12. El Espíritu Santo y la Iglesia Católica

Los cristianos confesamos con la Iglesia que el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, distinta del Padre y del Hijo, de quienes procede eternamente.

en Power Point 

12.1 EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA CATÓLICA

12.1.1 Su divinidad: procede eternamente del Padre y del Hijo

Creemos en el Espíritu Santo, Señor, y vivificador, que, con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: «Sed… perfectos, como también es perfecto vuestro Padre celestial» (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, n. 13). Cfr. Documento de Puebla, nn. 202-204.

Ya en el Símbolo de los Apóstoles se confiesa esa fe en el Espíritu Santo, Persona de la Trinidad distinta del Padre y del Hijo. En el Antiguo Testamento se habla de El veladamente (cfr. Ps. 103, 30; Is. 11, 2; Ex. 36, 27), pero es el Nuevo Testamento quien lo revela con claridad, declarando expresamente su divinidad.

En los Hechos de los Apóstoles leemos lo que San Pedro dijo a Ananías: «¿Cómo ha tentado Dios tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo? No has mentido a los hombres, sino a Dios» (Hechos 5, 3).

Como una consecuencia, el Espíritu Santo -por ser Dios, igual al Padre y al Hijo- merece la misma adoración y gloria. Por su consustancialidad con el Padre y el Hijo –es la misma sustancia divina-, hay una identidad en el honor y la gloria que los hombres le debemos.

a) Es una Persona divina, que procede del Padre y del Hijo.

Decimos que el Espíritu Santo es Persona divina, y no un atributo o virtud divina impersonal. Así lo confiesa la fe de la Iglesia:

«Creemos en el Espíritu Santo, el que habló en la Ley y anunció en los profetas y descendió sobre el Jordán, el que habla en los Apóstoles y habita en los santos; y así creemos en El que es Espíritu Santo, Espíritu de Dios, Espíritu perfecto, Espíritu consolador e increado» (Símbolo de Epifanía, Dz. 13).

El Espíritu Santo es una Persona realmente distinta del Padre y del Hijo, como queda manifiesto en la fórmula trinitaria del bautismo (cfr. Mt. 2 8, 19), la teofanía del Jordán (cfr. Mt. 3, 6) y el discurso de despedida de Jesús (cfr. Juan 14, 16-26; 15, 26).

Esta doctrina concerniente al Espíritu Santo en cuanto Dios, como Persona que procede del Padre y del Hijo, que es enviada por ambos, es firmemente enseñada desde el principio de la Iglesia hasta nuestros días.

b) Sus nombres

En realidad, las palabras «Espíritu Santo» pueden también aplicarse con razón al Padre y al Hijo, pues ambos son espíritu y santos. También se pueden aplicar a los ángeles y a las almas de los justos, y por eso debe evitarse el error al que puede llevar la ambigüedad de estas palabras: la Iglesia aplica este nombre a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, según se toma de la Sagrada Escritura, porque el Espíritu Santo carece de nombre propio. Le llamamos así porque procede del Padre y del Hijo por vía de espiración y de amor.

Procede como de un único principio: así como el Padre, al comprenderse a Sí mismo, engendra al Verbo, que es Subsistente, así el amor mutuo del Padre y del Hijo, es el Espíritu Santo.

Se le pueden también aplicar otros nombres, p.ej. el nombre de Paráclito, que significa consolador o abogado (cfr. Juan 5, 3-4, 16-26), y abunda en el sentido de que es una Persona real. Por eso se le atribuyen acciones que sólo realizan los seres personales, como ser maestro de la verdad, dar testimonio de Cristo, conocer los misterios de Dios (cfr. Juan, 16, 13; 1 Cor. 2, 10).

12.1.2 El Espíritu Santo asiste a la Iglesia

Como lo había prometido Jesús antes de marcharse de nuevo al cielo, desde allá nos envía, junto con su Padre, al Paráclito. Es San Lucas quien nos relata su venida: «Llegado el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso, que llenó toda la casa. Y aparecieron unas como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo» (Hechos 2, 1-5).

El Espíritu Santo: 

a) Iluminó el entendimiento de los Apóstoles en las verdades de la fe, y los transformó de ignorantes, en sabios;

b) fortificó su voluntad, y de cobardes los transformó en valerosos defensores de la doctrina de Cristo, que todos sellaron con su sangre.

