Los Valores ¿Existen?

¿Realmente existe un conjunto de cualidades que hacen a una persona mejor?

El problema de los valores es un problema moderno que ha sido abordado por filósofos como Scheler, Nietzsche, Windelband, Rickert, Wojtila, Weber, etc., pero que por la evanescencia de su específica naturaleza, resulta campo abierto y prácticamente inédito, para el discurso radical. El ángulo de análisis que presento es desde la metafísica del ser, en donde encuentro una relación de fundamentación vinculatoria entre ser, bien y valor, teniendo los valores como fundamento próximo al bien trascendental y como fundamento último al ser, con lo cual todo lo que existe es bueno y valioso, enfoque que difiere de los planteamientos que circunscriben el tratamiento de lo valioso, al ámbito de la moral, asunto que considero un error porque la filosofía de los valores trasciende el universo ético, ya que lo valora puede ser dicho en variados sentidos, de aquí que los valores en su versatilidad pueden presentarse como paradigmas o bien como virtudes a vivir. Si son paradigmas, serán principios regulativos de carácter perfectivo sin imperio sobre la voluntad pero sí, con un cierto imperio político sobre la inteligencia que los presenta como modelos, que no significa como esencias separadas ni construidas a priori, sino destellos de la perfección del ser que-por serlo-se manifiestan en su valía universales por lo que resultan atractivos, apetecibles. Valor es entonces, el brillo, el resplandor del ente, bajo la razón de bien. Si son virtudes, se tornan cualidades adquiridas con esfuerzo que hacen a quien las conquista un hombre mejor.

Hace algunos meses asistí a una lección de un famoso académico europeo que ante la pregunta ¿qué son los valores? perdió un poco la compostura y respondió secamente: "!Los valores no existen! De eso no debería hablarse. Es más, habría que erradicar ese vocablo de la lengua castellana." Mi perplejidad y asombro no tuvieron límites, por lo que decidí, atendiendo al consejo de Wittgenstein en el Tractatus: "de lo que no es posible hablar, lo mejor es callarse."

Esta anécdota la traigo a colación a propósito del problema que aquí pretendo exponer: un acercamiento conceptual a la noción de valor y su fundamentación metafísica. Sé que se trata de uno de esos terrenos que habiendo sido explorados en la contemporaneidad (por ejemplo W. Windelband, Rickert, Scheler, Nietzsche, Wojtila, etc.) no lo ha sido de una manera satisfactoria por su dificultad, por lo que decidí incursionar de nueva cuenta en un planteamiento como el anterior. Los riesgos que corro-lo sé-no son menores, pero ante la perspectiva de un nuevo tránsito en el terreno de la especulación radical-de la filosofía-asumo el reto.

Lo primero que debo hacer es contestarle al profesor aludido con una respuesta paradójica pero envuelta en la perplejidad: ¿ si los valores no existen, por qué hablamos de ellos? Al hablar de ellos al menos tienen un tipo de existencia: la gramatical pero no solamente, ya que no son voces sin sentido sino con significación, al grado de que al enunciar diferentes valores: estéticos, religiosos, morales, intelectuales, sociales, etc. entendemos que algo queremos decir-y por cierto no en el mismo sentido-con lo cual tienen también relevancia gnoseológica. Con ello nos damos cuenta de que su ámbito de existencia se extiende, por lo menos, al campo de lo lingüístico y del conocimiento, de la intelección teórica y de la expresión práctica vía el lenguaje ordinario. Esto significa que tienen algún tipo de existencia, algún tipo de entidad, algún tipo de ser, como cuando decimos "este contenido es valioso" o bien "este diamante no tiene ningún valor." Ambas frases están llenas de sentido, no son flatus vocis, sino que hacen referencia a algo que-en el primer caso-tiene valor y-en el segundo-carece de ello.

