 20, 3 y 5)

Padre nuestro…

CUARTO DÍA

Teresa dice que en el Evangelio encuentra todo lo que necesita su pobrecita alma. Jesús, te pido me des luces a fin de tener un mejor discernimiento.

“La Sagrada Escritura y la Imitación vienen en mi ayuda; en ellas encuentro alimento sólido y totalmente puro. Pero lo que me sostiene durante la oración es, por encima de todo, el Evangelio; hallo en él todo lo que necesita mi pobrecita alma. Siempre descubro en él luces nuevas, sentidos ocultos y misteriosos…”. (Manuscrito A, 83)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. Y así como en la naturaleza todas las estaciones del año están ordenadas a decidir en el momento preciso la abertura de la más humilde margarita, así está ordenado todo al bien de cada alma”. (Manuscrito A, 3)

Padre nuestro…

QUINTO DÍA

“Así habla el Señor: A la manera que una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo a vosotros. Os llevaré en mi regazo y os acariciaré sobre mis rodillas”. (Is. 66, 12 y 13). Jesús, ven en mi ayuda a fin de que camine por el sendero del abandono y la confianza.

“No creáis que nado en consuelos. ¡Oh, no! Mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no por medio de libros, pues no entiendo lo que leo.

Pero a veces, una frase como la que he hallado al final de la oración –después de haber permanecido en el silencio y en la sequedad- viene a consolarme:

‘He aquí el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del AMOR’

¡La ciencia del amor! ¡Ah, sí! Estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma. Esta es la única ciencia que deseo. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, estimo, como la esposa de los Cantares, no haber dado nada…

Comprendo tan perfectamente que no hay cosa que pueda hacernos gratos a Dios fuera del amor, que es este amor el solo bien que ambiciono.

Jesús se complace en enseñarme el único camino que conduce a esta divina hoguera. Este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre…

‘A la manera que una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo a vosotros. Os llevaré en mi regazo y os acariciaré sobre mis rodillas’.

Después de semejante lenguaje, no queda más que callar, que llorar de agradecimiento y de amor…”. (Manuscrito B, 1)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“El abandono es el fruto delicioso del amor”. (San Agustín)

“Hay en la tierra un árbol, árbol maravilloso,

cuya raíz se encuentra, ¡oh misterio!, en el cielo.

Acogido a su sombra,

nada ni nadie te podrá alcanzar,

sin miedo  la tormenta

puedes darte el descanso debajo de sus ramas.

El árbol inefable lleva por nombre: a m o r.

Su fruto deleitable se llama: e l  a b a n d o n o.

Un mar de paz me da ya en este mundo,

y en esta paz profunda descanso para siempre”.

 (Poesías 42, 1 y 2)

Padre nuestro…

SEXTO DÍA

“Lo que agrada  a Dios es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia”. (Carta 197) Jesús, ven en mi ayuda a fin de que camine por el sendero del abandono y la confianza.

“Dios no podría inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Acrecerme es imposible; he de soportarme a mí misma tal como soy, con todas mis imperfecciones… Pero quiero hallar el modo de ir al cielo por un caminito muy recto, muy corto; por un caminito del todo nuevo… Yo quisiera encontrar también un ascensor para elevarme hasta Jesús, ya que soy demasiado pequeña para subir la ruda escalera de la perfección… ¡El ascensor que ha de elevarme al cielo son vuestros brazos, oh, Jesús! Por eso no necesito crecer, al contrario, he de permanecer pequeña, empequeñecerme cada vez más. “¡Oh mi Dios, habéis rebasado mi esperanza y quiero cantar tus misericordias!”. (Manuscrito C, 3)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Hay almas en la tierra

que van, en vano, en busca de la dicha.

No es ése el caso mío:

yo llevo la alegría dentro del corazón.

No es una flor efímera, la tengo para siempre,

cada día me manda al alma su sonrisa,

lo mismo que una rosa de eterna primavera.

Cuando el azul del cielo se oscurece

y parece que el cielo me abandona,

mi alegría es quedarme en medio de la sombra,

escondida y pequeña.

Y es mi paz cumplir siempre

la santa voluntad de mi Jesús,

mi único y solo amor.

Así, vivo sin miedo,

amo el día y la noche por igual.

Mi paz es ser pequeña, permanecer pequeña,

así, si alguna vez en el camino caigo,

me levanto en seguida,

y mi Jesús me coge de la mano.

