La oración: lugar privilegiado del encuentro

Hoy día están muy de moda los cursos de superación personal. Y así nos encontramos cursos para superar el estrés, para ser mejor padre, para ser mejor estudiante, etcétera. Yo no dudo que los libros y los cursos puedan llegar a ser, cuando son auténticos y honestos, grandes ayudas para las personas. Pero no cabe la menor duda que absolutamente nada puede suplantar a la experiencia directa de las cosas, de la vida. Y así como difícilmente alguien aprendería a nadar con sólo leer un libro y sin arrojarse al agua para intentar flotar en el agua y desplazarse en su superficie, difícilmente podríamos aprender a hacer muchas cosas si no estamos dispuestos a practicarlas, a vivirlas, a experimentarlas en carne propia.

Yo admiro mucho a las personas que tocan con virtuosismo algún instrumento musical, como el piano o la guitarra. Me encanta escuchar a Winton Marsalis, un jazzista de mucha calidad que domina plenamente su maravillosa trompeta. Sé que para que alguien domine un instrumento musical o cualquier otro arte necesita no sólo de talento natural, sino sobre todo de largas horas de práctica que le vayan permitiendo adquirir la habilidad necesaria para que el instrumento se vaya convirtiendo como en una extensión de su cuerpo.

Si esto sucede en la música, el ballet o la pintura, ¿cómo alguien puede pensar que puede llegar a aprender a orar sin dedicar tiempo especial para tan hermoso “arte de la oración”. Si, que orar es un arte. Y como todo arte requiere, de parte nuestra, de la práctica continua, la cual permite que alguien pueda dominar el arte del oración al grado de llegar a sentirla como parte indispensable de la vida, ya que produce una profunda sensación de estabilidad, seguridad, fortaleza, sabiduría y paz.

Veamos, antes que todo, algunas cosas interesantes sobre la oración, y después hablaremos un poco más formalmente de ella, si les parece.

Los seres humanos de la actualidad tenemos bien metido, hasta la médula, el hábito del consumismo y la mentalidad que conlleva dicho hábito. Estamos muy acostumbrados a adquirir las cosas con dinero, y hoy día, los supermercados son lugares en donde esperamos encontrar de todo.

Sólo que se nos olvida que las grandes cosas de la vida no se pueden comprar. Se me viene en este momento a la cabeza aquella hermosa canción del grupo Mocedades, “El vendedor” que, entre otras cosas pregunta:

“¿Quién quiere vender conmigo
la paz de un niño durmiendo,
la tarde sobre mi madre
y el tiempo en que estoy queriendo?”

Es cierto, ¿te has preguntado alguna vez dónde puedes comprar tres cosas que hoy día se hacen indispensables para vivir auténticamente como son: sabiduría, fortaleza y paz?

En un mundo de tantas necedades e insensateces, de tantas acciones irreflexivas, de tantas influencias sin fundamento, no sólo es necesaria sino urgente la posesión de una sabiduría auténtica, profunda y eficaz. No de una pseudo-sabiduría que sólo confunde más, de una sabiduría solamente humana, sino de la Sabiduría que viene de Dios. Aquella que orienta, que ilumina, que dirige por el buen camino la existencia. Aquella que nos asiste en los momentos de confusión y de duda, en los momentos en los que nuestra mente puede llegar a entorpecerse por los embates de la vida.

En un mundo que golpea tanto, en el que nos encontramos rodeados de tantas felonías, de tantas ambiciones, de tanta soberbia. En un mundo donde salir lastimado es cosa ordinaria, no sólo es necesario sino urgente el estar lleno de fortaleza. No de fuerza bruta, avasalladora, generadora de violencia, de destrucción, de división y fractura. Tampoco fortaleza entendida como dureza de corazón, como insensibilidad, como indiferencia.

La fortaleza que hoy necesitamos es aquella que nos permite permanecer de pie en medio de las tormentas, en medio de las pruebas, en medio de las dificultades, en medio de las tentaciones. La que nos permite poder seguir pensando con claridad y actuar con acierto, aún cuando las cosas se ponen difíciles. Y esta solamente Dios la da, porque solamente Dios la tiene.

En un mundo de guerras, de envidias, de avaricia, de feroz competencia. En un mundo de tanto vacío existencial, de tanta superficialidad, de tanta vanidad, es fácil llenarse de ansiedad y de angustia, es fácil sentirse solo y abatido, es fácil perder la calma: es fácil no tener paz. Pero la paz, a diferencia de lo que muchos creen no significa solamente ausencia de guerra. Sin la paz es una experiencia interior que me hace vivir en armonía, en sintonía, en comunión conmigo mismo, con Dios, con los demás y con la naturaleza. La paz, ante todo, es un don, y es un don divino; solamente Dios lo tiene, solamente Dios lo da.