Aquí el problema, por tanto, no está en destacar la dimensión lingüística o gnoseológica de la noción de valor, sino en determinar desde una perspectiva metafísica, su fundamento ontológico. Mi tesis es pues la siguiente: la noción de valor siendo expresable sin contradicción lingüística o lógica (el inteligir es logos), lo es porque como fundamento inmediato de su misma existencia, se encuentra la noción de bien entendida en sentido ontológico trascendental (no en sentido kantiano), y como fundamento radical destaca la propia entidad de aquello que se dice valioso. Es este el sentido natural del valor, su sentido primero, para distinguirlo de otro sentido que es el convencional, que tiene un fundamento ya no ontológico sino antropológico, en el sentido de que las distintas sociedades, los distintos grupos humanos, deciden en razón de distintas causalidades, influencias e intereses, etc., qué valor tienen las cosas sean naturales o culturales. No es esta la acepción del valor que aquí trataremos, sino del sentido natural que se funda en el ser de lo que existe. Con este enfoque traspasamos el ámbito lingüístico y el lógico para trascender hasta el ámbito ontológico-metafísico y conectarnos directamente con la doctrina clásica del ente que sostiene la vinculación existente entre lenguaje-conocimiento-realidad que, bien lo sabemos, ha sido uno de los nudos gordianos de la filosofía y que en el siglo XVI marcó un hito con Descartes al darle preponderancia a la filosofía del pensamiento sobre la realidad. Su famosa divisa cogito ergo sum marcó la pauta generacional que se abrió, desde entonces, en el gran carril de la filosofía, dando origen al pensamiento moderno, donde la consigna es el pensar sobre el ser. Lo muestran todos aquellos trabajos que le otorgan primacía a los contenidos y productos de la conciencia sobre la realidad.

Nuestro planteamiento es a la inversa, en seguimiento de la gran tradición de la filosofía analógica del ser donde el ente se dice en muchos sentidos. (1) Uno de ellos es el pensar, uno de ellos es el conocer, que tiene que ver con el ser veritativo. (2)

En este contexto, el pensar recoge lo conocido del ser aunque no por eso en ello agota sus específicas virtualidades que, además de cognoscitivas, pueden ser también de otro tenor como por ejemplo reflexivas o judicativas, además de la actividad práctica que también le compete como lo muestra su dimensión poética, etc. Plegándonos al particular caso del conocimiento teórico, el pensamiento es actividad inmanente que aprehende, juzga y procesa racionalmente lo trascendente sin perder por eso su contacto con la realidad que-en cuanto conocida-se identifica con él ad modum inteligentiae. (3) justamente en el acto de conocer. La expresión de esto conocido se traduce en diferentes tipos de actos a los que genéricamente les denominamos pensamiento o en su expresión práctico-fonética lenguaje que-siguiendo a Michel Dummett-consideramos además de "medio de comunicación, dimensión práctica del pensamiento." (4) Desde esta perspectiva, ser-conocer y lenguaje se encuentran en íntima vinculación, teniendo la primacía el ser que en su plurisignificatividad incluye tanto al lenguaje como al conocer. Con ello sostengo que que tanto el lenguaje como el conocer son sentidos del ente que tienen su último fundamento en el ser.

Una prueba de esta aseveración la representa la clásica doctrina del concepto que es un ejemplo modélico de la imbricación epistémico-ontológica que se da entre conocer y ser ¿de qué manera? Precisamente en razón de que su naturaleza específica es ser una specie mentis cuya finalidad consiste en representar a otro como signum formale, es decir, "estar en lugar de otro" (5) sea una multitud o sea un solo caso individual como es el caso de Dios. En este sentido el concepto como modalidad del ser, se muestra generalmente como heterorreferente y no como autorreferente como ocurre en las consideraciones oblicuas y meramente reflexivas de la filosofía, por ejemplo Kant y Hegel. La naturaleza del concepto consiste precisamente en representar a otro de manera peculiar con una representativo que en este contexto indica "estar por otro" y no en el sentido de Vorstellung que conecta con las aporías epistemológicas de la imagen mental y el representacionismo moderno que priorizan indudablemente lo experiencial de orden psicológico sobre lo intelectual de orden lógico, perdiéndose en ese planteamiento la contextura peculiar del concepto que es su específica universalidad y su ser signo. Ello no significa tampoco que la lógica tenga la primacía sobre el ser atendiendo a su dimensión normativa, ya que como quedó dicho más atrás, lo lógico es una variedad del ente (to on polajós legetai) y el concepto es signo formal. Si admitimos esta premisa-que el concepto es signo formal-se vislumbra la heterorreferencia mencionada acorde a su propia naturaleza con lo cual por la vía cognoscitiva, el hombre recoge intencional y paulatinamente la pluralidad de lo real que resulta, en expresión de Leonardo Polo, una realidad extramental pero no por ello incognoscible, sino siempre abierta a ser conocida, en virtud de su ser y modo de ser peculiar.