Y colmándole entonces de caricias,

le digo que él es todo para mí…

Redoblo mis ternuras cuando él se hurta a mi fe.

Quiero seguir viviendo largo tiempo en la tierra,

si es ése tu deseo, mi Señor.

Quiero seguirte al cielo,

si te complace a ti.

El  fuego de la patria,

que es el amor,

sin cesar me consume.

¿Qué me importa la vida? ¿Qué me importa la muerte?

¡Amarte, ése es mi gozo!

¡Mi única dicha, amarte!…”

(Poesías 37, 1 – 3- 4 y 7)

 Padre nuestro…

SÉPTIMO DÍA

“¡Oh mi Dios, habéis rebasado mi esperanza y quiero cantar tus misericordias!”. (Manuscrito C, 3) Oh Jesús ayúdame a ver los dones que me has concedido y a tener un corazón agradecido.

“He notado (y es muy natural) que las hermanas más santas son las más amadas; se busca su conversación, se les prestan servicios sin que ellas los pidan. En fin, estas almas, capaces de soportar faltas de atención y de delicadeza, se ven rodeadas del afecto de todas… En la recreación, en la licencia, debo buscar la compañía de las hermanas que me son menos agradables, cumplir para con esas almas heridas el oficio del buen samaritano. Una palabra, una sonrisa amable bastan muchas veces para alegrar a un alma triste. Mas no debo, en absoluto, practicar la caridad con este fin, pues sé que pronto me vería víctima del desaliento; podría suceder que una palabra dicha por mí con la mejor intención, fuese interpretada al revés. Por eso, para no perder el tiempo, deseo ser amable con todas –y particularmente con las hermanas menos amables- para alegrar a Jesús y seguir el consejo que él nos da en el Evangelio en estos o parecidos términos: -Cuando deis un banquete, no invitéis a vuestros parientes y amigos, no sea que ellos también os inviten a su vez, y con esto quedéis pagados. Sino invitad a los pobres, a los cojos, a los paralíticos, y os alegraréis de que ellos no puedan corresponderos, pues vuestro Padre celestial, que ve lo secreto, os recompensará”. (Manuscrito C, 28)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Vivir de amor es mientras Jesús duerme

permanecer en calma

en medio de la mar aborrascada.

No temas, ¡oh Señor!, que  te despierte,

espero en paz la orilla de los cielos…

Pronto la fe desgarrará su velo

y habrá sido mi espera solo un día.

La caridad me empuja, ella hinche mi vela,

¡vivo de amor!

Vivir de amor es enjugar tu rostro,

es de los pecadores alcanzar el perdón.

¡Oh Dios de amor!, que vuelvan a tu gracia,

que bendigan tu nombre eternamente.

Hasta el alma me llega la blasfemia,

para borrarla digo cada día:

¡oh nombre de mi Dios, te adoro y amo,

vivo de amor!

Vivir de amor

es imitar, Jesús la hazaña de María

cuando bañó de lágrimas y perfumes preciosos

tus fatigados y divinos pies,

enjugándolos luego con sus largos cabellos.

Y alzándose del suelo, con santo atrevimiento,

tu cabeza, igualmente, María perfumó.

¡Oh Jesús, el perfume que yo doy a tu rostro

es y será mi amor!”. (Poesías 17, 9 – 11 y 12)

Padre nuestro…

OCTAVO DÍA

“La caridad me dio la clave de mi vocación”. (Manuscrito B, 3) Dame Jesús la gracia, para instalarme en la  caridad.

“Había hallado, por  fin, el descanso… Al considerar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por San Pablo; o mejor dicho, quería reconocerme en todos… La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no le faltaría el más necesario, el más noble de todos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que este corazón estaba ardiendo DE AMOR. Comprendí que sólo el amor era el que ponía en movimiento a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegara a apagarse, los apóstoles no anunciarían ya el Evangelio, los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el AMOR encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y todos los lugares… en una palabra, ¡que el AMOR es eterno!…

Sí, he hallado mi puesto en la Iglesia, y en ese puesto, ¡oh, Dios mío!, vos mismo me lo habéis dado…; en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor!… ¡¡¡Así lo seré todo…, así mi sueño se verá realizado!!!…”. (Manuscrito B, 3)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“Vivir de amor es darse sin medida,

sin reclamar salario aquí en la tierra.

¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura

de que en amor el cálculo no entra!

Lo he dado todo al corazón divino,

que rebosa ternura.

Nada me queda ya. Corro ligera…

Ya mi única riqueza es, y será por siempre,

¡vivir de amor!

Vivir de amor es navegar sin tregua,

en las almas sembrando paz y gozo.

¡Oh mi Piloto amado!, la caridad me urge,

pues te veo en las almas, mis hermanas.

La caridad me guía, ella es mi estrella,

bogo siempre a su luz.

En mi vela yo llevo grabada mi divisa:

¡vivir de amor!”.

(Poesías 17, 5 y 8)

Padre nuestro…

NOVENO DÍA

“¡La Santa Virgen! ¿Qué podré decir? ¡Es mi Madre!”. (Recreaciones piadosas, 8). Gracias Jesús por haberme dado a María como madre y amiga.

“De repente la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que nunca había visto nada más bello. Su rostro respiraba bondad y ternura inefables. Pero lo que me llegó hasta el fondo del alma fue la encantadora sonrisa de la Santísima Virgen.  En aquel momento, todas mis penas se desvanecieron. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis ojos y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de purísimo gozo…  ¡Nuestra Señora de las Victorias!. ¡Ah, me sería imposible decir lo que sentí a sus pies!…  Comprendí que velaba por mí, que yo era su hija, y que, siendo así, no podía darle otro nombre que el de Mamá, pues me parecía aún más tierno que el de Madre”. (Manuscrito A, 30)

Teresa, tú has prometido pasar tu cielo haciendo el bien en la tierra. Reza conmigo a Cristo para que …. (Petición)

“¡Cantar, Madre, quisiera

por qué te amo!

Por qué tu dulce nombre

me hace saltar de gozo el corazón,

y por qué el pensamiento de tu suma grandeza

a mi alma no podría inspirarle temor.

Si yo te contemplase en tu sublime gloria,

muy más brillante sola

que la gloria de todos los elegidos juntos,

no podría creer que soy tu hija…

María, en tu presencia bajaría los ojos.

Nos amas, en verdad, como Jesús nos ama,

por nosotros aceptas verte alejada de él.

Amar es darlo todo, darse, incluso, a sí mismo:

quisiste demostrarlo quedando con nosotros

como fuerte y visible ayuda nuestra,

¡Conocía Jesús tus íntimos secretos

y la inmensa ternura

de tu divino corazón de madre!…

Te nos dejó a nosotros

como refugio fiel de pecadores,

cuando, para esperarnos en el cielo,

abandonó la cruz.

La casa de san Juan se hace tu único asilo,

de Zebedeo el hijo reemplaza a tu Jesús.

Y es ésta ya

la ultima noticia detallada

que nos da el Evangelio,

de la Virgen María no vuelve ya a hablar más…

Pero, Madre querida, su silencio profundo

¿acaso no revela

que el Verbo eterno, él mismo, cantar quiere

de tu vida los íntimos secretos

para gozosa gloria de tus hijos,

los santos moradores de la patria del cielo?

Yo escucharé muy pronto esa dulce armonía,

iré muy pronto a verte en el hermoso cielo.

Tú que viniste a sonreírme, Madre,

en la suave mañana de mi vida,

ven otra vez a sonreírme ahora…,

pues ha llegado ya de mi vida la tarde.

No temo el resplandor de tu gloria suprema,

he sufrido contigo…,

y ahora quiero

cantar en tus rodillas, Virgen, por qué te amo…,

¡y repetir por siempre y para siempre

que yo soy hija tuya!” .

(Poesías 44, 1 – 22 – 24  y 25)

“Lo único que la Santísima Virgen tiene sobre nosotros es que no podía pecar, que estaba exenta del pecado original. Pero por otra parte, tuvo menos suerte que nosotros, puesto que no tuvo ni tiene a una Santísima Virgen una dulzura de menos para ella!”. (Últimas conversaciones, Cuaderno Amarillo, 21 de agosto de 1897)

Padre nuestro…

Bibliografía:

Martín Guerin, Teresa. Santa Teresa de Lisieux, Obras completas, Editorial Monte Carmelo, 7ª. edición, 1989.

Con la debida licencia eclesiástica

Autora: María de Jesús Chávez Camacho

www.claraesperanza.trimilenio.net

 

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