El Espíritu Santo no descendió sólo para los Apóstoles, sino para toda la Iglesia, a la cual enseña, defiende, gobierna y santifica.

Enseña, ilustrándola e impidiéndole que se equivoque- Por eso Cristo lo llamó «Espíritu de verdad» (Juan 16, 13);

La defiende, librándola de las asechanzas de sus enemigos;

La gobierna, inspirándole lo que debe obrar y decir;

La santifica con su gracia y sus virtudes.

Es muy significativo que los Apóstoles, en el primer Concilio, en Jerusalén, invocaron la autoridad del Espíritu Santo como fundamento de sus decisiones: «Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros. (Hechos 15, 28).

Ejemplos prácticos de esta asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia hay muchos:

Ningún Pontífice Romano ha errado en sus decisiones dogmáticas;

Siempre se han desencadenado contra ella graves males, pero entonces suscita eminentes varones que los contrarresten;

Los perseguidores de la Iglesia nunca han podido hacer daños irreparables, y han tenido un fin desastroso

Nunca han faltado cristianos de eminente santidad.

Su acción en la Iglesia es permanente: «Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente» (Juan 14, 16). Tal fue la promesa de Cristo.

12.1.3 El Espíritu Santo vive en el alma en gracia

«La Iglesia, por tanto, instruida por la palabra de Cristo, partiendo de la experiencia de Pentecostés y de su historia apostólica, proclama desde el principio su fe en el Espíritu Santo, como aquel que es dador de vida, aquél en el que el inescrutable Dios trino y uno se comunica con los hombres construyendo en ellos la fuente de vida eterna» (Juan Pablo 11, Ene. Dominum et vivificantem, n. 2).

En nuestra santificación intervienen las tres Personas divinas, porque el principio de las operaciones es la naturaleza y en Dios no hay más que una sola Esencia o Naturaleza. Por ser el Espíritu Santo, Amor, y por ser la santificación obra fundamentalmente del Amor de Dios, es por lo que la obra de la santificación de los hombres se atribuye al Espíritu Santo (cfr. Decr. Apostolicam actuositatem, n. 3).

Esta santificación la realiza principalmente a través de los sacramentos, que son signos sensibles instituidos por jesucristo, que no sólo significan sino que confieren la gracia.

La vida divina que nos santifica, nace, crece y sana por medio de los sacramentos. Son, pues, los medios de salvación a través de los cuales nos santifica, principalmente, el Espíritu Santo.

Así, el Espíritu Santo inhabita en el alma del justo y distribuye sus dones, pues «no es un artista que dibuja en nosotros la divina substancia, como si El fuera ajeno a ella, no es de esa forma como nos conduce a la semejanza divina, sino que El mismo, que es Dios y de Dios procede, se imprime en los corazones que lo reciben como el sello sobre la cera y, de esa forma, por la comunicación de sí y la semejanza, restablece la naturaleza según la belleza del modelo divino y restituye al hombre la imagen de Dios» (San Cirilo de Alejandría, Thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate 34: PG 75, 609).

En efecto, cuando el alma corresponde con docilidad a sus -inspiraciones, va produciendo actos de virtud y frutos innumerables -San Pablo enumera algunos como ejemplo: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, modestia, continencia, castidad (cfr. Gal. 5, 22)-, derramando abundantemente su gracia en nuestros corazones:

habita en el alma y la convierte en templo suyo;

la ilumina en lo referente al conocimiento de Dios;

la santifica con la abundancia de sus virtudes, gracias y dones;

la fortalece en el bien y reprime sus malas inclinaciones;

la consuela (por eso es llamado «Espíritu Consolador»).

Son muy expresivos los textos de la Sagrada Escritura en este sentido. Entre ellos se pueden entresacar algunos:

Cuando venga el Espíritu Santo os enseñará todas las verdades» (Jn. 14, 26).

«Fuisteis santificados, fuisteis justificados por el Espíritu Santo» (I Cor. 6, 11).

«El Espíritu ayuda nuestra flaqueza, pues no sabiendo qué hemos de pedir, él mismo intercede por nosotros con

gemidos inenarrables» (Rom. 8, 26).