Con ello quiero decir que-atendiendo a las múltiples variedades y complejidades de lo existente-será su aprehensibilidad o cognoscibilidad por parte del hombre. Con eso no significo ni la irracionalidad de lo real, ni su incognoscibilidad perse, sino su virtual cognoscibilidad para la inteligencia humana que, por ser de contextura espiritual-como su propia alma-puede "hacerse todas las cosas", (6) está abierta potencialmente a conocer la universalidad de lo existente, aún cuando desde la perspectiva actual, su conocer sea limitado y fatigoso. Pero ese factor no clausura ni la cognoscibilidad ni la inteligibilidad de lo que es: ens ut verum convertuntur, ni la capacidad humana de hacerse a nivel cognoscitivo todas las cosas de una manera potencial, de una manera intencional (recordemos que aquí nos encontramos en el orden facultativo). Y eso conocido es expresable-como sabemos-a través del lenguaje. El nombrar de las cosas, por ende, viene dado por su inicial cognoscibilidad que se traduce en el orden de la expresión ya no mental sino lingüística en palabras (7) y proposiciones con sentido. (8) Las palabras y proposiciones que no tienen sentido-en sentido estricto-son ininteligibles, no conducen a algo sino más bien a nada como por ejemplo al expresar en castellano " xrthk mstx lltg." Nadie lo entiende, a nada se refiere y es en sí misma sin-sentido.

Con estos argumentos quiero volver ya a mi tesis inicial: entre ser, bien y valor se da una relación de fundamentación vinculatoria, teniendo los valores como fundamento (9) próximo al bonum trascendentale y como fundamento último al ser. Con esto apunto a la idea de que cuando hablamos de los valores en cuanto tales, hablamos de algo que tiene sentido y que hace referencia a una naturaleza peculiar genérica a la que denominamos "valor" y que por serlo, es algo bueno. Esta naturaleza peculiar genérica a su vez, tiene un carácter analógico, en el sentido de que la voz valor se dice en variados sentidos, atendiendo al tipo de valor al que se hace referencia dentro del inmenso universo de lo existente. Con ello afirmo que lo que existe es bueno y valioso a la vez habiendo entre estos dos calificativos una cierta distinción semántica que es preciso aclarar.

Para ello lo primero que hay que preguntar es ¿qué son los valores? Difícil interrogación abordada en la contemporaneidad de manera temática, por algunos filósofos de la tradición neokantiana o fenomenológica como W. Windelband, H. Rickert, N. Hartmann, M. Scheler, etc., independientemente de los trabajos de Niezsche y en menor proporción Max Weber y algunos otros filósofos de la cultura. Al tratarse de un problema típicamente moderno, en lo que sigue haré una referencia marginal a la Escuela de Baden, para continuar un poco más detalladamente con el gran pensamiento axiológico de Max Scheler y por último plantear mi tesis sobre el particular.

A reserva de mayores precisiones que en este lugar no vienen al caso, para Windelband y Rickert la filosofía debe ser considerada una teoría de los valores donde se busquen los principios que garanticen la validez del conocimiento de una manera normativa sin dejar de lado la actividad humana que surge en el ámbito de la moralidad y el arte. (10) Tales principios, en explicitación de Rickert son los valores que constituyen los principios apriori y fundamento de la validez universal y necesaria de las ciencias, (11) así como del campo de lo moral y del arte, horizontes de análisis que son de clara inspiración kantiana, sin-podríamos llamarle-mayor matiz.

Para Scheler en cambio y en una axiología que no quiere ser "antikantiana" sino avanzar más allá de donde quedó Kant, (12) los valores son "cualidades materiales que tienen una determinada orientación mutua en el sentido de alto y bajo; y esto acaece con independencia de la forma de ser en que se les incluya." (13) Con ello quiere significar que los valores "no son propiedades de las cosas (…), ni tampoco fuerzas o capacidades o disposiciones ínsitas a las cosas" (4) sino "cualidades" peculiares que manifiestan el " matiz valioso de un objeto (…), que es lo más primario que nos llega de aquel objeto". (15) Esta idea es bastante interesante en el sentido de que al ser lo valioso lo más primario que nos llega del objeto, Scheler hace un planteamiento suficientemente original aunque no por ello menos problemático, de la vinculación existente entre los objetos reales, la noción de bien y la de valor.

