Santa Clara de Asís

Clara fue siempre una mujer bondadosa y caritativa. Su vida no tiene un importante episodio de conversión porque nunca fue disipada. Al surgir el movimiento franciscano, Clara identificó sus ideales de vida con los de Francisco. De este modo, con la fundación de la orden de las clarisas surgió el seguimiento de la vida evangélica de pobreza obediencia y castidad en la rama femenina de la orden franciscana

Almas gemelas

Tanto la biología como la experiencia nos demuestran la existencia de gemelos biológicos datos que podemos comprobar en la vida, en la sociedad familiar y en la relación de cada día.

También la historia nos demuestra la existencia de personas gemelas no biológicas, unas veces de carácter y trayectoria, ya sean estadistas, como Kennedy y Lincoln; educadores, como D. Manuel González García, Arcipreste de Huelva y Obispo de Málaga y D. Manuel Siurot; literatos, como Gabriela Mistral y una pléyade de poetas y literatos, como Dante Alighieri, Rubén Darío, Jacques Maritain, José Martí, Amado Nervo, Romain Rolland, Rabinadath Tagore y Tolstoi, afines y unidos en un mismo concepto de la belleza y las raíces bíblicas.

Hay también hermanos gemelos biológicos, que lo son a la vez en la santidad, como los médicos San Cosme y San Damián; Santos Marco y Marceliano; San Ciríaco y Santa Paula; Santos Gervasio y Protasio; San Benito y Santa Escolástica; Santos Isidoro de Sevilla, Leandro, Fulgencio y Florentina, los cuatro hermanos santos, aunque no gemelos.

Los hay gemelos por la inocencia, pureza, ingenuidad y amor, como Ludovica Manucci y Félix, convertido en San Serafín de Montegranaro.

Hay gemelos por amor, que potencia y causa los saltos más ardidos y las inspiraciones más sublimes, como Beethoven y Leonor de Breuning, su primer amor, su mujer ideal que reúne todas las bellezas del cuerpo y del espíritu, que le daría una gran tranquilidad, remanso de espíritu y de paz y de maduración musical.

Casada Leonor con el mejor amigo de Beethoven, el doctor Wegler, convierte su amor por ella en afecto y amistad entre los tres. Se hablan, se tratan…hasta el punto de que Wegler le escribirá a Beethoven: «¡Bendito sea Dios que me permite hablar de ti con mi mujer y con mis hijos…!».

Parecido a éste amor sería el del trapense de Getsemaní, Tomás Merton con su enfermera. Él es uno de los poetas jóvenes de la nueva poesía norteamericana. De padres norteamericanos, nace en Francia y estudia en la Universidad de Harvard, en Cambridge.

Combatiendo en la última guerra mundial, abraza la fe católica, y toma el hábito de trapense en el Monasterio de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky. El amor con su enfermera es un amor humanísimo y enriquecedor, en este caso, no exento de conflicto y lucha.

Y hay también el amor de almas gemelas, entre quienes han recibido una misión divina trascendente en el ámbito social y eclesial, como el existente entre Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, y la Beata Diana fundadora de las Dominicas; entre Santa Teresa y el Padre Gracián; entre San Pedro Poveda y Josefa Segovia, Fundadores de la Institución Teresiana.

Hay que notar que fue el Padre Poveda quien, dándose cuenta que su carisma prendía entre las mujeres pero no entre los hombres, le confió a Escrivá, que sí lo tenía con los chicos, su carisma.

Siguiendo con la enumeración, nos encontramos con San Francisco de Sales y Santa Juana Fremiot de Chantal, Fundadores de la Visitación; o en tiempos más cercanos, el amor entre San Pío de Pietrelcina y Cleonís, quienes, en su escasa cultura, pensaban si tan gran amor era pecado. Pío le pide un pañuelo a Cleonís, para poder saludarla cuando se vaya.

Por no alargar la lista, entre José María García Lahiguera y las hermanas Hidalgo de Caviedes, Fundadores de las Oblatas de Cristo Sacerdote.

Santa Clara y San Francisco

Ese es el amor que existe entre San Francisco y Santa Clara, para los románticos y los incrédulos, motivo de suspicacia, y de especulación entre los grandes psiquiatras y psicólogos.

¿Cómo van a entender un amor humano célibe sin haber creído en el amor divino hecho humanidad? ¿Cómo aceptar un amor auténticamente humano ordenado a un amor mayor sin haber comprendido que antes hemos sido amados intensamente por Dios?

En el amor que unía Santa Clara con su Padre Francisco, imperó la pureza de intención y transparencia y convergencia en el amor a Dios por encima de toda sospecha. Dos personas, plenamente humanas, terriblemente enamoradas de Dios sobre todas las cosas, y para la consecución del ideal del carisma, honestamente enamoradas entre sí.

Es el amor infundido por Dios, como el del paraíso a Adán y Eva en su función de crear el género humano; a éstos, para poder soportar el peso de engendrar familias numerosas de recreación del mundo humano.

A las almas consagradas, para el nacimiento y la fuente de inmensos bienes desde sus familias religiosas respectivas. Como el Redentor se asocia a la Corredentora, asocia a la obra nueva por el amor al iniciador con la iniciadora o viceversa. Lo requiere la complejidad de la vida, la lucha formidable de los enemigos, el consuelo mutuo, la fortaleza compartida y el aliento en las incomprensiones

Francisco, como Clara, fueron muy conscientes que el amor de ambos a Dios y a su obra y a las almas era un rebosar de su plenitud desde Dios.