12.1.4 Tratar al Espíritu Santo

El-EspirituSantoylaIglesiaCatolica.intSi el Espíritu Santo es el santificador de nuestras almas, es necesario que los hombres nos esforcemos en conocerle, tratarle y seguir sus enseñanzas, demostrando así que le queremos.

El hombre debe hablar con El, pedirle ayuda, tratarle con intimidad: «Concede a tus fieles, que en ti confían, tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo» (Secuencia de la misa de Pentecostés).

El trato continuo con el Espíritu Santo aumenta nuestro amor, y en consecuencia nos facilita el seguir con docilidad sus enseñanzas:

«El Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras… Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen de Cristo se irá formando cada vez más en nosotros e iremos así acercándonos cada día más a Dios Padre» (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 135).

Nuestros deberes para con El son:

a) Presentarle nuestros homenajes de adoración y amor.

b) Pedirle sus virtudes y sus dones, tan importantes en la vida cristiana.

c) Evitar cuanto pueda disgustarlo, y sobre todo el expulsarlo de nuestra alma por el pecado mortal: «no contristéis al Espíritu Santo», nos alerta San Pablo (Ef. 41, 30).

Son igualmente de San Pablo estas palabras: «¿Ignoráis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo mora en vosotros? Pues si alguno profanare el templo de Dios, Dios le perderá» (I Cor. 3, 16).

Tenemos pues, una estricta obligación de aleiar nuestro cuerpo nuestra alma de toda impureza, por respeto al Espíritu Santo, que mora en ellos.

12.2 LA SANTA IGLESIA CATÓLICA

12.2.1 La Iglesia, continuadora de la misión de Cristo

«¿Qué objetivo -se preguntaba el Papa León XIII- persiguió Cristo al fundar la Iglesia? ¿Qué se propuso? Una sola cosa: transmitir a la Iglesia, para continuarlos, la misma misión y el mismo mandato que El había recibido de su Padre» (Enc. Satis cognitum).

Pocos años antes, el Concilio Vaticano I había declarado que Cristo, «Pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención» (Dz. 1821).

Unos años después, el Concilio Vaticano II subraya de nuevo esta continuidad e identidad profunda entre la misión de Cristo y de la Iglesia: «Esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla en el transcurso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado para anunciar a los pobres la buena nueva» (Decr. Ad gentes, n.5).

Estos textos son eco directo de la Sagrada Escritura (cfr. In. 17, 18; 20, 21; Mt. 28, 18-19; Lc. 10, 26; 1 Cor. 5, 20) y de la Tradición.

Cristo es la Cabeza y constituye la salvación; la Iglesia es su Cuerpo, y constituye su culminación. Su papel consiste en comunicar a los hombres esa salvación ya conseguida definitivamente por Cristo.

La Iglesia es ese Cuerpo que debe crecer hasta alcanzar su talla adulta (cfr. Ef. 4, 13) y convertirse en el Cristo total, y que debe extender el Reino hasta los confines del mundo

Etimológicamente, Iglesia significa reunión, congregación de personas, y católica significa universal.

12.2.2 Origen de la Iglesia

Toda la vida de Jesucristo estuvo orientada a fundar la Iglesia. Pueden en ella distinguirse los siguientes momentos:

lo. Preparó su fundación instruyendo a sus discípulos y a sus Apóstoles durante tres años, haciéndoles aptos para la predicación de su doctrina.

Durante toda su vida pública, Cristo va revelando el Reino de Dios prometido muchos siglos antes en las Escrituras, concibiendo su realización en una comunidad unida a su persona a la que se llamará Iglesia.

2o. Fundó la Iglesia cuando, después de haber instruido a un número amplío de discípulos (cfr. Lc. 6, 17; 19, 37-39), de entre ellos elige a doce «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc. 3, 13-14).

En efecto, el Señor les escoge para que:

Convivan con El: esta era una característica de todo discípulo rabínico, ya que el aprendizaje de la ley, era una sabiduría práctica que se adquiría contemplando actuar a los maestros. El Señor:

* les instruye acerca de los misterios del reino (cfr. Mc. 4, 10-11);

* les descubre el sentido de las parábolas (cfr. Mc. 7, 17);

* les enseña aparte (cfr. Me. 6, 31), estableciendo una neta diferencia entre ellos y los demás (cfr. Mc. 9, 28-30);

* les revela el futuro de Jerusalén y el comienzo de la nueva era (Mc. 13, 3ss.) y sobre todo, el misterio de su Pasión y de su Muerte (cfr. Mc. 8, 31; 9, 30; 10, 32).