Para el filósofo alemán, y en atención a la primigeneidad del origen, la cuestión debe quedar planteada en los siguientes términos: " en la cosmovisión natural, los objetos reales no son dados "primeramente" como puras cosas ni como puros bienes, sino como (…) cosas en tanto y en cuanto que son valiosas." (16) Tal planteamiento permea toda su doctrina axiológica al grado de afirmar que "justamente les es esencial a los bienes que el valor no aparece cimentado únicamente sobre la cosa, sino que ellos mismos se hallan penetrados enteramente de valor" (17) y esto porque "los valores son el apriori respecto al mundo de los bienes de que se trate." (18) Con esta tesis tocamos fondo en lo relativo a las virtualidades y fuente de inspiración scheleriana en lo concerniente al gran problema de los valores. Para él, el valor es lo apriórico en relación a los bienes y a la cosa misma que no está tomada aquí en sentido contingente sino fenomenológico, es decir, esencial en cuanto referido al mundo de lo dado, de la intuición eidética de la esencia valiosa , pero no desde una óptica more kantiana de naturaleza específicamente lógica sino desde otra legalidad diferente, que es la legalidad propia del mundo de los valores, la-podríamos llamarle-legalidad axiológica cuyos carriles no son racionales sino de otro orden, en el contexto de Scheler. El texto de su Etica es el siguiente: "el mundo de los valores no es de naturaleza lógica sino que pertenecen a una legalidad propia del mundo de los valores y se fundan en conexiones de esencia y en incompatibilidades de esencia existente entre los valores mismos." (19) Este universo de investigación-el de los valores-no es intuido vía racional sino sentimental, que se constituye en otro de los vértices más característicos del pensamiento ético-axiológico de Scheler, en contra de Kant, como lo demuestra el texto siguiente: "La construcción de una ética material a priori se hará únicamente posible con la eliminación definitiva del viejo prejuicio de que el espíritu humano se agota en el dilema "razón-sensibilidad," o bien que hay que colocar todo lo que hay en el espíritu bajo una u otra forma de esas categorías. Este dualismo radicalmente falso (…) debe desaparecer sin contemplación alguna del umbral de la filosofía. La fenomenología del valor y la fenomenología de la vida emocional han de considerarse como un dominio de objetos e investigaciones enteramente autónomo e independiente de la lógica," (20) que es la enorme tarea que Scheler se echa a cuestas en varias de sus obras (21) y a la que dedica gran parte de su vida.

Ya desde otra perspectiva, pienso que la filosofía de Scheler es un caso paradigmático en la cultura contemporánea de la radicalización a la que puede conducir el apriorismo de Kant, al grado de impostar esta noción como esencial a la ya de por sí evanescente noción de valor. En Scheler está claro que el centro de su pensamiento ya no solamente ético es la axiología, asunto que por el momento no podemos demostrar, sino que únicamente consignamos a modo de indicación aporética. Con esta observación retomamos el hilo de la cuestión.

¿Por qué afirmo que la noción de valor tiene su fundamento próximo en la noción trascendental de bien (bonum) de la filosofía clásica de corte griego cristiano y no la noción kantiana acuñada a la luz del Ich Uberhaupt y éste a su vez (el bonum) se asienta en el ser? Precisamente en razón de que el valor, los valores, lo valioso lo son porque representan-bajo otro nombre-algo bueno en virtud de lo cual se denomina ese algo "valioso," es decir, nuestra postura es exactamente la opuesta a la proposición de Scheler en el sentido de que la fundación viene dada por el ser y no tanto por el valor que él privilegia. Se comprende que esto pueda ser así ya que el enfoque y contextualización de los dos planteamientos es diferente. Nosotros partimos de unos principios metafísico-ontológicos, Scheler de un encuadre kantiano-fenomenológico donde parece adivinarse subrepticiamente la presencia del Ich denke; ésta afirmación, sin embargo, tiene el carácter de hipotética por los detallados análisis a los que conduciría su demostración.