La mortificación del cuerpo no solamente fue una manera de identificarse con los sufrimientos de la Pasión del Señor sino también una manera de conseguir una mayor armonía entre el cuerpo y el espíritu, sin extrañeza ni asombro, sino con de un conocimiento profundo de la naturaleza humana y la racionalizad de los sentimientos y afectividad.

Francisco y Clara fueron realistas y tenían sus pies bien firmes en la tierra mientras sus corazones se elevaban al cielo.

«Francisco, repara mi Iglesia»

Cuando la vida religiosa necesita reforma, el Espíritu suscita a Santa Teresa para comenzar la reforma desde el Carmelo.

Cuando el mundo circula por rumbos equivocados u opuestos al Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los grandes males con grandes bienes. Cuando los valores evangélicos de fraternidad y solidaridad son burlados por un sistema socio-económico basado en los principios de lucro e individualismo, Clara viene a vivir de una manera nueva.

En una sociedad en que el pragmatismo político y la eficacia económica tienen más importancia que los principios morales y el respeto por la dignidad de cada persona, su ideal todavía pueden cuestionar nuestro siglo como cuestionaba el suyo, aunque la radicalidad evangélica es un mensaje demasiado extraño en nuestra sociedad, tan influenciada por los avances tecnológicos y científicos, por la comodidad material y el consumismo, por las ideologías individualistas y hedonistas.

Mientras el mundo avanza científica y tecnológicamente conquistando el espacio y mejorando la calidad de vida biológica, recortando distancias y abriendo nuevas maneras de intercomunicación planetaria, que podrían hacernos sentir «más hermanos», más unidos», ocurre exactamente lo contrario: la humanidad se aleja cada vez más de los valores capaces de producir la paz auténtica que es el fruto de la justicia y el amor.

Los pueblos desarrollados se aferran a sus bienes y a su poder mientras los pueblos pobres se hunden cada vez más en la pobreza; aumentan las guerras étnicas y racistas; son menos respetados que nunca los derechos de los pobres y de los pueblos; la distancia entre naciones pobres y naciones ricas es más grande cada día; aumenta la violencia, la corrupción política, la falta de respecto para la dignidad humana.

Para eso necesitan estas almas gemelas su unión fuerte en el amor.

Clara

En 1210 Francisco predica en la Catedral. Dice: «este es el tiempo favorable… es el momento… ha llegado el tiempo de dirigirme hacia el que me habla al corazón desde hace tiempo… es el tiempo de optar, de escoger… Clara siente la confirmación de todo lo que experimenta en su interior.

Medita en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Y tomó la decisión de comunicárselo a Francisco, a sabiendas de su determinación de seguir a Cristo, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues la presencia de los Hermanos Menores en Asís ya cuestionaba la tradicional forma de vida y las costumbres y los privilegios que mantenían intocables los más poderosos.

Clara se escapa de su casa el 18 de Marzo de 1212, sobreponiéndose a los obstáculos y al miedo. En la Porciúncula la esperan Francisco y los demás Hermanos y se consagra al Señor por manos de Francisco.

Se traslada después a las Benedictinas y después al monasterio de San Ángelo, acompañada de su hermana Inés y su prima Pacífica. Y de allí a la capilla de San Damián: «Reconstruye mi Iglesia».

«Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno», decía Clara.

El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida

 

La Palabra encuentra tierras diferentes

 

“Esta es una virgen sabia y prudente, que salió al encuentro de Cristo con la lámpara encendida” Los santos siempre tienen compañía, arrastran. Lo vemos constantemente en la historia de la Iglesia.

La santidad es contagiosa. En el caso de Francisco, fue como una epidemia. Pero no olvidemos que la santidad es labor de Dios. Labor de Dios que trabaja campos diferentes, psicologías variadas.

Francisco encontró en Clara su alma gemela en amor a la pobreza, vibración ante la poesía, la belleza. Francisco se bebió el evangelio, como Ezequiel el rollo del libro: “Abre la boca y come lo que te doy” (Ez 2,8).

Nadie puede decir las palabras de Dios con eficacia de salvación, si antes no se ha comido él y saboreado como la miel, las palabras del libro, como Ezequiel.

Las distintas tierras que encuentra la semilla, las vemos reflejadas en los distintos discípulos de Francisco. A los pocos años de empezar su santa aventura, contaba ya con cien hermanos, tan dispares en sus mentalidades y planes, que amargaron el corazón de Francisco hasta poderle matar.

El hermano León, leal e inseparable compañero de Francisco, comprendió que sólo podía salvarle de aquella postración depresiva a par de muerte, la hermana Clara. Cuando se lo sugiere a Francisco, éste se opone: Teme hacerle daño. La verdad es que le hacía falta, porque dicen los siquiatras que cuando una persona amenaza con quitarse la vida, está pidiendo a gritos ayuda. Comprenderlo, es salvarle. Al fin, consigue Fray León, que Francisco quiera ver a Clara. Y Clara le devuelve la paz.

“¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?”, preguntó Jesús. Algunos habrían respondido: El que viste el manto más largo. Jesús no dice eso: Dijo: “Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.

Aprendamos a dar importancia, pues, a lo que la tiene, si no queremos seguir siendo, como los fariseos que alargan las filacterias y visten mantos rozagantes. Que es más importante el hombre, que el traje. Despreciar a un hombre porque va vestido como a ti no te parece bien, es despreciar a Cristo, que se ha identificado con él.

Fíjate si eso tiene más importancia que el vestido: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí. (Mateo 18,1).

Jesús Martí Ballester

jmarti@ciberia.es

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12 comentarios

  1. Hola buenas. Tengo 10 años y necesito hacer un trabajo de esta santa, pero en esta biografía no encuentro nada que poner. Antes miré en wikipedia pero esque no se si allí estará bien escrito y no se si será verdad.

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