El legado histórico de San Francisco de Asís

La vida religiosa entonces estaba prácticamente divorciada de la vida mundana. En las abadías, esos grandes centros culturales y espirituales, la contemplación, la expiación y la soledad eran características fundamentales. En el apartado dedicado a San Francisco y su tiempo, decíamos que la Iglesia Católica era más una entidad política y de arbitraje que de labor apostólica. Urgía un acercamiento a ese nuevo poder que nacía en el Común. Francisco no era un religioso de inmovilidad, sino de acción, y este es el secreto y esencia de toda la religiosidad moderna. Indispensable a la vida moderna es la acción. Hoy en día, nadie concibe a una religión en la que el predicar está alejado del actuar. Francisco cambia el apostolado de la plegaria y la expiación a la acción, no solamente reza o hace expiación, también actúa: va con los pobres, ayuda a los necesitados, trabaja. No es únicamente un santo contemplativo, aunque él quizá en un principio hubiera preferido darse a la contemplación de las cosas divinas (y su época en muchos modos lo ayudaba a ello), de manera sobrenatural sabe que tiene que hacer algo y no solo contemplar a Dios. En lugar de aislarse o apartarse, desciende a las ciudades. Al entender que esto no era nada común en su tiempo, entendemos porqué la gente lo veía como un loco y se reía de él. Nadie había visto antes bajar de una abadía o de algún centro religioso a alguien que les predicara en las plazas o las calles. San Francisco enseña algo fundamental y absolutamente original para su tiempo: Cada quien puede ser un religioso aún en medio del mundo, porque entiende que celda es el corazón y no monasterio apartado. Al mismo tiempo conserva toda la experiencia religiosa del pasado:espíritu de expiación, amor a la soledad de los anacoretas, el amor del rezo liturgico, el anhelo de la contemplación, el hábito del trabajo y la oración. Una de las características esenciales de cualquier santo es el Amor. Lo importante y lo que distingue a cada uno es el modo de amar. El modo de San Francisco es concreto, es renuncia, tiene su desarrollo en la acción y en la pobreza. El más pequeño de los hijos de Dios responde a las dos grandes exigencias de su época: reforma evangélica y revalidación cristiana de la acción. Inica un auténtico renacimiento, no el de la concepción del mundo clásico, sino el renacer del hombre a un orden nuevo, a una vida nueva, instalada en Cristo, pero en una forma nueva. San Francisco deja al mundo como legado el dar sentido al mundo de algo que con frecuencia no logra comprender: la felicidad sobrenatural del Evangelio. La opción por la pobreza, vida evangélica perfecta San Francisco decide hacerse pobre a causa de dos situaciones principalmente. Primeramente porque desea llevar a cabo una vida evangélica sin obstáculos, tal y como la anunció Cristo: "No lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, 10 ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento." (Mt 10, 9-15) La otra es para padecer con los pobres de una manera más cercana. Los frailes, vestidos con modestia, podían acercarse más fácilmente a los campesinos, albañiles y mendigos. De este modo el Evangelio pudo penetrar en la sociedad para darle una frescura popular que hacía siglos necesitaba. Las órdenes mendicantes inyetaron nueva vida a la Iglesia. Este nuevo aire no implica que la comunidad cristiana estuviera enferma o que le hicieran falta buenos pastores y amigos de los pobres. En suma, las órdenes mendicantes tuvieron éxito porque supieron conjugar la vida y disciplina monásticas con la predicación del Evangelio. De este modo, franciscanos y dominicos tuvieron un legado visible hasta hoy enla predicación del Evangelio en un modo popular, la evangelización de América, la fundación de universidades, la formación de sacerdotes y la renovación de la Iglesia.