La noción de bien a la que nos referimos es aquella de la que habla Santo Tomás en la q. 5, a. 3 de la Suma Teológica donde se plantea si todo ser es bueno. Su respuesta como es conocido, es que " Todo ser es bueno en la medida que es ser," es decir, en cuanto que existe de algún modo aún sea de manera accidental. Sabemos, asimismo, que el mejor modo de ser, es el que se dice en sentido propio como es el caso de la sustancia, sin embargo no todo es sustancia como no todo es accidente. En el mundo real se da el entreveramiento de seres sustanciales y accidentales, (22) entes en acto y entes en potencia; (23) entes necesarios (24) y entes contingentes (25) o posibles (26) considerando incluso diversos tipos de necesidad, contingencia y posibilidad. Ello nos indica que el campo de lo existente es plural y multiforme-analógico-donde la razón común entre todos ellos es su ser por ser lo más radical que existe, sea un ser propio o en otro como ocurre con todos aquellos entes que no son sustanciales. De aquí que podamos definir al ente como aquello que tiene ser (id quod habet esse) y por tenerlo es bueno. Es esta la razón por la que el Santo afirma "omne ens, inquantum est ens, est bonum" y por ser bueno "es de algún modo perfecto." El texto de Santo Tomás es el siguiente: "al llamar a algo ente sin más, se indica que existe propiamente en acto (…). Sin embargo, lo bueno entraña la razón de lo perfecto que es lo apetecible (…). De donde lo que es completamente perfecto, se dice bueno sin más, mientras que lo que no tiene la última perfección que debe tener, aunque tenga alguna perfección por estar en acto, no se dice perfecto sin más, ni bueno sin más, sino solo en algún aspecto." (27)

De aquí que "bonum et ens sint idem secundum rem": es este el sentido del bien al que queremos hacer alusión en relación al problema de los valores, no en relación al bien moral que es el telón de fondo del enfoque de Scheler y de diversos círculos culturales de nuestros días, que suelen malentender este planteamiento y piensan que al hablar o plantear el tema de los valores se tiene que hacer bajo una clave ética. Desde mi punto de vista eso es un error que tanto para la ética como para la axiología y la metafísica no resulta pertinente en virtud de que el ámbito de los valores es mucho más universal que el de lo ético que siendo fundamental para la vida práctica del hombre y para el logro de una vida buena, no tiene porqué tematizar como un terreno específico suyo el amplio horizonte de la axiología. Con ello tampoco afirmo que no exista ninguna vinculación. Eso también es un error ya que por lo pronto el campo de los valores morales y su vivencia a través de la práctica de las virtudes éticas le resultan o le debe resultar connatural. Y me parece un error más, no tomar en cuenta la fundamentación metafísica de la axiología, vía la noción trascendental de bien.

Y es que el hombre además de vida moral, tiene vida especulativo-científica, poético-creativa, biológico-vital, político-social y económica, religiosa, afectiva, de contacto con la naturaleza cósmica, etc, por mencionar algunas de sus manifestaciones más características. Con eso-lo reitero-no quiero descalificar para nada el campo de lo moral. El ethos humano, lo sabemos, es una de esas dimensiones que con mayor cuidado hay que cultivar hoy en día, precisamente porque su olvido o descuido es el origen de tanta injusticia y trastornos en el mundo, sea dicho esto en casi cualquier ámbito en el que el hombre ejercita de modo irresponsable su libertad. Con ello también quiero decir que el bien trascendental como tal fundamenta al bien moral ya que el bien moral surge-como el mal ético-de la libre elección de la persona en relación a aquello que le hace o no le hace mejor, es decir, en relación a su propia perfección como persona. Este planteamiento no encierra optimismos infundados ni incardina paradigmas platónicos en el cotidiano discurrir de la persona, sino que solamente toma en cuenta lo que el ejercicio de la libertad humana lleva consigo.

Pero volviendo al problema inicial: ser y bien desde una perspectiva trascendental se identifican teniendo primacía el ser ya que todo lo que es bueno tan solo por el hecho de ser. Eso no indica que no podamos encontrar entre ellos cierta distinción, distinción que viene dada desde la perspectiva de la razón humana que descubre en lo que existe, diversas virtualidades que tienen que ver o con el entendimiento (hablamos entonces del problema de la verdad) o con el apetito (nos referimos entonces a lo que es bueno) o incluso con lo que agrada (que tiene que ver con la belleza) etc.