En vistas al apostolado: por eso les llama Apóstoles (cfr. Lc. 6, 13). El Señor les dará la misión de predicar su doctrina por todo el mundo, confiriéndoles el triple poder de enseñar, santificar y gobernar a los fieles (cfr. Mt. 28, 18).

Como la jerarquía de los Apóstoles necesitaba un principio de unidad estable, una cabeza que rija, gobierne y mantenga unida a la grey, «para que el episcopado fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaventurado Pedro» (Const. Lumen Gentium, n. 18).

3o. Constituyó definitivamente a la Iglesia en la cruz. Sacrificándose por su pueblo, el Siervo de Yahvé sella con su sangre la nueva y definitiva alianza entre Dios y los hombres, constituyendo a su Iglesia como realidad eficiente de salvación (acontecimiento de gracia) y como sacramento eficaz para conseguir esa salvación.

Su Resurrección es el nacimiento de la Iglesia porque por ella el Sacrificio de la Cruz aparece como la realización del designio de Dios sobre el mundo: «¿no era acaso necesario que el Cristo padeciera esas cosas para entrar en su gloria?» (Lc. 24, 26). La entrada en la gloria, la Resurrección, constituye la inauguración del Reino.

12.2.3 El tiempo de la Iglesia: Pentecostés

Los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día de Pentecostés, con éxito tan admirable que San Pedro convierte ese día a 3,000 personas con su primera predicación (cfr. Act, 2, 41), y más adelante a 5,000 con la segunda (cfr. Act. 4, 4).

Luego los Apóstoles se esparcieron por todo el mundo, e iban fundando comunidades cristianas donde predicaban. Estas comunidades eran regidas por Obispos consagrados por ellos, y estaban unidas entre sí por una misma fe, unos mismos sacramentos y un mismo jefe común: San Pedro y sus sucesores.

Pentecostés constituye la fase de manifestación y promulgación de la Iglesia.

«La Iglesia que Cristo ha fundado en si mismo por su pasión sufrida por nosotros, la funda ahora en nosotros y en el mundo mediante el envío de su Espíritu» (Yves Congar, Esquisses du inystere de l»Eglise, p. 24).

Es esencialmente, un misterio de culminación (cfr. Act. 2, 32-33): consumado definitivamente el Sacrificio de Cristo y conseguida la salvación, se completa ahora el misterio con su universalización y su comunicación a los hombres.

«¿Dónde comenzó la Iglesia de Cristo? Allí donde el Espíritu Santo bajó del cielo y llenó a 120 residentes un solo lugar» (San Agustín, In Ep. Ioa. ad Parthos)

12.2.4 Cualidades de la Iglesia: visible, perpetua, inmutable e infalible

Jesucristo quiso que adornaran a su Iglesia cuatro cualidades; que fuera visible, perpetua, inmutable e infalible.

lo. Su visibilidad consiste en que es una sociedad visible y exterior.

En efecto, Jesucristo:

a) Estableció un signo visible para entrar a ella: el bautismo.

b) Puso a su cabeza autoridades visibles: San Pedro, los demás Apóstoles y sus sucesores.

c) Le procuró medios exteriores de santificación: la predicación, los sacramentos, la obediencia a la autoridad.

Se equivocan, pues, los protestantes al afirmar que no fue la intención de Cristo el formar una sociedad exterior y visible.

Cristo quiso que su Iglesia fuera visible para que los hombres pudieran identificarla, reconocer su autoridad y acudir a sus ministros. De otra manera no hubiera podido obligarlos, bajo pena de condenación eterna, a pertenecer a ella.

De modo específico, ante cualquier confusión o duda, la Iglesia se identifica con Pedro, el Papa o Pastor Supremo: Ubi Petrus, ibi Ecclesia, ibi Deus, enseñaban los Santos Padres: «donde está Pedro, ahí está la Iglesia, ahí está Dios».

2o. Su perpetuidad consiste en que perdurará siempre, pues tiene la promesa de Cristo: «Yo estaré con vosotros hasta elfin de los siglos» (Mt. 28, 20).

La Iglesia debe ser perpetua en razón de su fin, pues debe salvara todos los hombres hasta el fin de los tiempos.

