La limosna de la viuda pobre

Una viuda pobre se adelanta para dejar su ofrenda en el tesoro del Templo y entrega al sacerdote “dos leptos”, dice san Marcos, quien se apresura a aclarar a sus lectores romanos: “que hacen un cuadrante”. La cuarta parte de un as, una moneditas de bronce de valor ínfimo. Pero, según Jesús, ha echado más que todos, porque los demás han dado a Dios de lo que les sobraba, y ella en su pobreza ha entregado todo lo que tenía para vivir[528]

¿Qué pensaba aquella buena mujer cuando se dirigía con sus pobres ahorros a hacer una limosna en el Templo de Dios?. No lo sabemos. Pero sí es fácil suponer que no pensaría en la resonancia de su gesto entre millones de seguidores de aquel desconocido allí presente como uno más en la puerta del Templo. Lo más probable es que recordase lo alabada que es la limosna en la Sagrada Escritura, y al mismo tiempo le viniese a la cabeza que se quedaba sin nada para comer aquel día.

Es impensable el caminar de aquella viuda sin verla muy metida en la presencia del Dios Altísimo. Hay cosas que sólo se pueden hacer cuando se tiene fe. Y ella la tenía abundante.

En el libro de Tobías se recogen estas palabras que resonarían en la memoria de aquella buena mujer: Si abundas en bienes, haz de ellos limosna, y si estos fuesen escasos, según tu escasez no temas hacerla, con éstos atesoras un depósito para el día de la necesidad, pues la limosna libra de la muerte y preserva de caer en las tinieblas, y es un buen regalo la limosna en la presencia del Altisimo para todos los que la hacen[529].

Bien sabía ella que sus dineros era muy poca cosa y poco podía ayudar a otros su limosna, aunque quizá pensase que otros más pobres podían beneficiarse de aquel pequeño don, pero es más probable que le moviese el deseo de dar culto a Dios con un sacrificio costoso para ella, así purificaría su alma, pues el agua apaga la ardiente llama, y la limosna expía los pecados[530]. Su limosna era oración, pero oración difícil que se hace sacrificio y contiene deseos de purificación del alma ante Dios.

Poco antes Jesús acababa de avisar a sus discípulos para que no incurran en la hipocresía de los fariseos; la fe de la pobre viuda le presta una ocasión preciosa para concretar esa enseñanza. Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. Y al llegar una viuda pobre, echó dos monedas, que hacen una cuarta parte de un as. Llamando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta viuda ha echado más en el gazofilacio que todos los otros, pues todos han echado algo de lo que les sobraba; ella en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su sustento[531]. Jesús explica como Dios ve las cosas.

La viuda generosa da una lección callada de actuar cara a Dios. Conductas similares han florecido en la Iglesia a lo largo de los siglos, basta recordar a San Antonio Abad que al escuchar el consejo de Jesús al joven rico de vender lo que tenía y dárselo a los pobres, lo hizo en sentido literal y se retiró al desierto; San Francisco, cuyo padre era rico, vive la santa pobreza hasta el punto de desprenderse de sus vestidos y vivir de limosna.

Pero ¿es posible y conveniente a todo el mundo vivir la pobreza de ese modo? No parece. Por otra parte ¿a quién pedir limosna si todos lo entregan todo y piden?. Ya vimos como el desprendimiento es esencial para vivir todos la pobreza; también es necesario trabajar mucho,y después cada uno deberá concretar en sus circunstancias personales si realmente vive la pobreza cristiana o se ha introducido la comodidad, el orgullo o la vanidad. La limosna es un aspecto concreto de la pobreza cristiana que conviene meditar.

Siempre será necesario dar limosna, pues ya Jesús dijo que pobres los tenéis siempre entre vosotros[532]. Por desarrollada que esté la humanidad, siempre se darán desgracias, gente menos dotada, guerras, catástrofes y mil imponderables que requieren acciones urgentes y no sólo buenas palabras. Entre esas acciones urgentes está la limosna. Algunos necesitarán de la misericordia de otros que les ayudan en situaciones difíciles, pero los beneficios de la limosna se extienden al que la hace. El que da limosna vive la caridad pero él mismo aprende mucho al dar, pues separa lo necesario y lo superfluo.