Y, ¿dígame ustedes en qué supermercado, en qué banco o en qué biblioteca puedo yo adquirir ésa sabiduría, esa fortaleza y esa paz que son las condiciones sin las cuales no es posible una vida integrada y plena?

Hay mucha gente que busca estos tres grandes dones en técnicas como el yoga o la meditación trascendental, o el otras prácticas, que puede ser buenas, pero que con todo respeto siguen siendo mediaciones humanas, carentes del poder suficiente (que sólo Dios tiene) para llegar a ser verdaderamente eficaces.

Pero viene la pregunta: ¿por qué muchas personas que hacen oración no tienen sabiduría, ni fortaleza y mucho menos paz o tienen muy poco de esto? ¿Será que la oración tampoco posee la eficacia necesaria?

Al comienzo de esta charla dijimos que la oración es un arte, y por lo tanto requiere de nuestro esfuerzo continuado y perseverante para su efectividad. No podemos evitar el esfuerzo en el delicado aprendizaje de la oración. Si alguien no está dispuesto a dedicar tiempo especial a la oración, nunca sabrá lo que es esto, y morirá sin haber vivido una de las experiencias más maravillosas que se puede tener en este mundo. Testigos de esto son miles y miles de personas que durante el correr de los siglos nos han hablado de la grandeza y belleza de la oración. Y fueron personas que vivieron de manera tan integra y auténtica que no podemos dudar (por dicho de ellos) que el secreto de sus vidas fue la oración.

Hoy existe más que nunca en el mundo la gran necesidad de orar. Sin embargo, paradójicamente, el mundo (y entre ellos muchos cristianos) se resiste rabiosamente a practicar el arte de la oración, con dedicación y seriedad.

Probablemente, entre otras causas, mucha gente no ore por qué no sabe cómo hacerlo, o porque no sabe para qué es la oración.

De aquí que surge la necesidad urgente de que las comunidades cristianas se conviertan en auténticas escuelas de oración, como nos invita el Papa, donde cualquier persona pueda encontrar un espacio en la comunidad que le permita aprender el arte de la oración.

Otro error común es la creencia generalizada de que la oración se reduce solamente a la petición, convirtiendo Dios en una especie de mago- que tiene una varita mágica que todo lo resuelve – o en una especie de comerciante – que necesita de velas, flores o promesas, y que a cambio está dispuesto a darnos lo que sea, incluso lo que no conviene para nuestra salvación (como mucha gente ilusamente lo cree, olvidándose que Dios es un Padre que no puede darnos lo que nos puede dañar). Con este error mucha gente ha dejado a un lado los modos más ricos de oración, los que verdaderamente hacen crecer, los que dan fortaleza, sabiduría y paz. Los que llenan la vida de amor y de luz.

Brevemente les expongo algunos de esos grandes modos que han transformado la vida de muchas personas: tenemos, por ejemplo, la oración de contemplación, la más grande de todas, la que me permite poder estar con el Señor y disfrutar de su compañía, sin más (¡Sólo Dios basta!). Otra forma de oración es la meditación, que consiste en traer a la mente una escena del evangelio o de algún otro pasaje de la Sagrada Escritura que nos permita poder descubrir una enseñanza para nuestra vida. Otra forma fabulosa que produce mucha paz es la oración de gratitud, donde reconozco los beneficios y las bendiciones que Dios constantemente me da. Porque está probado que una persona agradecida es más feliz que un ingrato. Incluso la oración de petición bien hecha es estupenda, es decir, cuando se es capaz de superar la angustia para pasar a la confianza de que Dios nos escucha, de que Dios se interesa de manera personal por todos los detalles de nuestra vida, ya que somos muy valiosos a sus ojos y nos ama.

Ahora quiero compartirles una serie de pistas concretas que les permitan poder llegar a hacer oración con profundidad y fruto. Solamente deseo advertir que en esto no hay recetas, ya que todo lo que concierne a la vida, y especialmente la vida íntima, la del corazón, la del alma no puede reducirse a fórmulas mágicas. Cada uno debe encontrar su propio camino, con la ayuda, si, de buenos métodos de oración y de buenos directores espirituales. Pero es inevitable que a fin de cuentas cada uno tenga que recorrer el camino ascético de la oración.

El primer requisito para hacer oración es tener fe: tener fe que Dios está dispuesto a recibirme con mucho amor y a brindarme todo su apoyo; tener fe en la oración misma como un medio muy poderoso capaz de transformar mi vida y de darle profundidad y sentido, propuesta por Jesús mismo, testificada por tantos hombres y mujeres de todos los tiempos y altamente recomendada por la Iglesia.

Otro elemento necesario es la firme decisión de orar. Hay que dejar a un lado los pretextos y las justificaciones inútiles (“ no sé cómo», «no tengo tiempo», «no le entiendo», etc.) y decidirse ya a hacer oración («no dejes para mañana lo que debes hacer hoy»).