La perpetuidad de la Iglesia se llama también indefectibilidad. Indefectible significa que no puede faltar.

3o. Su inmutabilidad consiste en que ha conservado y conservará invariable el tesoro que recibió de Cristo, a saber: el dogma, la moral y los sacramentos.

No hay duda que ha habido desenvolvimiento y perfección en el dogma católico. Pero este desenvolvimiento consiste, no en que se hayan enseñado verdades nuevas, no contenidas en la Sagrada Escritura o en la Tradición; sino que se han declarado y enseñado en forma perfectamente clara y explícita verdades que estaban allí contenidas en forma general, oscura o imprecisa. Por ejemplo la Escritura enseña que en Dios hay Padre, Hijo y Espíritu Santo. El dogma se fue desenvolviendo hasta que encontró la fórmula precisa: en Dios hay tres persona en una sola Naturaleza. Y así ha sucedido con otras verdades.

4o. Su infalibilidad consiste en no poder errar en asuntos pertinentes a la fe y a la moral.

La infalibilidad es necesaria a la Iglesia porque Dios asoció la salvación a la pertenencia a la Iglesia: «el que creyere y se bautizare, se salvará» (Mc. 16, 16). Pero sí la Iglesia pudiera errar, ya no seria garantía absoluta de salvación, lo cual, repugna a Su Sabiduría.

12.2.5 Las notas de la verdadera Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica

Fuera de la Iglesia Católica hay dentro del cristianismo algunas otras iglesias, las principales son las protestantes y las cismáticas. Para distinguir la verdadera Iglesia de las que no lo son, podemos acudir a cuatro notas, que la caracterizan, señaladas por el mismo Jesucristo.

La verdadera Iglesia debe ser una, santa, católica y apostólica.

En estas notas, la Iglesia, 1leva en sí misma y difunde a su alrededor su propia apología, Quien la contempla, quien la estudia con ojos de amor a la verdad, debe reconocer que Ella, independientemente de los hombres que la componen y de las modalidades prácticas con que se presenta, lleva en sí un mensaje de luz universal y único, liberador y necesario, divino» (Pablo VI alloc. 23-VI-1966), cfr. Puebla, núm. 225.

a) Debe ser una, porque Jesucristo no quiso fundar sino una sola Iglesia con una sola doctrina y un solo jefe.

Jesucristo prometió a Pedro que sobre él edificaría su Iglesia («. – . edificaré mi Iglesia Mt. 16, 18), no sus Iglesias. Expresa su deseo de que todos los hombres formen «un solo rebaño bajo un solo pastor» (Jn, 10, 16), y manifiesta que «Todo reino dividido sí mismo, será desolado» (Mt. 12, 25).

Y San Pablo, recomendando a los fieles de Efeso una estricta unidad, emplea la fórmula: —Un solo Señor, una fe, un bautismo» (4, 5), en que está claramente indicada la triple unidad: de doctrina (una fe); de gobierno (un solo señor) y de culto (un bautismo).

b) Debe ser santa, porque Cristo la fundó para santificar a los hombres

Jesucristo manifestó la fuerza santificadora de su doctrina: «Yo les he comunicado tu doctrina; santificándolos en verdad; la palabra tuya es la verdad misma» (Jn. 17, 17), y San Pablo declara: «Jesucristo amó a su Iglesia y se entregó para santificarla, a fin de hacerla comparecer santa e inmaculada» (Ef. 5, 27) .

c) Debe ser católica, porque Cristo la estableció para todos los pueblos y para todos los tiempos.

«Id y enseñad a todas las naciones- (Mt. 28, 19). -Yo estaré con vosotros hasta la consumación de lossiglos». «Me serviréis de testigos hasta los confines del mundo» (Hechos 1, 8),

La expresión Iglesia Católica (universal) aparece por vez primera en San Ignacio de Antioquía (Smyr, 7, 2)y ya en el S.VI se ha convertido en nombre propio de la Iglesia.