Lo superfluo. Mucho es lo superfluo en la vida de los hombres, se puede observar un auténtico derroche y despilfarro de bienes en el mundo. Las riquezas naturales son abundantes y crecen en la medida en que los hombres aplican su trabajo a la creación. Pero el uso superfluo de esas riquezas es muy frecuente.

Estrictamente necesarios son el alimento, el vestido y la vivienda. Sin estos bienes se está en la miseria y no se puede vivir con dignidad. Pero es deseable que los hombres se alimenten bien, se vistan bien y tengan viviendas holgadas; no suele bastar con lo necesario para sobrevivir. Muy cerca de lo necesario se dan muchas estructuras que permiten que el mundo progrese y haya bienes para todos en un mundo que crece en población. Hoy día viven muchos millones más de personas en el mundo que en los siglos pasados y sobran alimentos en muchas zonas de la sociedad, cuando en otras épocas el hambre y las enfermedades consiguientes eran algo frecuente. Existen además otros bienes como carreteras, hospitales, arte, fábricas e incluso las mil formas de diversión. ¿Son superfluas estas estructuras?.

Muchos bienes tienen un claro uso superfluo, se gasta y se malgasta con abundancia. Si se dirigiesen los gastos superfuos a usos verdaderamente necesarios muy posiblemente se solucionarían la mayoría de los problemas de hambre y subdesarrollo de la humanidad. Pensemos en los gastos de armamento en todo el mundo; es necesaria la defensa, pero parece claro que hay un exceso de armas para matar o para defenderse, algo está mal planteado en este terreno.

Miremos los gastos de diversión, los billones de dolares que se consumen cada año es enorme y llevan a pensar en exceso más que en satisfacer el legítimo descanso. A eso podemos añadir los gastos de juegos de azar, o en actividades directamente pecaminosas como la prostitución, la droga, el alcoholismo etc. La suma de tanto despilfarro produce escalofrío, especialmente si la comparamos con la necesidades urgentes de tantos miserables como existen en el mundo. Es cierto que la causa última de este derroche egoísta está en el pecado original, pero también en tantos egoísmos personales que se han introducido en la cultura como algo necesario y no lo son: son superfluos. Hagamos examen personal antes de arrojar la piedra sobre los demás, y seguro que surgen deseos de recortar gastos o de hacer limosna más diligentemente.

Lo necesario. Es un hecho que los pobres suelen dar limosna con gran prontitud. Es lógico que sea así, ya que conocen lo duro que es la carencia de algo necesario; si se dan cuenta de que otro está peor que ellos, ayudan. Muchos,a pesar que tienen de sobras, ni siquiera se dan cuenta de los dolores del pobre. Si viesen esos sufrimientos, o los padeciesen una temporada, es muy probable que fuesen más generosos con los bienes de que disfrutan en la vida. Por otra parte basta leer la vida en los campos de concentración -tan abundantes en este cruel siglo XX- para comprobar que se puede vivir con dignidad y muy pocas cosas.

Pero la raíz de la limosna para un cristiano va más lejos que cubrir las necesidades de los desposeídos. No se trata sólo de eliminar lo superfluo, ni es sólo un acto de solidaridad con el que necesita ayuda. El cristiano debe ver a Cristo en los demás.Aquí podemos ver una solidaridad sorprendente entre los hombres encabezada por el mismo Cristo que quiere que le veamos a Él al mirar al necesitado.

Así lo expresa el mismo Jesús en el sermón del Juicio Final: Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en su trono de gloria, y serán reunidas ante él todas las gentes, y separará a los unos de los otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos? o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? Y el rey en respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles; porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces le replicarán también ellos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediente, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Entonces les responderá: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y estos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna[533].