Otra recomendación es pensar bien tres cosas: el lugar en dónde vas a orar (debe ser un lugar tranquilo y donde no sufras interrupciones). No olvides, por supuesto, apagar tu celular, apagar la televisión y todo aquello que puede distraerte, porque no hay nada más importante en el momento sagrado de la oración que orar. Ya tendrás tiempo para todos los demás. El segundo elemento es la hora. Debes elegir muy bien la hora, es decir, el horario de tu oración. Procura que no sea a cualquier hora porque muy rápidamente vas a mandar a freír espárragos a la oración. Fíjate bien si tú eres más diurno que nocturno, o viceversa, porque si eres diurno te conviene orar por la mañana, muy temprano; en cambio si eres nocturno, es obvio que te conviene orar por la noche, ya cuando todo está tranquilo. Procura no elegir una hora en la que no puedes dejar otras ocupaciones. Por último, si eres principiante, te recomiendo que ores al menos, para empezar, unos quince minutos diarios y, paulatinamente, ve aumentando el tiempo hasta que al menos puedas dedicar una hora diaria a la oración. Es muy importante te lleves contigo una Biblia y/o un buen libro de meditación (pide consejo a quien tiene más recorrido el camino en esto).

Una cosa más: ¿qué postura corporal es la más conveniente para orar? La que más te favorezca, mientras no te induzca al sueño, a la distracción o que sea una postura irreverente. Por lo demás, en esto no hay reglas.

Preguntas:

1.- ¿Por qué es importante la oración para progresar en la vida cristiana?

2.- ¿Podemos afirmar que la oración nos hace más eficaces en la vida? ¿Por qué?

3.- ¿Cuánto tiempo estás dedicando diariamente a tu oración personal?¿Cómo estás haciendo tu oración?

Por Padre Alberto Gutierrez

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20 comentarios

  1. Qué bonito artículo. Rezo desde que era joven. Ví cómo lo hacía mi abuela y cómo sostenía con fe momentos muy duros que vivió y cómo nos animaba siempre. Ahora yo también sé de dónde procedía esa fuerza sobrenatural y a la vez calma ante el dolor. A través de la oración se llenaba del Amor de Dios y nos transmitía tanto. Yo, ahora adulta y habiendo pasado situaciones complicadas intento refugiarme también en la oración y realmente siento fuerza y consuelo. Es un gran legado que debemos seguir transmitiendo.

    1. Amiga mía comparto tus palabras porque siento que también mi abuela tenía esa fortaleza gracias a su fe de echo lo demostró a lo largo de toda su vida gracias por compartir estas inmensas palabras

  2. Bendito sea DIOS! Muchisimas gracias por este articulo. Ahorita hemos estado haciendo la novena al Sagrado Corazon de Jesus y he notado que rezamos a la prisa, sin pensar lo que decimos, y eso creo yo firmemente de que hay rezar pausadamente y meditando, como si fuera un Dialogo con Dios. Dios los bendiga!

  3. Bendito sea DIOS! Muchisimas gracias por este articulo. Ahorita hemos estado haciendo la novena al Sagrado Corazon de Jesus y he notado que rezamos a la prisa, sin pensar lo que decimos, y eso creo yo firmemente de que hay rezar pausadamente y meditando, como si fuera un Dialogo con Dios. Dios los bendiga!

  4. Bendito sea DIOS! Muchisimas gracias por este articulo. Ahorita hemos estado haciendo la novena al Sagrado Corazon de Jesus y he notado que rezamos a la prisa, sin pensar lo que decimos, y eso creo yo firmemente de que hay rezar pausadamente y meditando, como si fuera un Dialogo con Dios. Dios los bendiga!

  5. rezar,orar y pedir ,admiro a los sacerdotes y religiosos ahora me doy cuenta la perseverancia y elugar que uno debetener para conversarcon dios y hacer oración que nazca del corazón o si no unorepite como lorogracias por aclararmemuchas cosas bendiciones ojala mis hijos y todos escuchemos la VOZ DEL SEÑOR

  6. rezar,orar y pedir ,admiro a los sacerdotes y religiosos ahora me doy cuenta la perseverancia y elugar que uno debetener para conversarcon dios y hacer oración que nazca del corazón o si no unorepite como lorogracias por aclararmemuchas cosas bendiciones ojala mis hijos y todos escuchemos la VOZ DEL SEÑOR

  7. rezar,orar y pedir ,admiro a los sacerdotes y religiosos ahora me doy cuenta la perseverancia y elugar que uno debetener para conversarcon dios y hacer oración que nazca del corazón o si no unorepite como lorogracias por aclararmemuchas cosas bendiciones ojala mis hijos y todos escuchemos la VOZ DEL SEÑOR

  8. Wow! Increible articulo esto me va ayudar mucho a mi y a otras personas con las que voy a compartir. Gracias y que Dios los bendiga.

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