La Iglesia no es católica por el hecho de estar actualmente extendida por toda la superficie de la tierra y contar con un crecido número de miembros. La Iglesia era ya católica la mañana de Pentecostés, cuando todos sus miembros cabían en una reducida sala…

Esencialmente, la catolicidad no es cuestión de geografía, ni de cifras… Es primordialmente una realidad intrínseca a la Iglesia (Henry de Lubac, Catholicisme).

d) Debe ser Apostólica, ya que si la catolicidad nos presenta la presencia de Cristo en todo el mundo, la apostolicidad nos habla de su continuidad a través de los siglos. La Iglesia es Apostólica porque todos sus elementos esenciales proceden de Cristo a través de los Apóstoles, y están garantizados por una sucesión ininterrumpida hasta el fin de los tiempos. La apostolicidad es uno de los argumentos más utilizados para mostrar la legitimidad de la misión de la Iglesia:

¿Cómo es posible tener por pastor a aquél que no sucede a nadie, y que es ya de entrada un extraño y profano?» (San Cipriano, EP. 64, 3, l).

Esta continuidad profunda de la Iglesia a través de los siglos constituye uno de los signos más claros de la asistencia divina.

12.3 EL PROTESTANTISMO

En el término protestantismo se engloban una serie de sectas, que tuvieron su punto de partida con Martín Lutero de Alemania en 1517. Comenzó Lutero por negar las indulgencias, luego la autoridad del Papa, y por último terminó cayendo en toda clase de errores.

Lutero asentó dos errores fundamentales, origen de muchos otros:

a) El libre examen, o derecho de interpretar cada cual a su antojo la Escritura.

b) La inutilidad de las buenas obras, afirmando que sólo la fe salva y llegando a decir: «peca cuanto quieras, con tal de que creas».

Siguieron estos principios y protestaron también contra la autoridad de la Iglesia: en Suiza, Zuinglio y un poco más tarde Calvino; y en Inglaterra, Enrique VIII. Por eso se llamaron protestantes.

Las principales causas por las cuales se propagó el protestantismo son:

a) El apoyo que encontró en ciertos soberanos temporales, a quienes supo halagar Lutero, sometiendo la Religión a su dominio, prometiéndoles la usurpación de los bienes temporales que las comunidades religiosas tenían en sus territorios.

b) La ignorancia religiosa muy general en esa época, que fue causa de que el pueblo se dejara engañar.

c) El Protestantismo favorece las pasiones humanas; por ejemplo, enseñando la inutilidad de las obras, negando el infierno, combatiendo la confesión, permitiendo el divorcio, etc.

El protestantismo no es la Iglesia de Jesucristo, porque no tiene las notas de la verdadera Iglesia, y por los graves errores y contradicciones que encierra.

No tiene las notas de la verdadera Iglesia

la. No es uno:

a) Ni el dogma, porque está formado por multitud de sectas, que profesan distintas doctrinas. Ni puede tener unidad, pues en virtud del libre examen cada cual puede creer lo que le parezca.

b) Ni en el gobierno, pues sus sectas son independientes unas de otras, y no reconocen un jefe supremo.

c) Ni el culto, pues no están de acuerdo ni siquiera respecto al número de sacramentos, y casi todas rechazan la Eucaristía y el Sacerdocio.

Sólo en los Estados Unidos hay más de quinientas sectas con credos diversos; y otro tanto pudiera decirse del resto del mundo. Y cuando se han reunido en congresos para ponerse de acuerdo siquiera en algunos dogmas fundamentales no han logrado conseguirlo. En realidad, puede decirse que las sectas protestantes no tienen de común sino al nombre.

Muchos protestantes han llegado hoy día hasta negar la divinidad de Cristo, y marchan rápidamente hacia el racionalismo y la incredulidad.

2a. No es Santo:

a) Ni sus fundadores, que tuvieron gravísimas faltas morales.

b) Ni en su doctrina, porque si el principio del libre examen, destruye la unidad, el principio de la inutilidad de la buenas obras destruye de raíz la santidad.

c) Ni en sus miembros, pues no se da entre ellos los milagros el heroísmo de la santidad.

El protestantismo tiene también el gravísimo error de negar la libertad humana, con lo que desaparecen las nociones fundamentales de responsabilidad y de mérito.

Además rechaza los más poderosos medios de santidad que tiene la Iglesia, como la confesión, la Eucaristía, el ayuno, la devoción a María Santísima y a los santos, las sagradas imágenes, el celibato eclesiástico y el estado religioso.