Hemos dicho por tanto que "bonum et ens sunt idem secundum rem: sed differunt secundum rationen tantum." Hemos dicho también que " algo que es bueno es en cierta medida perfecto" y por lo tanto "resulta apetecible" (28) o para sí mismo en virtud de que todas las cosas apetecen su propia perfección porque ab initio es algo bueno-en este sentido el bien tiene razón de fin-y su fundamento es ontológico, o bien resulta apetecible para otros para quienes resulta un bien presentándose como algo valioso, digno de ser tomado en cuenta. Es esta la dimensión sujetual del bien, la dimensión sujetual del valor, en el sentido de que es apreciada su bondad, su valía, por un hombre, cultura o sociedad, quienes pueden magnificarla o menospreciarla, en razón de diversas circunstancias, motivos, épocas, tiempos, educación, propaganda, ideología, creencias, etc, para quienes resulta apetecible , para quienes resulta valiosa.

Es ésta la enorme aporía que se abre cuando hablamos de los valores que-si lo son-necesariamente serán algo bueno porque su fundamento es el ser y por tanto existen. ¿ De que modo? Ese es otro problema que tiene que ver con el estatuto epistemológico de los valores y su orden de fundación respecto al bien y al ser. Si somos consecuentes, sin embargo, hemos asentado que el ser es el fundamento necesario y principal de lo que se presenta como apetecible, es decir, como bueno, con lo cual si el ser es el fundamento del bien, el bien es el fundamento del valor. Esto quiere decir desde una perspectiva gnoseológica, que los valores son "bienes universalmente considerados," no en el sentido de los conceptos que son signos formales de las cosas, sino como principios regulativos de carácter perfectivo, cuyo fundamento último se encuentra en la misma perfección ontológica de lo que existe. Su regulación, por tanto, no es imperativa al estilo kantiano, sino sugerente y condicionada a la elección libre de los diversos hombres, que en su apropiación y vivencia sí pueden transformar a los hombres al convertirse en virtudes. Es por eso que los valores en su versatilidad, pueden presentarse como paradigmas o bien como virtudes a vivir. Si son paradigmas, serán principios regulativos sin imperio sobre la voluntad, pero sí en cierto sentido con un imperio político en relación al entendimiento que los presenta como modelos que no significa esencias separadas ni construidas apriori, sino destellos de la perfección del ser que-por serlo-se manifiestan en su valía universales, por eso son apetecibles, de donde valor es el brillo, el resplandor del ente, bajo la razón de bien. Si son virtudes, se tornan cualidades adquiridas con esfuerzo y se individualizan de tal manera que al ser vividos por el hombre, éste crece cualitativamente y en sentido positivo, en aquella dimensión específica de su personalidad en la que ha ejercitado aquel valor o virtud. En este sentido el hombre se hace mejor, se perfecciona….y no solamente desde la perspectiva ética. Desde este ángulo de análisis sostengo, por tanto, la fundamentación ontológica de los valores sobre la subjetiva o del orden de las preferencias. Con ello afirmo que algo por ser bueno es valioso sin existir entre estas tres realidades identidad conceptual pero sí metafísica: "la separación se da en el pensamiento, pero no en las cosas". (29) La valía o plusvalía de algo desde la perspectiva natural, no convencional, se da en razón directa de su bondad ontológica, como a su vez su bondad ontológica es una consecuencia de su modo de ser. Desde estos presupuestos es relativamente sencillo darse cuenta que no tiene el mismo valor la persona humana que es digna en sí misma, sobre otro tipo de bienes, por ejemplo, los económicos o de carácter material o incluso científicos y tecnológicos por mencionar sólo algunos del inmenso horizonte axiológico y que teniendo un enorme valor y no siendo de ningún modo despreciables, tienen que estar al servicio del hombre atendiendo a su esencia medial.

Es cierto, por otro lado, que "El bien se toma en tantos sentidos como el ente puesto que se predica de la sustancia, como de Dios y la inteligencia; y de la cualidad como de las virtudes; y de la cantidad como la medida y de la relación como de lo útil, y del tiempo como la ocasión; y del lugar, como del domicilio conveniente y otras cosas semejantes", (30) razonamiento que podemos hacerlo extensivo a lo valioso y así poder decir siguiendo al Filósofo: "valioso se toma en tantos sentidos como el bien y bueno es todo lo que es" con lo cual valioso es todo lo que es si tiene carácter perfectivo; lo que no lo tiene, es contravalioso, como lo son los productos contraculturales de las diversas sociedades como son la guerra, la droga, la violencia, el terrorismo, la prostitución, el aborto, la eutanasia, las hambrunas, la destrucción del hábitat humano en función de intereses políticos y económicos, etc.