Sorprende la idea de ver a Dios necesitado. Ya mueve a misericordia ver a cualquier miserable necesitado de ayuda, más aún si es posible ayudarle; pero Jesucristo nos dice más: es Dios mismo el que nos pide ayuda, está ante tí pidiendo la limosna material y la limosna del amor. Dios quiere ser un mendigo, un hambriento, un sediento, un encarcelado, un peregrino y llamar en la puerta de nuestra alma para perdirnos algo. Es un modo divino de darnos, pues cuando damos limosna o amor, nos llena de su mismo amor y nos recompensa como sólo puede recompensar el mismo Dios: con la vida eterna. En la necesidad, el amor a Dios se concreta al máximo. Dios se solidariza con los perseguidos y con los desgraciados. La limosna al pobre es primero caridad con Dios y después con el hombre.

La limosna atrae la bendición de Dios y produce abundantes frutos; es defensa de la esperanza, tutela de la fe, medicina del pecado, está al alcance del que la quiere efectuar, grande y fácil a la vez, sin peligro de que nos persigan por ella, corona de la paz, verdadero y máximo don de Dios, necesaria para los débiles, gloriosa para los fuertes. Con ella el cristiano alcanza la gracia espiritual, consigue el perdón de Cristo juez y cuenta a Dios entre sus deudores [534].

Es lógico que ante estos beneficios diga gracias el que da limosna en lugar del mendigo o el necesitado, pues es el que más recibe. Este agradecimiento es una manera de no ofender la humildad del que pide, pero deben ser verdadero pues nace al peribir el beneficio recibido al dar.

La viuda pobre y generosa quizá acudió al Templo ocultando lo poco que estaba dando, como si le pareciese una miseria comparado con lo mucho que daban otros; pero Jesús la ensalza y en el Cielo se anota su generosidad. ¡Qué distinta su actitud de la de los fariseos! Ellos echaron mucho de lo mucho que tenían; ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en el corazón. Es más poseer a Dios en el corazón que oro en el arca. ¿Quién echó más que la viuda que no se reservó nada para sí? [535].

Tanta alegría le produjo al Señor aquel gesto de la mujer que enseguida sintió necesidad de comunicarlo a sus discípulos. Es el mismo gozo que experimenta su Corazón cuando nos entregamos del todo. Si dar cosas es una manifestación de generosidad, más aún lo es darse uno mismo. Doy lo que tengo, dice el generoso/ me doy a mí mismo, dice el que ama/ me doy del todo, dice el santo. Ciertamente el Reino de Dios no tiene precio, y sin embargo cuesta exactamente lo que tengas (…) a Pedro y a Andrés les costó el abandono de una barca y de unas redes; a la viuda le costó dos moneditas de cobre; a otro, un vaso de agua fresca …[536].

No temamos poner a disposición de Jesús todo lo que tenemos. No dudemos en darnos nosotros mismos por entero Cuando los hipócritas planteen a vuestro alrededor la duda de si el Señor tiene derecho a pediros tanto, no os dejéis engañar. Al contrario, os pondréis en presencia de Dios sin condiciones como la arcilla en manos del alfarero (Jer 18,6), y le confesaréis rendidamente: Deus meus et omnia! Tú eres mí Dios y mi todo[537] . Buen consejo para la limosna material y para la entrega total de la propia vida.

“Cuando todo lo que se posee es un poco de calderilla resulta un don infinito. A veces los pobres son tan avaros como los ricos porque la avaricia se mide por la intención, no por las cuentas corrientes, pero es lógico que quienes más se preocupen por el dinero sean los que más tienen, los miserables casi no saben los que es. La viuda del templo sabía que su limosna no solucionaba nada, que el suyo era un acto, por así decirlo inútil, pero al renunciar a unas moneditas, al importe de un modesto bocadillo, se deja caer, cerrando los ojos y con las manos vacías, en brazos de Dios”[538]


[528] Mc 12,41-44

[529] Tob 4,8-11

[530] Ecclo.3,33

[531] Mc 12,41-44; Lc 21.1-4

[532] Jn 12,8

[533] Mt 25,31-46

[534] San Cipriano. De las buenas obras y de la limosna, 27

[535] San Agustín Sermón 107

[536] San Gregorio Magno. Homilía 5

[537] Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios. n. 167

[538] Carlos Pujol. Gente de la Biblia, la viuda del óbolo

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es


1 2Página siguiente

Publicaciones relacionadas

8 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba

Copyright © 2024 Encuentra by Juan Diego Network. Todos los derechos reservados.