3a. No es católico o universal:

a) No puede ser católico porque no tiene unidad. En efecto, sus diversas sectas se excluyen mutuamente, y donde está una no pueden estar las demás; por eso ninguna puede ser universal.

b) De hecho, muchas sectas permanecen inseparablemente relacionadas con el país que las vio nacer. Así el luteranismo es propio de Alemania, el anglicanismo de Inglaterra, el calvinismo de Suiza, etc.

En realidad ninguna secta protestante, ni siquiera todas ellas reunidas tienen la expansión suficiente para llamarse religión universal o católica.

4a. No es apostólico porque sus jefes no son los sucesores de Pedro y los Apóstoles, sino que se alejaron por completo de ellos.

El actual Romano Pontífice como todos los anteriores es el sucesor directo de San Pedro; entre los dos no ha habido interrupción, como tampoco la ha habido entre los Apóstoles y sus sucesores, los Obispos. Por el contrario ni Lutero, ni Calvino, ni Enrique VIII son los sucesores de los Apóstoles. Con excepción de la secta Anglicana, los protestantes han rechazado rotundamente el sacramento del orden, y es probable que los Anglicanos hayan perdido de hecho la realidad del Orden como sacramento: ver la carta Apostolicae Curae, de S.S. León XIII, 13-IX-1896; Dz. 1963-1966.

12.4 NECESIDAD DE PERTENECER A LA IGLESIA

La necesidad de pertenecer a la Iglesia para salvarse es una verdad de fe: «Fuera de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, nadie puede salvarse, como nadie pudo salvarse del diluvio fuera del Arca de Noé, que era figura de esta Iglesia» (Catecismo de San Pío X, n. 170). «Enseña (el Concilio), fundado en la Escritura y en la tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación» (Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium, núm. 14).

Hay necesidad, para salvarse, de pertenecer a la Iglesia Católica, porque fuera de ella no hay salvación.

En efecto, ella es la sola verdadera Iglesia de Cristo, y ella sola tiene el poder y los medios necesarios para salvar a los hombres.

El Concilio Vaticano II recuerda a los católicos que no se salva quien, «aunque esté incorporado a la Iglesia, no persevera en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia 11 en cuerpo,, , pero no 11 en corazón» (Const. dogm. Lumen Gentium, núm. 14).

Para salvarse hay necesidad, pues, de ser miembro de la Iglesia y, además, miembro vivo, esto es, unido a Cristo por la caridad.

12.4.1 Necesidad de ser miembro de la Iglesia

Para salvarse hay absoluta necesidad de pertenecer al cuerpo de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo.

De otra manera, si hubiera posibilidad de salvarse sin Cristo, hubiera sido ociosa su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección.

Al cuerpo de la Iglesia se pertenece gracias al bautismo, de acuerdo al mandato del Señor: «El que creyere y fuere bautizado se salvará; el que no creyere se condenará» (Mc. 16, 16).

¿Qué decir, entonces, de los que sin culpa ignoran la doctrina cristiana y la existencia del bautismo? ¿Tienen acaso imposible la salvación? La respuesta es no: sí se pueden salvar, a través del llamado «bautismo de deseo», es decir, con la respuesta afirmativa a las nociones interiores que Dios suscita en su alma para que tengan ese deseo del bautismo, que los purifica y les hace pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

La misma Iglesia aclara que «la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta» (Cone. Vaticano 11, Const. dogm. Lumen Gentium, núm. 16).

12.4.2 Necesidad de ser miembro vivo

Hay necesidad absoluta de pertenecer al alma de la Iglesia y esta ley no tiene excepción.

a) Hay necesidad, porque la fe y la gracia, frutos de los méritos de Cristo, es lo único que puede salvarnos después del pecado.

b) Esta ley es absoluta, esto es, no tiene excepción, porque los que están en pecado, aunque hayan sido bautizados, se encuentran voluntariamente corno «enemigos de Dios», lo han rechazado con un acto libre y consciente. Para los paganos que han recibido el bautismo de deseo, la gracia se mantiene gracias al fiel cumplimiento de la ley natural, impresa en la conciencia de todo hombre.

En efecto, el que cumple la ley natural, da a entender que cumple la voluntad de Dios lo mejor que puede; y en consecuencia que recibiría el bautismo, si Dios le manifestara tal obligación.