Para fundamentar este argumento-el de la analogía del bien, el de la analogía del valor-tenemos que considerar el problema de los grados de perfección planteado en diversos lugares del pensamiento tomista, uno de los cuales es la paradigmática cuarta vía de la Suma Teológica I, q.2 a 3 donde afirma "Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice que lo más caliente es lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad." ¿Por qué relacionar el argumento axiológico con los grados de perfección de los entes? Precisamente en razón de que dependiendo del tipo de ente que sean, será su mayor o menor perfección, su mayor o menor tipo de bondad, su mayor o menor valor en el ámbito de lo existente. Esto se comprende con facilidad si ponemos algunos ejemplos que con las limitaciones del caso, son ilustrativos de lo que queremos decir: Hemos afirmado que todo lo que existe es bueno tan solo por el hecho de ser y así es, pero no en la misma proporción, ya que no tiene el mismo valor un nino o cualquier persona humana, al valor de un automóvil, la naturaleza física con toda su riqueza o el caso de Dios. Desde una óptica metafísico-ontológica discernir la mayor o menor valía, la mayor o menor bondad de los tipos de ser enunciados, nos llevaría al planteamiento entero de la filosofía primera con sus principios y causas y la pluralidad analógica fundamentada en el ser. Desde este ángulo de análisis es un axioma que no todo se puede demostrar pero sí mostrar, como es el caso del principio de no contradicción (31) y la realidad misma de la realidad donde en el mundo físico se descubre la generación y la corrupción, la necesidad y la contingencia, etc. con independencia de lo que el Filósofo denomina el mundo supralunar y la realidad del Acto Puro. (32) Lo que se descubre en todo este universo, es un mundo variado, complejo, heterogéneo pero no por ello absurdo ni irracional. Más bien inmenso donde se evidencian distintos tipos de ser: el de lo humano con todas sus complicaciones sociales, culturales, políticas, científicas, etc.; el de la naturaleza física con sus variados géneros de ser como pueden ser los llamados reinos animal, vegetal y mineral, o desde otra perspectiva, el mundo de la microfísica y el de la macrofísica; y por supuesto Dios, al resultar pertinente la pregunta por su existencia cuando se parte de un planteamiento incardinado en la perfección del ser.

Si esto es así, es manifiesto que "el bien no puede ser algo común, universal y único, pues si así fuese, no se predicaría en todas las categorías, sino en una sola", (33) asunto que patentemente resulta extra-aristotélico si tomamos en consideración la doctrina de el to on polaxos legetai que conduce a la multiplicidad de los tipos de ser, a la versatilidad de los tipos de bien, a la versatilidad de las modalidades concernientes al valor, etc. En el filósofo de Estagira y en la tradición que le continúa, si bien la noción de bien es de extrema importancia no lo es a la manera platónica de la primacía de la Especie sobre lo sensible y por ende sobre lo fenoménico y plural. En Aristóteles salvando la pluralidad analógica de lo existente, vía los principios de lo individual, se salva asimismo la universalidad de los principios de lo real, que por cierto no integran un mundo separado ideal-con lo cual se abriría nuevamente un xorismós-sino que se inteligen en lo individual que se manifiesta plural. Y como el ente es plural y el bien sigue los sentidos del ente, el bien es también plural.

La noción de valor como ha quedado dicho, es una noción acuñada en la modernidad y ajena como tal, al discurrir aristotélico. Ello no indica, sin embargo, que pueda ser extraña al vivir y convivir humanos donde resalta-en virtud de la bondad ontológica de lo existente-lo valioso que inspirándonos nuevamente en otra tesis clásica puede ser al menos (y ésto es solamente una precisión dentro de las diferentes que se pueden hacer) de tres tipos: lo que es valioso por ser útil, lo que es valioso por ser agradable, y lo que es valioso por ser bueno en sí mismo; ésto dicho con independencia de la bondad natural, la valía natural, que tiene lo que existe. Lo valioso por ende, se dice en multiplicidad de sentidos en concordancia a la versatilidad del ser, su función e incluso su operatividad específica (pensemos, por ejemplo, en los llamados valores morales o los intelectuales que surgen de la proyección facultativa humana ordenada al conocimiento de la verdad en el ámbito en que se descubra, o al bien vivir de la persona, desde una perspectiva universalista pero siempre acotada por la libre elección humana). De aquí la oscilación, preeminencia, éxito o desprecio de diversos valores de índole diversa, en las diferentes épocas, culturas, latitudes, tradiciones, personas, etc. El relativismo de los valores por tanto y expresado esta afirmación en sentido radical, no es tal ya que su fundamento último es ontológico; lo que es relativo es su vivencia y aprecio por parte de las personas.