Pues bien, Dios no puede permitir que un alma se pierda en tales condiciones, sino que en el momento oportuno infundirá la fe y la gracia, para que pertenezca al alma de la Iglesia y se salve.

Dios puede infundirle la fe y la gracia por medio de una persona que lo instruya, por ejemplo un amigo; o por una inspiración interior, o aun, si fuere necesario, por medio de un ángel, como enseña Santo Tomás.

El Magisterio de la Iglesia reprueba «tanto a aquellos que excluyen de la salvación eterna a todos los que se adhieren a la Iglesia únicamente con un deseo implícito, como a aquéllos que falsamente aseguran, que los hombres en toda religión pueden salvarse igualmente» y precisa que «tampoco ha de considerarse, que basta cualquier deseo de ingresar en la Iglesia, para que el hombre se salve. Se requiere, pues, que el deseo, por el cual se ordena alguien a la Iglesia, esté informado por la perfecta caridad; y el deseo implícito no pueda tener efecto, a no ser que el hombre tenga fe sobrenatural» (Ep. S. Officii ad archiep. Bostoniensem, 8-VIII- 1949).

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19 comentarios

  1. gracias por la informacion yo si soy catolica me identifico por que amo a JESUS y a su santicima madre MARIA gracias a ellos y por medio de la iglesia catolica he encontrado mi ser me he podido mirar

  2. muy buena la informacion.! pues es hermoso cuando nos gozamos con el Espiritu Santo de Dios y q podemos entender el Camino de la salvacion que es JESUS. soy Cristiana evangelia petencostel, y la experiencia q he tenido con el espiritu santo es que al momento de buscarlo con toda sinceridad (pues nosotros mismos en nuestros corazones sabemos cuando andamos bien con Dios), cumpliendo su voluntad en apartarme del pecado.. siento q mi alma se estremese y mi cuerpo empieza a temblar. siento ese poder maravilloso q es sentir la presencia de nuestro señor. y lo q sale de mi boca son palabras de adoracion de alabanzas para nuestro Dios… como: SANTO ERES JEHOVA, DIGNO DE ALABANZA, TE ALAVO MI SEÑOR, TE AMO JESUS.!!!! YO HOY PUEDO DECIRLE AL ESPIRITU SANTO DE DIOS:
    «mejor es tu precencia q la vida, es un deleite contemplar tu hermosura, estar rodeada de tu santidad y amor, tu presencia es lo mejor!
    se los digo de corazon, busquen d e Jesus, cumplan su voluntad, adorenle, asistan a la iglesia, leean la biblia, gosence con CRISTO EL SALVADOR.
    UN SALUDO DE SU HERMANA JESSY EN CRISTO JESUS. jEHOVA LOS BENDIGA. AMEN.

  3. muy interesante esta pagina pues me ayuda a comprender las clases de la escuela de pastoral un saludo de mi esdposa feli y mio

  4. la persona que escribio lo que acabo de leer, cometio un eror, al escribir sobre lo de pedro y annias con zafira , DIOS no tienta a nadie , que se fije bien el las escrituras , fue satanas el que tento a ananias para mentir . es todo .

  5. Me encanta esta seccion ya que es muy importante para todo buen cristiano catolico, deberian que todos los sacerdotes tuvieran charlas o cusos con dimanicas, a la realidad de nuestra vida actual, pero la mayoria son bien cerrados.

  6. que ser santiicado por el Señor, los santificados nacemos a una vida nueva, y una santiicación implica una renavación total… degemos que DIos nos reuneve por medio de su Espíritu.

  7. en mi parecer la iglesia de Cristo no es una denominacion(catolica, protestante….)porque no creo que todos los catolicos o protestantes se vayan a salvar por pertenecer a cualquier iglesia.Personalmente me identifico en la iglesia evangelica, Alii conoci a Jesus, y todo lo que el paquete de salvacion de Dios por gracia nos da.Y no creo que por heberme alejado de la iglesia catolica vaya a ser condenado. Pues creo que Dios esta buscando personas que amen buscarle y no religiosos(la palabra mas fea que me puedan decir), y esto en cualquier iglesia que pertenezcamos.Que el amor y gracia de nuesto Padre y Cristo les acompañen siempre.

  8. felicidades y gracias, mis dudas acerca del significado de los Dones y Frutos del Esp Santo, fueron clara y sencillamente aclarados

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