No es la noción de valor, en consecuencia, una noción general regida por una Idea singular que nos llevaría a un solo tipo de valores, sino una noción analógica acunada a la luz de la pluralidad y versatilidad de lo existente que es expresable desde la complejidad como algo bueno, o verdadero, o justo, o santo, o saludable, o bello, etc. calificativos que denotan de suyo un contenido valioso y que vienen a integrar lo que genéricamente se denomina el universo de los valores que-por serlo-es universal y plural. Por eso es posible hablar con sentido de valores materiales y espirituales, o-desglosados-de valores religiosos que tienen que ver con la religación del hombre con Dios y el culto y adoración que le es debido; valores intelectuales que tienen que ver con el conocimiento y el descubrimiento de la verdad por parte del hombre; valores morales que tienen que ver con el cultivo del bien enraizado en la libertad, las virtudes éticas y el amor; valores sociales que tienen que ver con la convivencia y la vida del hombre en la polis; valores estéticos que están vinculados con el mundo del arte y la apreciación de lo bello; valores vitales que se cultivan en relación al cuidado de la salud y la propia vida; valores económicos que surgen con el uso del dinero y la creación de la riqueza; valores ecológicos que tienen que ver con el trato político y no despótico de la naturaleza física y el medio ambiente (los llamados ecosistemas), etc. El cultivo de estos valores vía la práctica de las diversas virtudes por parte del hombre forja al hombre creyente o santo, al hombre pensante (científico o filósofo), al artista, al hombre sociable, al amante de sus tradiciones, al político, al patriota, al hombre sano o deportista, al hombre rico o administrado, al ecologista (hombre preocupado de su hábitat natural), al hombre bueno, al hombre libre, democrático, comprometido, etc. sin que con ello se quiera decir que el favorecimiento de algún tipo de valores excluya o deba dejar de lado a los demás valores. Si así ocurriera el hombre no se desarrollaría de manera integral, sino parcelariamente, con lo cual se le privaría del cultivo de diversas zonas de la educación y de la cultura que-por serlo-resultan siempre valiosas.

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12 comentarios

  1. Un artículo de alto nivel que puede fundamentar nuestro conocimientos y el conocimiento de muchas personas que hablan de valores sin tener conocimientos de valores. Los valores no se pierden ni están en crisis, somos nosotros los que hemos entrado en crisis, por ende la sociedad, por no vivir virtudes humanas que nos lleven a tener valores. Las virtudes si se pierden en la persona y en la sociedad, los valores están ahí o allí.

  2. ME PARECE QUE EL NIVEL ES ALTO Y QUIEN NO SABE ALGO DE FILOSOFÍA NO LOGRA ENTENDER,EL TEMA ES MUY INTERESANTE Y LA REFLEXIÓN MUY CIENTIFICA.
    CUIDEMOS LOS VALORES Y TAMBIEN LA ORTOGRAFÍA ¡

  3. los valores o virtudes que yo tome y los hise mios y los e vivido 34anos es ser fiel a Dios y vivir esa fidelidad a mi pareja y amar y repetar . no solo saber que es bueno sino vivir lo bueno de la vida y la sociedad en que estamos,

  4. Los valores forman parte del aspecto volitivo del ser humano. No hay crisis de valores sino de valoracion, a que le doy importancia y a que no. Lo que considero valioso eso es el valor cuando sido int3eriorizado y vivido on adhesion y no varia con el tiempo, es lo sublime de la virtud.

  5. Los valores en verdad existen, solo que se estan perdiendo. Los valores hay que conservarlo y tenemos que expresarlo de verdad por si uno tiene un problema hay que tener mucho valor para enfrentar ese problema asi sea grande o pequeño el problema, pero gracias por este concepto me parecio excelente…

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